"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

miércoles, 9 de diciembre de 2015

Entrar por la Puerta para descubrir la Misericordia del Padre

Homilía del Papa Francisco en la Santa Misa de la fiesta de la Inmaculada Concepción, antes de la solemne Apertura de la Puerta Santa. 8 diciembre 2015

Por: Papa Francisco | Fuente: es.radiovaticana.va 


“La fiesta de la Inmaculada Concepción expresa la grandeza del amor Dios”. Lo afirmó el Papa Francisco durante su homilía de la Solemne Santa Misa que presidió a las 9.30 en una Plaza de San Pedro, bañada por una tenue lluvia y ante notables medidas de seguridad, que sin embargo, no impidieron que los fieles y peregrinos de numerosos países asistieran, con entusiasmo y agradecimiento, para rezar junto al Obispo de Roma antes de la solemne Apertura de la Puerta Santa.
El Papa Bergoglio reafirmó que Dios “no es sólo quien perdona el pecado, sino que en María llega a prevenir la culpa original que todo hombre lleva en sí cuando viene a este mundo”. Por esta razón – dijo – es “el amor de Dios el que previene, anticipa y salva”. Porque si “todo quedase relegado al pecado seríamos los más desesperados entre las criaturas, mientras que la promesa de la victoria del amor  de Cristo integra todo en la misericordia del Padre”.
“Este Año Santo Extraordinario es también un don de gracia” – añadió el Santo Padre – a la vez que explicó que “entrar por la Puerta significa descubrir la profundidad de la Misericordia del Padre que acoge a todos y sale personalmente al encuentro de cada uno”.
Nuevo tiempo
Entre los conceptos de este nuevo tiempo el Pontífice dijo que “será un año para crecer en la convicción de la Misericordia”, más allá de todas las ofensas contra Dios y su gracia cuando se afirma, sobre todo, que los pecados son castigados por su juicio, en vez de anteponer que son perdonados por su Misericordia. De ahí que haya reafirmado la necesidad de “anteponer la Misericordia al juicio”, puesto que “el juicio de Dios será siempre a la luz de su Misericordia”.




