"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

sábado, 9 de junio de 2012

Con María, en busca del Sagrado Corazón de Jesús

Amar el Corazón de Cristo es tratar de imitarle, en todo, en cada momento, tratar de comprender, cuánto te ama.

María Santísima, el próximo viernes celebramos la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, quisiera prepararme bien para ella... pero... ¿Cómo prepararme para aquello que aún no comprendo bien?. Sí, asistiré a misa, dejaré mis peticiones y agradecimientos en el Corazón de tu Hijo. ¿Puedes ayudarme a comprender lo que realmente significa amar el Corazón de Jesús?.

Puedo sentir que me miras desde tu imagen, puedo y quiero leer en tus ojos la respuesta....

- ¿Por qué no se lo preguntas a Jesús mismo?... vamos, atrévete... Él está muy ansioso por hacerte comprender.

- Señora mía... es que... no me atrevo, soy tan pecadora, tengo tanto de que arrepentirme.

- Vengan a mí todos los que estén cansados, que yo los aliviaré.

Y las palabras de tu Hijo resuenan en mi corazón.

- ¿Has comprendido, hija mía? Jesús te espera desde siempre, no debes rendir examen para acercarte a Él, solo ámale, camina hacia Él con toda tu carga y deposítala a sus pies. Él hará el resto.

Siento que somos tres conversando, que Jesús me vuele a repetir...

- "... Aprende de mí, que soy paciente y humilde de corazón..." (Mt. 11,29).

- ¿Ves hija, cómo te va mostrando el camino? Amar el Corazón de Cristo es tratar de imitarle, en todo, en cada momento, tratar de comprender, dentro de lo que puedas, cuánto, cuánto, cuánto te ama.

- Señora...imitarle... sí, pero es que, no sé como se hace eso en mi día a día...

- Pues... paso a paso, en cada decisión que tomes piensa: "¿Le será agradable a Jesús?". Cuando hables con las personas piensa: "¿Si fuese Jesús quien está escondido tras ese rostro?". Sobre todo cuando te enojes con alguien o cuando tu orgullo herido reclame a gritos una reparación, piensa: "¿Jesús verá con buenos ojos mi reacción?" Si ya hablaste por tu vanidad herida, medita: "¿Me alcanzarán estos argumentos ante Cristo?". Hija querida, no hacen falta, para imitar a Cristo, grandes y titánicas obras. No pretendas abrir tú sola las aguas del mar... no, pequeña, sólo trata de actuar en cada momento como Él espera que lo hagas. No por presión, no como un amo severo que se la pasa controlándote para , al menor descuido, volcar su ira sobre ti. Nada más lejos de eso. Míralo como un compañero de viaje que te indica la ruta más segura. Como un maestro que te enseña el camino. Como un padre que no quiere que te lastimes. Cada palabra, cada consejo, nacido del profundo amor de su Sagrado Corazón, es para que tú no te pierdas.

- Voy entendiendo...poco a poco, voy entendiendo.

- ¿Recuerdas cuando un leproso se le acercó?, suplicándole de rodillas: "Si quieres puedes curarme... a Él se le conmovió el Corazón" (Mc. 1,41). Así pasa contigo. Pero analiza bien este hecho, el leproso "se le acercó" o sea, caminó hacia Jesús, recorrió la distancia que lo separaba de Él, con todo lo que significaba esa decisión. Luego le dijo "si quieres... puedes..." o sea, reconoció que Cristo podía hacer lo que Él le pedía, mas nada le exigía, sólo aceptaba su voluntad. Es entonces cuando a Jesús "se le conmovió el Corazón". ¿Comprendes, hija?. Conmover el corazón de Cristo no es difícil sólo debes: acercarte a Él, pedirle, confiar y por último, aceptar su voluntad.

- Señora mía, me hablas con tu corazón, le hablas al mío. ¿Quién soy yo para que te dignes explicarme tanto?.

- Eres mi hija ¿Lo has olvidado? Una y mil veces te hablaría hasta que encontraras el camino y la paz.

