"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

jueves, 16 de agosto de 2012

EUCARISTÍA Y GENEROSIDAD

Es el sacramento de la máxima generosidad de Dios, que nos llama e invita a nuestra generosidad con Él y con el prójimo.
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La generosidad es la virtud de las almas grandes, que encuentran la satisfacción y la alegría en el dar más que en el recibir. La persona generosa sabe dar ayuda material con cariño y comprensión, y no busca a cambio que la quieran, la comprendan y la ayuden. Da y se olvida que ha dado.

El dar ensancha el corazón y lo hace más joven, con mayor capacidad de amar. Cuanto más damos, más nos enriquecemos interiormente.

¿Con quién tenemos que ser generosos? Con todos. Con Dios. Con los demás, sobre todo con los más necesitados.

Manifestaciones de una persona generosa.
·  Sabe olvidar con prontitud los pequeños agravios.
·  Tiene comprensión y no juzga a los demás.
·  Se adelanta a los servicios menos agradables del trabajo y de la convivencia.
·  Perdona con prontitud todo y siempre.
·  Acepta a los demás como son.
·  Da, sin mirar a quién.
·  Da hasta que duela.
·  Da sin esperar.

Hagamos ahora la relación eucaristía y generosidad.

Generosidad, primero, por parte de Dios.

Generoso es Dios que nos ofrece este banquete de la eucaristía y nos sirve, no cualquier alimento, sino el mejor alimento: su propio Hijo. Generoso es Dios porque no se reserva nada para Él.

Generoso es Dios en su misericordia al inicio de la misa, que nos recibe a todos arrepentidos y con el alma necesitada. Generoso es Dios cuando nos ofrece su mensaje en la liturgia y lo va haciendo a lo largo del ciclo litúrgico.

Generoso es Dios cuando considera fruto de nuestro trabajo lo que en realidad nos ha dado Él; pan, vino, productos de nuestro esfuerzo. Generoso es Dios cuando no mira la pequeñez y mezquindad de nuestro corazón al entregarle esa poca cosa, y Él la ennoblece y diviniza convirtiéndola en el cuerpo y la sangre de su querido Hijo.

Generoso es Dios que nos manda el Espíritu Santo para que realice ese milagro portentoso. El Espíritu Santo es el don de los dones. Generoso es Dios cuando acoge y recibe todas nuestras intenciones, sin pedir pago ni recompensa. Generoso es Dios cuando nos ofrece su paz, sin nosotros merecerla.

Generoso es Dios cuando se ofrece en la Comunión a los pobres y ricos, cultos e ignorantes, pequeños, jóvenes, adultos y ancianos. Y se ofrece a todos en el Sagrario como fuente de gracia.

Generoso es Dios, que va al lecho de ese enfermo como viático o como Comunión, para consolarlo y fortalecerlo. Generoso es Dios que está día y noche en el Sagrario, velando, cuidándonos, sin importarle nuestra indiferencia, nuestras disposiciones, nuestra falta de amor.

Generoso es Dios que se reparte y se comparte en esos trozos de Hostia y podemos partirlo para que alcance a cuántos vienen a comulgar. Es todo el símbolo de darse sin medida, sin cuenta, y en cada trozo está todo Él entero. Generoso es Dios que no se reserva nada en la eucaristía.

Y en todas partes, latitudes, continentes, países, ciudades, pueblos, villas que se esté celebrando una misa, Él, omnipotente, se da a todos y todo Él. Y no por ser un pequeño pueblito escondido en las sierras deja de darse completamente. ¿Puede haber alguien más generoso que Dios?

Segundo, generosidad por parte de nosotros.

Aquí, a la Eucaristía, hemos venido trayendo también nuestra vida, con todo lo que tiene de luces y sombras, y se la queremos dar toda entera a Dios. Le hemos dado nuestro tiempo, nuestro cansancio, nuestro amor, nuestros cinco panes y dos pescados, como el niño del evangelio. Es poco, pero es lo que somos y tenemos.

Hemos venido con espíritu generoso para dar, en el momento de las lecturas, toda nuestra atención, reverencia, docilidad, obediencia, respeto. En el momento del ofertorio hemos puesto en esa patena todas nuestras ilusiones, sueños, alegrías, problemas, tristezas. En el momento de la colecta se nos ofrece una oportunidad para ser generosos. En el momento de la paz se nos ofrece una oportunidad para saludar a quien tal vez está a nuestro lado y hace tiempo que no saludamos. Salimos con las manos llenas para repartir estos dones de la eucaristía.

