"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

miércoles, 9 de julio de 2014

EL ARTE DE AMAR A TODOS



Autor: Pablo Cabellos Llorente

         Son muchas las palabras  cuyo contenido cambia, bien por las permutas normales introducidas por escritores o por el pueblo llano e imaginativo, bien por intereses menos claros. No es infrecuente que un mismo vocablo sea utilizado deliberadamente para vaciar su contenido natural por otro que puede resultar ser exactamente lo contrario. Un ejemplo: lo que para algunos es un valor –el derecho al aborto-, para muchos es un desvalor –muerte de un inocente y muy probable padecimiento psicológico de la madre-.

         El ejemplo puede ser tomado como brutal, pero es real como bien sabemos todos. Mas no es menos atroz el uso destinado a la palabra amor. Originariamente, la voluntad podría considerarse –como hace Rafael Alvira- en cinco modos de querer: el primer uso sería el deseo como tendencia al fin, la búsqueda de la unión o posesión de lo deseado. La segunda manera  de querer aprueba o rechaza hechos sucedidos. Sería la tercera cuando nos dirigimos al futuro, en cuyo caso la voluntad es poder y elegir. La capacidad creadora del ser humano ocuparía el cuarto  puesto. Finalmente, hay un uso de la voluntad que llamamos amor y que viene a consistir en el reconocimiento y afirmación de una realidad por lo que en sí misma es y vale.

         Estos  usos de la voluntad se entremezclan en nuestras vidas y si alguno se ausenta,  debilitará el resto y al hombre mismo. Mas si no se encaminan al amor, que es su cúspide, la ruina será mayor. Porque la persona está hecha para  abrirse a otros. Muchos autores coinciden en que el hombre es un ser constitutivamente dialogante. Si no hubiese con quien establecer este diálogo manifestativo de la creatividad, de nuestra intimidad, de la capacidad de donación, en lugar de una persona lograda hallaríamos un fracasado. Digamos también que las relaciones interpersonales pueden medirse por el amor y la justicia.

         Si  saltamos a la caridad –virtud teologal por la que amamos a Dios sobre todas las cosas por Él mismo y a nuestros prójimos como a nosotros mismos por amor de Dios-, observaríamos una  virtud que no deroga nada de cuanto va dicho sobre los modos de ejercitar la voluntad y, por tanto, la libertad. No hay espacio para tratar con amplitud sobre la caridad, de la que afirma Tomás de Aquino que es una cierta participación en la infinita caridad, que es el Espíritu Santo, lo que, para ser pleno, exige estar en gracia de Dios. Y así, poder amar con el mismo Corazón de Cristo. ¡Qué lejos queda este planteamiento del pobre concepto de caridad consistente en la limosna dada a un pobre!

         Naturalmente, el mundo andaría mejor estructurado con lo escrito en los primeros párrafos, pero no hay duda de que si los cristianos viviéramos una caridad plena, seria más factible disfrutar del arte de amar a los demás. Estoy llamando arte al ejercicio de la primera de las virtudes porque, a pesar de que la creatividad ha sido el enunciado cuarto de las formas de querer, también se afirmó que todas confluyen en el amor, lo que conlleva siempre arte: para relacionarse y dialogar, para tender al bien amado, para rechazar lo que estorba, para elegir el amor.

         Ahora vendría bien considerar dos ideas agustinianas: “no se pregunta si ama, se pregunta qué ama”. Aquí aparecerían con toda seguridad discrepancias de apariencia insalvable, que no lo será tanto si  enterramos  los propios egoísmos para expresar el amor que es donación al otro: a Dios y a los demás. Luego san Agustín  expresó aquello tan banalmente entendido por algunos: “Ama y haz lo que quieras”. Esta idea agustiniana no puede comprenderse como una especie de libertinaje suicida,  la torpeza de prostituir el amor, lo que puede suceder en toda relación humana que ve a los demás como objetos: de placer, de negocio, de poder…

