"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

domingo, 3 de julio de 2011

Mateo 11,25-30. Evangelio de éste día ...

En aquel tiempo, tomando Jesús la palabra, dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños.
Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito.
Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le ... conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. «Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera».
Bendito Dios...

Esperar más allá de la tormenta

Creí que el viaje iba a ser sencillo. El día claro, el mar sereno. Los pronósticos eran buenos. La tormenta, sin embargo, ha llegado.

Las olas aumentan. El viento sopla fuerte. La nave sube y baja, como un juguete. El mareo domina a tripulantes y pasajeros.

Comienzo a tener miedo. Creí que el viaje iba a ser sencillo. El día claro, el mar sereno. Los pronósticos eran buenos.

La tormenta, sin embargo, ha llegado. Las seguridades dejan de serlo. Las olas golpean, una y otra vez, a la barca, que parecía fuerte y firme en los momentos de bonanza.

También la barca de la Iglesia sufre por las olas. Traiciones y pecados, ambiciones y envidias, lujurias y soberbias, rencores y apatías.

Fuera, críticas mordaces, llenas de rencor, deseosas de venganza. Dentro, la cobardía de los “buenos” que no lo eran, la desfachatez del hermano que traiciona por la espalda, la perfidia de quien se deja arrastrar por pasiones miserables sin alcanzar a percibir el daño que provoca en sus hermanos más frágiles.

Tengo miedo, sí, ante tantas críticas, ante tanto escándalo, ante tantas voces, ante tantos dedos inquisidores. Tengo miedo de mí mismo, porque nadie puede decir que no caerá donde otros han caído, porque yo puedo llegar un día a ser un traidor y un enemigo dentro de la barca de la Iglesia.

Luego, dentro, como un susurro, una voz me invita a confiar. “No temas”. ¿Quién la dice? ¿Desde dónde quiere darme confianza? ¿Por qué ahora ese sonido interior, casi imperceptible?

Es difícil recuperar el valor cuando las olas arrecian y cuando parece que no hay manera de controlar la nave. Pero si recordamos que Dios es omnipotente, que la gracia vence el pecado, que la última palabra de la historia la pronunciará el Cordero sacrificado, entonces surgen fuerzas que no son humanas, que vienen de los cielos...

El miedo ha quedado a un lado. La invitación de Cristo a no temer brilla con una belleza indescriptible. Es la hora de esperar a pesar de la tormenta.

Empezamos nuevamente a trabajar, como siervos inútiles pero disponibles, para que el Evangelio pueda dar esos frutos de amor y de esperanza que tanto necesita cada corazón humano.
Autor: P. Fernando Pascual LC

sábado, 2 de julio de 2011

Gracias por existir ...

Hoy me encontré a un buen amigo, siempre nos veíamos de lejos, y él siempre con cara de italiano rígido y frío. Pero hoy, después de un buen saludo y una gran sonriza, conversamos tan gratamente! UN AMIGO. de ésos de la juventud; su vida ha sido difícil.sí ,y a pesar de ello TIENE UN CORAZÓN GIGANTE sabe.que Dios le ha salvado varias veces ... Él te AMA MUCHO Y yo también, le dije. Creo que se fué tan feliz como yo!
Qué hermoso es poder manifestar nuestros sentimientos...
cómo elimina esos YUGOS que a veces nos oprimen como personas...
Definitivamente el AMOR DE DIOS es un agente activo que nos LIBERA...

El Corazón generoso y tierno de María


¿Podemos, acaso, tu y yo amar y entregarnos de igual manera? El corazón humano de María pudo hacerlo.

Santa María no tuvo más corazón ni más vida que la de Jesús. Una vida y un corazón humanos pero de Jesús. ¿Podemos, acaso, tu y yo amar y entregarnos de igual manera? El corazón humano de María pudo hacerlo. Tú y yo tenemos su propio corazón como un escalón a la Puerta Santa que es Jesús. Con el ejemplo de la Santa Madre de Dios, no solo sabemos que podemos amar a Cristo, debemos amarle así porque la tenemos a Ella misma como intercesora.