En fin, la Eucaristía es el sacramento de la máxima generosidad de Dios, que nos llama e invita a nuestra generosidad con Él y con el prójimo. Jesús eucaristía, abre nuestro corazón a la generosidad.
Autor: P. Antonio Rivero LC.

miércoles, 15 de agosto de 2012

MARÍA HA SUBIDO AL CIELO EN CUERPO Y ALMA

Ahí nos espera; en ninguna otra parte, con los brazos abiertos para abrirnos la puerta de la gloria.

El triunfo de María es también el triunfo de sus hijos. María ha subido al cielo en cuerpo y alma para decirnos que un día estaremos con Ella, de manera semejante. Ahí nos espera; en ninguna otra parte, con los brazos abiertos para abrirnos la puerta de la gloria.

La mujer que podemos definir como Amor vivió en este mundo sólo amando: amando a Dios, a su Hijo Jesús desde que lo llevaba en su seno hasta que lo tuvo en brazos desclavado de la cruz. Amó a su querido esposo san José, y amó a todos y cada uno de sus hijos desde que Jesús la proclamó madre de todos ellos.

Desde su asunción a los cielos ha seguido amando durante dos mil años a Dios y a los hombres: Es un amor muy largo y profundo. Y apenas ha comenzado la eternidad de su amor.

Dentro de ese océano de ternura que es el Corazón de María estamos tú y yo para alegrarnos infinitamente. Desde el cielo una Madre nos ama con singular predilección. La fe en este amor debe llenar nuestra vida de alegría, de paz y de esperanza.

Dios adelantó el reloj de la eternidad para que María pudiese inaugurar con su hijo nuestra eternidad. Mientras nosotros esperamos, Ella goza de Dios con su cuerpo inmaculado, el que fue cuna de Jesús durante nueve meses.

El cuerpo en el que Dios habitó es digno de todo respeto. Está eternizado en el cielo, incorrupto, feliz como estará un día el nuestro. El cuerpo que vivirá eternamente en el cielo es digno de todo respeto. No se debe degradar lo que será tan dignamente tratado. Pasará por la corrupción, pero sólo para resucitar en nueva espiga y nuevo cuerpo inmortal, incorrupto, puro y santo.

"Voy a prepararos un lugar": Así hablaba Jesús a los apóstoles con emoción contenida. Personalmente se encargaría de tener listo ese lugar. Pero sabemos quién le ayudaría cariñosamente a preparar dicho lugar: María Santísima. Ella le ayudó -y de qué manera tan eficaz- en sus primeros pasos a la Iglesia militante. Ella sigue ayudando con su amorosa intercesión a la Iglesia purgante y, de manera muy particular, a preparar la definitiva estancia a la Iglesia triunfante.

Podremos estar seguros de ver un ramo de flores con una tarjeta y nuestro nombre: Hijo, hija, cuánto me costaste. Pero ya estás aquí. También habrá un crucifijo con esta leyenda: “Te amé y me entregué a la muerte por ti”. Jesús. Habrá un ramo de almendro florido colocado por Jesús de parte de María.

El premio de los justos es el cielo, la felicidad eterna. Poco lo pensamos. Mucho lo ponemos en peligro. “Alegraos más bien de que vuestros nombres estén escritos en el cielo”. Sabremos entonces por qué decía Jesús estas solemnes palabras, cuando veamos con los ojos extasiados lo que ha preparado Dios a sus hijos. Si les dio su sangre y su vida, ¿no les iba a dar el cielo?

Pero aquí andamos distraídos, perdidos, olvidados, comiendo los frutos agraces del pecado que pudre la sangre y envenena el alma. Cuantas veces emprendimos el camino del infierno. Tantas otras una mano cariñosa y firme nos hizo volver al camino del cielo. Pensamos en todo menos en los mejor y lo más hermoso. ¡Pobres ignorantes, ingratos, desconsiderados!


El cielo es cielo por Dios y María. Al fin nos encontraremos cara a cara con los dos más grandes amores de nuestra vida. Entonces sabremos lo que es estar locamente enamorados y para siempre de las personas más dignas de ser amadas. Enamorados de Dios, en un éxtasis eterno de amor: amados por el Amor Infinito, la Bondad Infinita. Ahí comprenderemos los misterios del amor aquí muy poco comprendidos. Volveremos a Belén a amar infinitamente, eternamente a aquel Dios hecho niño por nosotros. Volveremos a la fuente de Nazareth donde Jesús llenó el cántaro de María tantas veces. Volveremos al Cenáculo a quedar de rodillas y extasiados ante la institución de la Eucaristía, y comprenderemos las palabras del evangelista Juan: “Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo”.