- "Si alguno tiene sed, venga a mí y beba, si cree en mí. Pues como dice la Escritura: brotarán de su Corazón ríos de agua viva" (Jn. 7,37-39).

- ¿Escucha tu alma las promesas de mi Hijo?.

Claro que mi alma las escucha. Poco a poco voy comprendiendo que no existe mejor lugar para el alma, que el Corazón de Cristo. Es un sitio lleno de amor, de paz, de profunda serenidad, tiene la calma de todos los atardeceres, el perfume de todas las flores, el canto de todos los pájaros, y el amor más grande, más profundo, más exquisito que hubiera existido jamás.

- Los apóstoles ya habían descubierto el inmenso tesoro del Corazón del Mesías. San Agustín lo notó, por eso dijo: "San Juan, en la Cena, se reclinó en el pecho del Señor para significar así que bebía de su Corazón los más profundos secretos..." Para que entiendas más aún, te contaré lo que es para mí ese Corazón amado... cuyos primeros latidos imaginaba al colocar mi mano temblorosa sobre mi vientre, en aquellos días de Nazaret..., después, en Belén, cuando José puso su pequeño cuerpecito entre mis brazos, sentí ese suave y acompasado latido. A medida que iba creciendo, fui aprendiendo el lenguaje de ese corazón, en cada palabra, en cada gesto, en cada mirada, ERA Y ES un corazón rebosante de amor y misericordia... El día que lo comprendas desde el fondo de tu alma, ya nunca estarás sola.



Me besas la frente y te vas. Lentamente, te mezclas entre la gente... tus palabras quedan en mi alma... esperando...esperando...esperando... sigo orando para que yo sepa ver, poco a poco, cuán bello es el sitio que me tienes reservado en tu SAGRADO CORAZÓN.




NOTA DE LA AUTORA "Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón y en mi imaginación por el amor que siento por ella, basados en lo que he leído. Pero no debe pensarse que estos relatos sean consecuencia de revelaciones o visiones o nada que se le parezca. El mismo relato habla de "Cerrar los ojos y verla" o expresiones parecidas que aluden exclusivamente a mi imaginación, sin intervención sobrenatural alguna."
Autor: María Susana Ratero.

viernes, 8 de junio de 2012

Veremos a Dios

Pero, al asegurar esto, ¿sabemos lo que decimos? ¿sabemos lo que significa ver a Dios?...
¿Qué es lo que esperamos en la otra vida? Nosotros no tenemos la menor duda: ¡Veremos a Dios! Pero, al asegurar esto, ¿sabemos lo que nos decimos? ¿sabemos lo que significa ver a Dios?...

Llama mucho la atención en la Biblia el miedo que los judíos tenían de ver a Dios. Al sentir su presencia, se cubrían el rostro, porque podían morir con la vista del Señor. Así lo hace Moisés ante la zarza ardiendo:

- Se cubrió el rostro, porque tenía miedo de mirar a Dios.

Y el mismo Dios le dijo:

- No podrás ver mi rostro, porque nadie puede verme y seguir viviendo...

Y recordemos a Jacob, a quien se aparece Dios, y exclama después:

- ¡He visto a Dios, y sin embargo no he muerto!...

Por eso venía a veces la nube, que manifestaba que Dios estaba allí, pero al mismo tiempo ocultaba su presencia, como ocurrió en la inauguración del Templo de Salomón.

Y este miedo lo tuvieron incluso los apóstoles, en el mismo Evangelio. En el Tabor, apenas oyen la voz de Dios, escondido en la nube que aparece sobre el monte, caen aterrados y apegan el rostro al suelo, hasta que se acerca Jesús y les anima:

- ¡No temáis!...

Así era la fe de Israel. Pero viene Jesús, y en su sermón programático de las bienaventuranzas proclama y promete:

- ¡Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios!

La gente que oía a Jesús decir esto por primera vez, debió quedarse loca de alegría. -¿Cómo es posible eso de que vamos a ver a Dios, si a Dios no lo ha visto ni lo puede ver nadie? ¿Cómo es que ahora Jesús, el Maestro de Nazaret, que hace estos prodigios y que enseña con esta autoridad, nos dice que vamos a ver al mismo Dios?...