Corazón generoso y tierno corazón como por naturaleza es el de toda mujer que es madre, el de María nos inspira profundamente. Y podríamos admirar a la Virgen por amar al Niño Dios, de igual manera que admiramos a cualquier madre que sostiene a su pequeño en los brazos. Pero el corazón de María ya era de Dios aún antes de la Anunciación. Había decidido reservar su corazón a Dios sin necesitar algún prodigio. En la Anunciación se consuma la previa entrega que ya se había realizado. ¿Cómo nos extraña entonces que haya podido pronunciar esas palabras que la han subido a la cúspide de la Fe "Hágase en mí según tu palabra"? Pensándolo con mayor hondura el corazón de María, sí es corazón humano, no solo era capaz de eso, sino de mucho más.

El corazón amoroso y entregado es, en su generosidad, un corazón fiel: Un corazón humano al pie de la cruz. Si con facilidad podíamos imaginar la ternura de la escena en el pesebre, con gran dificultad podemos apenas hacer un esbozo en la imaginación de la Santísima Virgen recibiendo de José de Arimatea el cuerpo ensangrentado de su hijo. ¿Cómo imaginar el dolor de una Madre que limpia, con mano trémula, la sangre de su hijo? Remueve en lo más profundo aún a nuestro propio y durísimo corazón el pensar en la mirada de María ante el rostro desfigurado y atrozmente golpeado de Jesucristo. Y su corazón dolido estaba ahí, fiel, al pie de la cruz. ¿Dónde está nuestra corazón? ¿Al pie de la cruz como el de la Santísima Virgen o escondido y alejado como el de los discípulos que abandonaron al Señor?

El corazón de María nos muestra todas las encontradas emociones que un corazón es capaz de sentir. Es el corazón de la Virgen uno tan grande y tan generoso, que es además nuestro propio refugio. Su corazón es, además de ejemplo y con dignidad sobresaliente para ser admirado, el consuelo para la aflicción. ¿Cuánto no comprenderás nuestros humanos dolores ella que enfrentó el dolor más profundo que se pueda experimentar?

Pero el corazón humano de nuestra Madre en Cristo no solo es un ejemplo de ternura amorosa o de abyecto dolor. María en su corazón es la Madre del buen consejo, y quien mejor nos puede enseñar a vivir el amor al prójimo. Poderoso corazón el de María, que puede convertir nuestro egoísmo y amor propio en caridad y amor a Dios. El corazón entregado de María debería enseñarlos a pedirle confiados a Dios: "Padre, mi corazón puede poco ¡Haz que te ame mas!".

Es a la Madre de Dios a quien hemos de acudir para pedirle que nos enseñe a amar más, a entregar más, a ser más justos, a rogarle que con su corazón dulcísimo nos proteja, nos enseñe, nos guíe.

El corazón humano de María. Humano. Como el tuyo y como el mío.

Autor: Oscar Colorado Nates

viernes, 1 de julio de 2011

Serviste hoy?

Serviste hoy?
Toda la naturaleza es un anhelo de servicio Sirve la nube, sirve el viento, sirve el surco. Donde haya un árbol que plantar, plántalo tú. Donde haya un esfuerzo, que todos esquivan, acéptalo tú. Se tú el que apartó la piedra del camino, El odio entre los corazones, Las dificultades del problema. Hay la alegría del ser sano y la de ser justo. Pero hay sobre todo, la hermosa, la inmensa alegría de servir. Qué triste sería el mundo, si todo en él estuviera hecho... Si no hubiera un rosal que plantar, una empresa que emprender. No sólo se hace mérito de los grandes trabajos; hay pequeños servicios: Adornar una mesa, ordenar unos libros... El servir no es faena de los seres superiores. Dios que da el fruto y la luz, sirve. Tiene los ojos fijos en nuestras manos y nos pregunta cada día... ¿Serviste Hoy? 
  Gabriela Mistral

La solemnidad de hoy: Sagrado Corazón de Jesús...

Dios es un Enamorado y el Amor de Enamoramiento es gratítuo...
Así de generoso es el CORAZÓN DE DIOS, diríamos con nuestro torpe lenguaje...incapaz de expresar en palabras la INMENSIDAD DEL AMOR DE DIOS.
Éste es el estilo del obrar del Señor...
Al sometido y humillado, lo rescata...
Al que grita desde su dolor y su miseria, lo escucha...
...Al que silencian porque nada significa en la sociedad, Dios lo elige por interlocutor...
"SE ENAMORÖ", "POR PURO AMOR" (Dt7,8).
"RESCATÓ CON MANO FUERTE", "UN DIOS FIEL" (Dt.7,8-9).
BENDITO DIOS...
Hoy el Señor nos invita a que tengamos un Corazón Manzo y humilde...a que aprendamos de ÉL...