Volveremos al Calvario y querremos quedarnos allí mucho, mucho tiempo, siglos para contemplar con el corazón en llamas el amor más grande, la ternura más delicada, y comprenderemos cada uno lo que Pablo decía: “Líbreme Dios de gloriarme en nada si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo”. Pediremos permiso de bajar a la tierra para visitar los Santos lugares no como turistas sino como locamente enamorados.

Al cielo subió la Puerta del cielo. Sueño en ese momento en que tocaré a la puerta. Y saldrá a abrirme con los brazos abiertos y una sonrisa celestial María Santísima. Tendré que sostenerme para no morir otra vez, pero de puro gozo al ver sus ojos de cielo, su rostro bellísimo, su amor increíble pero real.

María es la mujer más triunfadora. La humilde esclava del Señor ha logrado lo que ninguna mujer famosa ha conseguido. Eligió como meta cumplir la voluntad de Dios; como motivación el amor. El Premio: La Asunción los cielos en cuerpo y alma. Así nos enseña de forma contundente la mejor forma de vivir.
Autor: P. Mariano de Blas LC.

martes, 14 de agosto de 2012

¿CÓMO ORAR CUANDO SIENTES MIEDO?

Cuando un hijo se dirige a su padre con humildad y absoluta confianza, lo obtiene todo de él.

Todos queremos seguridad y buscamos seguridades. Nos da miedo cuando no hay seguridad, cuando perdemos nuestras seguridades o cuando se ven amenazadas o reducidas.

Te da seguridad un buen empleo, la aceptación de los demás, las cosas que posees, los amigos que te respaldan, un entorno conocido, tus habilidades, tu formación profesional, tus títulos, el dinero, recibir reconocimientos y dignidades, ser consultado, recibir atenciones, tu hogar, una buena salud, etc.

Cuando se ponen en riesgo nuestras seguridades nos entra miedo. Se derrumban o disminuyen nuestras seguridades y corremos el riesgo de desmoronarnos. Cuando esto sucede nos encontramos en la posición del pobre, del que nunca ha tenido nada o del que lo ha perdido todo y depende totalmente de la gratuidad del amor de Dios.

Es humano tener miedo. No nos extraña que hasta los Papas sientan miedo cuando son elegidos. Tengo a la mano una oración del Cardenal Eduardo Pironio, argentino, en que se presenta ante Dios con mucho miedo. Tuve la gracia de tratar mucho con él y hablaba con frecuencia de la confianza, de la virtud de la esperanza; tal vez por el miedo que sentía. Extraigo partes de una de sus oraciones:

Señor,
Hoy necesito hablar contigo con sencillez de pobre, con corazón quebrantado pero enteramente fiel.

Sufro, Señor, porque tengo miedo,
mucho miedo, más que nunca.
Yo no sé por qué, o mejor, sí se por qué:
porque Tú, Señor, adorablemente lo quieres.
Y yo lo acepto.
Pero también escucho tu voz de amigo:
"No tengas miedo, no se turbe tu corazón.
Soy yo. Yo estaré contigo hasta el final."
Repítemelo siempre Señor,
y en los momentos más difíciles,
suscita a mi alrededor almas muy simples
que me lo digan en tu nombre.

Tengo miedo, Señor, mucho miedo.
Miedo de no comprender a mis hermanos
y decirles las palabras que necesitan.
Miedo de no saber dialogar,
de no saber elegir bien a mis colaboradores,
de no saber organizar la diócesis,
de no saber planear,
de dejarme presionar por un grupo o por el otro,
de no ser suficientemente firme
como corresponde a un Buen Pastor,
de no saber corregir a tiempo,
de no saber sufrir en silencio,
de preocuparme excesivamente por las cosas al modo humano,
y entonces, estoy seguro de que me irá mal.
Por eso, Señor, te pido que me ayudes.

Me hace bien sentirme pobre,
muy pobre, muy inútil y pecador.
Ahora siento profundamente mis pecados.
He pecado mucho en mi vida
y tú me sigues buscando y amando.
Pero te repito, sigo teniendo miedo, mucho miedo.
No lo tendría si fuera más humilde.
Yo creo que me asusta la posibilidad del fracaso.
Temo fracasar, sobre todo, después de que me esperaron tanto.
Pero no pienso que Tú también fracasaste,
que no todos aceptaron tu enseñanza.
Hubo muchos que te dejaron porque "les resultaba dura" y absurda tu doctrina.

Nunca te fue bien, Señor:
te criticaron siempre y quisieron despeñarte.
Si no te mataron antes fue por miedo al pueblo que te seguía.
Pero te rechazaron los sacerdotes; te traicionó Judas; te negó Pedro;
te abandonaron todos tus discípulos
¿y no sufrías entonces?
Y yo, ¿quiero ser más que el Maestro y tener más fortuna que mi Señor?
Jesús, enséñame a decir que sí y a no dejarme aplastar por el miedo.