         Dos ideas más sobre el amor a los demás, extraídas de san Josemaría: en  “Es Cristo que pasa”, escribió: “la caridad cristiana no se limita a socorrer al necesitado de bienes económicos; se dirige, antes que nada, a respetar y comprender cada individuo en cuanto tal, en su intrínseca dignidad de hombre e hijo del Creador”. En “Amigos de Dios”, puntualiza más este aspecto al afirmar que amar es “buscar el bien de las almas sin discriminación de ningún género, logrando para ellas, antes que nada, lo mejor: que conozcan a Cristo, que se enamoren de Él”
Estaría en sintonía con la reiterada alusión del Papa Francisco a que la Iglesia no es una ONG.

         En la otra cara de la moneda queda el reproche del fundador del Opus Dei hacia “la mentalidad de quienes quieren ver el cristianismo como un conjunto de actos o prácticas de piedad, sin percibir su relación con las situaciones de la vida corriente, con la urgencia de atender a las necesidades  de los demás y de esforzarse por remediar las injusticias”, expresando a continuación que quien así pensara no habría comprendido todavía lo que significa que el Hijo de Dios se haya encarnado. Así saldremos  a las periferias de miseria y marginación.     


"Venid, benditos de mi Padre"

La palabra más bella que pueda Dios decirte es: "Venid" La invitación personal a acercarnos sin temor a Él.


Venid, benditos de mí Padre, a tomar posesión del Reino de los Cielos

Las palabras más bellas que pueda Dios decir a una criatura son ésas: Venid: la invitación personal a acercarnos sin temor; venid a mi mesa, venid a mi huerto, entrad en mi amistad.

Benditos de mí Padre: Tener la bendición de Dios en la vida es la máxima seguridad, porque esa bendición transforma tu vida entera en una amorosa felicidad.

A tomar posesión del Reino de los Cielos: Te daré la mitad de mi Reino, te doy mi Reino, se nos dice aquí; el Reino de Dios, ¡qué grande es, qué hermoso es, qué tuyo es! Aquí tienes la llave, pequeño príncipe del gran Reino. Te sonaba muy exigente el precio, porque te hablaban de cruz y renuncia, y ahora que eres dueño del castillo, ¿qué opinas? ¿Barato, muy caro, inefable? "Juego de niños", dijo uno del precio, cuando se lo mostraron, aunque lo maltrataron como a un mártir, y apostó por ese Reino; nadie se lo pudo arrebatar.

¿Por qué luchas en la vida? ¿Por qué te matas y trabajas y oras? ¡Qué rico eres y qué rico vas a ser, cuando te entreguen las llaves de un Reino eterno! Tienes que saber esperar y luchar y morir por ese Reino.

Tienes que estar en pie de lucha, debes funcionar con metas, estar hecho de urdimbre de guerrero.

Disfruta de la lucha también en las artes de la paz, y pelea por la santidad lo mismo que por ganar almas para Dios. 

La vida bien entendida es lucha, aventura apasionante, en la que se debe escalar la alta cima con lo mejor del propio esfuerzo, con todo lo que dé el alma y las uñas y el corazón.

En marcha pues, luchador; ármate de valor y fuego, de hambre de Dios y de cumbres: las cumbres te esperan.

Dios te dice desde arriba: Te espero, te he esperado muchos siglos; aquí te quiero ver, herido, rasguñado, enflaquecido por el esfuerzo, pero entero el corazón, para darte el eterno abrazo de la victoria. En marcha, luchador, te esperan las cumbres.

Has caído en mil batallas y ésa es la brecha abierta en tus murallas, pero hoy es tu fe más grande que todas las derrotas sufridas, y debes surgir de tus cenizas como el Ave Fénix.