¿Cómo contemplar el Corazón de Jesús y el Corazón de María?

El corazón es un signo sencillo que encierra un gran misterio. Es asequible, concreto y profundo. Dice más de lo que es, mucho más.


El corazón es un signo sencillo que encierra un gran misterio. Es asequible, concreto y profundo. Dice más de lo que es, mucho más. Está cargado de afectos. Referirse al corazón es un modo sintético de considerar el gran misterio de la entrega en el amor. Los enamorados pintan corazones en los árboles y en las iglesias.

El Sagrado Corazón no es sólo una representación sensible, ni su devoción se queda en un conjunto de prácticas religiosas. La devoción al Sagrado Corazón evoca el amor del Hijo de Dios que se encarnó por amor y que entregó su cuerpo en la cruz mediante un acto de amor. Esta devoción ayuda a centrar la vida espiritual en el amor de Jesús, rico en misericordia.

Si alguien tiene sed que venga a mí y beba (Jn 17, 37)

El buscador de Dios encuentra en la oración una respuesta. La meditación diaria es un momento de gracia en que el Espíritu Santo viene con Su poder y nos cubre con Su sombra (cf Lc 1,35). Allí, el amor se convierte para el sediento en la única ocupación.

Desde el día en que el soldado traspasó el costado de Jesús con su lanza (Jn 19,34), la Iglesia es regada por esa fuente de la que mana la Vida. Por eso ayuda mucho contemplar en la oración la herida en el costado de Jesús. Junto a María, al pie de la cruz, ver cómo brotan el agua y la sangre, figuras del bautismo y de la eucaristía. Es un continuo fluir de la misericordia divina que nos lava y nos nutre y sacia nuestra sed a través de los sacramentos. El costado traspasado de Jesús nos baña con su infinita misericordia que brota del manantial del amor: el Sagrado Corazón.

Un modo de contemplar el amor de Jesús es, pues, a través del costado traspasado. Les comparto tres consideraciones delante de la herida del costado de Jesús que me han ayudado en la oración:

1. Dios nos ama con un corazón humano

Una dificultad frecuente en la vida de oración consiste en que se ve el mundo espiritual demasiado lejano a nuestra realidad cotidiana. Me gusta imaginar a un bebé buscando desde el suelo la mirada de su padre sin poder alcanzarlo. De pronto el padre se tumba en el suelo, se pone a su nivel y le sonríe. Luego lo carga y lo levanta. Nosotros no alcanzamos a Dios y, de pronto, Él desciende hasta nosotros y nos eleva a Sí.

En Cristo, Dios se hace asequible. (cf Jn 1,14) El Corazón de Jesús representa la humanidad de Cristo; lo vemos como uno de los nuestros. Dios se encarnó para amarnos con un corazón humano. Así nos permitió vivir la comunión de vida con Él. Y cuando vemos a Dios amándonos así, con un corazón como el nuestro, nos brota espontáneo decirle: ¡Así te necesito, de carne, sangre y hueso!

Si el amor de Dios nos parece demasiado espiritual para estar a nuestro alcance es que aún no conocemos a Jesús de Nazareth, el que nació en Belén y murió en Jerusalén por amor a nosotros.

2. Contemplar para escuchar

Otra dificultad que se plantea continuamente en la dirección espiritual y en los cursos de oración cuando se explica que orar es sobre todo escuchar, es la pregunta ¿Y qué significa escuchar en la oración? ¿Cómo se hace para escuchar a Dios? Mi respuesta suele ser: si quieres escuchar, contempla.

Contémplalo en la cueva de Belén, contémplalo en la cruz, contémplalo en la creación, contémplalo en el Sagrario, contempla los corazones traspasados de Jesús y de María.... y escucharás que te dice que te ama.

Contemplar los misterios de la vida de Cristo es comprobar la abundancia del amor de Dios a nosotros. "Mirarán al que traspasaron" (Jn 19, 37; Zac 12, 10). Mirarle con los ojos interiores, mirarle sobre todo cuando estamos dolidos y arrepentidos y escuchar que nos dice una y otra vez: “No pasó nada, te sigo amando igual”.