El Cardenal Pironio sabía ver en el sufrimiento la mano providente de Dios Padre. En su testamento espiritual escribe: Que nadie se sienta culpable de haberme hecho sufrir, porque han sido instrumento providencial de un Padre que me amó mucho.

Lo que más aprendo de esta oración es la humildad y la confianza con que se dirige a Dios. Cuando un hijo se dirige a su padre con humildad y absoluta confianza, lo obtiene todo de él. El padre es protector y proveedor. Si el hijo expone a su padre su debilidad, su miseria, sus faltas, su condición vulnerable, y se dirige a él pidiendo ayuda con absoluta confianza, un buen padre siempre responde.

Cuando sentimos miedo al perder nuestras seguridades o al no tener seguridad alguna, podemos tener la certeza de que si lo aceptamos con humildad y acudimos con confianza a Dios Padre, el amor de Dios vendrá en nuestro auxilio. La confianza filial lo obtiene todo de Dios.

Cuando sentimos miedo también podemos orar con la ayuda del Salmo 23: Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque Tú vas conmigo. Tu vara y tu cayado me sosiegan y del Salmo 30 En ti, Señor, me cobijo, nunca quede defraudado. Sé mi roca de refugio, alcázar donde me salve; pues tú eres mi peña y mi alcázar.

Cuando sentimos miedo, la roca firme del amor misericordioso de Dios es nuestra seguridad.

Autor: P Evaristo Sada LC.
Este artículo se puede reproducir sin fines comerciales y citando siempre la fuente www.la-oracion

lunes, 13 de agosto de 2012

HAY. HAY ALGO. HAY ALGUIEN

Hay vida ante mis ojos y esperanza en mi corazón. Hay un poco de cielo que desvela misterios de estrellas.

Hay. Hay algo. Hay alguien. Hay viento, hay lluvia, hay calor. Ocurre. Ocurrió, o tal vez ocurrirá.

Lo que existe viene de un pasado. A veces podemos comprender el hilo de los hechos. Otras veces nos resulta difícil indagar por qué se produjo un accidente, por qué existe un edificio, por qué un hombre y una mujer un día se casaron.

Con o sin explicaciones, hay cosas ante nosotros. Además, nuestras acciones promueven nuevas cadenas de acontecimientos. Somos creadores de historia.

Hay algo, hay alguien. Yo mismo existo, pienso, actúo. ¿Hacia dónde dirijo mis pasos? ¿Desde dónde surgen mis pensamientos? ¿Qué esperanzas me guían? ¿Qué miedos me paralizan?

Mañana otros encontrarán nuevos edificios, nuevos problemas, nuevas soluciones, nuevos caminos. Muchos dependerán de lo que ahora tenemos y de lo que ahora decidimos. Lo que habrá mañana surge desde lo que hay ahora.

Pero más allá de las decisiones humanas, con sus errores y sus aciertos, hay un Dios que mueve, de maneras misteriosas, los hilos de la historia.

Ese Dios sigue hoy su "tarea", como dice una poesía. Desde su Amor nacimos. Hacia su cielo caminamos. Con su Palabra ilumina. Con su respeto deja en las manos de cada hombre el rumbo que tomarán sus pasos y lo que "habrá" en el futuro.

Hay una tórtola que canta desde un techo. Hay vida ante mis ojos y esperanza en mi corazón. Hay un poco de cielo que desvela misterios de estrellas. Hay arroyos que refrescan tierras necesitadas de consuelo. Hay un Dios que trabaja en la historia y que me acompaña en la marcha, misteriosa y apasionante, de mi existencia humana.
Autor: P. Fernando Pascual LC.

EN VACACIONES...LA VIDA INTERIOR... ¿QUÉ?

No olvidemos, porque estamos de vacaciones, todo el esfuerzo que hicimos para mejorar día con día cuando estábamos en tiempo de trabajo
Sería interesante preguntarnos si la vida interior puede o debe tener vacaciones.

Primero partiremos de lo que significa o encierra la palabra: vacación.

Vacación es la suspensión del trabajo o del estudio durante algún tiempo y este tiempo de asueto, descanso y recreo que siempre ha sido sumamente necesario para el hombre, lo es mucho más para el hombre de nuestros días. Y al decir el hombre nos referimos también a la mujer y a los pequeños y grandes estudiantes que llevan un tiempo largo y sostenido en sus quehaceres y trabajos.

