"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

martes, 6 de octubre de 2015

No he venido a ser servida sino a servir

Meditaciones Rosario. 2º. Misterio de Gozo. Visita de la Virgen a su prima Isabel. María es un sí a Dios, un sí a Jesús y un sí a los hombres. 


Durante el mes de Octubre, Mes del Rosario, en esta sección, meditaremos cada día un misterio, y así poder "guardar y meditar en  nuestro corazón" la Vida de Jesús.

De tal palo tal astilla, o de tal astilla tal palo. El hijo y la madre tan parecidos, no sólo en la cara sino en la vida. Dos vidas paralelas.

Dos personas que vinieron a inaugurar una nueva forma de vivir: No la del egoísmo, sino la de la generosidad y la entrega. El que no vive para servir, no sirve para vivir.

María es un sí a Dios, un sí a Jesús y un sí a los hombres.

Un sí a Dios: Hágase en mí según tu palabra. Pero no una vez o por un rato, sino en todas las oportunidades y siempre. María el encanto de Dios. Mirarla es sonreír. La única criatura que ha agradado a en todo y siempre a Dios. Hermana nuestra, intercesora, pararrayos. Nuestra raza ha producido monstruos horrendos. Pero la figura de María le cura a Dios de todas las heridas que le provocan los hombres.

Un sí a Jesús: Soy tu madre, tu compañera, tu sostén hasta la muerte. Lo tuvo en brazos cuando era un bebé desvalido, lo defendió de la espada de Herodes, lo acompañó en su vida pública con su oración y fortaleza: Jesús hombre, el Siervo de Yahvé incomprendido se cobijó a la sombra reconfortante de María, encontrando el único alivio en la tierra, porque su padre lo "abandonó en la tierra”. "Dios mío, Dios Mío, ¿por qué me has abandonado?”

María cuidó de un hijo de Dios "abandonado” por el Padre y perseguido por los hombres. Es difícil imaginar hasta qué punto María ayudó a Jesús hombre en su dura travesía por la tierra. Le acompañó en la cuesta más dura, en el último trecho hacia el Calvario. María supo sostener con su oración y su presencia y con todo el amor de una madre a un dios semiagonizante que sudaba sangre en Gethsemaní. Y dio aliento a su hijo Dios crucificado para que terminara de entregar su vida por os hombres. En el templo lo entregó de niño en sus brazos. En el Calvario lo entrego de hombre en sus mismos brazos. "Padre, te ofrezco lo que queda de mi hijo en altar destruido de mi corazón de madre”.

Jesús murió en el lecho duro de la cruz. Pero cobijado por el amor y el abrazo heroico de María. Retuvo en sus ojos un mar de llanto con la compuerta de su fortaleza, para no herir más al herido de muerte.

Cuando Jesús expiró, se rompieron los diques y María se convirtió en un mar de lágrimas. Jesús da gracias a María por haberlo ayudado a subir al Gólgota, por haberlo ayudado a morir como un crucificado. En la cruz no quedaba nada de la omnipotencia de Dios y nada de la dignidad del hombre. Era la aniquilación total. Jesús no hubiera podido sólo. Quiso necesitar la ayuda de María no sólo para nacer, sino para morir. Fue corredentora porque ayudo al Redentor a redimirnos.

Un sí a los hombres: No sabemos lo que le debemos a Dios. Ni sabemos lo que le debemos a María. Somos muy desagradecidos por ser muy ignorantes de tanto amor. "Ahí tienes a tu hijo, a tus hijos. No te dé pena de cómo son. Ámalos y cuídalos, como si fuera yo mismos”. María ha tomado en serio como al mismo Dios el cuidar de ti y de mí. No cabe duda que uno de los momentos en que Dios me ha amado más es cuando me dijo: Ahí tienes a tu madre. Desde entonces hay un amor en mi vida, el más puro, el menos merecido el de la madre más maravillosa. El corazón que amó a Dios me a mí como madre. ¡Bendito el momento en que esto empezó a suceder!. La madre de Dios es mi madre.

Ella me sostiene con su oración y amor a lo largo de mi vida, en mis problemas y sufrimientos y en la hora de mi muerte
Si servir hace felices, María fue la mujer más feliz, porque fue la mejor servidora. El método ha funcionado siempre, igual que el del egoísmo jamás ha funcionado ni funcionará. El de servir al prójimo crea hombres y mujeres felices. Se sirve rezando por los infelices; se sirve sufriendo por los pecadores; se sirve dedicando tiempo, mi tiempo, al apostolado; se sirve dando algo mío, y se sirve, sobre todo, dándose a sí mismo con amor al prójimo.