Así se lo dijo a Sor Faustina:

“Has de saber hija mía, que mi corazón es la Misericordia misma. Desde este mar de Misericordia las Gracias se derraman sobre el mundo entero. Ningún alma que se haya acercado a Mí ha partido sin haber sido consolada. Cada miseria se hunde en mi Misericordia y de este manantial brota toda Gracia salvadora y santificante..." (Diario de Sor Faustina # 1777, p. 626)

3. Dejarse amar

¿Quién entiende la pasión de Cristo? ¿Quién entiende la Eucaristía? No tratemos de entender, son misterios que más bien es preciso contemplar y agradecer.

El icono de este artículo que se encuentra en la parte superior, apareció en el siglo XII en Oriente es fuente de fecunda inspiración.

Centra la mirada en las manos de Jesús. No están atadas con cuerdas. Las cuerdas que le atan debe descubrirlas el corazón contemplativo: son las cuerdas del amor a la Iglesia. Se encuentran libres, pero Jesús libremente se somete y se ofrece como manso cordero.

“Nadie me quita la vida, yo la doy voluntariamente” (Jn 10,18) “Su no-violencia es la fuerza del amor” (Jean Corbon)

Después de resucitado quiere quedarse con las manos voluntariamente atadas, preso en el Sagrario, para que vaya a visitarle y allí encontrar yo mi descanso: “Venid a mí los que estáis cansados y agobiados, que yo os aliviaré” (Mt 11, 28). Él es el preso y sin embargo, cuando voy a acompañarle, soy yo el que sale consolado.

Para mí, éste icono, llamado “Del esposo”, es el icono de los Corazones traspasados de Jesús y de María. Mira los rostros de Jesús y de María.

Jesús reclina su cabeza sobre la Madre, significando aceptación. Y María, representándonos a todos nosotros, se une a Jesús llena de compasión (en este contexto puedes leer con provecho el artículo ¿Cómo sé si rezo bien el rosario?). Ese diálogo contemplativo de la mirada de María, nos hace comprender que el quehacer en la oración es dejarse amar y amar. El rostro de Cristo Redentor: manso y misericordioso. En sus ojos cerrados repasa la historia de tu vida y de la suya, deja que te invada de paz y junto con San Pablo concluye sin decir palabra: “Me amó y se entregó por mí” (Gal 2, 20)

Y una vez que has experimentado el grande amor que Dios te tiene: dale amor. El camino nos lo indican las dos manos de María. ¿Hacia dónde están orientadas? Hacia el costado traspasado: así nos muestra ella el camino de la interioridad y la conversión. Conocer el amor, vivir el amor, compartir el amor.

Este icono me dice que la oración, más que actos y técnicas es un tiempo para estar juntos, sin preocuparnos de pasos y de métodos, sino de estar en su presencia, contemplando el rostro de Cristo. Estarse allí, como María: dándole amor, gustando su amor, compartiendo su amor.

Una sugerencia para la meditación personal en la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús

En la solemnidad del Sagrado Corazón haré mi oración de esta manera, tal vez alguno quiera hacer lo mismo: trayendo a la memoria el icono de los Corazones traspasados estaré rumiando esta expresión de San Agustín que me hace tanto bien en el momento presente de mi vida:

“El pasado ponlo en las manos de la Divina Misericordia.

El futuro en manos de la Divina Providencia.

El presente en manos del Divino Amor.”

¡Sagrado Corazón de Jesús! En ti confío

Para escribir tus comentarios entra a La Oración. Mi experiencia del amor de Dios
Este es un lugar de encuentro para ayudarnos a mejorar nuestra comunicación con Dios. Buscamos desarrollar una relación personal con Dios durante el día, encontrándole en todas partes, y en esos minutos que dedicamos cada jornada a estar a solas con Él.

Autor: P Evaristo Sada LC.

jueves, 30 de junio de 2011

Oración para SONREÏR ...


Señor, renueva mi espíritu y dibuja en mi rostro
sonrisas de ...gozo por la riqueza de tu bendición.

Que mis ojos sonrían diariamente
por el cuidado y compañerismo
de mi familia y de mi comunidad.

Que mi corazón sonría diariamente
por las alegrías y dolores que compartimos.
Que mi boca sonría diariamente
con la alegría y regocijo de tus trabajos.

