"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

jueves, 8 de enero de 2015

UN AÑO PARA COMENZAR A RENOVARSE

Autor: Pablo Cabellos Llorente

         Que pase una hoja del calendario no parece constituir factor alguno que aporte un cambio. Pero aunque no sea cierto aquello de que año nuevo vida nueva, puede ser una oportunidad para rebelarnos contra muchas cosas, en primer lugar, con nosotros mismos. Así no caeremos en ese error tan nuestro de culpar al  primero que pasa de cualquier desgracia sucedida. Lo que continúa no quiere estar escrito desde la tarima de una cátedra ni con ánimo de anatematizar a nadie, aunque no siento miedo alguno para llamar a las cosas por su nombre, sin  arrogarme más autoridad que la pueda tener mi razón.

         Lo primero,  porque está más en la calle, es la tremenda corrupción económica, detonante para el descontento lógico de muchos. Mi primera discrepancia: esa lamentable podredumbre no es, según me parece, la causa de nuestros males. En todo caso, los pone en el candelero de modo alarmante. Para ir explicando mi porqué de tal aseveración, voy a seguir añadiendo otros modos de descomposición que hemos orillado por aquello de lo políticamente correcto –el encubrimiento de mil mentiras- y hasta por una especie de consenso  para no hablar críticamente de asuntos como la Ley de Género –ojo, no me refiero a la de la violencia-, las deslealtades matrimoniales aireadas como algo moderno, la investigación con embriones,  el asesinato por el desquiciado “derecho” al aborto,  leyes de educación que han producido cuando menos una porción de parados poco cultivados.

          Los asuntos enumerados y otros muchos -juicios paralelos por filtraciones, jueces que encausan a personas  por miedo al qué dirán, judicialización de  la vida pública (aunque sí hay mucho que juzgar), sentencias de nunca jamás, etc.- tampoco son la causa de lo que nos pasa. Más próximos a la raíz habría que situar la no infrecuente frivolidad de nuestros diversos parlamentos que no gastan  la pólvora  en salvas, sino en insultos peores que los que se escuchan en los campos de fútbol. O en dirigentes  políticos que llaman sensato a incumplimientos graves de sus programas, unos por retirar la ley del aborto, y los anteriores por cambiarla habiendo programado no hacerlo. Después, los sucesores de estos anuncian que nunca pactarán con un partido que estuvo a punto de no retirar la reforma, mientras que algunos  brindan al sol porque es barato. ¿No es todo eso inmoral? Pero tampoco pienso que sea la causa de nuestros problemas. Más bien, son resultados de una dificultad más honda.

         Ese panorama sí constituye la explicación de que hayan aparecido “soluciones” desnortadas, pero que son expresión del cansancio, del hartazgo, de la impaciencia de muchos, del paro, quizá no precisamente de los que lideran esa especie de movimiento, algo rancio por sus raíces marxistas adornadas con flecos de populismo, que no son de éxito ni siquiera en el sufrido Tercer Mundo. No parece la solución, pero puede ser el resultado de una sociedad civil adormecida, que ha dejado todo en manos de partidos corruptos, sindicatos alineados y patronales cuando menos inoperantes, todos ellos recibiendo mucho dinero del sufrido contribuyente. El movimiento populista ha aprovechado todo en beneficio propio, idéntico a lo que han hecho los demás. ¿No es todo eso inmoral? Escribió M. Weber que los valores últimos y más sublimes han desaparecido de la vida pública. Tarea de todos es recuperarlos porque lo sublime se relegó al ámbito privado.

         Y la sociedad civil dormitada ha encontrando un canal que no es solución de nada, aunque  posea un punto de razón. Ahí puede verse la  necesidad de cambiar con el Año Nuevo, porque es como decir ahora, no porque la alteración del calendario aporte nada, sino porque urge no  continuar así: es forzoso generar ilusión, trabajo, nuevos modos de hacer, menos burocracia esclerótica, promoción de emprendedores, menos asesores, otro talante que nos lleve a todos a ser servidores de los demás… Se nos llena la boca hablando de democracia avanzada, y tal vez existan más libertades, pero mucha menos Libertad. Y como cada cual vigila su puesto, aunque saque pecho para autoproclamarse servidor del pueblo, se puede inquirir: ¿no aporta todo esto una nueva inmoralidad  desanimante? Y no pienso en confesionalismos. Eso ya lo escribieron Sócrates, Platón, Aristóteles o Virgilio.

         Yendo al final, ¿cuál es la causa de tal situación? Hemos hablado de escasez de sociedad civil como actora de nuestro destino, porque lo cierto es que poco ha actuado. Y me atrevería a apuntar una razón: se ha disminuido la alegría de vivir participativamente por yugular algo capital bajo la acusación de ser una antigualla, grave inculpación en nuestros días. Sin más rodeos: me refiero a lo que los clásicos griegos llamaron ley natural, un algo impreso en el hombre que le hace distinguir el bien del mal. A medida que ha  imperado el “vale todo”, no hay más señalización que el derecho positivo (obedece a la disciplina de partido y no suele ser ordenación de la razón), derecho que con ese modo antinatural de funcionar ha ido excluyendo a la sociedad civil en sus diversas manifestaciones, constitutivas de unos lugares plurales, desde donde aparecería el verdadero espacio político. No al revés. 

miércoles, 7 de enero de 2015

La pereza


Madre de todos los vicios


Tendencia a la ociosidad o por lo menos a la negli­gencia y entorpecimiento en la acción

Considero que soy perezoso en el cumplimiento de mis obligaciones, no obstante que me gradué de la universidad con muy buenas notas; no me he titulado y de esto hace ya más de un año y no he buscado trabajo todavía, aunque por mi posición económica no lo requiero de inmediato y no hay nadie que dependa de mí. Pero estoy perdiendo el tiempo. Me he tratado de enmendar y estoy avanzando en mi tesis, pero a ritmo muy lento y de una forma no muy diligente aunque me empeño en romper este vicio. Pero como no lo he vencido, me mantiene muy intranquilo. No se habla mucho sobre la pereza; ¿qué tipo de pecado es: mortal o venial? ¿cómo medir su gravedad? ¿cómo tener un criterio cierto y no laxo, ni escrupuloso, para juzgarme?