Donde está María las personas y las cosas cambian

Nazareth es un pueblo bendito por Ella y por Jesús y José. ¡Qué trilogía! Nunca tan pocos han hecho tanto por toda la humanidad. La casa de Zacarías no fue la misma desde que en ella se hospedó María. El nivel de gozo y serenidad subió al máximo. La boda de Caná, que hubiera acabado en un naufragio por escasez de vino, terminó siendo la boda más feliz, donde se sirvió el vino mejor del mundo. Por Ella. La vida de Jesús en este mundo hubiera sido insoportable sin Ella. Pero la vida de Jesús, la dura vida terrena del Hijo de Dios fue maravillosamente soportable por aquella flor de Nazareth.

La vida de un cristiano, la tuya, la mía es muy diferente: amable, dulce, llevadera, cuando María convierte nuestra pobre agua en dulce vino. María es la alegría de vivir para quien la toma simplemente en serio. Invito desde aquí a todos los tristes, pesimistas, amargados a que toquen a la puerta de María. Verán renacer la esperanza.

Y amar a María es la cosa más sencilla, más dulce, más inefable. El primer mandamiento de "amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón....” podríamos adaptarlo así:”Amarás a María, tu Madre, una milésima menos de la que amas a Dios”.

Bendita tú que has creído...

Tu fe gigantesca borra la incredulidad aterradora de millones de ateos e incrédulos. Y Dios lo sabe, lo mide. Bendita por ti y bendita por nosotros, que tanto tenemos la cerrazón de Tomás. Tú dijiste, antes que él, sin pedir tocar ni ver:”Señor mío y Dios mío”, cuando aquel Dios era sólo un puñadito de células en tu seno.

Jesús diría a Tomás y a todos los incrédulos: "Dichosos los que sin ver creyeron”. En aquel momento la alabanza era para ti y para Juan. Después sería para todos los creyentes. Dichoso el que sigue creyendo en la Eucaristía, en la Iglesia, en Jesús, en María.

Creer es un acto de amor y confianza en el amado; no en lo que yo veo o palpo o discurro, sino en su palabra. Creer es fiarse, es amar, es entregarse sin agarraderas. La fe fue toda tu vida la estrella polar. La fe te salvó de la desesperanza y del orgullo; de la rutina y del cansancio. La fe es la victoria que vence al mundo. Tú eres la mujer vencedora por excelencia.


Mi alma glorifica al Señor...

Debías cantar muy bellamente. Me gustaría oírte cantar uno de tus canciones favoritas, el Magnificat con el alma encendida de amor y gratitud a tu Creador. Sabías agradecer: Te nacía del alma como fuente a flor de corazón. Sabías ser humilde: Eras la humildad encarnada y transparente. Conocías tu grandeza, pero sabías que era regalo, y así lo proclamas: "Soy grande, andaré boca de todas las generaciones, porque Él es bueno y grande”. Yo sé que das las gracias a quien te reza un avemaría.

Te llamas esclava, palabra sublime de amor. Ser esclavo del amado representa la plena disponibilidad, el sí total; por eso al llamarte esclava te declarabas totalmente a las órdenes de tu amado, Dios.

Del amor hiciste tu identidad. Te podemos llamar Amor como san Juan llamaba a Dios. De amor llenaste la vida, y, así, esa vida se tornó maravillosa como todo lo que toca el amor. De amor viviste , y de amor moriste. Y de amor vivirás eternamente en el cielo; enamorada para siempre de tu Dios y enamorada de tus pequeños. Enséñanos a amar, a vivir de amor como tú.


Autor: P. Mariano de Blas LC 

domingo, 4 de octubre de 2015

¡Gracias, por haber dicho que sí!

Meditaciones Rosario, 1º. Misterio de Gozo. Anunciación del Ángel a la Virgen. En su aceptación había entrega total, confianza plena y amor muy hondo. 

Durante el mes de Octubre, Mes del Rosario, en esta sección, meditaremos cada día un misterio, y así poder "guardar y meditar en  nuestro corazón" la Vida de Jesús.

Eres la misma que habías renunciado a ser madre: del Mesías y de otros posibles hijos, porque Dios te pidió ser virgen. Pero Él hizo que pudieras seguir siendo virgen y que al mismo tiempo fueras madre de Cristo y madre de todos los hombres.

Dios es un ladrón muy singular. Algunos roban y no devuelven. Son la mayoría. Algún ladrón, arrepentido, devuelve lo que ha robado o parte de lo que ha robado. Pero Dios devuelve lo que robó multiplicado al ciento por uno. En ese sentido yo quisiera que Dios me robara todo para aumentarlo al cien por cien.

¡Gracias, por haber dicho que sí!

Un día llamaron a la puerta de una casita de Nazareth. La niña abrió la puerta y escuchó al mensajero que le pedía de parte de Dios: Se solicita una madre para el redentor de los hombres. ¿Aceptas ser su madre?...

Todos los hombres de todos los tiempos, encadenados, infelices, destinados al castigo eterno, rodeaban la casita de Nazareth. Gritaban angustiosamente a la niña inocente y asustada: Di que sí, dilo pronto, y estaremos salvados... La respuesta fue tan sencilla como firme: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra.”
Hoy todos los hombres decimos a aquella mujer: ¡Gracias, madre, por haber dicho que sí.”