Los humildes, los sencillos, los de conciencia recta, ven a Dios con una fe sin trabas ya en este mundo, y después contemplarán a Dios cara a cara, sin velos.

Como nos dice Pablo:
- Ahora vemos como en espejo, después cara a cara.

Y completa Juan:
- Aún no se ha manifestado lo que seremos, porque, cuando llegue, veremos a Dios tal como es él..

¿Medimos lo que esto significa?...

Sin darnos cuenta, estamos contando un imposible. ¿Cómo una criatura puede ver al Dios invisible, al que es santísimo, al que supera todas las fuerzas humanas y las de los mismos ángeles? Sin embargo, lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios. Y esto es lo que Dios nos promete: que lo veremos tal como es: lo contemplaremos sin velos, cara a cara, en una dicha y en un gozo inenarrables, metidos en Él de tal manera que miraremos a Dios con los ojos del mismo Dios...

Esta es la gracia de las gracias. Todas las gracias que Dios nos hace van dirigidas a esta final: a verle a Él en la Gloria. Y, cuando lo veamos y poseamos, ya no desearemos nada más, porque se habrán colmado para siempre todos los anhelos del corazón.

El Catecismo de la Iglesia Católica nos resume todo con estas palabras famosas de San Agustín:

- Allí descansaremos y veremos; veremos y amaremos; amaremos y alabaremos. He aquí lo que acontecerá en el fin sin fin. ¿Y qué otro fin tenemos, sino llegar al Reino que no tendrá fin?...

Todo esto es un sueño, el feliz sueño de los creyentes. Un sueño bendito, no producido por una droga alucinante, sino por la Palabra de Dios, que nos lo promete con toda su seriedad divina:

- ¡Verán a Dios!... ¡Lo veremos cara a cara!... ¡Lo veremos tal como es Él!...

Esta llamada de Dios a su visión y a su gloria tiene su precio. No es una imposición, es una oferta. Es un regalo, pero condicionado. Dios nos crea y nos pone en este mundo con una dirección precisa. Nos coloca en el principio de la carretera, y nos dice:

- ¡Adelante, y hasta el fin! No te desvíes. No te salgas de la autopista. En un cruce que se atraviese, no te vayas ni a derecha ni a izquierda...

El gran Catecismo de la Iglesia Católica nos repite lo que aprendimos de niños en el pequeño catecismo de nuestra parroquia: Que Dios nos ha puesto en el mundo para conocerle, servirle y amarle, y así ir al cielo. Esta es la carretera, la autopista real que conduce a Dios.

Lo conocemos y lo aceptamos con la fe.
Le servimos con nuestra adoración, nuestro culto y nuestra entrega a los hermanos que nos necesitan. Así le amamos con todo el corazón.

El ver a Dios será regalo y será premio. Dios se nos ofrece, pero nos exige esfuerzo. Requiere perseverancia hasta el fin. Por eso nos repite la Carta a los Hebreos:

- La perseverancia os es necesaria para alcanzar la promesa, todo eso que Dios nos ha ofrecido por nuestra fidelidad a su Palabra.

- ¡Oh Dios, Tú eres mi Dios! repetimos con el salmo, mi alma está sedienta de ti... ¡Y cuándo llegaré, para ver el rostro de mi Dios!... Lo veremos sin morir, sino viviendo siempre, siempre....
Autor: Pedro García, Misionero Claretiano.

jueves, 7 de junio de 2012

¡Esto es mi cuerpo, esta es mi sangre!

Señor... ¡haznos dóciles siempre a tu amor pero especialmente en este hermosísimo día de Corpus Christi!
Una vez más ante ti, Señor.

Hoy es un día grande para ti, para nosotros, para tu Iglesia. Es la solemnidad donde se exalta y glorifica la presencia de tu Cuerpo, tu Sangre y tu Divinidad en el Sacramento de la Eucaristía.