La pereza es la tendencia a la ociosidad o por lo menos a la negli­gencia y al entorpecimiento en la acción. Se llama acedia cuando se refiere a la pereza respecto del procurar la amistad con Dios y los bienes espirituales, a causa de los esfuerzos exigidos para su conservación. En este caso se aproxima a la tibieza espiritual.

La gravedad se mide, por lo general, por la importancia de las obligaciones que ella hace descuidar. Puede, por tanto, ser leve o grave, según las omisiones o negligencias que suscite.

La acedia llega a rechazar el gozo que viene de Dios y a sentir horror por el bien divino. Se opone a la caridad porque hace que el hombre no encuentre placer en Dios y considere las cosas que se refieren a Dios como cosa triste, sombría y melancólica.

Cuando se trata de una simple tentación o estado involuntario de abatimiento y desgano no es pecado. Pero cuando se trata de una positiva y voluntaria resistencia a las cosas divinas constituye un pecado grave contra la caridad para con Dios.

En cuanto a los pecados que este vicio engendra, los autores espiri­tuales lo consideran madre de todos los vicios.


Los remedios que deben prescribirse para vencerla serán:

1º Convencerse de la necesidad de producir fruto, de la gravedad de las omisiones que pueden resultar de la pereza; del peligro del hábito de pereza; de la gravedad que implica al ponernos en ocasión de todos los pecados.

2º Contemplar el ejemplo y las enseñanzas de Cristo y los santos.

3º Trabajar la voluntad y el carácter, habituándose a superarse en pequeños esfuerzos, hasta adquirir la firmeza y constancia en el obrar.


Por: P. Miguel Ángel Fuentes, V.E. | Fuente: El Teólogo Responde

Compañeros de viaje

Todos, lejanos o cercanos, vamos hacia adelante, nos acercamos, inexorablemente, a una meta común: el cielo.

En tren, en autobús, en coche, en avión o en barco, viajamos juntos.
Desde que cruzamos la puerta, comenzamos a ser compañeros de viaje. Quizá solo por unas horas, en ocasiones durante varios días. Luego, cada uno seguirá su camino, hasta alcanzar la meta que esperaba.
Mientras dura el viaje, estamos juntos. Tal vez en silencio, por respeto a los pensamientos del otro. Tal vez en una conversación intrascendente, hablando del tiempo, del fútbol o del mal estado de las carreteras. Tal vez, en un diálogo profundo, porque logramos conectar en un interés común.
El tiempo no perdona. Llega la hora de separarnos. Si el viaje ha permitido un encuentro feliz y fecundo, queda en el corazón algo de tristeza. Quizá nos volveremos a ver más adelante, en una de esas misteriosas casualidades de la vida. O tal vez hemos intercambiado teléfonos y mails, deseosos de seguir nuestro diálogo.
¿Qué significó ese encuentro casual? ¿Fuimos simplemente dos extraños que estaban juntos durante el viaje? ¿Había algo dentro de cada uno que nos permitía compartir intereses, ideales, sueños, temores y esperanzas?
Si alargamos la mirada, seremos capaces de reconocer que somos compañeros de camino de cada ser humano. Algunos están lejos, a miles de kilómetros de distancia. Otros están muy cerca, en el piso de arriba o de abajo, aunque en ocasiones no sabemos sus nombres...
Todos, lejanos o cercanos, vamos hacia adelante, nos acercamos, inexorablemente, a una meta común: la que inicia tras la muerte.
El camino hacia esa meta definitiva parece largo. Para algunos, el final llega de modo inesperado. Para otros, se retrasa más de lo que desearían. Para todos, esa meta nos une misteriosamente: al otro lado de esa frontera descubriremos que en cada uno había un alma llamada a lo eterno, hermanada, profundamente, con los demás seres humanos.
El viaje continúa, en este tren tranquilo o en ese camión que nos marea con sus curvas. Tú y yo estamos de camino. Somos compañeros, y es hermoso cuando logramos sintonizar en temas que deciden el presente y el futuro: Dios, el amor, la verdad, la justicia, la misericordia, la belleza de lo eterno...

Por: P. Fernando Pascual LC

martes, 6 de enero de 2015

El mejor don de los Magos fue su fe

La fe nos exige ver a Dios en las cosas sencillas como los Magos a la estrella. Carta a cada Rey Mago. 

El seguimiento de Cristo significa dejar algo y buscar algo

Como todo movimiento el seguimiento de Cristo implica un punto de partida y un punto de llegada. Para hacerlo hay que dejar algo y tender hacia algo. Es responder en la fe al llamado de Dios. El episodio de los Magos ha sido el paradigma de la fe. La fe nos lleva a dejar algo atrás para buscar el ideal. Es como el barco que debe dejar el puerto para poder atravesar el mar y llegar a su destino.

Los Magos eran sabios de oriente, tal vez de Arabia. Allí había muchos estudiosos de diferentes materias: la medicina, la agricultura, la astronomía... Se ve, por el relato evangélico, que estos Magos estudiaban las estrellas. Seguramente fueron estimados por los otros estudiosos y vivían una vida acomodada y holgada. Todo esto resalta el mérito de estos hombres, pues, dejaron todo para seguir una estrella incierta, una señal vaga, un signo borroso. En el firmamento que cubría la tierra árabe, había muchas estrellas. Sin embargo, los Magos se fijaron en una solamente. Así es la dinámica de la fe: es una preferencia por la Palabra de Dios entre muchas otras palabras que uno podría aceptar.

No hay duda de que la noche de cada uno de nosotros está poblada de muchas estrellas. Tenemos muchas posibilidades, muchos ideales que nos totalizan. Dios, con su Revelación, nos interpela como un día lo hizo con Abrahám, como lo hizo con los profetas, como lo hizo con María y San José...

La fe siempre es una opción y ésta a veces cuesta, pues hay que dejar a un lado nuestro racionalismo y nuestra sed de seguridades humanas. No nos gusta nadar en las aguas profundas porque preferimos tener unas agarraderas. En la vida espiritual la única agarradera es la veracidad y fidelidad de Dios.

Para mí creer es lanzarme en la oscuridad de la noche, siguiendo una estrella que un día vi, aunque no sepa a dónde me va a llevar. Para mí creer es sobrellevar con alegría las confusiones, las sorpresas, las fatigas y los sobresaltos de mi fidelidad. Para mí creer es fiarme de Dios y confiar en Él.