¿Puedes? Si crees, puedes, apoyado en el Dios de los ejércitos.
Autor: P Mariano de Blas

martes, 8 de julio de 2014

Un cristiano sin la Virgen está huérfano


Autor: Papa Francisco
Ella nos acompaña siempre
Ciudad del Vaticano, 30 junio 2014 
El sábado por la tarde, el Papa encontró en la Gruta de Lourdes de los Jardines Vaticanos a un grupo de jóvenes de la diócesis de Roma. ´Esta visita a la Virgen es muy importante en nuestra vida -dijo-. Ella nos acompaña incluso en la decisión más definitiva, en la decisión vocacional porque acompaño a su Hijo en su camino que fue muy duro y doloroso. Ella nos acompaña siempre´.

´Cuando un cristiano me dice, no que él no ama a la Virgen, sino que no siente que tiene que buscarla y rezarla, me entristezco´ afirmó Francisco. ´Un cristiano sin la Virgen está huérfano, como también lo está un cristiano sin la Iglesia . Un cristiano necesita a estas dos mujeres, dos mujeres madres, dos mujeres vírgenes: la Iglesia y la Virgen. Y para hacer la prueba de una vocación cristiana justa, hay que preguntarse: ´¿Cómo es mi relación con estas dos Madres?´.

El Pontífice les recordó que en la actual cultura de lo provisional es importante no perder el sentido de lo definitivo. ´Tenemos miedo de lo definitivo. Y para elegir cualquier vocación, también las que son un estado: el matrimonio, la vida consagrada, el sacerdocio, hay que elegir desde una perspectiva definitiva. Y a eso se opone la cultura de lo provisional . Es una parte de la cultura que nos toca vivir en este momento, y hay que vivirla y vencerla´.

Al concluir, Francisco animó a todos a cantar el ´Salve Regina´ e impartió su bendición a los jóvenes y a sus familias, a quienes pidió también que rezasen por él.

lunes, 7 de julio de 2014

Cambio de Nombre en Los Play Boys


Como `pueden observar por la fotografía y el enlace:
Los Play Boys cambian de nombre y pasan a llamarse LOS MÍTICOS PLAYBOYS DE BADAJOZ de Badajoz, le han puesto un Adjetivo delante y han juntado Play Boys, aquí lo tienen.

http://www.oepm.es/es/signos_distintivos/resultados_expediente.html?mod=M&exp=3113354&bis

Con más tiempo ampliare la noticia.

domingo, 6 de julio de 2014

Homenaje a las víctimas


Para ellos todo era futuro. Oportunidades, ilusiones, proyectos. La muerte era lo último en lo que pensaban; ni se les ocurría.

Entre los sucesos históricos de un año tan singular como el 2000, se contará el del Kursk. El submarino ruso que sufrió un accidente, nunca aclarado, y se hundió. Moscú tardó varios días en enviar una operación de rescate. Asunto simplemente inexplicable. El resultado: 118 vidas, sepultadas en el fondo del mar. 

Es natural que nos preguntemos por qué suceden cosas así. Tal vez no nos interesa el trasfondo político, enmascarado por los hechos. Pero algo nos duele. Asusta imaginar la tensión que habrán vivido ahí dentro. El accidente. El paso de las horas en oscuridad total. La humedad y la presión. Incomunicación. Incertidumbre. Y el apagarse de las voces una a una. 

Nos duele por esos 118 hombres. La mayoría eran jóvenes, con una familia, con un futuro. Patriotas valientes que nunca regresaron de su aventura submarina. “No pudieron” ser rescatados. Vimos por televisión a sus esposas, a sus padres, llorando en el puerto, entre la indignación, la rabia y el desconsuelo. Alguien tendrá que revelar a sus hijos que "papá no volverá de su viaje por el mar". Cuando ya de poco servía, se rescataron cuatro cuerpos. Una multitud acompañó a la procesión funeraria. Las viudas, los huérfanos, los compañeros del ejército. Era la conciencia colectiva que quería gritar con su silencio: "¡No tenía que haber sucedido así!" Las víctimas de este accidente han dejado un vacío en la vida de los suyos y de su país. Nadie puede sustituir sus espacios en el tablero del mundo. 