Yo me uno a ese coro de voces que le dan las gracias. Santa María de Guadalupe es el nombre de aquella maravillosa Niña que nos fue quitando las cadenas de las manos y las cadenas dela cuello; la que nos ha abierto a cada uno las puertas de la gloria, hasta el punto de ser invocada como “Puerta del cielo”. Hay que decirle con el corazón: ¡Gracias, Madre, por haber dicho que sí”

El sí de María
María es un alma de aceptación: Pasó por el susto, la sorpresa y la alegría del llamado como tú. Dijo sí con unas palabras hermosas que eran su fórmula de consagración: "He aquí la esclava del Señor..." En esas palabras había entrega total, confianza plena, amor muy hondo...¿como tú?

Alma que alimentaba el amor y vivía del amor en su vida.

Una lámpara en que reponía el aceite, una hoguera en que renovaba la leña para alimentar la llama. El aceite era la oración rica, jugosa, apasionante... ¿cómo tú?. Y el sacrificio por amor la leña de la hoguera. Todas las cosas que hacía llevaban un sello: Amor a Dios. Todo era razón y motivo para amar: una escoba, un puchero, un cántaro. ¿Para ti también?

Vivía de amor; era su respiración, su vida, su sentido. Sin el amor a Dios, a su hijo, a san José, a las almas, su vida no era nada... ¿Cómo tú?

Y María era feliz en medio del dolor, del trabajo, de la sencillez de su vida. ¿Cómo tú?

Alma que de su consagración hizo su vida, su por qué, su alegría.

Demostró que una vida entregada a Dios por amor es una vida hermosísima, muy valiosa, muy rica, digna de imitarse. Tú eres uno de esos imitadores, imitadoras... Tienes que seguir demostrándote a ti y al mundo que tu vida dedicada a Dios y a los hombres es muy hermosa, valiosísima, riquísima, digna de vivirse e imitarse.

Para que reces muy bien el rosario, consulta

El Santo Rosario Qué es el rosario, cómo se reza, historia, oraciones, promesas, bendiciones y beneficios.

Vamos a meditar las palabras del Ave María, para que al repetirlas disfrutemos mas el Rosario. Y también las palabras del Salve Regina


Por: P Mariano de Blas LC 

sábado, 3 de octubre de 2015

El mundo está lleno de Ángeles

Es maravilloso que en este andar por la tierra nos acompañen los Ángeles del Cielo

Si fuésemos humildes siervos en la edad de oro de los poderes regios y topásemos con un príncipe sabio, magnífico y magnánimo, de poder invencible, dispuesto a ser nuestro protector y amigo, aliado en las batallas y servidor en nuestros varios menesteres, nos hallaríamos ante una sombra de nuestro Angel Custodio. Asombro, admiración y gratitud no conocerían límites en nuestro ánimo y atenderíamos a sus más leves gestos.

La Iglesia entera proclama gozosa la existencia de esos Príncipes del Cielo que están junto a nosotros en la tierra; y lo celebra especialmente cada 2 de octubre. San Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei (1) decía en Argentina, ante una muchedumbre de hombres y mujeres de toda edad y condición: El Ángel Custodio es un Príncipe del Cielo que el Señor ha puesto a nuestro lado para que nos vigile y ayude, para que nos anime en nuestras angustias, para que nos sonría en nuestras penas, para que nos empuje si vamos a caer, y nos sostenga (2).Era un modo de expresar en síntesis lo que la Doctrina Católica ha enseñado de continuo: La Providencia de Dios ha dado a los Ángeles la misión de guardar al linaje humano y de socorrer a cada hombre; y no han sido enviados solamente en algún caso particular, sino designados desde nuestro nacimiento para nuestro cuidado, y constituidos para defensa de la salvación de cada uno de los hombres(3).

Mirad -decía el Señor a sus discípulos- que no despreciéis a algunos de estos pequeñuelos, porque os hago saber que sus Ángeles en los Cielos están siempre viendo el rostro de mi Padre celestial (4). Y los santos se asombran: Grande es la dignidad de las almas, cuando cada una de ellas, desde el momento de nacer, tiene un Ángel destinado para su custodia (5). ¡Amorosa providencia de nuestro Padre Dios!, gran bondad la suya, que otorga a sus criaturas parte de su poder, para que unos y otros seamos también difusores de bondad.

No imploramos bastante a los Ángeles, dice Bernanos. Inspiran cierto temor a los teólogos (a algunos, claro es), que los relacionan con aquellas antiguas herejías de las iglesias de Oriente; un temor nervioso, ¡vamos! El mundo está lleno de Ángeles (6).

Lo cierto es que nos acompañan a sol y sombra, por cumplir puntual y amorosamente, la misión que la Trinidad les ha confiado: que te custodien en todas tus andanzas (7). No parece sensato rehusar un auxilio tan precioso.