¡HOY ES CORPUS CHRISTI !

Tu Cuerpo, tu Sangre.... y tu Divinidad. ¿Qué te podemos decir, Señor? Tan solo caer de rodillas y decirte: - ¡Creo en ti, Señor, pero aumenta mi fe!

Tu lo sabes todo, mi Dios, mi Jesús, y sabías cuando te quedaste en el pan y vino, - aparentemente tan solo de pan y vino -, con el único deseo de ser nuestro alimento, que aunque no te corresponderíamos como tu Corazón desea, no te importó y ahí te quedaste para ser nuestro refugio, nuestra fuerza para nuestras penas y dolores, para ser consuelo, para ser el cirineo que nos ayuda a cargar con la cruz de nuestro diario vivir, a veces demasiado pesada y dolorosa, que nos puede hacer desfallecer sin tu no estás.... y también para bendecirte en los momentos de alegría, para buscar que participes en los momentos en que nuestro corazón está feliz.... ¡ahí estás Tu!...¡ Bendito y alabado seas!

Solo a un Dios locamente enamorado de sus criaturas se le podía ocurrir semejante ofrenda... por que no sabemos corresponder a ese amor, no, Jesús, no te acompañamos en la soledad de tus Sagrarios, no pensamos en tu gran amor .... somos indiferentes, egoístas, muchas veces solo nos acordamos de ti cuando te necesitamos porque las cosas no van, ni están, como nosotros queremos...

Señor... ¡haznos dóciles siempre a tu amor pero especialmente en este hermosísimo día de Corpus Christi!



¡Señor Jesucristo!

¡Gracias porque te nos diste de modo tan admirable, y porque te quedaste entre nosotros de manera tan amorosa!

Danos a todos una fe viva en el Sacramento del amor. Que la Misa dominical sea el centro de nuestra semana cristiana, la Comunión nos sacie el hambre que tenemos de ti, y el Sagrario se convierta en el remanso tranquilo donde nuestras almas encuentren la paz...
(P. García)
Autor: Ma Esther De Ariño.

miércoles, 6 de junio de 2012

ENTRE TODOS LA MATARON, Y ELLA SOLA SE MURIÓ

Pablo Cabellos Llorente
            Ni sé, ni me corresponde saber, si esta crisis económica se resuelve con más o menos impuestos, a través de un descenso de salarios o precios, bajando la deuda radicalmente o poco a poco, con más o menos flexibilidad laboral, etc., etc. Pero sé algo que manejaron muy bien los hombres reflexivos: que la sabiduría consiste en ver los asuntos por sus últimas causas, pues solamente así se conocen completamente y se alcanzan los remedios oportunos para la raíz. Saber no consiste exclusivamente en unas fórmulas matemáticas que resuelvan el quehacer técnico.
            Hace años, leí un librito de Gilson (El amor a la sabiduría), en el que elogiándose los conocimientos técnicos, venía a mostrar la necesidad de esa sabiduría que la antigüedad atribuía a los ancianos y a los filósofos, porque con su experiencia y  pensamiento se instalaban de algún modo en la cima donde ven más y mejor. Es un tipo de conocimiento acerca de la existencia humana y de los valores que la rigen, es un saber unitario -algo así dice Llano- que permite adquirir una visión de conjunto de todos los saberes y armonizarlos entre sí a partir de esa sabiduría, de esa visión más alta del mundo que nos ha tocado vivir.  Es una tarea  apasionante. Pero no está claro si los intelectuales que piensan se hacen entender o si son escuchados por los que deberían oírles.
             Hablamos hasta la hartura del Estado del bienestar -mejor sería sociedad-, pero lo hemos buscado  consumiendo hasta la saciedad,  poseyendo hasta la avaricia, gozando hasta la lujuria,  mandando hasta dejarlo de sobra.  Sin darme cuenta, he citado  tres males que comenta san Juan: concupiscencia de la carne, concupiscencia de los ojos y soberbia de la vida. Pues quizá un buen fruto de esta situación pueda ser  que miremos las sociedades y personas desde las virtudes aniquiladas: limpieza de corazón, generosidad para dar y darse, y humildad en pensamientos, obras y palabras. La calidad de vida va más por ahí, pero ha sido perseguida por la codicia, la mentira y la desidia "in vigilando" de los que debían vigilar. Todos somos parte. Todos reconstruibles.
            Si ese cambio sucediera, ganaríamos mucho con esta crisis, lo que no quita responsabilidad alguna a los causantes de tanto paro, tanto sufrimiento, tanta miseria, tanta desigualdad originada en una colectividad cuya clase media la equilibraba. Creo que fue Ortega quien dijo: lo que nos pasa es que no sabemos lo que nos pasa. No seré yo quien se piense como el augur que  lo sabe. Pero, desde mi modestia, me gusta pensar y promover tal tarea, siempre recordando que lo más profundo y elevado del hombre está en su interior.
            El humanismo clásico y el cristianismo han considerado desde hace siglos que la educación de la voluntad, del sentimiento y de los apetitos es el modo de adquirir la armonía psíquica conducente al logro de hábitos operativos buenos (virtudes). Como esa armonía es quebradiza, la razón ha de ser la instancia humana hegemónica, aunque no despótica. Precisamente esa fragilidad  demanda un referente para la vida lograda. Sólo puede ser Dios. De otro modo, sucederá lo que expresa el título de estas líneas.