El periodo de vacaciones es muy saludable para la mente y para el cuerpo pues la rutina y el esfuerzo de la vida diaria pueden llegar a sumirnos en el estrés y por lo tanto al menor rendimiento de nuestras capacidades. Todo esto lo sabemos y está muy bien hasta ahí, pero.. ¿y la vida interior... el espíritu?

Decididamente es otra parte de la que sabemos se compone el hombre y no puede entrar en vacaciones. El enemigo acecha, siempre está alerta... él no tiene vacaciones.

Darle vacaciones a nuestra vida interior sería empezar a perder terreno en la batalla del bien contra el mal.

Nuestro espíritu se nutre de la oración, de la meditación, de la cercanía de los Sacramentos y de la presencia de Dios.

Estamos de acuerdo que el cambio en nuestro modo de vivir por vacaciones hará un poco distinto lo habitual pero hemos de procurar dar en todo momento un lugar preponderante a esta parte íntima de nuestro ser.

Hemos de acrecentar el deseo de orar, de elevar nuestra alma al Creador al contemplar una puesta de sol, quizá el mar, quizá la montaña. ¿Quién no puede encontrar, si quiere, un momento para darle gracias a Dios por el lindo día de campo, de viaje, de museos, de alegre diversión, de descanso, de encuentro con amigos o familiares distantes y pedirle nos siga bendiciendo y aumentando nuestra fe, en el siguiente día?

¿Quién no puede, si se lo propone, cumplir con el precepto de la Misa los domingos y tratar de buscar la palabra adecuada, la semilla buena, dejada caer como al azar, para que más tarde germine en el alma de quien tuvimos la ocasión de tratar en un viaje, o en una reunión?

Las vacaciones de nuestro espíritu son un mayor acercamiento a Dios. Ahí se robustece, ahí cobra mayor vigor.

No olvidemos, porque estamos de vacaciones, todo el esfuerzo que hicimos para mejorar día con día cuando estábamos en tiempo de trabajo, por el contrario, empeñemos en obtener, donde quiera que estemos, un mejoramiento y superación en nuestra vida interior y el recuerdo de, que por donde pasamos, intentamos dejar una huella de luz para los demás.
Autor: Ma. Esther De Ariño.

domingo, 12 de agosto de 2012

LA VIRGEN FUE LA PRIMERA CRISTIANA

Precursora de nuestra Iglesia, Reina del Cielo y de la tierra. ¡María es la Madre de la Iglesia!

El primer cristiano, cuando el mundo todavía no conocía el misterio de la Redención, fue la joven y sorprendida Virgen María. El Angel le reveló ese día el mayor misterio de la historia del mundo, y Ella no podía salir de su asombro. ¡Ella!. ¡Madre de Dios!. Y en ese mismo instante en que se unieron para siempre la Criatura y Su Creador, dio comienzo la mayor historia de Amor que jamás existió ni existirá: la historia de Dios hecho Hombre y entregado por nosotros.

María fue ese día testigo de la unión del hombre con la Divinidad. Dios hizo Su Nido en la Criatura, y la Criatura se transformó en la casa de Dios. María, que siempre había tenido al Espíritu Santo viviendo a pleno dentro de Ella, tuvo desde ese momento al Hombre-Dios creciendo y tomando su humanidad, para caminar en el sendero de la Vida de Cristo desde la primera fila, desde su origen.

La Virgen fue la primer cristiana, la primera pieza humana del Cuerpo Místico de Cristo. Y fue de este modo también punto de partida de otro prodigio de Dios: en la unión de María con el Redentor se inicia el proceso que culmina en el nacimiento de la Iglesia. La Mujer Perfecta en el amor y la humildad recibió en su seno a Dios hecho Hombre, y así cumplió la misión que el mismo Dios le confió. De esta manera surgió la Nueva Jerusalén, el Nuevo Templo que iba a albergar al Santo de los Santos, Jesucristo, por los tiempos de los tiempos. ¡María es la Madre de la Iglesia!.

¡Que perfección!. ¡Que maravilloso es el Plan de Dios!. En la humilde Nazaret, en esa pequeña y desconocida Mujer se formó, con la intervención del Espíritu Santo, la mayor Obra Divina que el Cielo legó al hombre. En el mismo acto y en la presencia del Angel Gabriel y del Cielo todo, que admirado contemplaba, se encarnó Dios y se hizo Hombre, y surgió el primer cristiano. Y este primer cristiano fue luego elevado a la figura de Madre de todos los hombres, y Madre de la Iglesia.

Todo ocurrió en ese instante, en esa fracción de segundo, en la Palestina de hace dos mil años. El antiguo pueblo de Dios y Su Templo dieron paso al nuevo pueblo, el pueblo cristiano, y al nuevo Templo, la Santa Iglesia.