En Getsemaní –aquella altísima cumbre del dolor- se hallaba el Dios humanado en agonía, en lucha singular frente al pavor y hastío, con tristeza de muerte. Los apóstoles -incluso Pedro, Santiago y Juan- heridos por el sopor, dormitaban después de tensa jornada. Jesús, solo, se adentra en el insondable drama de la Redención de la humanidad caída. Gruesas gotas de sangre emanan de su piel y empapan la tierra (8), muestra elocuente de la magnitud de la angustia.

En esto se le apareció un Ángel del Cielo que le confortaba (9). ¿Qué Ángel sería aquél que recibió estremecido la misión de prestar vigor a la Fortaleza y consolar al Creador? ¡Qué humildad! ¡que temblor! ¡qué fortaleza!

A veces, también nosotros, pequeños, débiles, medrosos, hemos de dar consuelo y energía a los más fuertes. Es tremendo, pero hay que hacerlo. Y si Cristo Jesús acude a un Ángel en busca de auxilio, ¿será tanta mi soberbia o mi ignorancia, que yo prescinda de semejante ayuda? Los Ángeles y demás Santos son como una escala de preciosas piedras que, como por ensalmo, nos elevan al trono de la gloria.


Hacer amistad con el Ángel Custodio

Sin duda he de tratar mucho más a mi Ángel. Es imponente su personalidad. Sin embargo, aunque muy superiores a nosotros por naturaleza, las criaturas angélicas son, por gracia, como nosotros, hijos del mismo Padre celestial: nos unen entrañables lazos de fraternidad. Cariño recíproco y personal, confidencia y común quehacer son hacederos con el ángel. Su amistad es en verdad factible. En espíritu están los ángeles pegados al hombre. Y van marchando con el tiempo histórico al compás de nuestra persona. El ángel se halla pronto a escuchar porque su guardia no la rinde el sueño ni el cansancio. Es vigilia sin relevo. Con él se puede departir en lenguaje franco de labios, aquél que se oye sin el servicio de la lengua, el verbo que ahorra fatigas y tiempo (10).

Es maravilloso que en este andar por la tierra, nos acompañen los Ángeles del Cielo. Antes del nacimiento de nuestro Redentor, escribe san Gregorio Magno, nosotros habíamos perdido la amistad de los ángeles. La culpa original y nuestros pecados cotidianos nos habían alejado de su luminosa pureza... Pero desde el momento en que nosotros hemos reconocido a nuestro Rey, los ángeles nos han reconocido como conciudadanos.

Y como el Rey de los cielos ha querido tomar nuestra carne terrena, los ángeles ya no se alejan de nuestra miseria. No se atreven a considerar inferior a la suya esta naturaleza que adoran, viéndola ensalzada, por encima de ellos, en la persona del Rey del cielo; y no tienen ya inconveniente en considerar al hombre como un compañero (11).

Consecuencia lógica: Ten confianza con tu Ángel Custodio. -Trátalo como un entrañable amigo -lo es- y él sabrá hacerte mil servicios en los asuntos ordinarios de cada día (12). Y te pasmarás con sus servicios patentes. Y no debieras pasmarte: para eso le colocó el Señor junto a ti (13).

Su presencia se hace sentir en lo íntimo del alma. Tratando con él de los propios asuntos, se iluminan de súbito con luz divina. Y no es de maravillar, pues es verdadero lo que dicen aquellas letras grandes, inmensas, grabadas en un muro blanco de La Mancha, que transcribe Azorín: los ángeles poseen luces muy superiores a las nuestras; pueden contribuir mucho, por tanto, a que las ideas de los hombres sean más elevadas y más justas de lo que de otro modo lo serían, dada la condición del espíritu humano (14).

Precisamente, la misión de custodiar se ordena a la ilustración doctrinal como a su último y principal efecto (15). Los Ángeles Custodios nutren nuestra alma con sus suaves inspiraciones y con la comunicación divina; con sus secretas inspiraciones, proporcionan al alma un conocimiento más alto de Dios. Encienden así en ella una llama de amor más viva (16). No sólo llevan a Dios nuestros recaudos, sino también traen los de Dios a nuestras almas, apacentándolas, como buenos pastores, de dulces comunicaciones e inspiraciones de Dios, por cuyo medio Dios también las hace (17).