Cruzar la Puerta Santa nos hace sentir partícipes de este misterio de amor
Francisco invitó a abandonar “toda forma de miedo y temor”, porque no es propio de quien es amado, y a vivir “la alegría del encuentro con la gracia que lo transforma todo”. Y afirmó, una vez más, que “entrar por la puerta significa descubrir la profundidad de la Misericordia del Padre que acoge a todos y sale personalmente al encuentro de cada uno”.
El Papa recordó en esta ocasión aquella otra Puerta, que hace cincuenta años los Padres del Concilio Vaticano II abrieron hacia el mundo. Porque esta fecha no puede ser recordada sólo por la riqueza de los documentos producidos, que hasta el día de hoy permiten verificar el gran progreso realizado en la fe. Y destacó ante todo que el Concilio fue un encuentro. Un verdadero encuentro entre la Iglesia y los hombres de nuestro tiempo. Un encuentro marcado por el poder del Espíritu que impulsa a la Iglesia a salir de los escollos que durante muchos años la habían recluido en sí misma, para retomar con entusiasmo el camino misionero.
De modo que el Jubileo nos “obliga a no descuidar el espíritu que surgió en el Vaticano II, el del samaritano, tal como lo recordó el beato Pablo VI en la Conclusión del Concilio. Y concluyó afirmando: “Cruzar hoy la Puerta Santa nos compromete a hacer nuestra la misericordia del Buen Samaritano”.
(María Fernanda Bernasconi - RV)
Homilía del Santo Padre Francisco:
Dentro de poco tendré la alegría de abrir la Puerta Santa de la Misericordia. Cumplimos este gesto como he hecho en Bangui, tan sencillo como fuertemente simbólico, a la luz de la Palabra de Dios que hemos escuchado, y que pone en primer plano el primado de la gracia. En efecto, lo que se repite más veces en estas lecturas evoca aquella expresión que el ángel Gabriel dirigió a una joven muchacha, sorprendida y turbada, indicando el misterio que la envolvería: «Alégrate, llena de gracia» (Lc 1, 28).
La Virgen María es llamada en primer lugar a regocijarse por todo lo que el Señor ha hecho en ella. La gracia de Dios la ha envuelto, haciéndola digna de convertirse en la madre de Cristo. Cuando Gabriel entra en su casa, hasta el misterio más profundo, que va más más allá de la capacidad de la razón, se convierte para ella un motivo de alegría, motivo de fe, motivo de abandono a la palabra que se revela. La plenitud de la gracia puede transformar el corazón, y lo hace capaz de realizar un acto tan grande que puede cambiar la historia de la humanidad.
La fiesta de la Inmaculada Concepción expresa la grandeza del amor Dios. Él no es sólo quien perdona el pecado, sino que en María llega a prevenir la culpa original que todo hombre lleva en sí cuando viene a este mundo. Es el amor de Dios el que previene, anticipa y salva. El inicio de la historia del pecado en el Jardín del Edén se resuelve en el proyecto de un amor que salva. Las palabras del Génesis llevan a la experiencia cotidiana que descubrimos en nuestra existencia personal. Siempre existe la tentación de la desobediencia, que se expresa en el deseo de organizar nuestra vida independientemente de la voluntad de Dios. Es esta la enemistad que insidia continuamente la vida de los hombres para oponerlos al diseño de Dios.
Y, sin embargo, la historia del pecado solamente se puede comprender a la luz del amor que perdona. El pecado sólo se comprende bajo esta luz. Si todo quedase relegado al pecado, seríamos los más desesperados entre las criaturas, mientras que la promesa de la victoria del amor de Cristo integra todo en la misericordia del Padre. La palabra de Dios que hemos escuchado no deja lugar a dudas a este propósito. La Virgen Inmaculada es ante nosotros testigo privilegiada de esta promesa y de su cumplimiento.
Este Año Extraordinario es también un don de gracia. Entrar por la puerta significa descubrir la profundidad de la misericordia del Padre que acoge a todos y sale personalmente al encuentro de cada uno. ¡Es Él quien nos busca! ¡Él quien sale a nuestro encuentro! Será un año para crecer en la convicción de la misericordia. Cuánta ofensa se le hace a Dios y a su gracia cuando se afirma sobre todo que los pecados son castigados por su juicio, en vez de anteponer que son perdonados por su misericordia (cf. san Agustín, De praedestinatione sanctorum 12, 24) Sí, es precisamente así. Debemos anteponer la misericordia al juicio y, en todo caso, el juicio de Dios será siempre a la luz de su misericordia. Atravesar la Puerta Santa, por lo tanto, nos hace sentir partícipes de este misterio de amor, de ternura. Abandonemos toda forma de miedo y temor, porque no es propio de quien es amado; vivamos, más bien, la alegría del encuentro con la gracia que lo transforma todo.
Hoy, aquí en Roma y en todas las diócesis del mundo, cruzando la Puerta Santa queremos también recordar otra puerta que, hace cincuenta años, los Padres del Concilio abrieron hacia el mundo. Esta fecha no puede ser recordada sólo por la riqueza de los documentos producidos, que hasta el día de hoy permiten verificar el gran progreso realizado en la fe. En primer lugar, sin embargo, el Concilio fue un encuentro. Un verdadero encuentro entre la Iglesia y los hombres de nuestro tiempo. Un encuentro marcado por el poder del Espíritu que empujaba a la Iglesia a salir de los escollos que durante muchos años la habían recluido en sí misma, para retomar con entusiasmo el camino misionero. Era un volver a tomar el camino para ir al encuentro de cada hombre allí donde vive: en su ciudad, en su casa, en el trabajo...; donde hay una persona, allí está llamada la Iglesia a ir para llevar la alegría del Evangelio y llevar la Misericordia y el perdón de Dios. Un impulso misionero, por lo tanto, que después de estas décadas seguimos retomando con la misma fuerza y el mismo entusiasmo.
El jubileo nos provoca esta apertura y nos obliga a no descuidar el espíritu surgido en el Vaticano II, el del samaritano, como recordó el beato Pablo VI en la Conclusión del concilio. Cruzar hoy la Puerta Santa nos compromete a hacer nuestra la misericordia del Buen Samaritano.


martes, 8 de diciembre de 2015

La fiesta de la Inmaculada Concepción de María.

Dogma Mariano. Inmaculada Concepción


¿Por qué se celebra la Inmaculada Concepción de María? ¿Qué quiere decir? ¿Qué día se festeja? 


Diciembre 8: Día de la Inmaculada Concepción.

Ella, desde el momento en que fue concebida por sus padres, por gracia y privilegios únicos que Dios le concedió, fue preservada de toda mancha del pecado original.