El Kursk ocupó las primeras planas durante varios días. Todo el mundo lo sabía. No era para menos. Se trataba de un submarino nuclear ruso. Los 118 marinos murieron sirviendo a su patria. Homenaje bien merecido. 

Esto me llevó a pensar que no es cierto que hoy en día no se aprecie la vida humana. El mundo entero mostró indignación e interés por este incidente que costó la vida de tantos hombres. Con la misma evidencia esto se revela cada vez que tiene lugar una suceso similar: terremotos, huracanes, que han ganado fama a costa de tantas vidas y poblados destruidos; atentados, accidentes aéreos... 

¿Quién dice entonces que no nos importa la vida? Lágrimas por la guerra en Tierra Santa. Clamor popular y manifestaciones contra la violencia del terrorismo. Peticiones de indulgencia para los condenados a la pena de muerte. Prevención ante epidemias en Africa. 

Está claro que amamos la vida. La nuestra y las de los demás. Pero tal vez no todas las vidas por igual. Si no, ¿por qué tanto silencio ante una tragedia peor que todas aquéllas? ¿Cómo explicarnos tal indiferencia frente a la muerte de millones de seres humanos que también merecen un homenaje? 

Para ellos todo era futuro. Oportunidades, ilusiones, proyectos. La muerte era lo último en lo que pensaban; ni se les ocurría. Se sentían seguros y protegidos, en el calor del vientre materno. Hablamos no sólo de rusos, mexicanos, españoles... sino de personas de muchos países del mundo. Tal vez de todos. Se trata de inocentes que no murieron en un accidente o a causa de un fenómeno natural. 

Son víctimas a quienes tal vez pocos lloran. Y aparentemente no se nota el espacio vacío que dejan en el mundo. Sus restos no son depositados en una caja y llevados a un cementerio. No ocupan los titulares de la prensa. No llenan estadios. No hay homenaje para ellos. Jamás sabremos cuántos son, ni tendremos una lista con sus nombres, pues quizás no llegaron a tenerlos. Pero ¿quién puede afirmar que entre ellos no habría hombres y mujeres que marcarían la historia: futuros gobernantes, pensadores, sacerdotes, artistas? Habría... pero alguien no lo quiso así. Apenas probaron un poco de la aventura de vivir. Sólo pudieron imaginar cómo sería el rostro de su madre y soñar con el mundo que escuchaban ahí fuera, tan cerca. 

Sí. Nos referimos a los millones de bebés que el aborto ha hundido. Para ellos ya es demasiado tarde. No hace falta enviar una operación de rescate. Pero para otros, miles y miles más, todavía hay posibilidad. Podemos salvarlos y darles la oportunidad de seguir viviendo. Vamos a demostrar que en verdad nos interesa la vida, cada vida humana. Que nos duele que mueran los inocentes, como los marinos rusos del Kursk, como las víctimas de tantas catástrofes y guerras, como todos aquellos que no pudieron celebrar siquiera su primer cumpleaños. Este será el mejor homenaje para ellos. 

Autor: Ignacio Sarre

sábado, 5 de julio de 2014

Tomás, perseguido por Cristo

El Apóstol llamado Tomás en los Evangelios (Mt 10, 3; Mc 3,18, Lc 6,15) es apodado "Dídimo" que significa "gemelo" (Jn 11,16). Entra casi en el Evangelio de una forma silenciosa. Sus primeras palabras afirman en una ocasión su deseo de morir con Jesús (Jn 11, 16). 

Posteriormente se manifiesta con un estilo racionalista ante las palabras de Jesús, asombrándose de cómo se puede conocer un camino, no sabiendo a dónde se va (Jn 14,4). Finalmente conocemos su incredulidad ante el hecho de la Resurrección ( Jn 20, 24-29) y su presencia en la aparición de Jesús en el lago de Tiberíades (Jn 2, 1-14). 

Tras la Ascensión lo contemplamos en Jerusalén con los demás apóstoles. La tradición le asigna como actividad misionera Persia y la India. La ciudad hindú de Calamina, donde se supone que murió, no ha sido identificada. Santo Tomás murió mártir Sus restos fueron traslados a Edesa. 