Aliado en las batallas

Cada día tiene su afán, y Satanás -el Adversario- anda siempre en torno nuestro, como león rugiente, buscando presa que devorar (18). El también ha sido Ángel, magnífico, poderosísimo. Solos estaríamos perdidos. Pero los Ángeles fieles, con el poder de Dios, como buenos pastores que son, nos amparan y defienden de los lobos, que son los demonios (19). También Nuestro Señor Jesucristo, cuando permitió -para nuestro consuelo y ejemplo- que el demonio le tentase en la soledad del desierto, en momentos de humana flaqueza, quiso la cercanía de los ángeles. La historia se repite en sus miembros: después de la lucha entre el amor de Dios en la libertad del hombre con el odio satánico, viene la victoria. Y los ángeles celebran el triunfo -nuestro y suyo- vertiendo a manos llenas en el corazón del buen soldado de Cristo la gracia divina, merecida y ganada no con las solas fuerzas humanas, sino más bien con las divinas, puestas por Dios en los brazos misteriosos de los Santos Ángeles, nuestros Príncipes del Cielo. Estando con ellos, estamos con Dios, y si Deus nobiscum, quis contra nos? (20), si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros?.

Contando asiduamente con los Custodios, seremos más señores de nosotros mismos y del mundo. Porque es de saber que los Ángeles gobiernan realmente el mundo material: dominan los vientos, la tierra, el mar, los árboles... (21). Con sabiduría divina la Escritura reduce las fuerzas naturales, sus manifestaciones y efectos, a su más alta causalidad, como más tarde lo haría San Agustín en la frase: «toda cosa visible está sujeta al poder de un angel» (22).


Los Ángeles, junto al Sagrario

El mundo está lleno de Ángeles. El Cielo está muy cerca; el Reino de Dios se halla en medio de nosotros. Basta abrir los ojos de la fe para verlo. Y el pequeño mundo, los millares de pequeños mundos que entornan los Sagrarios, están llenos de Ángeles: Oh Espíritus Angélicos que custodiáis nuestros Tabernáculos, donde reposa la prenda adorable de la Sagrada Eucaristía, defendedla de las profanaciones y conservadla a nuestro amor»(23).

Los Sagrarios nunca están solos. Demasiadas veces están solos de corazones humanos, pero nunca de espíritus angélicos, que adoran y desagravian por la indiferencia e incluso el odio de los hombres. Al entrar en el templo donde se halla reservada la Eucaristía, no debemos dejar de ver y saludar a los Príncipes del Cielo que hacen la corte a nuestro Rey, Dios y Hombre verdadero. Para agradecerles su custodia y rogarles que suplan nuestras deficiencias en el amor.

Y al celebrarse la Santa Misa, la tierra y el cielo se unen para entonar con los Angeles del Señor: Sanctus, Sanctus, Sanctus... Yo aplaudo y ensalzo con los Angeles: no me es difícil, porque me sé rodeado de ellos, cuando celebro la Santa misa. Están adorando a la Trinidad (24). Con ellos, qué fácil resulta meterse en el misterio. Estamos ya en el Cielo, participando de la liturgia celestial, en el centro del tiempo, en su plenitud, metidos ya en la eternidad, gozando indeciblemente.


Los custodios de los demás

Pero ¿y los Custodios de los demás, no existen? ¡Claro que sí! También debemos contar con su presencia cierta: saludarles con veneración y cariño; pedirles cosas buenas para cuantos nos rodean o se cruzan en nuestro camino: en el lugar de trabajo, en la calle, en el autobús, en el tren, en el supermercado, por la escalera... Así, las relaciones humanas, se hacen más humanas, además de más divinas: Si tuvieras presentes a tu Ángel y a los Custodios de tus prójimos evitarías muchas tonterías que se deslizan en la conversación (25). Las nuestras serían entonces conversaciones de príncipes, con la digna llaneza de los hijos de Dios, gente noble, bien nacida, sin hiel en el alma ni veneno en la lengua, con calor en el corazón. Nuestra palabra sería siempre -ha de ser- sosegada y pacífica, afable, sedante, consoladora, estimulante, unitiva, educada (que todo lo humano genuino precisa de educación cuidadosa). Habría siempre -ha de haber- en la conversación, más o menos perceptible, un tono cristiano, sobrenatural, es decir, iluminado por la fe, movido por la esperanza e informado por la caridad teologal.

De este modo, también las gentes que nos tratan, descubrirán que el Cielo está muy cerca; que es hora de despertar del sueño, que ha pasado el tiempo de sestear como Pedro, Santiago y Juan en Getsemaní; que somos algo más que ilustres simios; que no somos ángeles, pero gozamos de alma espiritual e inmortal, y somos -como los Ángeles- hijos de Dios. Es hora de aliarse con todas las fuerzas del Bien, del Cielo y de la tierra, para ahogar el mal en su abundancia.

La Virgen Santa, Reina de los Ángeles, nos enseñará a conocer y a tratar a nuestro Angel Custodio; sonreirá cuando nos vea conversar con él entrañablemente, porque nos verá en un camino bueno, en la escala que sube al trono de Dios. Pido al Señor que, durante nuestra permanencia en este suelo de aquí, no nos apartemos nunca del caminante divino. Para esto, aumentemos también nuestra amistad con los Santos Ángeles Custodios. Todos necesitamos mucha compañía: compañía del Cielo y de la tierra. Sed devotos de los Santos Ángeles! Es muy humana la amistad, pero también es muy divina; como la vida nuestra, que es divina y humana (26).