Que mi rostro dé testimonio diariamente
de la alegría que tú me brindas.
Gracias por este regalo de mi sonrisa, Señor.
Amén.



A VECES SENTIMOS QUE LO QUE HACEMOS ES TAN SÓLO UNA GOTA EN EL MAR... PERO, EL MAR SERÍA MENOS SI LE FALTARA UNA GOTA...

Madre Teresa de Calcuta.

así que ánimo... a sonreír!!!
y con ésta imagen de dos hermosos Santos quién no se ánima...
Bendiciones les quiero...

Servir a Cristo ...

" Cada obra de amor...llevada a cabo con todo el corazón, SIEMPRE logrará acercar a la gente a DIOS..."
Madre Teresa de Calcuta.

La belleza

Hay tres tipos de belleza: natural, artística y la interior.


En la buena filosofía estudiamos que todo ser, por el hecho de existir, tiene cuatro propiedades ínsitas: unidad, verdad, bondad y belleza.

1. Definición y tipos de belleza

El vocablo belleza deriva del término latino “bellus”, bonito (que a su vez, procede de bonus, bueno). Desde antiguo se destacó la dificultad que entraña dar una definición de este concepto. Platón se propuso en su diálogo “Hipias major” determinar qué es la belleza en sí misma: aquello que hace bellas a las cosas que se nos manifiestan como tales.

Se han dado muchas definiciones: Bello es lo que visto (y no sólo lo conocido), agrada (Santo Tomás). La belleza es el esplendor del orden (San Agustín). Es el esplendor de todas las propiedades del ser reunidos: unidad, verdad y bondad (Jacques Maritain). Belleza es luminosidad. Belleza es armonía. Belleza es orden.

La belleza es la hermosura interior que se refleja hacia fuera. No sólo está el gozo de la vista que contempla la belleza exterior y se recrea en sus líneas. La capacidad para descubrir la otra, la interior, indica una facultad más elevada, la de de ser exploradores de la intimidad ajena, lo que a la larga va a ser una valiosa adquisición o valor.

Hay tres tipos de belleza. Con un ejemplo te quedarán más claras. Era el mes de mayo. Soplaba aún un viento fresco, pero la primavera había llegado; así lo proclamaban las plantas, los árboles, el perfume de las flores y el gorjeo alegre de los pájaros. Entré en una inmensa catedral gótica, con sus rosetones maravillosos, con sus arcos de medio punto. De repente suena el órgano el Mesías de Haendel y sus potentes armonías se difunden por las anchas y altas naves. Quedé extasiado. En las naves laterales colgaban pinturas de Rafael y Miguel Ángel, que me trasportaban con su encanto. En esto, a diez metros delante de mí una madre tenía entre sus brazos a su hijo, a quien cada diez segundos le daba un profundo beso en la carita. Me acerco al altar. Comenzó la misa. Ya las primeras bancas estaban ocupadas. Me quedé en un costado de pie. Al rato llegó una pobre anciana, apoyada en un bastón. No había asiento. En esto un señor de unos cuarenta años se levanta y cede su asiento a la ancianita. Escucho atento el sermón del sacerdote y todo era claro, estructurado y brillante. Termina la misa y salgo a la calle. Todo olía a primavera. Y todavía rondaba en mi mente una pregunta: ¿qué es la belleza? Pero hoy me sentí enriquecido.

Ahora ya podemos definir los tipos de belleza.

a) La belleza natural: Es la belleza que se encuentra en las cosas de la naturaleza. Un paisaje, el vuelo de un pájaro, unas cataratas, unas montañas, el mar, unas nubes, etc. Su fuerza radica en entrar por los ojos, en ser rotundo a la hora de mostrarse. Esta belleza natural es fuente de agrado y complacencia para los sentidos exteriores. Va de fuera para adentro. Me enriquece. Me ennoblece.

b) La belleza artística, es decir, la plasmada en el arte: Es la belleza de un hermoso cuadro, un edificio, una escultura, una pintura, un discurso. El Renacimiento se encargó de transmitirnos un nuevo estilo de belleza basado en la armonía y el orden, canon que cambiará en los siglos XVII (Barroco) y XVIII (Ilustración y Neoclasicismo). Esta belleza artística quedará reflejada en las artes plásticas (arquitectura, escultura y pintura) y en las artes del movimiento (música, coreografía y poesía). También es una belleza que va de fuera para adentro. Nos exalta. Nos enriquece y ennoblece.