En nuestra sociedad, la pureza tiene dos valores opuestos. Mientras la droga más pura es la más cara y todos buscan el detergente que deje la ropa más blanca, muy pocos se preocupan de mantener su alma y su vida pura, de cara a la vida eterna. Incluso, quienes se confiesan seguido son a veces criticados, y se les califica despectivamente de "mochos". La Virgen María nos invita a vivir este ideal de pureza, aunque para ello tengamos que ir "contra corriente."


Historia.

El 8 de diciembre de 1854, el Papa Pío IX, promulgó un documento llamado "Ineffabilis Deus" en el que estableció que el alma de María, en el momento en que fue creada e infundida, estaba adornada con la gracia santificante.

Desde entonces, esta es de las verdades que los católicos creemos, aunque a veces, no entendamos. Es lo que se llama Dogma o artículo de fe.

La Virgen María fue "dotada por Dios con dones a la medida de su misión tan importante" (Lumen Gentium). El ángel Gabriel pudo saludar a María como "llena de gracia" porque ella estaba totalmente llena de la Gracia de Dios.

Dios la bendijo con toda clase de bendiciones espirituales, más que a ninguna otra persona creada. Ella es "redimida de la manera más sublime en atención a los méritos de su Hijo". (LG, n. 53)

La devoción a la Inmaculada Concepción es uno de los aspectos más difundidos de la devoción mariana. Tanto en Europa como en América se adoptó a la Inmaculada Concepción como patrona de muchos lugares.

María tiene un lugar muy especial dentro de la Iglesia por ser la Madre de Jesús. Sólo a Ella Dios le concedió el privilegio de haber sido preservada del pecado original, como un regalo especial para la mujer que sería la Madre de Jesús y madre Nuestra.

Con esto, hay que entender que Dios nos regala también a cada uno de nosotros las gracias necesarias y suficientes para cumplir con la misión que nos ha encomendado y así seguir el camino al Cielo, fieles a su Iglesia Católica.

Podemos aprender que es muy importante para nosotros recibir el Bautismo, que sí nacimos con la mancha del pecado original. Al bautizarnos, recibimos la gracia santificante que borra de nuestra alma el pecado original. Además, nos hacemos hijos de Dios y miembros de la Iglesia. Al recibir este sacramento, podemos recibir los demás.

Para conservar limpia de pecado nuestra alma podemos acudir al Sacramento de la Confesión y de la Eucaristía, donde encontramos a Dios vivo.

Hay quienes dicen que María fue una mujer como cualquier otra y niegan su Inmaculada Concepción. Dicen que esto no pudo haber sido posible, que todos nacimos con pecado original. En el Catecismo de la Iglesia Católica podemos leer acerca de la Inmaculada Concepción de María en los números 490 al 493.

El alma de María fue preservada de toda mancha del pecado original, desde el momento de su concepción.


María siempre estuvo llena de Dios para poder cumplir con la misión que Dios tenía para Ella.

Con el Sacramento del Bautismo se nos borra el pecado original.

Dios regala a cada uno de nosotros las gracias necesarias y suficientes, para que podamos cumplir con la misión que nos ha encomendado.

Por: Tere Fernández

Oración: 

Oh Dios, que por la Concepción Inmaculada de la Virgen María preparaste a tu hijo una digna morada, y en previsión de la muerte de tu Hijo la preservaste de todo pecado, concédenos por su intercesión llegar a ti limpios de todas nuestras culpas. Por nuestro Señor Jesucristo.

lunes, 7 de diciembre de 2015

LA VIDA ES UNA COPA LLENA DE FELICIDAD

La vida es una copa plena de felicidad, pero nunca se te da llena.
Te dan un sorbito de vez en cuando, un sorbito que tienes que ir llenando gota a gota todos los días, para sobrevivir.

No te la pases agitando tus desgracias, pronosticando tragedias imaginarias, asustado por posibles males que a lo mejor no llegan nunca.

Nacemos para luchar por la felicidad... casi para crearla, para hacerla a pesar de la tristeza, los desencantos, los errores, las malas jugadas y los irremediables imprevistos.

La felicidad no se va buscando en bienes y placeres. Se actúa bien y ella sola se nos va presentando.

La felicidad no es estar añorando y extrañando todo lo que nos falta sino encajar en todo lo que tenemos.

No vendas tu felicidad...¡regálala!