Vamos a contemplar la figura de Sto. Tomás a la luz de ese amor de Dios que siempre persigue al hombre para que se salve y llegue al conocimiento de la verdad. Es una de las formas más bellas de ver la misericordia divina.

Dios siempre persigue al hombre cuando éste se sale del camino del amor y de la verdad que él le ofrece. La misericordia no es tanto una actitud pasiva de Dios, siempre dispuesto a perdonar, cuanto una acción de Dios positiva consistente en buscar la oveja perdida una y otra vez. El Evangelio está lleno de imágenes bellísimas de este estilo de Dios. Desde el buen Pastor que abandona el rebaño a buen recaudo para ir a buscar a la oveja perdida, hasta ese Cristo que providencialmente se hace presente siempre allí donde alguien le necesita, la realidad es que Dios persigue al hombre una y otra vez ofreciéndole su Corazón abierto para que vuelva. 

La misericordia divina, -un atributo precioso de Dios-, se convierte así en esa larga persecución de Dios al hombre a lo largo de toda la vida por medio de innumerables gracias que respetan indudablemente la libertad del hombre. No se resigna a perder a nadie. Dios no abandona a nadie, a no ser que alguien le abandone a él.

Desde el momento en que Dios crea a cualquier ser humano, esa persona se convierte en objeto inmediato del amor de Dios. A partir de ahí Dios se hace garante de un compromiso destinado a lograr, respetando la libertad humana, la salvación del hombre. Jamás desiste Dios de este compromiso, suceda lo que suceda y pase lo que pase. Es tal el amor de Dios hacia el hombre que, aun rechazado, olvidado, abandonado, blasfemado, Dios sigue llamando a las puertas del corazón una y otra vez, hasta el último momento de la vida. Este comportamiento divino se encierra en una palabra: "alianza". Dios ha hecho una alianza de amor con el hombre que él siempre respetará.

Desgraciadamente el hombre con frecuencia toma a broma este amor de Dios. Cree que la misericordia divina consiste en burlarse del amor de Dios que siempre terminará perdonando, incluso sin que medie la petición de perdón. Así muchos seres humanos juegan inconscientemente a lo largo de la vida con la misericordia divina, olvidándose de aquellas palabras de S. Pablo: "Trabajad con temor y temblor por vuestra salvación". En esta actitud se da un equívoco de fondo. Nada tiene que ver la Misericordia infinita de Dios con la certeza de que el hombre va a estar dispuesto a pedir perdón un día. La Misericordia divina siempre estará asegurada; no así la petición de perdón del hombre. La Misericordia divina necesita la actitud humilde del hombre que reconoce su mentira, su equivocación, su deslealtad al amor de Dios.

A pesar de los pecados cometidos, una y otra vez, nunca hay motivo o razón para dudar de la Misericordia divina. El amor de Dios es más grande que nuestros pecados, por terribles que fueran. Ahí tenemos a Pedro, a Zaqueo, a la mujer adúltera, a tantas personas pecadoras con quienes Cristo se encontró. Nunca encontraron en él el reproche amargo, el rechazo cruel, la crítica amarga. Al revés, todos los pecadores, que reconocieron su pecado, encontraron en Cristo el perdón, el aliento, el ánimo, la esperanza que tanto les ayudó a encontrar el camino de la paz y del bien. No deja de tener un significado muy consolador esa imagen del Crucificado, en la que Cristo, clavado en la Cruz, tiene los brazos abiertos para siempre, convirtiéndose así en la imagen de ese Dios que siempre espera, que siempre acoge, que siempre abraza.

Autor: P. Juan J. Ferrán

viernes, 4 de julio de 2014

¿Miedo a quedar anticuados?

Sólo queda anticuado quien sigue modas pasajeras, porque la verdad nunca pasa.
En diversos momentos de la historia surge un miedo íntimo a perder el tren del progreso, a quedarse anticuados, a sucumbir bajo acontecimientos e ideas que avanzan triunfantes.