c) La belleza moral o interior: es el orden, el equilibrio, la bondad interior de la persona. Es el conjunto de unidad, verdad, bondad, espiritualidad en armonía, orden, proporción...que cada uno de nosotros tiene en su interior. Es la armonía entre las acciones del hombre y el ideal de su vida (ideal que decide su vocación y su misión en la misma). Es la coherencia entre la conducta del hombre y la meta o ideal que persigue. Albert Einstein dijo: “La belleza reside en el corazón de quien la contempla”. Esta es la belleza en la que nos detendremos. Es la belleza que uno tiene dentro como fuente para saciar la sed propia y la de los demás. Llega a ser fuente de alegría constante, de gozo consolador, de encanto arrebatador. Genera amor y alegría renovada en quien la contempla y se beneficia de ella, en el trato con esa persona. Esta belleza interior se exterioriza en resplandores de bondad, veracidad, honestidad, coherencia, simplicidad, encanto, armonía, equilibrio. Por eso, una persona será bella interiormente en la medida en que viva y se alimenta de las otras cualidades del ser: unidad, verdad, bondad.

2. ¿Cómo llegar a descubrir nuestra belleza interior?

En la medida en que somos capaces de olvidarnos de nosotros mismos para interesarnos por los demás y sentimos la necesidad interior, acuciante, aunque serena, de contribuir con nuestra via y nuestras obras a hacer de este mundo un lugar mejor, más hermoso y gratificante para todos...en la medida en que dejemos de inquietarnos por las necesidades más bajas de supervivencia y de seguridad que se cubren de forma automática y nos elevemos sobre lo material, perecedero y terrenal, para entrar en el área inconmensurable, llena de luz y de esperanza del espíritu...en esa medida comenzaremos a apreciar en nuestro interior que tenemos verdad, bondad, espiritualidad y belleza, y las sentimos y vivimos con plenitud en lo más profundo de las estructuras que conforman nuestra mismidad.

Por tanto, esta belleza interior está en ti y es la unión de verdad, bondad, espiritualidad. Es un valor que se autogenera en todo aquel que sepa sentirla, vivirla, sintonizarla y crearla en su derredor. Hay que descubrirla, pues está en ti. Que no te pase que mueras sediento de sed, teniendo a tu lado esta fuente inagotable. Así lo expresaba Leon Bloy: “Hay una fuente al pie de todos aquellos que mueren de sed”.

Pero además, esta belleza interior se ha alimentado de esa belleza natural y artística y es un valor universal que se da en todos y que funde en abrazo espiritual y entusiasma por igual al filósofo, al poeta, al campesino y al científico. Es el caso del místico san Juan de la cruz, o de san Francisco de Asís, que encuentran a Dios (el porqué de su existencia) en la candidez y belleza de los seres sencillos de la creación, o el caso de sabios como Einstein, anonadado y perplejo ante la maravillosa armonía que descubre en el Universo, o el caso de un sencillo labrador como san Isidro, que siente interiormente el pálpito de la belleza de los campos arados, de las mieses, de la lluvia, del sol y de la escarcha, y contemplándola se siente transportado en espíritu hacia su Creador. Gustavo Adolfo Bécquer diría: “El espectáculo de lo bello, en cualquier forma que se presente, levanta la mente a nobles aspiraciones”. Por lo tanto, esta belleza interior se dará en quienes tengan los ojos limpios y el corazón desalojado de preocupaciones y saben abrirse a la belleza que encuentran a su alrededor, esparcida en la creación.

Esta belleza sentida en el interior como armonía que sintoniza con todo lo creado nos permite descubrir, además, un mundo trascendente que el hombre no es capaz de expresar en términos racionales y que los místicos y poetas se esfuerzan en hacerlo con imágenes poéticas, figuras retóricas, etc.