No busques para ella fórmulas sencillas ni baratas... Cuesta trabajo, son caros los ingredientes:

Compartir lo que tienes
Amar sin exigencias
Perdonar sin cicatrices
Aceptar sin perfecciones
Agradecer lo que te dan
¡Y no rendirte nunca!

Todo tiene que ir armonizando...... Del panal, un poquito de miel
Del mar un poquito de sal
De la vida un toquecito de optimismo
De la imaginación, algo de sueño
Del dolor, algo de raíz
¡ Y de la fe, algo de roca!

No somos felices, porque no sabemos como llenar nuestra copa, porque no sabemos dar a la vida un máximo de calidad y rendimiento, porque miramos al mundo como un esclavo, al camino empedrado como un imposible, a la mala suerte como una sombra que nos persigue, ¡ al ideal como algo inalcanzable !

No olvides que la más linda manera de ser Feliz es ocuparse de que otros lo sean.
Da mucho de ti mismo y la felicidad llegará SOLA

Llena tu copa...! y salda tu cuenta siendo Feliz.



domingo, 6 de diciembre de 2015

El mundo de hoy tiene necesidad de misericordia

Entrevista al Papa Francisco sobre el Jubileo de la Misericordia y la situación actual del mundo

Por: Papa Francisco | Fuente: aciprensa.com 


El Papa Francisco ha concedido una nueva entrevista. Esta vez al semanario italiano Credere (Creer) que es la revista oficial del Jubileo de la Misericordia. A continuación ACI Prensa presenta la entrevista íntegramente traducida al español por el corresponsal de Roma, Álvaro de Juana.
– Santo Padre. Ahora que estamos a punto de entrar en lo ‘vivo’ del Jubileo, ¿nos puede explicar qué motivo del corazón le ha empujado a poner de relieve el tema de la misericordia? ¿Qué urgencia percibe, a tal respecto, en la situación actual del mundo y de la Iglesia?
– El tema de la misericordia se va acentuando con fuerza en la vida de la Iglesia a partir de Pablo VI. Fue Juan Pablo II el que lo subrayó fuertemente con la “Dives in misericordia”, la canonización de Santa Faustina y la institución de la fiesta de la Divina Misericordia en la Octava de Pascua.
En esta línea, he sentido que hay como un deseo del Señor de mostrar a los hombres Su misericordia. Entonces no es que me haya venido a la mente, sino que retomo una tradición relativamente reciente, si bien siempre ha existido. Y me he dado cuenta de que se debía hacer algo para continuar esta tradición.
Mi primer Ángelus como Papa fue sobre la misericordia de Dios, y en aquella ocasión hablé también de un libro sobre la misericordia que me regaló el Cardenal Walter Kasper durante el Cónclave; también en mi primera homilía como Papa, el domingo 17 de marzo en la parroquia de Santa Ana, hablé de la misericordia. No ha sido una estrategia, me ha venido de dentro: el Espíritu Santo quiere algo.