Sin amor, la vida no tiene sentido

Estamos tan enfrascados en nuestro pequeño mundo, en nuestros problemas, que no vemos más allá de nuestros reducidos horizontes

Los hombres de hoy necesitamos más que nunca hacer una verdadera experiencia del amor, muchas veces estamos tan enfrascados en nuestro pequeño mundo, en nuestros problemas, que no vemos más allá de nuestros reducidos horizontes. Abramos el corazón a aquellas palabras de Jesús: "No hay más amor que el que da la vida por sus amigos" o "El que me ama, cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará y haremos en Él nuestra morada". Aunque nos cueste creerlo, está al alcance de nuestra mano el que seamos morada de Dios, el que Dios habite en mí. Seamos generosos aprovechando las oportunidades que en cada momento se nos presentan.

¡Qué sabias y hermosas son las palabras del Papa Juan Pablo II cuando decía!: "Amar es, por tanto, esencialmente entregarse a los demás. Lejos de ser una inclinación instintiva, el amor es una decisión consciente de la voluntad de ir hacia los otros. Para poder amar de verdad, conviene desprenderse de todas las cosas y, sobre todo, de uno mismo; dar gratuitamente, amar hasta el fin" (Juan Pablo II, 1980).

Así, el amor es fuente de equilibrio. Es el secreto de la felicidad. ¿Qué pasa si una persona no aprende a amar? la vida, tu vida o mi vida dejan de tener sentido; urge cultivar el amor, urge vivir amando, no se puede vivir sin trasmitir el amor, de lo contrario, descubrirán que en realidad no amamos:


La inteligencia sin amor...Te hace perverso.
La justicia sin amor...Te hace implacable.
La diplomacia sin amor...Te hace hipócrita.
El éxito sin amor...Te hace arrogante.
La riqueza sin amor...Te hace avaro.
La docilidad sin amor...Te hace servil.
La pobreza sin amor...Te hace orgulloso.
La verdad sin amor...Te hace hiriente.
La autoridad sin amor...Te hace tirano.
El trabajo sin amor...Te hace esclavo.
La pasión sin amor...Te hace promiscuo.
La oración sin amor...Te hace introvertido.
La ley sin amor...Te esclaviza.
La fe sin amor...Te fanatiza.
El deporte sin amor...Se convierte en una vana competencia.
La cruz sin amor...Se convierte en injusta tortura.
La vida sin amor...NO TIENE SENTIDO.