·         Notas

1.JUAN PABLO II, Const. Apost. Ut sit, 28-XI-1982, proemio.
2.BEATO JOSEMARIA ESCRIVA, en Buenos Aires (Argentina), 16-VI-1974.
3 Cat. Con. Trento, parte IV, cap. IX, nn. 4 y 6.
4 Mt 18, 10
5 SAN JERONIMO
6 BERNANOS, Diario de un cura rural.
7 Sal 90, 11
8 Lc 22, 39-44
9 Lc 22, 43.
10 ANDRES VAZQUEZ DE PRADA, La amistad, Madrid 1956, pp. 241-242
11 JOSEMARIA ESCRIVA, Es Cristo que pasa, n. 187
12 JOSEMARIA ESCRIVA, Camino, n. 562
13 Ibid., n. 565
14 AZORIN, La Mancha
15 Cfr. STO.TOMAS DE AQUINO, S. Th.,I, q. 113, a. 5.
16 SAN JUAN DE LA CRUZ, Avisos y máximas, n. 220.
17 ID., Canciones entre el alma y el Esposo, 2, 3.
18 1 Ped 5, 8.
19 SAN JUAN DE LA CRUZ, l.c.
20 Rom 8, 31
21 Cfr. Apc 7, 1
22 PINSK, Hacia el centro, Ed. Rialp, Madrid 1957, p. 161.
23 Camino, n. 569.
24 Es Cristo..., n. 89.
25 Camino, 564
26 JOSEMARIA ESCRIVA, Amigos de Dios, n. 315

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Publicado en ESCRITOS ARVO, nº 148, Salamanca.
copyright del autor.
copyright de la edición digital Arvo Net 2002 en línea.


Por: Antonio Orozco | Fuente: Arvo.net 

viernes, 2 de octubre de 2015

Nuestro ángel de la guarda

Necesitamos renovar nuestro trato afectuoso y sencillo con nuestro ángel de la guarda que está a nuestro lado y nos ayuda de mil modos. 

Durante el mes de Octubre, Mes del Rosario, en esta sección, meditaremos cada día un misterio, y así poder "guardar y meditar en  nuestro corazón" la Vida de Jesús.

Muchos tienen la costumbre de hablar con su ángel de la guarda. Le piden ayuda para resolver un problema familiar, para encontrar un estacionamiento, para no ser engañados en las compras, para dar un consejo acertado a un amigo, para consolar a los abuelos, a los padres o a los hijos.

Otros tienen al ángel de la guarda un poco olvidado. Quizá escucharon, de niños, que existe, que nos cuida, que nos ayuda en las mil aventuras de la vida. Recordarán, tal vez, haber visto el dibujo de un niño que camina, cogido de la mano, junto a un ángel grande y bello. Pero desde hace tiempo tienen al ángel “aparcado”, en el baúl de los recuerdos.

De grandes es normal que hablemos a los niños de su ángel de la guarda. Nos sería de provecho pensar también en nuestro ángel que está a nuestro lado y nos ayuda de mil modos.

Es verdad: Dios es el centro de nuestro amor, y a veces no tenemos mucho tiempo para pensar en los espíritus angélicos. Podemos, sin embargo, ver a nuestro ángel de la guarda no como una “devoción privada” ni como un residuo de la niñez, sino como un regalo del mismo Dios, que ha querido hacernos partícipes, ya en la tierra, de la compañía de una creatura celeste que contempla ese rostro del Padre que tanto anhelamos.

Necesitamos renovar nuestro trato afectuoso y sencillo, como el de los niños que poseen el Reino de los cielos (cf. Mt 19,14), con el propio ángel de la guarda. Para darle las gracias por su ayuda constante, por su protección, por su cariño. Para sentirnos, a través de él, más cerca de Dios. Para recordar que cada uno de nosotros tiene un alma preciosa, magnífica, infinitamente amada, invitada a llegar un día al cielo, al lugar donde el Amor y la Armonía lo son todo para todos. Para pedirle ayuda en un momento de prueba o ante las mil aventuras de la vida.

Necesitamos repetir, o aprender de cero, esa oración que la Iglesia, desde hace siglos, nos ha enseñado para dirigirnos a nuestro ángel de la guarda:

Ángel del Señor, que eres mi custodio,
puesto que la Providencia soberana me encomendó a ti,
ilumíname, guárdame, rígeme y gobiérname en este día.
Amén.



Por: P. Fernando Pascual LC

jueves, 1 de octubre de 2015

Para meditar las palabras del Ave María

Te saludo con todo mi amor y con toda la alegría de mi corazón. Dios te salve, Bendita, y bendícenos a nosotros, 

Durante el mes de Octubre, Mes del Rosario, en esta sección, meditaremos cada día un misterio, y así poder "guardar y meditar en  nuestro corazón" la Vida de Jesús. 