Ese miedo es sano si lo nuevo resulta mejor que lo antiguo. Ese miedo es confuso si no hemos pensado seriamente dónde esté lo mejor y dónde lo peor. Ese miedo es suicida y enfermizo cuando algo nuevo destruye elementos buenos del pasado y avanza hacia metas irracionales, incluso negativas.

Un cristiano, ¿puede tener miedo a quedar anticuado? En realidad, si está profundamente enraizado en Cristo, si cree con fe auténtica en la Victoria del Maestro, si lee y busca vivir el Evangelio, si acoge lo que dicen el Papa y los obispos cuando exponen la doctrina católica... un cristiano así no tendrá nunca miedo a quedar anticuado.

Porque vivir según la fe de la Iglesia no es anclarse en ideas caducas que hoy sirven y mañana se tiran, sino que permite al creyente construir su existencia sobre una Roca viva y presente en el tiempo y más allá del tiempo: Jesucristo.

Por eso no tenemos miedo a quedar anticuados. El Evangelio conserva una vitalidad y un empuje que vale para todos los hombres, en todos los tiempos, a través de las diferentes culturas. Es levadura que rejuvenece, es sal que purifica, es agua que lava, es alimento que da vida eterna.

Sólo queda anticuado quien sigue modas pasajeras, quien abraza novedades sin un sano discernimiento, quien promueve libertades orientadas al capricho y a la comodidad, quien renuncia al sano sacrificio, quien avanza por la puerta amplia que lleva a la perdición (cf. Mt 7,13-14).

No tenemos miedo a quedar anticuados, porque la verdad nunca pasa, mientras que cielos y tierras quedan enjaulados en el flujo del tiempo (cf. Mt 24,35).

Ante nuestros ojos sucumben los engaños del mundo, del demonio y de la carne. La belleza del Resucitado brilla con la frescura de una mañana eterna y joven. No tenemos miedo, sino esperanza, porque Él ha vencido al mundo (cf. Jn 16,33).

Autor: P. Fernando Pascual LC

jueves, 3 de julio de 2014

A medio camino... empecemos hoy

Tal vez nos han pasado cosas inesperadas para poder realizar todo aquello que con tanto entusiasmo emprendimos


Nos encontramos a medio camino, en la mitad del año.

Ha transcurrido ya tiempo desde aquellos primeros días de enero en los que pisábamos el flamante camino con un paso un poco cauteloso, con una incógnita en el corazón pero también con una alforja llena de buenos propósitos. Empezábamos el camino nuevo, mejor dicho, no había camino, ahora se ha hecho camino al andar.

Es bueno volver la vista atrás y hasta quizá hacer un alto en este tan personal sendero para ver qué ha sido de todo "aquello" que nos propusimos con auténtico afán de mejorar. ¿Somos, aunque sea un poco, algo mejores? ¿Vamos cumpliendo con aquellas metas que se nos antojaron que podíamos alcanzar? ¿Los que nos rodean podrán decir que hemos cambiado, que se nos nota diferentes y que ahora nuestro trato y cercanía es una agradable realidad?

Tal vez nos han pasado cosas, muchas cosas inesperadas, quizá dolorosas, tal vez hemos encontrado muchos obstáculos, más fuertes de lo que esperábamos encontrar para poder realizar todo aquello que con tanto entusiasmo emprendimos pero... también quizá nos hemos ido dejando llevar por el cómodo "mañana" y ese, como es natural, aún no llega. No nos desanimemos. 

El comienzo de un nuevo año no es elemento privativo de cambio. Siempre se puede cambiar. Nunca es tarde. Empecemos hoy, desde este instante. Nada importa que hayan pasado los meses...lo que pasó, pasó, y en este momento lo que estamos viviendo es el HOY.