Hagamos de nuestros hogares, de nuestro lugar de trabajo, del colegio, una escuela de amor a través del servicio mutuo, de la generosidad, la confianza y el respeto fraterno. Una escuela en donde se aprenda a perdonar y a silenciar los errores de los demás; en donde todos se estrechen, con su cercanía y su oración, en torno al miembro en dificultad, que sufre o está enfermo; y en donde, a ejemplo de Cristo, siempre se tengan las puertas abiertas a todos, sin ninguna distinción. «¡Mirad cómo se aman!», exclamaban todos los que veían el testimonio de vida de los primeros cristianos, ¿hoy podrían decir lo mismo de nosotros?

Hagamos el esfuerzo de pensar siempre bien de los demás; de formar un corazón capaz de amar a todos, de comprender y perdonar al hermano caído o a aquel que nos ha herido. Tratemos a los demás, en definitiva, con el mismo amor, la misma paciencia y comprensión con la que Cristo nos ha tratado.
Autor: P. Dennis Doren L.C.

martes, 5 de junio de 2012

LA VASIJA AGRIETADA:


Un cargador de agua tenía dos grandes vasijas que colgaban a los extremos de un palo que él llevaba encima de los hombros. Una de las vasijas tenía una grieta, mientras que la otra era perfecta y entregaba el agua completa al final del largo camino a pie desde el arroyo hasta la casa de su patrón.

Cuando llegaba, la vasija rota solo contenía la mitad del agua. Por dos años completos esto fue así diariamente. Desde luego la vasija perfecta estaba muy orgullosa de sus logros, perfecta para los fines para la cual fue creada; pero la pobre vasija agrietada estaba muy avergonzada de su propia imperfección y se sentía miserable porque solo podía conseguir la mitad de lo que se suponía debía hacer.

Después de dos años le habló al aguador diciéndole: "Estoy avergonzada de mi misma y me quiero disculpar contigo"...¿Por qué? le preguntó el aguador.
"Porque debido a mis grietas, solo puedes entregar la mitad de mi carga. Debido a mis grietas, solo obtienes la mitad del valor de lo que deberías."
El aguador se sintió muy apesadumbrado por la  vasija y con gran compasión le dijo: "Cuando regresemos a la casa del patrón quiero que notes las bellísimas flores que crecen a lo largo del camino. 
Así lo hizo y en efecto vio muchísimas flores hermosas a todo lo largo, pero de todos modos se sintió muy apenada porque al final solo llevaba la mitad de su carga. El aguador le dijo: "Te diste cuenta de que las flores solo crecen en tu lado del camino?; siempre he sabido de tus grietas y quise obtener ventaja de ello, siembro semillas de flores a todo lo largo del camino por donde tu vas y todos los días tú las has regado. Por dos años yo he podido recoger estas flores para decorar el altar de mi Madre. Sin ser exactamente como eres, ella no hubiera tenido esa belleza sobre su mesa."

Cada uno de nosotros tiene sus propias grietas. Todos somos vasijas agrietadas, pero si le permitimos a Dios utilizar nuestras grietas para decorar la mesa de su Padre......

"En la gran economía de Dios, nada se desperdicia". "Sólo aquel que ensaya lo absurdo es capaz de conquistar lo imposible". Si sabes cuáles son tus grietas, aprovéchalas, y no te avergüences de ellas.

lunes, 4 de junio de 2012

Descubrir a Cristo como Amigo

Descubrir a Cristo como Amigo
Su presencia suaviza las penas, enciende alegrías, da fortaleza para afrontar una vida llena de sorpresas y de pruebas.
Tal vez lo hemos leído muchas veces: Jesús no quiere llamarnos siervos. Su deseo consiste en que seamos y vivamos como amigos (cf. Jn 15,14-15).

La vida, sin embargo, nos arrastra con mil problemas, mil angustias, mil miedos, mil placeres que llegan y que pasan. Estamos más preocupados por el trabajo o por la pintura del techo que por lo que le ocurre a nuestro Amigo.