Vamos a meditar las palabras del Ave María, para que al repetirlas disfrutemos mas el Rosario

Dios te salve
Te saludo con todo mi amor
y con toda la alegría de mi corazón.´
Dios te salve, Bendita.
Y bendícenos a nosotros,
los hijos de la Bendita entre todas las mujeres.
Todos tus hijos del mundo,
en las ciudades populosas, en los valles y montañas de los cinco continentes
te saludan a diario cuando rezan el avemaría.
Yo me uno a ese coro de hijos amantes y felices,
Oh Madre bendita.
Sí, bendita mil veces, bendita para siempre.
Dios te salve…

María
Me encanta pronunciar tu nombre porque es el tuyo: María, Virgen María, Santa María de Guadalupe.
Tu nombre ha poblado de bellas iglesias
las ciudades y las montañas.
Lo pronuncian con grandísimo amor y ternura
los jóvenes, los adultos y los niños,
Tu nombre lo llevan con orgullo santo
millones de mujeres del mundo cristiano.
Porque te aman y porque quieren parecerse a Ti.
Necesitamos de verdad en nuestro mundo
muchas Marías que tengan un corazón
parecido al tuyo.
María bendita, míranos con tus ojos de cristal,
con tus ojos purísimos de paloma,
y llénanos de tu perfumada presencia,
de tu ternura inmensa, de tu fe y de tu amor.
Dios te salve, María…

Llena eres de gracia
Cántaro que rebosa de la gracia, de la vida de Dios,
de su amor inefable, de su santidad.
Más santa y pura que todos los santos,
más que los querubines y serafines.
Por eso la belleza de tu alma y de tu rostro
son el encanto de tu Dios.
Y el encanto de nosotros también.
Nos colma de tanta alegría
saber que nuestra madre es tan santa,
tan bella, tan pura y tan sencilla.
Así te saludó el ángel: Llena de gracia,
impresionado de tu alma.
Dios te salve, María, llena eres de gracia…

El Señor es contigo
Esta frase de la Biblia
siempre va después del “No tengas miedo”.
Desde que naciste Dios ha estado contigo,
porque te cuidó como a su perla preciosa,
a su rosa exquisita.
Él te preparó desde muy niña con sus manos santas
para que fueras después su Madre santa.
Todo el amor infinito de Dios
cuidando una flor llamada María.
Estuvo contigo en tus años de infancia
cuidando a la niña más bella,
más santa, más querida.
Te cuidó en la adolescencia preparando tu alma
y tu cuerpo bendito y santísimo para la maternidad.
El Señor está contigo: Te lo dijo un arcángel
y él sabía lo que decía.
Contigo estuvo en los años de tu embarazo,
dentro de tu seno, haciéndose un niño
por amor a nosotros.
Toda tu vida terrena estuvo contigo.
Y Tú estuviste con Él.
Fuiste madre, nueva Eva, corredentora.
Estuvo contigo en la cruz, muriendo junto a Ti.
También estuviste Tú con Él,
hasta que murió en el patíbulo
y pasó de los brazos muertos de la cruz
a los brazos vivos y amorosos de su madre.
Estuvo contigo en los años de tu soledad,
santificando a su madre amadísima,
para que llegara al cielo resplandeciente como el sol y blanca como la luna.
Contigo está y estará por toda la eternidad en el cielo.
Dios te salve, María, llena eres de gracia,
El Señor es contigo….

Bendita Tú eres entre todas las mujeres
¿Qué es Eva comparada contigo?
¿Qué son las mujeres de la tierra junto a Ti?
Tú eres la imagen perfecta, única
de la mujer que quiso crear.
Por eso, las mujeres, si no se llaman Marías,
al menos deben serlo, parecerse a Ti
que eres el modelo preciosísimo
de la mujer cristiana.
Querer llamarse como Tú es una buena elección.
Pero parecerse a Ti debe ser su ideal.
Modelo de niña y mujer,
adorable modelo de madre y esposa.
Porque Tú pasaste por todas las etapas
del crecimiento de la mujer,
enseñando cómo se puede ser una gran mujer,
una mujer santa, un apóstol de Jesús,
y, además, una mujer feliz...
Con muy poco presupuesto, en una casita humilde,
pero donde estaba Dios,
y donde Dios está nada hace falta.
La pobre casita de María rebosaba de amor,
de santidad y de felicidad.
Dios te salve, María, llena eres de gracia,
El Señor es contigo.
Bendita Tú eres entre todas las mujeres…