Veamos al fondo de nuestra alforja de peregrinos, de caminantes hacia la casa del Padre. ¿Todavía están aquellos propósitos, aquellos buenos deseos?. Pues empecemos hoy. Ahora. Si era el dejar de fumar, el beber en demasía y sin control, el comer desordenadamente, el abatir la pereza, etcétera, hoy es el momento. 

No olvidemos que nunca es tarde para decir: te quiero, para perdonar, para llamar al amigo o a la amiga que teníamos en el olvido, para visitar a una persona que está sola o enferma, para ser más comprensivos, más tolerantes, para ser más generosos, más desprendidos, más cariñosos, más alegres, más puntuales, más responsables de nuestros deberes y obligaciones, más cordiales, más humildes, más serviciales, más honestos, más pacientes, más serenos, más limpios de corazón, más auténticos, más firmes en el cumplimiento de las leyes de Dios, en resumen: más FELICES. No olvidemos a Dios en nuestro diario caminar, Él es el único que nos dará esa fuerza para cumplir nuestros propósitos, que nos ayudará a amar más y mejor, Él es quien nos da la verdadera alegría. No olvidemos su gran amor por nosotros. 

Porque vivir empeñados en todo esto nos traerá la PAZ y con la paz en nuestra vida iremos haciendo el camino nuevo, que día a día, marcan nuestros pasos, pero siempre con el esfuerzo y el empeño de ser cada día mejores. EMPECEMOS HOY.

Autor: Ma Esther De Ariño

miércoles, 2 de julio de 2014

La oración: el amor es el que habla

Orar es dejar que hable el amor. ¡Cuántas veces le tenemos miedo al amor, no dejamos que el amor hable!


Esta frase del libro de la vida de Santa Teresa nos ayuda a comprender lo que es la oración. Ella encuentra en Toledo a un Padre dominico conocido que no ve desde hace mucho tiempo. Le cuenta bajo secreto de confesión todo lo que le pasa a su alma y las penas sufridas por la reforma del Carmelo.

El religioso la escucha, la consuela y le pide que no deje de pedir por él. Teresa, agradecida, confía al Señor el alma de este sacerdote. Ella va al lugar a donde solía orar y allí se queda "muy recogida, con un estilo "abovado" que muchas veces, sin saber lo que digo, trato". Y añade: "que es el amor que habla" (Libro de la Vida, 34, 8).

Orar es dejar que hable el amor. ¡Cuántas veces le tenemos miedo al amor, no dejamos que el amor hable! Sino que preferimos que hable sólo nuestra razón o nuestra mera capacidad humana de entender las cosas. Muchas veces reprimimos el amor como si fuera muestra de debilidad como si también en la oración tuviéramos que demostrar los fuertes e inteligentes que somos. Sin embargo la oración, sin dejar impedirnos usar nuestro entendimiento, es el momento explayar el corazón, y de dejar que el Amor divino nos inunde y nos queme con sus rayos. En una sociedad más racionalista y secularizada, nos da vergüenza de liberar la parte más noble de nosotros mismos, nuestra capacidad de amar y ser amados. Y vivimos como mutilados, no respirando a pleno pulmón, caminando sólo al ritmo que nos permite nuestras convenciones humanas o nuestro miedo de amar demasiado.

Orar, "es el amor que habla". Santa Teresa cuenta que, dejando al religioso, comenzó a hablar con Dios con toda sencillez, como ella solía hacer, dejando que el amor hablase. No sólo el amor que su alma nutría hacia Dios, sino también "comprendiendo el amor que Dios le tiene a ella". La oración usa un lenguaje de amor. Y el lenguaje de amor es especial, es único, tiene su lógica, su gramática y su sintaxis. Lo entienden los que aman. Basta un gesto, una mirada, un movimiento, una sonrisa. Dejemos que el amor hable en nosotros. Dejemos que el Amor nos hable. Dejémonos conducir por el Espíritu Santo que es la persona de la Trinidad que es el Amor del Padre al Hijo y del Hijo al Padre.