La fe se templa con las dificultades

Para templar una espada hay que meterla en el fuego. La fe también se forja en la tribulación. Hay gente que quiere tener una fe gigante, pero sin chamuscarse. Es como el atleta que quiere ganar la carrera, pero sin entrenarse, sin sufrir, sin lastimarse nunca.

La fe es un camino hermoso tapizado de rosas que están llenas de espinas. Los Magos tuvieron una experiencia profunda de la fe. Podemos imaginarlos llegando a un oasis para cargar provisiones y agua. Seguramente les vino a la mente la posibilidad de desistir. Tal vez en sus noches fueron visitados por sueños que les acosaban como fantasmas. El recuerdo de las burlas de sus compatriotas, el escepticismo de sus compañeros de estudios les perseguía. Hubo momentos de titubeos, de incertidumbre, de duda...

Sin embargo, siempre venció su fe. De hecho, su brújula no era tanto el astro luminoso en la bóveda de la noche, sino la luz de su fe encendida en sus almas.

En nuestros momentos de dificultad, también tiene que prevalecer la luz de la fe. Creer cuando todo va viento en popa es fácil; creer cuando el temporal de la adversidad choca cruelmente contra nuestra pequeña embarcación es más difícil. Pero, esto es lo que nos hace gigantes en la fe. Nunca ha existido un santo sin una fe probada, como nunca ha existido un atleta que haya tenido éxito sin esforzarse en los momentos de desánimo.

Este mundo es como un gran gimnasio en el cual, el cristiano tiene que ejercitarse en la fe: un día puede ser la penuria económica, otro día el sufrir el látigo cruel de la maledicencia propagada por nuestro mejor amigo, otro día el desamor de un ser querido...

La fe nos exige ver a Dios en las cosas sencillas

Después de viajar muchos kilómetros, los Magos encontraron al Rey de los Judíos, el Salvador del mundo, el Rey de reyes, envuelto en pañales y acostado en un pesebre, en una cueva de una aldea de mala muerte, fuera de la ciudad de Jerusalén.

Era suficiente para obligar al corazón bajar a los pies. Sin embargo, lo aceptaron plenamente: se arrodillaron delante de Él. Vieron a Dios en un bebé que lloraba.

El Catecismo nos habla del sentido de la Epifanía (manifestación de Cristo) en el n.528:

La epifanía es la manifestación de Jesús como Mesías de Israel, Hijo de Dios y Salvador del mundo. Con el bautismo de Jesús en el Jordán y las bodas de Caná, la epifanía celebra la adoración de Jesús por unos “magos” venidos de Oriente. En estos “magos”, representantes de religiones paganas de pueblos vecinos, el Evangelio ve las primicias de las naciones que acogen, por la encarnación, la Buena Nueva de la salvación.

Un día alguien dijo a un amigo que había encontrado el teléfono de Dios. El amigo se sorprendió y muy irónicamente le preguntó cual era. Recibió una respuesta sublime: el teléfono de Dios es la fe.

Con la fe puede uno “conectarse” con Dios en cualquier momento. Al contemplar la belleza de la naturaleza, el estruendo del mar, la brisa entre los árboles... se puede ver a Dios si uno tiene fe.

También se le puede ver en el sacerdote que se sienta en el confesionario para escuchar nuestra miseria moral y darnos con seguridad el perdón de Dios. Con la fe se ve a Cristo presente en el Pan sagrado, en las manos del ministro en la Misa. La fe permite ver a Cristo en su Vicario en la tierra, el Santo Padre....

La fe abre horizontes y nos hace ver más lejos de lo que podríamos con la sola luz de la razón. Nuestra pobre razón es como el ojo desnudo que sólo ve un poco del universo al contemplar las estrellas que desfilan delante de él en la noche clara. Pero con un telescopio potente se puede penetrar en los espacios siderales y descubrir mundos nuevos. Así es la fe para un creyente: es un nuevo ojo para ver. En lo que parece sólo un trozo de pan le permite ver el Cuerpo de Cristo; en el vagabundo que toca a la puerta pidiendo una ayuda le revela la presencia del Cristo Místico; en el jefe enojón que da un mandato, la manifestación de la Voluntad de Dios...

El mejor don de los Magos fue su fe

Impresiona el regalo costoso del oro, incienso y mirra. Pero más impresionante todavía fue la fe, tamaño gigante, de estos hombres. Aquel día cuando los Magos se acercaron a la cueva de Belén y pidieron permiso para traspasar el dintel más pobre que habían visto en su vida, los papás del Niño accedieron a la petición de personas tan ilustres. Se maravillaron al verlos caer al suelo, manchar su ropa, e inclinar la cabeza delante del Bebé.

Cuando nosotros lleguemos al Cielo, ciertamente no vamos a entrar con unos lingotes de oro, una caja de incienso y un bote de mirra. Lo que vamos a llevar va a ser, como dijo San Pablo, nuestra fe, esperanza y caridad.

No juzguemos el valor de nuestra vida por las cosas que tenemos o las obras que hacemos. Lo que es la fe y el amor con que obramos eso es lo que vale delante de Dios. Mejor ir pobre al Cielo que rico al Infierno; mejor ir analfabeta al Cielo que con un doctorado al Infierno. Desde un punto de vista espiritual, el valor de los Magos no era el tamaño de sus dones materiales, sino la medida de su fe.

Unas preguntas

1. ¿Cómo es nuestra fe? ¿lánguida? ¿depende de como nos sentimos? ¿una fe fuerte?

2. ¿Si la fe exige dejar algo para seguir más de cerca a Cristo, ¿qué nos está pidiendo Cristo que dejemos?

3. ¿Está nuestra fe basada en la Palabra de Dios o en una serie de sentimientos movedizos?

Por: P. Fintan Kelly 

lunes, 5 de enero de 2015

Fiesta de la Epifanía o Día de Reyes

Los pastores y reyes del Oriente visitan a Jesús el Mesias, le llevan regalos y lo adoran con oro, incienso y mirra. 

Origen de la fiesta:

El 6 de enero se celebraba desde tiempos inmemoriales en Oriente, pero con un sentido pagano: En Egipto y Arabia, durante la noche del 5 al 6 de enero se recordaba el nacimiento del dios Aion. Creían que él se manifestaba especialmente al renacer el sol, en el solsticio de invierno que coincidía hacia el 6 de Enero. En esta misma fecha, se celebraban los prodigios del dios Dionisio en favor de sus devotos.