Virgen María, precursora de nuestra Iglesia, Reina del Cielo y de la tierra, puente entre la Divinidad y la criatura, alcánzanos con tu infinita Gracia los dones que nos hagan ser dignos integrantes del Pueblo del que Tu Hijo es Cabeza, Tu Padre es Creador y Tu Esposo es el soplo que le da la Vida.
Autor: Oscar Schmidt.

sábado, 11 de agosto de 2012

¿MIEDO A LA LIBERTAD?

Autor:Pablo Cabellos Llorente
            Cualquiera que siga lo que vengo escribiendo en la prensa valenciana, sabe que tengo sumo aprecio por la libertad, porque es el don más grande que Dios ha otorgado al ser humano y porque, desde la perspectiva cristiana, no hay salvación sin libre albedrío. Debo reconocer que cuando alguien  capitidisminuye la libertad de que gozan los miembros del Opus Dei en tantísimos asuntos opinables, me cansa. Sí, me cansa porque lo vivimos así, lo explicamos así y se ve así. Pero los pseudo-intelectuales no tienen razones ni aceptan razones. Escribió Séneca: El vulgo defensor de su propio mal, se levanta contra la razón.
            "Ni yo, ni ninguno de los miembros del Opus Dei -afirmó san Josemaría en una entrevista periodística-, pretendemos que todo el mundo nos comprenda o que comparta nuestros ideales espirituales. Soy muy amigo de la libertad y de que cada uno siga su camino. Pero es evidente que tenemos el derecho elemental de ser respetados". He traído estas frases pensando en las palabras recientemente pronunciadas por Tomás Gómez, diputado de la Asamblea de Madrid, que asombran al más inexpresivo. Y, aunque parezca paradójico, también se pueden oír sin pestañear, porque cansan.
            Aunque no sé si la palabrería del diputado ha damnificado a alguien más que a sí mismo al proferir: "cuando el Opus Dei marca ideológicamente a un gobierno ocurren cosas como ésta. El Opus es prácticamente una secta, es una pseudosecta. En este país habría que hacer una reflexión, creo que habría que hacerla en el Congreso de los Diputados y elevar a rango de ley que personas que pertenezcan a pseudosectas, como el Opus Dei, no puedan ocupar responsabilidades públicas". ¡Toma del frasco! Todo para discrepar del President de les Corts Valencianes, al pedir  que las mujeres que quieran abortar, antes de hacerlo, vean obligatoriamente una ecografía del feto y se les planteen «diferentes opciones y alternativas eficaces» para llevar adelante ese embarazo.
            Me referiré al derecho a ser respetados porque, aun comprendiendo que Gómez no entienda el Opus Dei, eso de impedir por ley que las personas pertenecientes a esta Prelatura de la Iglesia Católica -o a cualquiera que no sea un delincuente- puedan ocupar cargos públicos, ya no es un tema de comprensión, sino de lectura de varios derechos fundamentales reconocidos en nuestra Constitución y en la Declaración Universal de Derechos del Hombre. No es necesario apelar al evangélico amor a los enemigos.
             Además, si ve marcaje al gobierno en las declaraciones de una persona libre  -a la Obra la representan solamente el prelado y sus vicarios-, yerra y se dispara  su propia bala, quizá buscada como medio coactivo. Así piensan algunos: tiroteando al Opus Dei, sus miembros callarán. Se equivocan. Aparte, está la pseudo-secta: ¿sabe Gómez que eso es falsa secta?  Lo sectario y perjudicial para su credibilidad democrática es lo declarado por este diputado. Quizá le venga bien leerse la Ley de Represión de la Masonería y el Comunismo, de 1 de marzo de 1940, que dice algo muy parecido a lo afirmado por él.

TRES PASOS PARA ORAR CON LA SENCILLEZ DE UN NIÑO

TRES PASOS PARA ORAR CON LA SENCILLEZ DE UN NIÑO
Enséñame cómo buscarte...porque yo no sé buscarte a no ser que tú me enseñes, ni hallarte si tú mismo no te presentas a mí.
Señor Dios, enséñame dónde y cómo buscarte, dónde y cómo encontrarte... Tú eres mi Dios, tú eres mi Señor, y yo nunca te he visto. Tú me has modelado y me has remodelado, y me has dado todas las cosas buenas que poseo, y aún no te conozco... Enséñame cómo buscarte... porque yo no sé buscarte a no ser que tú me enseñes, ni hallarte si tú mismo no te presentas a mí. Que te busque en mi deseo, que te desee en mi búsqueda. Que te busque amándote y que te ame cuando te encuentre (San Anselmo de Canterbury)

***

En días pasados estuve en un campamento de verano con 64 niños de diez y once años. ¡Toda una experiencia! Intenté, junto con otros varios sacerdotes y monitores laicos, que disfrutasen y, en mi caso algo importante, que se acercasen más a Dios. Personalmente, creo que ambas cosas se dieron...