Es obvio que el mundo de hoy tiene necesidad de misericordia, tiene necesidad de compasión, a través de “partir con”. Estamos habituados a las malas noticias, a las noticias crueles y a las atrocidades más grandes que ofenden el nombre y la vida de Dios. El mundo tiene necesidad de descubrir que Dios es Padre, que tiene misericordia, que la crueldad no es el camino, se cae en la tentación de seguir una línea dura, en la tentación de subrayar solo las normas morales, pero cuánta gente se queda fuera.
Me ha venido a la mente esa imagen de la Iglesia como un hospital de campaña después de la batalla; es la verdad, ¡cuánta gente herida y destruida! Los heridos son curados, ayudados a sanar, no sometidos a los análisis para el colesterol. Creo que este es el momento de la misericordia. Todos nosotros somos pecadores, todos llevamos pesos interiores. He sentido que Jesús quiere abrir la puerta de Su corazón, que el Padre quiere mostrar sus entrañas de misericordia, y por eso nos manda el Espíritu: para moverse y para movernos. Es el año del perdón el año de la reconciliación.
Por un lado vemos el tráfico de armas, la producción de armas que matan, el asesinato de inocentes en los modos más crueles posibles, la explotación de personas, menores, niños: se está actuando –si me permite el término– un sacrilegio contra la humanidad, porque el hombre es sagrado, es la imagen del Dios vivo. Entonces el Padre dice: ‘deténganse y vengan a mi’. Esto es lo que yo veo en el mundo.
– Usted ha dicho que, como todos los creyentes, se siente pecador, necesitado de la misericordia de Dios. ¿Qué importancia ha tenido en su camino de sacerdote y de obispo la misericordia divina? ¿Recuerda en particular algún momento en el que ha sentido de manera transparente la mirada misericordiosa del Señor en su vida?
– Soy pecador, me siento pecador, estoy seguro de serlo; soy un pecador al cual el Señor ha mirado con misericordia. Soy, como he dicho a los encarcelados en Bolivia, un hombre perdonado. Soy un hombre perdonado, Dios me ha mirado con misericordia y me ha perdonado. Todavía ahora cometo errores y pecados, y me confieso cada quince o veinte días. Y si me confieso es porque tengo necesidad de sentir que la misericordia de Dios está todavía en mí.
– Me acuerdo –lo he dicho ya muchas veces– de cuando el Señor me ha mirado con misericordia. He tenido siempre la sensación de que tenía cuidado de mi de un modo especial, pero el momento más significativo se verificó el 21 de septiembre de 1953, cuando tenía 17 años. Era el día de la fiesta de la primavera y del estudiante en Argentina, y la habría celebrado con los otros estudiantes: yo era católico practicante, iba a la misa del domingo, pero nada más… estaba en Acción Católica, pero no hacía nada, era solo un católico practicante.
A lo largo de la calle para a estación ferroviaria de Flores, pasaba cerca de la parroquia que frecuentaba y me sentía empujado a entrar: entré y vi venir por un lado a un sacerdote que no conocía. En ese momento no sé qué me sucedió, pero advertí la necesidad de confesarme, en el primer confesionario a la izquierda –mucha gente iba a rezar allí–. Y no sé qué ocurrió que salí distinto, cambiado. Volví a casa con la certeza de tenerme que consagrar al Señor y este sacerdote me acompañó durante casi un año.
Era un sacerdote de Corrientes, don Carlos Benito Duarte Ibarra, que vivía en la Casa del Clero de Flores. Tenía leucemia y se estaba curando en el hospital. Murió al año siguiente. Después del funeral lloré amargamente, me sentí totalmente perdido, como con el temor de que Dios me hubiese abandonado. Este fue el momento en el que me sumergí en la misericordia de Dios y está muy unido a mi lema episcopal: el 21 de septiembre es el día de San Mateo, y Beda el Venerable, hablando de la conversión de Mateo, dice que Jesús miró a Mateo “miserando atque eligendo”.
Se trata de una expresión que no se puede traducir, porque en italiano uno de los dos verbos no tiene gerundio, ni tampoco en español. La traducción literal sería “misericordiando y eligiendo”, casi como un trabajo artesanal. “Lo misericordió: esta es la traducción literal del texto. Cuando años después, recitando el breviario latino, descubrí esta lectura, me acordé de que el Señor me había modelado artesanalmente con Su misericordia. Cada vez que venía a Roma, porque me alojaba en Via della Scrofa, iba a la Iglesia de San Luis de los Franceses a rezar delante del cuadro de Caravaggio, sobre la Vocación de San Mateo.
– Según la Biblia, el lugar donde mora la misericordia de Dios es el vientre, las entrañas maternas, de Dios. Que se conmueven al punto de perdonar el pecado. ¿El Jubileo de la misericordia puede ser una ocasión para redescubrir la ‘maternidad de Dios’? ¿Existe también un aspecto más ‘femenino’ de la Iglesia que haya que valorar?
– Sí, Él mismo lo afirma cuando dice en Isaías que si una madre se olvidase de su hijo, también una madre puede olvidar… ‘yo en cambio no te olvidaré jamás’. Aquí se ve la dimensión materna de Dios. No todos comprenden cuando se habla de la ‘maternidad de Dios’, no es un lenguaje popular –en el buen sentido de la palabra–, parece un lenguaje un poco elegido; por eso prefiero usar la ternura, propia de una madre, la ternura de Dios, la ternura nace de las entrañas paternas. Dios es padre y madre.
– La misericordia, siempre si nos referimos a la Biblia, nos hace conocer a un Dios más ‘emotivo’ que aquel que alguna vez imaginamos. ¿Descubrir un Dios que se conmueve y se enternece por el hombre puede cambiar también nuestra actitud hacia los hermanos?
– Descubrirlo nos llevará a tener una actitud más tolerante, más paciente, más tierna. En 1994, durante el Sínodo, en una reunión de los grupos, dije que se debía instaurar la revolución de la ternura, y un Padre sinodal –un buen hombre, que yo respeto y al cual quiero mucho– ya muy anciano, me dijo que no convenía usar este lenguaje y me dio explicaciones razonables, de un hombre inteligente, pero yo continúo diciendo que hoy la revolución es la de la ternura porque de aquí deriva la justicia y todo el resto.
Si un emprendedor contrata a un empleado de septiembre a julio, le dije, no es justo porque le despide por las vacaciones en julio para después volverle a contratar con un nuevo contrato de septiembre a julio, y de este modo el trabajador no tiene derecho a la indemnización, ni a la pensión, ni a la seguridad social. No tiene derecho a nada. El emprendedor no muestra ternura, sino que trata al empleado como un objeto –es por poner un ejemplo de donde no hay ternura.
Si se pone en la piel de esa persona, en lugar de pensar en sus propios bolsillos por cualquier dinero de más, entonces las cosas cambian. La revolución de la ternura es aquella que hoy tenemos que cultivar como fruto de este año de la misericordia: la ternura de Dios hacia cada uno de nosotros. Cada uno de nosotros debe decir: ‘Soy un desgraciado, pero Dios me ama así; entonces también yo debo amar a los otros del mismo modo’.
– Es famoso el ‘discurso a la luna’ del Papa Juan XXIII, cuando, una tarde, saludó a los fieles diciendo: ‘Den una caricia a sus niños’. Esa imagen se convierte en un icono de la Iglesia de la ternura. ¿En qué modo el tema de la misericordia podrá ayudar a nuestras comunidades cristianas a convertirse y a renovarse?
– Cuando veo a los enfermos, los ancianos, me viene espontáneamente la caricia… La caricia es un gesto que puede ser interpretado ambiguamente, pero es el primer gesto que hacen la mamá y el papá con el niño apenas ha nacido, el gesto del ‘te quiero mucho’, ‘te amo’, ‘quiero que salgas adelante’.
– ¿Nos puede anticipar un gesto que pretenda hacer durante el Jubileo para testimoniar la misericordia de Dios?