La fiesta de la Epifanía sustituyó a los cultos paganos de Oriente relacionados con el solsticio de invierno, celebrando ese día la manifestación de Jesús como Hijo de Dios a los sabios que vinieron de Oriente a adorarlo. La tradición pasó a Occidente a mediados del siglo IV, a través de lo que hoy es Francia.

La historia de los Reyes Magos se puede encontrar en Mateo 2, 1-12

“Después de haber nacido Jesús en Belén de Judea, en el tiempo del Rey Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén diciendo: ¿dónde está el que ha nacido, el Rey de los Judíos? Porque hemos visto su estrella en el Oriente y venimos a adorarlo.
Al oír esto, el Rey Herodes se puso muy preocupado; entonces llamó a unos señores que se llamaban Pontífices y Escribas (que eran los que conocían las escrituras) y les preguntó el lugar del nacimiento del Mesías, del Salvador que el pueblo judío esperaba hacia mucho tiempo.
Ellos contestaron: En Belén de Judá, pues así está escrito por el Profeta:

Y tú, Belén tierra de Judá
de ningún modo eres la menor
entre las principales ciudades de Judá
porque de ti saldrá un jefe
que será el pastor de mi pueblo Israel

Entonces Herodes, llamando aparte a los magos, los envió a la ciudad de Belén y les dijo: Vayan e infórmense muy bien sobre ese niño; y cuando lo encuentren, avísenme para que yo también vaya a adorarlo.
Los Reyes Magos se marcharon y la estrella que habían visto en el Oriente, iba delante de ellos hasta que fue a pararse sobre el lugar donde estaba el Niño. Al ver la estrella, sintieron una gran alegría.
Entraron en la casa y vieron al niño con María su madre. Se hincaron y lo adoraron. Abrieron sus tesoros y le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Luego, habiendo sido avisados en sueños que no volvieran a Herodes, (pues él quería buscar al Niño para matarlo), regresaron a su país por otro camino.”

Podemos aprovechar esta fiesta de la Iglesia para reflexionar en las enseñanzas que nos da este pasaje evangélico:

*Los magos representan a todos aquellos que buscan, sin cansarse, la luz de Dios, siguen sus señales y, cuando encuentran a Jesucristo, luz de los hombres, le ofrecen con alegría todo lo que tienen.

* La estrella anunció la venida de Jesús a todos los pueblos. Hoy en día, el Evangelio es lo que anuncia a todos los pueblos el mensaje de Jesús.

* Los Reyes Magos no eran judíos como José y María. Venían de otras tierras lejanas (de Oriente: Persia y Babilonia), siguiendo a la estrella que les llevaría a encontrar al Salvador del Mundo. Representan a todos los pueblos de la tierra que desde el paganismo han llegado al conocimiento del Evangelio.

* Los Reyes Magos dejaron su patria, casa, comodidades, familia, para adorar al Niño Dios. Perseveraron a pesar de las dificultades que se les presentaron. Era un camino largo, difícil, incómodo, cansado. El seguir a Dios implica sacrificio, pero cuando se trata de Dios cualquier esfuerzo y trabajo vale la pena.

* Los Reyes Magos tuvieron fe en Dios. Creyeron aunque no veían, aunque no entendían. Quizá ellos pensaban encontrar a Dios en un palacio, lleno de riquezas y no fue así, sino que lo encontraron en un pesebre y así lo adoraron y le entregaron sus regalos. Nos enseñan la importancia de estar siempre pendientes de los signos de Dios para reconocerlos.

Los Reyes Magos fueron generosos al ir a ver a Jesús, no llegaron con las manos vacías. Le llevaron:

·         oro: que se les da a los reyes, ya que Jesús ha venido de parte de Dios, como rey del mundo, para traer la justicia y la paz a todos los pueblos;



·         incienso: que se le da a Dios, ya que Jesús es el hijo de Dios hecho hombre;



·         mirra: que se untaba a los hombres escogidos, ya que adoraron a Jesús como Hombre entre los hombres.

Esto nos ayuda a reflexionar en la clase de regalos que nosotros le ofrecemos a Dios y a reconocer que lo importante no es el regalo en sí, sino el saber darse a los demás. En la vida debemos buscar a Dios sin cansarnos y ofrecerle con alegría todo lo que tenemos.

* Los Reyes Magos sintieron una gran alegría al ver al niño Jesús. Supieron valorar el gran amor de Dios por el hombre.

* Debemos ser estrella que conduzca a los demás hacia Dios.

Significado de la fiesta:

Antes de la llegada del Señor, los hombres vivían en tinieblas, sin esperanza. Pero el Señor ha venido, y es como si una gran luz hubiera amanecido sobre todos y la alegría y la paz, la felicidad y el amor hubieran iluminado todos los corazones. Jesús es la luz que ha venido a iluminar y transformar a todos los hombres.

Con la venida de Cristo se cumplieron las promesas hechas a Israel. En la Epifanía celebramos que Jesús vino a salvar no sólo a Israel sino a todos los pueblos.
Epifanía quiere decir "manifestación", iluminación. Celebramos la manifestación de Dios a todos los hombres del mundo, a todas las regiones de la tierra. Jesús ha venido para revelar el amor de Dios a todos los pueblos y ser luz de todas las naciones.

En la Epifanía celebramos el amor de Dios que se revela a todos los hombres. Dios quiere la felicidad del mundo entero. Él ama a cada uno de los hombres, y ha venido a salvar a todos los hombres, sin importar su nacionalidad, su color o su raza.
Es un día de alegría y agradecimiento porque al ver la luz del Evangelio, salimos al encuentro de Jesús, lo encontramos y le rendimos nuestra adoración como los magos.

Origen de la Rosca de Reyes


Después de que los Reyes adoraron a Jesús, un ángel les avisó que no regresaran donde Herodes y ellos regresaron por otro camino. Herodes al enterarse que había nacido el Rey que todos esperaban, tuvo miedo de perder su puesto y ordenó matar a todos los niños menores de dos años entre los cuales se encontraría dicho Rey.
La Sagrada Familia huyó a Egipto y el niño Dios se salvó, otras familias escondieron a los bebés en tinajas de harina y así no fueron vistios y salvaron sus vidas. Desde entonces, los judíos comían pan ázimo el 6 de enero en el que escondían un muñeco de barro recordando este acontecimiento.