Cuando aprendamos el lenguaje del amor que nos enseña el Espíritu Santo, lenguaje hecho de sencillez y espontaneidad, que cualquiera que tenga un corazón puede aprender, entonces comprenderemos que la oración no es sino un ejercicio de amor, es una expresión de amor, es un grito de amor, es una súplica de amor.

La mística Teresa continua diciendo que el Amor que Dios tiene al alma hace que ésta se olvide de sí y "le parece está en Él". Nada la separa de Él. La sencillez del amor logra el mejor estado de unión. Entonces el alma orante "habla desatinos". Comienza a usar el lenguaje más elevado y puro, el lenguaje del amor, porque, como diría San Juan de la Cruz, "ya sólo en amar es mi ejercicio" (Cántico Espiritual, 95).

Autor: P. Pedro Barrajón, L.C.

martes, 1 de julio de 2014

La lucha entre el bien y el mal

¡Corazón Inmaculado! Ayúdanos a vencer la amenaza del mal, que tan fácilmente se arraiga en los corazones
Tocamos continuamente la lucha entre el bien y el mal. En la familia y en el trabajo. En la ciudad y en el Estado. Entre amigos y con desconocidos.

Esa lucha penetra también en lo más profundo de mi corazón. A veces opto por el bien: soy generoso, perdono, fomento la paciencia, me comprometo a ayudar a familiares, amigos y conocidos. Otras veces elijo el mal: busco sólo mis intereses, me dejo atrapar por la avaricia, envidio a quien parece tener éxito, daño con mi lengua a cercanos o lejanos.

Se trata de una lucha que recorre toda la historia humana, y que llegó a niveles inauditos durante la vida de Cristo: el Maligno en persona tentó al Maestro, y desencadenó odios que llevaron al drama del Calvario.

Pero la última palabra de la historia humana queda en manos de Dios, que es bueno, omnipotente, misericordioso. La esperanza, desde entonces, es la palabra clave para la vida del cristiano.

En medio de la lucha, ante las tentaciones de cada día, necesitamos mirar hacia un crucifijo para aprender el camino que lleva a la victoria: humildad, total obediencia al Padre, perdón, entrega hasta el heroísmo.

Tenemos, además, la presencia de una Madre. Ella está cerca de los hijos. Ella nos indica el camino que lleva a Cristo. Ella nos da un ejemplo maravilloso de escucha y acogida de todo aquello que Dios pueda pedirnos.

A la Virgen María san Juan Pablo II dirigió una emotiva oración ante los males del mundo, que necesitamos recordar en medio de la lucha que vivimos en nuestros días:

¡Corazón Inmaculado! Ayúdanos a vencer la amenaza del mal, que tan fácilmente se arraiga en los corazones de los hombres de hoy y que con sus efectos inconmensurables pesa ya sobre la vida presente y da la impresión de cerrar el camino hacia el futuro.

¡Del hambre y de la guerra, líbranos!

¡De la guerra nuclear, de una autodestrucción incalculable y de todo tipo de guerra, líbranos!

¡De los pecados contra la vida del hombre desde su primer instante, líbranos!

¡Del odio y del envilecimiento de la dignidad de los hijos de Dios, líbranos!

¡De toda clase de injusticias en la vida social, nacional e internacional, líbranos!

¡De la facilidad de pisotear los mandamientos de Dios, líbranos!

¡De la tentativa de ofuscar en los corazones humanos la verdad misma de Dios, líbranos!

¡Del extravío de la conciencia del bien y del mal, líbranos!

¡De los pecados contra el Espíritu Santo, líbranos!, ¡líbranos! (Juan Pablo II, 25 de marzo de 1984).

Estamos en una lucha a muerte. Cada derrota implica un avance del pecado en nuestra historia. Cada victoria abre el mundo a Dios y aumenta el amor hacia el hermano.

En este momento decido. Necesito ayuda, desde una súplica humilde a Cristo y a su Madre para que la gracia triunfe en más y más corazones, también en el mío..

. Autor: P. Fernando Pascual LC