Y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús
Bendita la flor, bendito también el fruto.
Jesús, el amado del Padre
ha nacido de Ti como la rosa del rosal.
La rosa pertenece al rosal.
Jesús te pertenece, es tuyo, hijo tuyo,
fruto de tus purísimas entrañas.
Y Tú eres de Jesús, toda de Jesús,
pues Él, además de ser hijo tuyo,
es tu Dios omnipotente,
del que te consideras su esclava.
Jesús y Tú sois, además, de nosotros.
Jesús, porque Tú nos lo diste,
en un gesto de amor único y lleno de misericordia…
Y Tú nos perteneces porque Él te convirtió en Madre,
en Madre nuestra.
Entre las palabras que siempre meditas
en tu corazón, están éstas:
“Ahí tienes a tu hijo, ahí tienes a tu madre”.
Para nosotros esta sola frase constituye
todo un evangelio, una buena nueva.
Si Jesús es nuestro, si María es nuestra,
¿qué dificultad nos podrá derrotar?
¡Qué poco felices nos atrevemos a ser
cuando nos han dado la llave de la felicidad,
de la felicidad completa y eterna!
Dios te salve, María, llena eres de gracia,
El Señor es contigo,
Bendita Tú eres entre todas las mujeres
Y bendito es el fruto de tu vientre Jesús.

Santa María
Si María es tu nombre,
santa, santísima es tu sobrenombre,
La cualidad que siempre va con tu nombre.
Por eso tu nombre nos produce inmensa alegría
y al mismo tiempo gran respeto.
Santa María, dulce María, eres bellísimo jardín
donde crecen las flores más bellas.
Espiga dorada pletórica de fruto,
mística rosa, perfumada y más pura
que todas las rosas del mundo.
Santa María, dulce Madre, Virgen pura,
Reina bellísima y sencilla campesina
de la entrañable campiña de Nazaret.

Madre de Dios
Te amamos como Madre nuestra
y te veneramos como madre de Dios,
grandeza incomparable que te ennoblece
y nos llena de orgullo santo,
porque nuestra madre es también madre de Dios.
Para tan alto privilegio se requería
una Madre virgen
una virgen santa
una mártir del alma
una criatura llena de gracia
y una humildísima esclava del Señor,
que supiera decir: Hágase en Mí según tu palabra.
¿Cómo pudiste poseer al mismo tiempo
la máxima grandeza
y la más fina y profunda humildad?
Dios te consideró digna madre suya.
Aceptó ser Hijo de tus entrañas.
Te hizo grande el que todo lo puede
y tú te hiciste pequeña como una esclava
al completo servicio de tu Señor.
Madre y esclava del Señor.
Como Madre de Dios
me infundes un respeto inmenso.
Como esclava del Señor una ternura infinita.

Ruega por nosotros, pecadores
Somos tus hijos pecadores
Somos hijos pródigos que hemos recorrido
los senderos del pecado y del hastío.
Fuimos hijos de una madre pecadora,
antes de ser aceptados por una Madre Inmaculada.
Ruega a tu Hijo omnipotente,
Tú que eres la omnipotencia suplicante.
Ruega siempre para que no nos engañe más
el padre de la mentira.
Dile a Jesús que no tenemos vino,
que se nos ha terminado la alegría y el amor.
Pide para nosotros el milagro de la resurrección
cuando caemos muertos de cansancio y de dolor.
El que dijo ser la resurrección y la vida es hijo tuyo.
El que dijo ser la Verdad y la Vida, te llama Madre.
Entonces, suplícale que nos otorgue
la resurrección y la vida.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros pecadores…

Ahora…
El día de hoy,
El día de las oportunidades de santificarnos
o de pecar.
Hoy, el día al que le basta su afán.
El único día que tenemos en las manos.
Que lo llenemos de amor y de bondad.
Ahora líbranos de caer en la tentación.
Hoy que sepamos amar a nuestros prójimos,
Hoy que no endurezcamos el corazón,
Hoy que oigamos la voz del Espíritu Santo.
Ahora, en este presente que se transforma
constantemente en futuro.
Hoy, que el día de hoy amemos, nos santifiquemos,
Seamos instrumentos de la paz de Jesús.
Hoy, en esta pequeña vida que es el día presente.

Y en la hora de nuestra muerte. Amén.
En ese momento en el que se juega
nuestra salvación eterna.
Ese último día que sepamos decir
un último “Te amo en este mundo”
para repetirlo en la otra vida por siempre.
Ruega por los que en ese momento
no están preparados,
para que si no vivieron en gracia,
mueran en gracia de Dios
y no vayan al eterno dolor.
Ruega por los niños cuyo primer día de vida
coincide con el de su terrible muerte.
Así como lograste que el buen ladrón
se arrepintiera el día de su muerte,
consigue esa misma gracia a los pecadores
más rudos, a los que no aceptan a tu Hijo.
Une a la misericordia de Dios, tu bondad maternal
para salvarles de las garras de Satanás,
de la eterna condenación.
Ruega por nosotros pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte.

Durante el mes de Octubre meditaremos los Misterios del Rosario y las Letanías. Meditando en cada uno de ellos, rezaremos con más alegría esta oración que tanto le gusta a María Nuestra Madre


Por: P. Mariano de Blas LC