Los primeros cristianos tomaron un poco de esta tradición y la mezclaron con la historia de la visita de los Reyes Magos para la celebración de la Epifanía: cambiaron el pan ázimo por pan de harina blanca y levadura, cocida en forma de Rosca, endulzándolo con miel y adornándolo con frutos del desierto, como higos, dátiles y algunas nueces.

Para los cristianos, la forma circular de la rosca simboliza el amor eterno de Dios, que no tiene principio ni fin. Los confites son las distracciones del mundo que nos impiden encontrar a Jesús.

El muñequito escondido dentro de la rosca, simboliza al Niño Jesús que los reyes no encontraban porque la estrella desaparecía.

Esta costumbre de los cristianos de Palestina llegó a Europa y posteriormente a América.

En México, el que encuentra el muñequito de la rosca se convierte en el centro de la fiesta: se le pone una corona hecha de cartón y cubierta de papel dorado y se le da el nombramiento de “padrino del Niño Jesús”.

El padrino deberá vestir con ropas nuevas a la imagen del niño Jesús del nacimiento y presentarlo en la Iglesia el día 2 de Febrero, día de la Candelaria. Después hará una fiesta con tamales y atole.
Por: Tere Vallés

domingo, 4 de enero de 2015

Queridos Reyes Magos ¡Feliz fin de viaje!

Estamos celebrando el día de la Manifestación del Señor, así que ¡ánimo! El día de encontrar lo que están buscando ha llegado. 

Queridos Reyes Magos:

Se muy bien que desde que han visto la estrella aparecer en el firmamento y después de consultar sus mapas de astronómicos, y sobre todo sondear su corazón, se han puesto en camino con gran docilidad para ir al encuentro del Rey hecho niño, del Salvador del Mundo.

Y llevan sus regalos, que han elegido de una manera extraordinaria, Oro, Incienso, y Mirra; porque lo reconocen como Rey, como Dios, y como hombre. Y se han puesto en camino dejándose guiar por aquella estrella, que solo se deja ver por las noches… y les va marcando el rumbo y les va orientando sus pasos.

Y ustedes con gran alegría, venciendo el cansancio y la sed de tanto caminar, el calor y el frío del desierto, han continuado su camino y están por llegar. También venciendo innumerables dificultades, como los engaños de Herodes, que sabiamente han podido burlar, siendo obedientes al ángel.

Estamos celebrando el día de la Manifestación del Señor… así que ¡ánimo! El día de encontrar lo que están buscando ha llegado.

Gracias por su fidelidad, por su obediencia, y por esos regalos que llevan en sus manos. Pero más agradezco el signo que nos regalan a toda la humanidad de que la salvación es para todos los pueblos.

Desde que ha empezado el tiempo de Adviento, he pensado en ustedes, y en la carta que habría de escribirles para pedirles, como lo hice cuando era niño, algunos regalos. Pero el tiempo se ha pasado tan rápido, entre posadas, la Fiesta de Navidad, Fin de año, Fiesta de Nuestra Santísima Madre… que es hasta este momento en la solemnidad de su venida que les escribo mi carta. De todas maneras tengo la confianza que les llegará a tiempo porque le pediré a mi Ángel de la Guarda que se las haga llegar en forma prioritaria.

Les pido, con humildad que me compartan:

La sencillez para saber distinguir en los signos de los tiempos la presencia de la Buena Noticia, para saber observar desde la fe todas la realidades tanto de la tierra como del cielo.

Que puedan compartir conmigo la docilidad a las divinas inspiraciones del alma, y seguir el camino que me marque la estrella. A ustedes los ha guiado una estrella en el cielo, para mi esa estrella que me lleva a Jesús es María, por eso pido tener esa docilidad de ustedes para saber descubrirla en todo momento, para no perder el rumbo que conduce al Salvador de todas las naciones, al Rey de todos los Pueblos.

Valentía para hacerme al camino, para saber dejarlo todo y lanzarme a la aventura de un camino, a desinstalarme con frecuencia para vivir de la fe y no de la seguridad de mis reinos, de mis posesiones. Confiar que, dejando todo, es la única forma de encontrar El Todo.

Obediencia a las guías que tengo en el camino, obediencia a lo que se cree, a lo que se espera, a lo que se ama. Obediencia humilde a las inspiraciones y a los ángeles, especialmente a mi Ángel de la Guarda, para que no pierda el camino, y tenga la alegría de que todo se me ha dado como regalo, confiando y dependiendo totalmente en Aquel que me ha llamado a un encuentro.

Alegría de un encuentro, del encuentro que más se desea: encontrarse con Dios, por eso ese encuentro es una Celebración. Porque es el encuentro de la criatura con su Creador, alegría de encuentro porque es la manifestación de Dios hecho hombre como Dios, como Rey, y como hombre. Quiero, tener esa alegría de encuentro que para mi se realiza en cada Eucaristía, en cada sacramento, en cada encuentro con el más necesitado. Alegría de encuentro, que es una gran celebración, porque cuando el encuentro esta tocado por el amor solo puede ser celebrativo, y toda nuestra vida es encuentro y toda nuestra vida es celebración si lo vivimos en la dimensión del amor.

Abusando de su generosidad, pido la paciencia para seguir en el camino, para que el cansancio no me haga desistir, para que las dificultades no resten el ánimo, para que los obstáculos del camino solo sean oportunidades de crecimiento, que sean retos que me permitan crecer como persona, como cristiano, como discípulo del Maestro.

Que no pierda la esperanza del encuentro, que no pierda la esperanza que la promesa se hará realidad.

Que no pierda la esperanza que en el camino no se anda solo, que ángeles, estrellas y hermanos caminamos juntos. Tener siempre y cada día, la esperanza de que es posible vivir la caridad entre los hermanos que caminamos en comunidad como lo hicieron ustedes, que se acompañaron hasta el final.

Todo lo anterior no lo pido solo para mi, lo pido para poder compartirlo con todos mis hermanos, quiero descubrir en cada hermano a Cristo, quiero descubrirlo especialmente en los más pobres, en los más necesitados, los enfermos, los encarcelados, los que están solos o se sienten solos; quiero reconocer al Rey en aquellos que llevan con humildad la cruz de cada día, en los que se esfuerzan por dar testimonio del amor, en las personas que perdonan y aquellos que se niegan a recibir el perdón, recocerlo en los amigos y también en los enemigos.