Jesús, sin embargo, mantiene su mano tendida, su Corazón abierto, su mirada llena de cariño. Sabemos que nos espera, con una presencia humilde y acogedora, en la Eucaristía. Sabemos que anhela perdonarnos en el encuentro de la misericordia que se produce en cada confesión bien hecha.

Si dejamos un poco de espacio a su amor de Amigo, si le abrimos, aunque sea una simple rendija, la puerta del alma, entrará con gusto. Así podremos cenar juntos (cf. Ap 3,20).

Es entonces cuando descubriremos que su presencia suaviza las penas, enciende alegrías, da fortaleza para afrontar una vida llena de sorpresas y de pruebas.

Tener a Cristo cerca cambia completamente la existencia humana. El mundo adquiere un color distinto. El que es verdadero amigo del Amigo eterno entiende pronto que hemos nacido para Él, y que nuestro corazón, como el de san Agustín y el de tantos santos del pasado y del presente, sólo podrá estar tranquilo y sereno cuando lo encontremos.

Uno de los amigos de Jesús, Robert Benson, escribió, hace ya muchos años, unas líneas poéticas que reflejan lo que significa encontrarse con el Señor, en la intimidad alegre del amor verdadero. Llevan como título Así es mi amigo.

Te diré cómo le conocí:
había oído hablar mucho de Él, pero no hice caso.
Me cubría constantemente de atenciones y regalos, pero nunca le di las gracias.
Parecía desear mi amistad, y yo me mostraba indiferente.
Me sentía desamparado, infeliz, hambriento y en peligro, y Él me ofrecía refugio, consuelo, apoyo y serenidad; pero yo seguía siendo ingrato.
Por fin, se cruzó en mi camino y, con lágrimas en los ojos, me suplicó:
ven y mora conmigo.
Te diré cómo me trata ahora: satisface todos mis deseos.
Me concede más de lo que me atrevo a pedir.
Se anticipa a mis necesidades.
Me ruega que le pida más.
Nunca me reprocha mis locuras pasadas.
Te diré ahora lo que pienso de Él:
es tan bueno como grande.
Su amor es tan ardiente como verdadero.
Es tan pródigo en Sus promesas como fiel en cumplirlas.
Tan celoso de mi amor como merecedor de él.
Soy su deudor en todo, y me invita a que le llame amigo
.

(Robert Benson, "La amistad de Cristo").
Autor: P. Fernando Pascual LC.

domingo, 3 de junio de 2012

VIDEO, QUE MERECE LA PENA VER ENTERO.

Padre, Hijo y Espíritu Santo

Vivir inmersos en ese Amor de Dios manifestado en su Hijo y en el Espíritu Santo

El espejo es implacable con nuestra belleza y nuestras imperfecciones. A todos podemos engañar, menos al espejo... y a Dios.

Podemos disimular, podemos recubrir las cicatrices, podemos usar los mejores ungüentos, las mejores pinturas, podemos poner aspecto juvenil con ropa nueva, con un nuevo peinado, con unos buenos lentes, podemos sonreír a diestra y siniestra, pero a la hora de la verdad, al enfrentarnos al espejo, todo eso pasa y nos encontramos la figura y la imagen de nosotros mismos ante quien no podemos definitivamente fingir ni disimular. Y el espejo es implacable con el paso del tiempo. Algún día llega en que nos volvemos irreconocibles a nosotros mismos, pues hicieron presencia las arrugas y las canas, y llegamos a preguntarnos: ¿Este soy yo? ¿Tanto tiempo ha pasado? ¿Verdaderamente éste soy yo?

Pero además de reflejarnos a nosotros mismos el espejo nos revela la semejanza y el parecido con nuestros progenitores. Somos figura de nuestros padres. De esa misma manera, el espejo nos tendría que decir que cada día nos parecemos más a Dios si en verdad somos imagen y semejanza suya. Cada día tendríamos que parecernos más a Dios si en verdad somos hijos suyos.