Uno de esos días, un niño llamado Miguel se me acercó y me dijo que tenía que decirme algo muy importante y que no podía ser más tarde. Estaba nervioso y, por un momento, me imaginé lo peor: un niño se cayó, alguien se hizo daño, etc. Pero la noticia que Miguel me iba a contar era mucho más seria; algo que, según sus propias palabras, «me ha dejado alucinado, padre».

¿Qué pasó? Le doy la palabra a Miguel:

«Esta mañana, padre, después de ducharme, me fui a la capillita que tenemos en el campamento. Ahí coincidí con Álvaro, que está aquí conmigo. No nos pusimos de acuerdo para nada, ¿eh? Lo que fui a pedirle a Jesús, padre, es que hoy me llamaran mis papás por teléfono, pues los echaba de menos. Álvaro ha hecho lo mismo. Pues, ¿sabe qué, padre? ¡Han llamado! Mis padres y sus padres. Jesús escucha realmente y responde. ¡Estoy que no me lo creo!».

No sé a ustedes, pero a mí la experiencia de Miguel y Álvaro me ha emocionado. Por dos motivos: porque una vez más he aprendido de la candidez que siempre emana de los niños, esa sencillez que nos hace ver el mundo bajo otra perspectiva. No por nada Cristo mismo nos invitaba a hacernos como niños para entrar en el reino de los cielos.

Y segundo, porque he podido tocar de una manera muy sensible la cercanía de un Dios que nos ama profundamente, que quiere comunicarse con nosotros, que espera que le hablemos y confiemos en Él.

Y ¿qué hacer para llegar a esta sencillez? El camino nos lo traza San Anselmo en la bellísima oración que les he puesto al inicio de este artículo:

1. Reconocerse débil y necesitado: « enséñame dónde y cómo buscarte, dónde y cómo encontrarte... Tú eres mi Dios, tú eres mi Señor, y yo nunca te he visto».

2. Agradecer los beneficios recibidos por Dios: «Tú me has modelado y me has remodelado, y me has dado todas las cosas buenas que poseo, y aún no te conozco...».

3. Buscar y no cansarse en la oración, aunque cueste: «Enséñame cómo buscarte... porque yo no sé buscarte a no ser que tú me enseñes, ni hallarte si tú mismo no te presentas a mí» o aquella otra, más bella aún: «Que te busque en mi deseo, que te desee en mi búsqueda. Que te busque amándote y que te ame cuando te encuentre».

Sí, el resultado último es el enamoramiento. Porque el amor es esa fuerza que nos hace capaces de cosas grandes. Y grande es la oración. Además, cuando alguien ama, vuelve a repetir los mismos pasos: se sabe débil ante los peligros que pueden apartarle de su amor; agradece siempre lo que la persona amada le da; y busca seguir amándola con locura. Es un círculo virtuoso que nos eleva cada vez que lo empezamos.

Y voy más allá. Estos pasos reflejan, de manera muy nítida, la actitud de cualquier niño. Se sabe débil y por eso acude a los "brazos todopoderosos" de su madre. Agradece lo que recibe con los detalles típicos de un niño: un beso, una flor cortada en un campo, etc. Y, por último, está siempre buscando a sus padres, no puede estar solo, pues intuye que sería su perdición.

Pregunta: ¿qué tan niños somos en nuestra oración? Si aún te falta algo por llegar, aquí están tres pasos sencillos; pasos que han sido vividos ya por otros, como San Anselmo... y como mis queridos maestros de 10 años llamados Miguel y Álvaro.
Autor: P. Juan Antonio Ruiz J., L.C.

viernes, 10 de agosto de 2012

JESUS HERRERO EN EL HOMENAJE A PUCHY ESCUDERO, TEATRO LOPEZ DE AYALA EN BADAJOZ

Jesús Herrero y de forma magistral interpreta una sentida canción de Alberto Cortes, muy acorde con el acto que se estaba celebrado, “Homenaje al Fallecido Compañero de Los Play Boys, Puchy Escudero” El titulo de la canción “Cuando Un amigo se va”.
Hay que resaltar también, el gran detalle de Jesús Herrero al recordar al también fallecido y muy querido por todos, músicos y no músicos, como fue el inolvidable Joaquín Rojas. Esta mención arranco un gran aplauso de todos los que en ese momento llenaban el teatro López de Ayala.

jueves, 9 de agosto de 2012

Y AHORA, ¿QUÉ HE DE ESPERAR?