– Habrá muchos gestos que se harán, pero un viernes de cada mes haré un gesto distinto.

sábado, 5 de diciembre de 2015

No tengan miedo de la ternura



La Navidad es el encuentro de Dios con su pueblo. Y también es una consolación, un misterio de consolación.

Por: SS Francisco 


Fragmento de la entrevista con papa Francisco sobre la Navidad, martes, 10 de diciembre

Navidad...es el encuentro con Jesús.

Dios siempre ha buscado a su pueblo, lo ha guiado, lo ha custodiado, ha prometido que le estará siempre cerca. En el Libro del Deuteronomio leemos que Dios camina con nosotros, nos guía de la mano como un papá con su hijo.

Esto es hermoso. La Navidad es el encuentro de Dios con su pueblo. Y también es una consolación, un misterio de consolación. Muchas veces, después de la misa de Nochebuena, pasé algunas horas solo, en la capilla, antes de celebrar la misa de la aurora, con un sentimiento de profunda consolación y paz. Recuerdo una vez aquí en Roma, creo que era la Navidad de 1974, en una noche de oración después de la misa en la residencia del Centro Astalli. Para mí la Navidad siempre ha sido esto: contemplar la visita de Dios a su pueblo.

¿Cuál es el mensaje de la Navidad para las personas de hoy?
Nos habla de la ternura y de la esperanza. Dios, al encontrarse con nosotros, nos dice dos cosas.

La primera: tengan esperanza. Dios siempre abre las puertas, no las cierra nunca. Es el papá que nos abre las puertas.

Segunda: no tengan miedo de la ternura. Cuando los cristianos se olvidan de la esperanza y de la ternura se vuelven una Iglesia fría, que no sabe dónde ir y se enreda en las ideologías, en las actitudes mundanas. Mientras la sencillez de Dios te dice: sigue adelante, yo soy un Padre que te acaricia.

Tengo miedo cuando los cristianos pierden la esperanza y la capacidad de abrazar y acariciar. Tal vez por esto, viendo hacia el futuro, hablo a menudo sobre los niños y los ancianos, es decir los más indefensos. En mi vida como sacerdote, yendo a la parroquia, siempre traté de transmitir esta ternura, sobre todo a los niños y a los ancianos. Me hace bien, y pienso en la ternura que Dios tiene por nosotros.

viernes, 4 de diciembre de 2015

VIVIR MEJOR

Haz como los pájaros: comienza el día cantando.