Pero, ¿por qué hay unos ciegos que no ven esta belleza interior? ¿Por qué otros son capaces de verla en lo más nimio? No hay camino para descubrir la belleza, sino que la belleza está precisamente en hacer el camino hacia el interior del espíritu. La mayoría de los humanos dejan la vida, pasan por la tierra poniendo su empeño en cubrir las necesidades primarias de alimento, pertenencia, aprecio y autoestima, y en su horizonte de miras apenas si han ido poco más allá de capacitarse para ejercer una profesión u oficio, conseguir un nivel socioeconómico aceptable y atesorar propiedades y riquezas con un doble fin: asegurarse unos años de vejez libres de preocupaciones económicas y dejar en herencia a los hijos la seguridad de un patrimonio que alivie las dificultades que la vida pueda depararles. Después, esperar que la muerte llegue lo más tarde posible, y estar orgullosos de haber hecho algo en la vida.

Hasta aquí, todo perfecto, y es digna de elogio la conducta de quienes así programan y realizan la propia existencia. Sin embargo, aquellos, demasiado pocos, por desgracia, que amplían sus miradas hacia el horizonte sin límites de la plena realización de ser, adquieren la inapreciable virtud de convertir en bellos, maravillosos, deseables y dignos de disfrute hasta los momentos más prosaicos y simples de la propia existencia: una merienda en familia, un día de lluvia, el retraso del tren o del subte, el nacimiento de un nuevo hijo.

Los semblantes de estas personas son serenos, calmados, animosos firmes, pero orlados de ternura y de paz. En sus rostros reflejan la alegría, porque han hecho motivo de su existencia el disfrute del encanto y de la belleza que late a raudales en cada rincón de la naturaleza. Gustavo Flaubert dijo: “Si mirásemos siempre al cielo, acabaríamos por tener alas”. Hay que mirar un poco más allá de nuestras necesidades primarias, si queremos descubrir las alas de la belleza, percibir el perfume de la belleza, calentarnos con el resplandor de la belleza y saborear el gusto de la belleza.

Debe ser muy alentador y estimulante para los hombres saber que en cada uno de nosotros permanece la disponibilidad anímica y la predisposición a descubrir la armonía, el orden, el equilibrio y la belleza en todas las cosas de la creación, y que esa sintonía y hermandad con el Universo no es algo que se nos da, sino una riqueza insondable que permanece dentro de nosotros mismos y que sólo hemos de ocuparnos de sentirla, vivirla y disfrutarla.

3. ¿Cómo acrecentar y preservar esta belleza interior?


Necesitamos:

Ánimo equilibrado, mente serena y calma psicofísica. Lo contrario a ánimo perturbado, depresivo y exaltado, angustiado, violento, ansioso, apático, atormentado, esquizofrénico, paranoico, egoísta, vanidoso, orgulloso, pasional, sentimental, inestable, incoherente y mentiroso. Todo esto nos hace perder la belleza interior.

Cada día, antes de iniciar nuestra jornada, mientras nos vestimos y aseamos, debemos poner en orden nuestras ideas, afectos, sentimientos y propósitos, y barrera de nuestro corazón y de nuestra mente posibles residuos de pensamientos y sentimientos negativos de rencores, envidias, venganzas, resentimientos, antipatías y discordias, para dar paso a la armonía equilibradora y saludable del espíritu sereno, que viene acompañada de generosidad, optimismo, comprensión, perdón, actitud mental esperanzada, positiva y de servicio a los demás y predisposición a dejarse invadir por la incomparable belleza de las cosas más pequeñas, cotidianas y aparentemente insignificantes y triviales.

En vano se pretende restablecer el equilibrio perdido y llenar los vacíos del espíritu con honores, posesiones, fama y atesoramiento de bienes materiales, porque la verdadera felicidad es consecuencia de esa armonía interna y equilibradora en cuanto síntesis de bondad, verdad, espiritualidad y belleza, la belleza que es disfrute y gozo en lo cotidiano, vivido y sentido con plenitud del ser.

Albert Einstein dijo: “Los ideales que han iluminado mi camino, y una y otra vez me han infundido valor para enfrentarme a la vida con ánimo, han sido la bondad, la belleza y la verdad”.

Y Rousseau: “Si quitaseis de nuestros corazones el amor a la bello, nos quitaríais el encanto de vivir”.

Y Maurois: “Cuando las cosas no van bien, nada como cerrar los ojos y evocar intensamente una cosa bella”. Una persona amada, una canción, una poesía, un recuerdo hermoso, una vivencia pasada...

¡Vence el mal con el bien!

Autor: Antonio Rivero, L.C.