Y  AHORA,  ¿QUÉ  HE  DE  ESPERAR?
Autor: Pablo Cabellos Llorente
            Los gruesos problemas que estamos atravesando,  siembran desesperanza por doquier. Buscamos alguien que nos saque de un marasmo tan envolvente, que cuando parece arreglarse algo, otro asunto se marchita. Sin embargo, antes de continuar, tal vez nos aproveche hacer un poco de examen sobre lo que colmaba nuestra esperanza hasta el momento de la crisis. Para empezar, nos sirve algo que decía un antiguo filósofo al afirmar que la esperanza mira al propio bien, no al que pertenece a otro; pero si amamos a ese otro, ya se puede desear algo para él como para uno mismo.
            Ahí tenemos un primer punto para pensar. Creo recordar que fue Agustín de Hipona quien señalaba respecto a la condición humana: no se pregunta si ama, se pregunta qué ama. Efectivamente, amar, amamos todos, pero ¿cuál es el objeto de nuestros amores? Nos faltan palabras que expresen lo que amaban otros: los pelotazos económicos, el poder por el poder, un orgullo inútil y ridículo, una presunta liberación sexual que -como escribió Julián Marías- está conduciendo a un agotamiento de la propia sexualidad,  trivializada y carente de interés cuando pierde su entronque personal, la máxima ganancia con el mínimo esfuerzo, el menor trabajo con la mayor retribución posible y tal vez blindada, el dinero de papá Estado con el que se puede trampear para vivir sin dar un palo al agua...
            Todas esas actitudes -y otras que se quedan sin teclear- no son precisamente un modelo de amor a nadie y suceden, precisamente, en tiempos que creíamos solidarios. Falta amor a los demás, al pueblo de al lado, a la región vecina o del otro extremo del país. Se pregunta qué ama, y la respuesta puede ser muy triste: se ama a sí mismo. Si miramos a nuestro contexto europeo -y más en concreto, a la zona euro-, cada nación tira de la manta hasta tratar de hacerse con ella. Pero me escapo del examen  personal -de conciencia, laica o religiosa-. Enseguida miro al de al lado: vecino, político, empresario, sindicalista liberado, pueblo siguiente, autonomía de enfrente o la Europa del euro. Y yo, ¿qué?
            Porque al margen de todos ellos, se pregunta qué amas y, por tanto, qué esperas. ¿qué esperábamos cuando se inició la crisis actual? Porque es posible que anhelásemos una serie de asuntos que están exactamente en la raíz de nuestras dificultades. Los citados anteriormente u otros semejantes han vencido a muchos, porque ante la búsqueda de confort, dinero, sexo fácil, poder o lo políticamente correcto -que consiste en mentir-, no hemos sido capaces de entender que esos caminos no llevan a ninguna parte, o sencillamente conducen al abismo. Si esperábamos de ese modo, es lógico que andemos ahora desesperados, por la sencilla razón de que para muchos todo eso ya no es así. Digo para muchos porque no deja de haber un resto que continúa viviendo muy bien. O quizá no tan bien, a causa de que, como permanecen esperando lo mismo, sean un tropel de  gente tan sumamente pobre que sólo tiene dinero.
            Sin olvidar los millones de parados  -quizá  los menos culpables-, como dicen en Italia, hemos llegado al punto. El punto es que necesitamos ser lo suficientemente honrados para reconocer cuál era el objeto de nuestras ilusiones, dónde teníamos puesto el corazón y en qué hemos de rectificar todos,  de modo muy particular los depositarios de dinero y  poder, pero todos.
            Hoy día es inmoral toda ostentación -en realidad, lo es siempre, pero ahora es obscena-, todo gasto inútil, todo el inmenso aparato de partidos, sindicatos, gobierno, oposición, autonomías, el uso de los impuestos  que salen del bolsillo de los ciudadanos -por mucho que le llamen dinero público- y son utilizados en vano.
            Pero es igualmente inmoral no rendir en el trabajo, la destemplanza, gastar lo que no tenemos, la  insolidaridad con el necesitado, viajar sin tino,  culpar de todo a no se sabe quién, declararse absolutamente inocente de nuestra deuda global porque ha sido causada por los que han robado, los que han mentido, los autores de dispendios de cualquier calibre... Y, ahora mismo, no es ético desertar de la desesperanza dejando de lado el optimismo y el espíritu emprendedor sin  ser capaces de extraer lo mejor de nosotros mismos y encontrar la verdadera esperanza, asentada en valores tan cristianos como la magnanimidad y la humildad. En nuestro corazón han de caber todos y, si es posible, Dios primero. Lo contrario se llama mezquindad.