Quiero compartir todo lo que les he pedido con todos aquellos que se acerquen a mi vida, y quiero ser yo el que se ponga en camino hacía el encuentro. Me gustaría, ser el primero que tienda un puente por donde el otro se pueda acercar a mi, y por donde yo me pueda acercar a él.

Todo lo que les he pedido, también se los pido para todos mis amigos, familiares y benefactores… para que todos seamos instrumentos de paz. Para que todos busquemos el reino de Dios, sabiendo que si Dios reina en nuestros corazones, reinará en nuestras familias, en nuestras comunidades, en nuestras ciudades, y en nuestras naciones.

Les deseo a ustedes queridos Reyes Magos, feliz fin de viaje. Y me despido agradecido por la ilusión que guardaron en mi cuando era un niño.

Gracias porque un día los espere con la ilusión de niño y hoy los puedo esperar con la ilusión de sacerdote.

Con afecto, en el Señor que buscamos y que encontramos en la Eucaristía.


Por: P Idar Hidalgo

A más religiosidad, mayor bienestar

¿Cómo se definiría usted? ¿Una persona religiosa, no religiosa o un ateo convencido? 

Un estudio realizado en Estados Unidos y publicado por Gallup, en el que se analizaron 676.000 entrevistas, muestra que las personas muy religiosas tienen un índice de bienestar más alto que las que se declaran no religiosas, ateas o agnósticas.

De acuerdo con el estudio, las personas muy religiosas de los diferentes grupos de creencias encuestadas en Estados Unidos fueron calificadas mejor que las personas no religiosas. Los judíos muy creyentes obtuvieron la escala más alta del estudio, con una puntuación de 72,4. En segundo lugar, aunque con una puntuación cercana (71,5), quedaron los mormones muy religiosos.

En comparación, los judíos moderados y no religiosos tuvieron una calificación de 68 puntos, mientras que en los mormones poco o nada religiosos fue de 63.

El estudio, publicado el 5 de abril, tiene un margen de error de más menos 1% y las entrevistas se realizaron entre enero de 2010 y diciembre de 2011. Los datos son parte de una serie realizada por Gallup sobre la religiosidad y el bienestar entre los estadounidenses, según informa CNN.


Fuerte relación entre religiosidad y bienestar

“Los resultados confirman que la fuerte relación entre la religiosidad y el bienestar que Gallup demostró anteriormente se mantiene independientemente de la fe (religión)”, señaló una publicación de los investigadores Frank Newport, Dan Witters y Sangeeta Agrawal.

Aunque la diferencia entre la calificación más alta sólo fue de siete puntos, las personas que se identificaron como no religiosas, ateas o agnósticas, terminaron con la puntación más baja con 65,8 puntos.

“Al parecer esta relación es independiente de la proporción de religiosidad de las personas (muy religiosas, medianamente religiosas y las no religiosas) en cada grupo, y está más relacionada con la fe misma”, señalan en la publicación.

Por ejemplo, mientras los musulmanes tienen un menor nivel de bienestar que los judíos, la diferencia entre los más religiosos y los menos religiosos básicamente es la misma.

Los resultados del estudio también muestran que los mormones son por mucho el grupo más religioso de todos los encuestados. El 73% de los mormones se identificaron como muy religiosos, comparado con el 50% de los protestantes, el 46% de los musulmanes y el 43% de los católicos.

En comparación, las personas de otras religiones no cristianas y los judíos fueron en su mayoría no religiosos con el 43% y el 53.5%, respectivamente.


Bienestar no es igual a felicidad

Cabe recordar que Gallup define al bienestar en base a una serie de indicadores de salud mental y física en su índice de bienestar.

En ese sentido, habría que considerar que bienestar no es igual a felicidad. Al hablar de felicidad, los psicólogos han llegado a la conclusión de que ésta es una palabra que no describe con precisión lo que el cerebro quiere decir, y que ´bienestar´ es un concepto mucho más adecuado.

Para la psicología positiva, las personas felices son quienes logran un estado mental y espiritual complejo y satisfactorio y sostenible en el tiempo, combinando experiencias positivas en cuatro áreas distintas:

- Las emociones positivas: quienes experimentan curiosidad, amor o placer con cierta frecuencia tiene más posibilidades de ser feliz.

- El flow, cuando nos involucramos por completo en algo que nos gusta hacer y que sabemos hacer bien.

- La trascendencia, que incluye todos aquellos proyectos en los que nos involucramos en ideas que van más allá de nosotros.

- Las relaciones interpersonales: quien triunfa en ellas tiene mucho más fácil triunfar en las demás.

Para Sonja Lyubomirsky, profesora de la Universidad de California en Riverside y autora de The How of Happiness (El cómo de la felicidad), alrededor de la mitad de nuestra felicidad está condicionada por nuestros genes, sólo 10% depende de las cosas que nos pasan en la vida y el 40% restante depende de nosotros, de nuestro autocontrol y de las cosas que hacemos para ser felices.

Por: Forum Libertas | Fuente: www.forumlibertas.com


sábado, 3 de enero de 2015

¿Qué deseo en un año nuevo?

Este año será distinto si te abres a Dios, si rompes con tu egoísmo, si empiezas a vivir no para ti mismo, sino para tantos corazones que te encontrarás este año. 

La pregunta me deja un poco inquieto. Porque sé que el "año nuevo" es simplemente una hoja de calendario, un cambio en los números, una simple tradición humana. Porque el tiempo escapa a nuestro control, y fluye sin cesar.

Pero casi todos, al llegar el año nuevo, damos una mirada al año que termina y soñamos en el año que comienza.

Lo pasado queda allí: fijo, inmodificable, casi pétreo. Con sus momentos buenos y sus fracasos, con sus sueños realizados y con los sueños que se evaporaron en el vacío, con las ayudas que me ofrecieron y con las ayudas que pude ofrecer a otros, con mis omisiones y mis cobardías.

Lo futuro inicia, como inició ayer, como inició hace un mes, como iniciará mañana.

Cada instante se presenta como una oportunidad que en parte depende de mi prudencia y de mis decisiones. En otra buena parte, depende de las decisiones de otros. En los dos casos, y aunque no siempre nos demos cuenta, depende de Dios.