La música es alimento para el espíritu.
Canta cualquier cosa, canta desafinando, pero canta.
Cantar dilata los pulmones y abre el alma para todo lo bueno que la vida le ofrece.

Si insistes en no cantar, por lo menos escucha mucha música y déjate llevar por ella.

Ríete de la vida, ríete de los problemas, ríete de ti mismo.
La gente comienza a ser feliz cuando es capaz de reírse de sí misma.

Ríete de las cosas buenas que te suceden.
Ríete abiertamente para que todos se puedan contagiar de tu alegría.

No te dejes abatir por los problemas.
Si procuras convencerte de que estás bien, vas a terminar convenciéndote de que realmente lo estás, y cuando menos lo pienses te vas a sentir realmente bien.

El buen humor, así como el mal humor, se contagian.
¿Cual de ellos vas a escoger?

Si estás de buen humor, las personas a tu alrededor también lo estarán y eso te dará más fuerza.

Lee cosas positivas. Lee buenos libros, lee poesía, porque la poesía es el arte de aceitar el alma.

Lee romances, historias de amor, o cualquier cosa que haga reavivar tus sentimientos más íntimos, más puros.

Practica algún deporte. El peso de la cabeza es muy grande y tiene que ser contrabalanceado con algo!. Además te vas a sentir bien dispuesto, más animado, más joven.

Encara tus obligaciones con satisfacción. Es maravilloso disfrutar de lo que se hace.
Pon amor en todo lo que está a tu alcance.

Cuando te propongas hacer algo, ¡métete de cabeza!

No dejes escapar las oportunidades que la vida te ofrece, ellas no vuelven. No eres tú que está pasando, son las oportunidades que dejaste ir.
Ninguna barrera es infranqueable si estás dispuesto a luchar contra ella.

Si tus propósitos son positivos, nada podrá detenerlos.
No dejes que tus problemas se acumulen, resuélvelos lo antes posible.

Habla, conversa, explica, discute, perdona: lo que mata es el silencio, el rencor.

Exterioriza todo, deja que las personas sepan que las estimas, las amas, que las necesitas, y principalmente en familia.
¡AMAR NO ES VERGÜENZA, por el contrario, ES ORGULLO! AMA A DIOS Y AL PROJIMO.
Vuelve a las cosas puras, dedícate a la naturaleza. Cultiva tu interior y ella hará que brote belleza de todos tus poros.

SE FELIZ:TEN FE: Tú puedes!
Todos podemos.