Tendremos que reflejar en nuestro rostro y en nuestra vida la creatividad, el ingenio, la alegría, el amor para mejorar este mundo maravilloso y encantador en el que nos ha tocado vivir, y emplear toda nuestra capacidad para mejorar este mundo que salió bello y armónico de las manos de Dios. Somos hechura del Padre que se complació en nosotros e hizo este mundo bello como el teatro en que tenemos que ir realizando nuestro papel cocreador con nuestro Dios, engendrando un mundo en que la armonía entre las cosas y los seres humanos sea la nota distintiva, empleando toda nuestra capacidad para desterrar la basura, el desorden, el destrozo de la naturaleza, y realzar la armonía entre los mismos seres humanos, que tenemos entre otras muchas cosas bellas que Dios nos ha dado, la capacidad de engendrar nuevos seres para este mundo. No le tengamos miedo a la vida. Es el distintivo de nuestro Creador y tiene que ser también el distintivo de los humanos. Cuando viene la primavera los tallos de las plantas que habían estado inactivos, como muertos, cobran nueva vida y aparecen los botones y enseguida las flores vario-pintas y fragantes. Así tiene que ser la primavera de nuestra vida que se prolonga de día en día.

Pero también tenemos que parecernos cada día un poquito más a Cristo el Señor, a Jesús, al Salvador, al Hijo de Dios, que tiene su delicia estar con los hombres, hermanarlos, hacerlos una sola familia, acercarlos los unos a los otros, de manera que las barreras que nos dividen, el color, la raza, el dinero, las comodidades, los bienes materiales nos lleguen a parecer ridículos y tendamos puentes para que la miseria, los vicios, los crímenes, las violaciones, la maldad, la división y la muerte se nos conviertan en cosa del pasado. Parece difícil, ¿pero no nos dijo Jesús: "Yo estaré todos los días con ustedes hasta el fin del mundo?" ¿A qué tenerle miedo? Aún un vaso de agua dado en el nombre de Jesús no quedará sin recompensa, ¿qué pasará si empeñamos toda nuestra vida en lograr la unidad y la paz entre todos los hombres?

Pero ya que hemos seguido esta línea, algo que siempre denotará nuestro espejo invisible, será el amor con que Dios nos ha adornado, y que tendrá que ser perfectamente reconocible cuando nos presentemos al tribunal de Dios. Y no tendrá que ser cualquier amor, hecho según las dimensiones del corazón humano, sino el Amor mismo de Dios manifestado en la persona de Cristo Hijo de Dios que se entregó por nosotros y también por el Espíritu Santo de Dios al que llamamos el Espíritu de Amor, y que se refleja en cada uno de los que nos rodean, sobre todo en los más pequeños: "Todo lo que hiciste con el más pequeño de mis hermanos a mí me lo hiciste", nos dice Jesús. Ver a Jesús en los pequeños, en los pobres, en los necesitados hasta verlos como mis propios hermanos, será fruto de la presencia del Espíritu Santo en nosotros, y así seremos más parecidos al Dios que nos ha dado la vida.

Por cierto, al llegar a este punto, debo decirles que estamos celebrando la Fiesta de la Santísima Trinidad, ante la que no caben sino dos actitudes: en primer lugar, la contemplación, la acción de gracias, la alabanza, la alegría por Dios que se nos ha manifestado en su intimidad porque nos quiere y nos ama, y segundo, una vida nueva, de entrega, de generosidad, de amor a todos los que nos rodean y a todo lo que nos rodea, pretendiendo vivir inmersos en ese Amor de Dios manifestado en su Hijo y en el Espíritu Santo, hasta ser como los pececillos en el agua.

Felicidades, Oh Trinidad Santa, Oh Trinidad inmaculada, Felicidades Oh Dios Creador, Felicidades Oh Espíritu de Amor, Felicidades Oh Jesús, Hijo de Dios que nos has metido a la inmensidad del Amor de nuestro Dios, hasta lanzarnos la invitación a vivir en ese seno de amor y de esperanza.

Felicidades a todos mis amigos, porque en cada uno de ustedes veo el rostro de mi Señor, de mi Creador, del Dios que nos ama a todos con locura.
Autor: P. Alberto Ramírez Mozqueda.