De nuevo, ¿qué deseo en un año nuevo? Desearía la paz en Tierra Santa. Para que nadie privase a nadie de su tierra, de su casa, de su familia. Para que las religiones fueran vividas como lo que son: un camino para unir a los hombres bajo la luz de Dios. Para que la tierra donde vivió, murió y resucitó Cristo testimoniase con un estilo de vida nuevo la gran belleza del Evangelio.

Luego, desearía la paz en tantos lugares del planeta. Especialmente en África, donde todavía unos poderosos venden armas para la muerte pero no ofrecen comida para los hambrientos.

Querría, además, que desapareciese el aborto en todos los países del mundo. Lo cual no es ningún sueño imposible: basta con aprender a vivir responsablemente la vocación al amor para que ningún hijo sea visto como un “enemigo” o un obstáculo en el camino de la propia vida. Porque lo mejor que podemos hacer es vivir para los demás. Porque cada niño pide un poquito de amor y de respeto. Porque cada madre que ha empezado a serlo merece ayuda y apoyo, para que no le falten las cosas que más necesite durante los meses de embarazo y los primeros años de su hijo.

En este nuevo año me gustaría dialogar con quien piensa de modo distinto en un clima de respeto, sin insultos, sin desprecios, sin zancadillas. Porque si él y si yo somos humanos, porque si él y si yo queremos encontrar la verdad, podemos ayudarnos precisamente con una palabra nacida desde los corazones que saben escucharse y, más a fondo, que saben amarse...

El año que inicia querría tener más energías, más entusiasmo, más convicción, para enseñar a los otros lo que para mí es el tesoro verdadero: mi fe católica. Enseñarla, sobre todo, con mi vida. Querría ser, en ese sentido, más coherente, más bueno, más abierto, más disponible, más cercano. Especialmente cuando me encuentre con un pobre, con un enfermo, con una persona triste o desesperada, con quien llora porque sabe lo que muchos no se atreven a reconocer: que ha pecado. Porque sólo cuando me pongo ante mis faltas con honestidad clara y completa, descubro mi miseria y comprendo la de los otros. Y porque cuando reconozco mi miseria y la ajena puedo entender que necesitamos al único que puede limpiarnos con su palabra llena de perdón y de esperanza: Dios.

¿Qué deseo en un año nuevo? Quizá deseo demasiado. Quizá he soñado despierto. Quizá me he dejado llevar por una emoción inconsistente. Mientras, el reloj sigue su marcha, y, sin saberlo, me dice: este año será un poco distinto si te abres a Dios, si rompes con tu egoísmo, si empiezas a vivir no para ti mismo, sino para tantos corazones que encontrarás en los mil cruces de camino de este año que está iniciando...


Por: P. Fernando Pascual LC 

viernes, 2 de enero de 2015

NAVIDAD: COMPROMISO DE DIOS, COMPROMISO DEL HOMBRE


 Autor; Pablo Cabellos Llorente

         Al llegar estas fiestas navideñas, no es infrecuente escuchar opiniones diversas acerca de lo que suponen para cada uno. Es bien cierto que toda persona está habilitada para expresar lo le supone este tiempo. Sin embargo, me parece que no está de más recordar el porqué de la Navidad, aún cuando cada quien lo viva a su manera. Yendo a ese fondo se me ha ocurrido pensar el título que encabeza estas líneas. La Navidad, antes que nada, manifiesta el compromiso de Dios con el  hombre. Toda la historia de la salvación es la historia de un gran de amor, con un argumento bien sencillo: el Señor es fiel a su criatura siempre, aunque los humanos prevariquemos con bastante frecuencia.

         Esta historia es un continuo diálogo de Dios con el hombre, un Dios que se agacha para hacerse entender, se pone a nuestro nivel y se compromete con todos y cada uno de los que venimos a este mundo. Lo ha hecho de mil maneras, pero, llegada la plenitud de los tiempos –así lo expresa san Pablo-, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer, formulando de este modo que es el Dios verdadero que se hace uno de nosotros. Un padre de la Iglesia afirmó que Dios se hace hombre para que los hombres fuéramos dioses. Así es el vínculo máximo que Dios adquiere: toma nuestra naturaleza para que todos fuéramos, de un modo nuevo, hijos de Dios. Ese será el ADN del cristiano: ser hijos en el Hijo. Así se resume nuestra existencia.

         Dios se ha hermanado de tal modo con los seres humanos, que el concilio Vaticano II hizo dos afirmaciones que lo expresan de modo admirable. Por un lado, asegura que el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado, es decir, sólo en Cristo se explica el qué, el porqué, y el para qué de nuestras vidas. No al revés. Únicamente entendiendo a Jesús de Nazaret podemos comprender al hombre de modo íntegro. Otro modo de verlo es sustraerle una dimensión que lo desfigura y lo aminora en su dignidad. La otra aseveración del concilio es que, con su encarnación, Dios en cierto sentido se ha unido a todo hombre. Al menos en dos maneras: ha tomado nuestra naturaleza, se ha hecho uno de nosotros para hacer divinos todos los caminos de la tierra, y nos ha divinizado a todos dándonos esa maravillosa posibilidad de ser hijos de Dios, como afirma Juan evangelista.

          El Catecismo de la Iglesia Católica recuerda que Isaías habla del Dios de la verdad, expresión que literalmente significa el Dios del Amén, es decir el Dios fiel a sus promesas: no falla jamás, tampoco cuando nosotros no lo entendemos. ¡Qué pobre sería un Dios que cupiese en nuestras mentes! La Navidad –y luego, la Cruz- es la máxima expresión de la fidelidad divina, hasta anonadarse en una pequeña criatura, siendo como cualquier otro niño. Así nos da como una parte de su divinidad a un precio incluso más costoso que su misma pasión o, más bien, la causa de la misma. Me refiero a aquella enigmática frase de san Pablo: a quien no conoció pecado, Dios le hizo pecado por nosotros, para que viniésemos a ser justicia de Dios en él. En un desbordamiento de amor, ha hecho propios los pecados de la humanidad de todos los tiempos.