jueves, 3 de diciembre de 2015

EL CORAZÓN PERFECTO

Un día un hombre joven se situó en el centro de un poblado y proclamó que él poseía el corazón más hermoso de toda la comarca.
Una gran multitud se congregó a su alrededor y todos admiraron y confirmaron que su corazón era perfecto, pues no se observaban en él ni máculas ni rasguños.
Sí, coincidieron todos que era el corazón más hermoso que hubieran visto.
Al verse admirado el joven se sintió más orgulloso aún, y con mayor fervor aseguró poseer el corazón más hermoso de todo el vasto lugar.
De pronto un anciano se acercó y dijo: "Perdona mi atrevimiento, pero, por qué dices eso, si tu corazón no es ni tan, aproximadamente, tan hermoso como el mío, o el de tantas otras personas?"
Sorprendidos la multitud y el joven miraron el corazón del viejo y vieron que, si bien latía vigorosamente, éste estaba cubierto de cicatrices y hasta había zonas donde faltaban trozos y éstos habían sido reemplazados por otros que no encastraban perfectamente en el lugar, pues se veían bordes y aristas irregulares en su derredor. Es más, había lugares con huecos, donde faltaban trozos profundos.
La mirada de la gente se sobrecogió ¿cómo puede él decir que su corazón es más hermoso?, pensaron...
El joven contempló el corazón del anciano y al ver su estado desgarbado, se echó a reír. "Debes estar bromeando," dijo.
Compara tu corazón con el mío... El mío es perfecto. En cambio el tuyo es un conjunto de cicatrices y dolor."
"Es cierto, dijo el anciano, tu corazón luce perfecto, pero yo jamás me involucraría contigo...
Mira, cada cicatriz representa una persona a la cual entregué todo mi amor.
Arranqué trozos de mi corazón para entregárselos a cada uno de aquellos que he amado. Muchos a su vez, me han obsequiado un trozo del suyo, que he colocado en el lugar que quedó abierto. Como las piezas no eran iguales, quedaron los bordes por los cuales me alegro, porque al poseerlos me recuerdan el amor que hemos compartido."
"Hubo oportunidades, en las cuales entregué un trozo de mi corazón a alguien, pero esa persona no me ofreció un poco del suyo a cambio.
De ahí quedaron los huecos, dar amor es arriesgar, pero a pesar del dolor que esas heridas me producen al haber quedado abiertas, me recuerdan que los sigo amando y alimentan la esperanza, que algún día -tal vez- regresen y llenen el vacío que han dejado en mi corazón." "¿Comprendes ahora lo que es verdaderamente hermoso?"
El joven permaneció en silencio, lágrimas corrían por sus mejillas. Se acercó al anciano, arrancó un trozo de su hermoso y joven corazón y se lo ofreció.
El anciano lo recibió y lo colocó en su corazón, luego a su vez arrancó un trozo del suyo ya viejo y maltrecho y con él tapó la herida abierta del joven. La pieza se amoldó, pero no a la perfección.
Al no haber sido idénticos los trozos, se notaban los bordes.
El joven miró su corazón que ya no era perfecto, pero lucía mucho más hermoso que antes, porque el amor del anciano fluía en su interior.
Sí, en verdad ahora, puedo ver lo hermoso que es tu corazón.
Y tu corazón, ¿cuántas cicatrices tiene?

miércoles, 2 de diciembre de 2015

TU AMISTAD, UN TESORO INVALUABLE

Plasmaré en mis pensamientos,
los instantes compartidos,
y seguiré a través del tiempo,
recordando estos momentos.

La sonrisa contagiosa,
el comentario divertido,
aquel mensaje bullicioso,
dirigido a los amigos.

...no sentimos el cansancio,
ni el desvelo cotidiano,
nos ayudas dulcemente,
a borrar los pesimismos.

Como un ángel protector,
nos cobijas bajo tus alas,
y eres nuestra compañía,
sin las poses de los egoísmos.

...te regocijas de nuestra dicha,
nos otorgas tu beneplácito,
te tomas tu tiempo y nos entregas,
un detalle inolvidable.

...Compartes pacientemente,
tus comentarios alegres,
logrando que en nuestro room
se te recuerde gratamente...

....por tantos momentos lindos,
y también por tu bondad,
te llevo siempre conmigo,
como un tesoro invaluable.



martes, 1 de diciembre de 2015

UNA SONRISA TRAS LA TAPIA

Visitando una leprosería en una isla del Pacífico me sorprendió que, entre tantos rostros muertos y apagados, hubiera alguien que había conservado unos ojos claros y luminosos que aún sabían sonreír y que siempre decía «gracias» cuando le ofrecían algo.
Entre tantos «cadáveres» ambulantes, sólo aquel hombre se conservaba humano.

Cuando pregunté qué era lo que mantenía a este pobre leproso tan unido a la vida, me dijeron lo observara por las mañanas.
Y vi que, apenas amanecía, aquel hombre acudía al patio que rodeaba la leprosería y se sentaba enfrente del alto muro de cemento que  la rodeaba.

Y allí esperaba... esperaba... hasta que, a media mañana, tras el muro, aparecía durante unos cuantos segundos otro rostro, una bella mujer que se paraba al frente y le sonreía con una hermosa y amplia sonrisa.

Entonces el hombre comulgaba con esa sonrisa y sonreía él también. Luego la mujer desaparecía y el hombre, iluminado, tenía ya alimento para seguir soportando una nueva jornada y para esperar a que, al día siguiente, regresara el rostro sonriente. Era su mujer.

Cuando lo arrancaron de su pueblo y lo trasladaron a la leprosería, la mujer lo siguió, y se instaló a vivir en el pueblo más cercano a la leprosería. Y todos los días acudía para continuar expresándole su amor.

«Al verla cada día - me dijo el enfermo - sé que todavía vivo.»



Muchos viven gracias a tu sonrisa, a tus palabras, a tu esperanza, a las migas de cariño que les puedas dar. No bajes los brazos. No dejes de sonreír y de tratar bien a los demás. ¡Amalos!