         Ahí reside la raíz del compromiso del hombre: no sólo por la Creación, sino también por esa recreación que Dios realiza para nosotros por medio de su encarnación, nacimiento y de su vida entre nosotros hasta su muerte y resurrección. La Navidad nos invita amablemente  a vincular nuestras vidas con el amor que Dios nos tiene. En la obra de Tomás Baviera “Pensar con Chesterton”, se lee algo sobre la libertad tan certero como cautivador: las propuestas modernas –dice- se apoyan en un concepto de libertad que pretende la plena autonomía y rechaza todo lo que pueda percibirse como limitación. Hoy en día –sigue- más que nunca se reivindica una libertad sin límites en su actuar. Y añade que Chesterton percibió ya que “el mayor anhelo de las utopías modernas consiste en la disolución de todas las ligaduras especiales”.


         Y no es que Chesterton –como cualquier cristiano ejerciente- no amara la libertad, sino que la entiende como la capacidad de amar el compromiso: “nunca pude concebir o admitir una utopía que no me dejase la libertad que yo más estimo: la de obligarme”. Está entendiendo la libertad como capacidad de compromiso. El Nacimiento del Hijo de Dios hecho hombre entraña un compromiso liberador, el de esa libertad que nace para darse, para comprometerse con Dios y con el hombre, en definitiva, capaz de obrar por amor como ha hecho el mismo Dios. Naturalmente, ese modo de concebir la libertad no quita posibilidades al hombre para obrar de otro modo. Dios ha querido correr el riesgo de nuestra libertad. Finalizo con Chesterton: para que el hombre pueda amar a Dios, no basta con que haya un Dios amable, sino que haya también un hombre amante.

jueves, 1 de enero de 2015

El primer día del año...para María, Madre de Dios

Madre Dios...
Hoy celebramos una fiesta que hace referencia al título más sorprendente que puede tener una criatura humana: Madre Dios... Lo cual significa que el Salvador del mundo no sólo nació "en" ella, sino "de" ella. El Hijo formado de sus entrañas es el mismísimo Hijo Dios, nacido en la carne.

El Evangelio nos narra los acontecimientos de la Navidad, remarcando la imposición del nombre, dado por el ángel antes de la Concepción: JESÚS (que significa YHWH [nombre sagrado e inefable de Dios en el A.T.] salva); nombre puesto por orden divina... misterioso, cargado de significado salvífico [con todo y por todo lo que significa el "nombre" para los semitas] (ver a este respecto lo que dice el Catecismo de la Iglesia Católica al explicar el II mandamiento...).

La invocación de ese nombre trae la salvación (semejante lo que ocurre en la 1a.lectura con el nombre de YHWH, pronunciado una sola vez al año). Nosotros tenemos el nombre del Señor sobre nosotros: somos cristianos... ¡No lo digamos con tanta ligereza! 

Así, se abre el año con esa fórmula que pide la bendición y el favor de Dios. Él nunca se la ha negado la humanidad; pero con Cristo esta Bendición es irrevocable.

Comienza el año civil; y se lo celebra de diversos modos:

·  En estas fiestas, se suele hacer mucho ruido (bailes, fuegos artificiales, pirotecnia,...) mucho ruido ¿Y "pocas nueces"...?
·  Para muchos, las fiestas están cargadas de melancolía (paso de los años; "los que ya se han ido"; nostalgias; recuerdos...). Muchos desean "que las fiestas pasen pronto"...
·  Para los pobres (que no son pocos), el dolor de no poder participar de las alegrías festivas... o de hacerlo con muchas limitaciones.

Pensemos cómo vivimos interiormente las fiestas. Sin interioridad, todo lo otro es vacío, pura exterioridad e hipocresía: festejamos... nada. 
¿Cuál es el motivo para alegramos por las fiestas? El Amor de Dios, experimentado en estos días como una fuerza que quiere renovarnos incesantemente. Navidad es el comienzo de una nueva creación (Dios a hecho con el hombre una Alianza Eterna: Cristo). 

Todo comienzo de algo (también el del año civil) debe remitirnos a este comienzo: al de la Alianza Nueva y Eterna... (la que no pasará jamás, y por ende radicalmente diversa de lo que no permanece, lo que es pasajero, transitorio (tiempo; apariencias; exterioridades)... Éste es el fundamento de nuestra Paz, cuya Jornada mundial cada año celebramos precisamente hoy. 

Volvamos a mirar las cosas que nos rodean, pero con esta perspectiva: pensemos en las cosas que se fueron con el año y los años que pasaron... y pongámoslas en manos Dios. Pero sepamos que todo lo que hayamos hecho con amor, y por amor tiene un valor que permanece, y está "eternizado" en la presencia del Señor. 

Todo lo hecho por amor, aunque pequeño, aunque los demás no lo noten, ha sido tomado en cuenta por Dios, y lo encontraremos renovado en Él. 
También las personas que se han ido... Y así, nuestros lazos de amor, lejos de perderse, serán renovados y glorificados en la Resurrección.

"Nada se pierde, todo se transforma..." también en el orden   espiritual. 

Frente al año viejo, y al nuevo, tengamos una mirada de Fe: evaluemos desde el amor que hemos puesto y hemos de poner para hacer las cosas. 
El tiempo pasa, pero el amor permanece; y allí debemos encontrar el motivo de nuestra alegría: en el amor vivido y en el "por vivir". 

"En el atardecer de la vida e juzgará el Amor", nos recuerda San Juan de la Cruz.

Un nuevo año ha "atardecido"...
Un año más de vida... y un año menos para llegar al cielo. 
Un año con sus alegrías... y sus amarguras. 
En vista a los acontecimientos de la vida de cada uno de ustedes, quiero hoy recordarles nuevamente que con todos sus engaños, trampas y sueños rotos, éste sigue siendo mundo hermoso, que vale la pena vivir como camino al cielo. 

En este valle de lágrimas, la alegría que da el Espíritu Santo es más fuerte que cualquier pena... Esa alegría profunda, serena, misteriosa, radiante... (quien la conoce, entiende lo que estoy diciendo... y a quien no la conoce, le repito con el salmo 33: "prueben y vean qué bueno es el Señor..."). 

Pongamos hoy nuevamente nuestra vida en manos de María Santísima. Ella pondrá el año que termina en manos del Padre Misericordioso, y la en el que comienza en manos del Hijo Providente... ella que es Soberana de los Ángeles, pero mucho más aún es nuestra: sangre y dolor de nuestra raza humana. 
Amén.

Autor: P Juan Pablo Esquivel