"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

jueves, 2 de junio de 2011

Incomparable...



Cierren sus ojos...
inclinen su rostro...
y escúchenla...
Dios les bendiga...

Habla y escucha a tus hijos

Si el tiempo es oro, ¿A quién dar mejor ese oro que a tus hijos?, No escatimes tiempo para ellos, tal vez cuando quieras dedicárselo ya sea demasiado tarde. Habla, juega y sobre todos enséñales a orar, hazlo con  ellos, háblale de Dios… en una palabra “SER PADRES”.


Asómbrate

El otro día me regalaron un libro con un título que en principio podría parecer irreverente, un libro de José María Rueda: "¿Cómo eres Dios?, ¡Dios, cómo eres!". Pero ese titulo expresa muy bien el asombro del descubrimiento del modo de ser de Dios. Asombro aparece en el apóstol Pedro, después de haber visto cómo el Señor le manda echar la red y la saca llena hasta arriba, se tira a sus pies exclamando: "Apártate de mí, que soy un pecador" y todos se quedaban asombrados.
Estamos tan "acostumbrados" a Dios... Desde pequeños hemos visto cuadros, crucifijos, un arte magnífico, una cultura religiosa, que ha formado parte tanto de nuestra historia como de nuestra identidad. Esto es bueno y es positivo, pero hemos perdido tal vez la capacidad de asombrarnos ante la experiencia de Dios. El evangelio, lo que nos plantea a muchos creyentes es un reto, el reto de recuperar nuestra capacidad de asombro. Esa frase que hoy en día dice tanta gente: "qué alucine". Qué alucinante ha sido, ver una película buena, que alucinante ha sido la primera vez que le he dicho a una persona que la quería, que alucinante y que maravillosa ha sido la experiencia de la primera vez que he visto el rostro de mi hijo, o cuando el medico me ha anunciado la sanación de una persona muy querida, porque el ser humano sigue teniendo una capacidad muy grande para asombrarse, para asombrarse de la belleza, para asombrarse de la ternura, para asombrarse de tantas cosas que no somos conscientes que están dentro de nosotros y que sin embargo forman parte de nuestro tesoro personal.
Deberíamos preguntarnos si Dios es capaz de asombrarnos, o si por el contrario se nos ha metido ya en nuestra práctica religiosa, en nuestro modo de vivir el evangelio tal rutina, tal acostumbramiento que todo nos parece igual. Siempre son los mismos sermones, siempre son las mismas cosas las que nos dicen los curas, siempre cabe esperar lo mismo de las personas creyentes. Sin embargo para el creyente que ha tenido un encuentro con Cristo y que ha sabido hacer una lectura profunda de la intervención de Dios en su vida, no debería de dejar cada día de abrir la boca y decir: Dios mío, ¡cómo eres!, ¡cómo te portas conmigo!, ¿porqué tienes tanto interés en mí?, porque si no, es muy posible que terminemos como tantas veces se nos ha reprochado desde ámbitos no creyentes, con una fe aburrida,
Podríamos recuperar nuestra capacidad de asombro ante Dios, si fuéramos capaces de recuperar nuestra posibilidad de ser orantes, de sacar un rato cada día para charlar con Él, para escucharle, para contarle, para dejarnos llenar, para cargar las pilas espirituales.
Señor, que yo siempre me asombre ante tus cosas, que no te trate como a uno más, sino que sea siempre alguien especial, que yo tenga ojos para ver y para comprender que todo lo que haces siempre, y especialmente aquello que es menos llamativo y menos conocido es algo espectacular. Espectacular. Lo menos importante es a veces lo más bello si está tu mano encima de ello.

miércoles, 1 de junio de 2011

Celebra la Vida...

Hermoso mensaje...
disfrutenlo, y celebren la vida...

La familia cristiana, modelo social positivo

Que la Iglesia sepa acompañar a las familias difundiendo un mensaje claro sobre el valor del matrimonio como sacramento. Lo pidió Benedicto XVI

SIEMPRE AGRADECIDO

Yo te amo Señor...,mi fortaleza...mi roca...mi alcazar ... mi libertador...

                                                                  Resistir... resistir...
                       mantener viva la llama de la ilusión, el impulso que hace que merezca  la pena luchar...
                                                      porque el fuego de Dios es real...
                                         Convierte ese Amor en bandera...en proyecto de vida...

Jesús...hombre Libre y Liberador...

Jesús es tan libre y libertador que nos enseña con su ejemplo...
-Que las leyes no deben ser camisa de fuerza- sino canales de vitalidad: Por eso viola las leyes inhumanas y dice que la ley está hecha para el hombre y no al revés ( Mt. 2,23-28), y culmina proponiendo un mandamiento nuevo de amor sin fronteras: PARA TODOS, sobre todo para los más pobres, incluso a los enemigos, sin límites, hasta la muerte, como el mismo lo hizo (Mt.5,43ss; Jn 15,12).
-Que las ESTRUCTURAS POLÍTICAS Y SOCIALES- aunque necesarias, no pueden convertirse en canto de sirenas: Jesús no perteneció a grupo político alguno de su época... y añadió que el cambio interior es más importante que el exterior: Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda dañarle: lo que sale del hombre es lo que contamina al hombre. (Mt.7,15).
-Que LA RELIGIÓN Y EL CULTO puedan volverse violentos, abusivos e inhumanos.
Por ello afirmó categórico: PREFIERO EL AMOR A LOS SACRIFICIOS (Mt. 9,13; 12,7) Y, sin haberse llamado jamás sacerdote...supo ofrecer el culto espiritual de su propia vida, sustituyendo al antiguo del templo (Jn.13-22; 4,24)

Porque tu eres bueno...

" La Gloria del Señor sobrepara cielo y tierra." Sal. 148.Aleluya!!!
así que confianza...confianza plena, en el Buen Dios que nos ama mucho...mucho!!!

Ensanchar el alma

Todos hemos visto, cómo cuando llueve intensamente, el cauce de los ríos se desborda de tal modo, que arrasa con todo lo que hay en las orillas. Eso que aparentemente y en muchos casos puede ser una tragedia, a la larga es beneficioso, pues sabemos que no solamente limpia las orillas, sino que incluso, al final, el río queda más ancho, se ensancha el cauce e incluso se ensancha el valle que acoge a ese río. Y como la lluvia intensa ha sido para la tierra, así ha sido la Semana Santa para los cristianos y para su corazón; una intensidad de gestos, de palabras, de acontecimientos divinos, que debían ensancharnos el cauce de nuestra alma y dejar que haya una comprensión mayor de la misericordia de Dios.
Hemos pasado esa Semana Santa tan intensa y todos deberíamos preguntarnos si nuestro corazón y nuestra alma han quedado más anchas, han quedado más grandes, con motivo de haber sido testigos de la misericordia de Dios con los hombres.
Y ahora,  vemos como Jesús se aparece a sus discípulos, que tenían las puertas cerradas por miedo a los judíos, e inmediatamente les transmite ese “Paz a vosotros”, ese mensaje de la resurrección: “No tengáis miedo, porque sí, yo he vencido a la muerte, he vencido todos vuestros miedos”. En muchos lugares, éste gesto se vincula a la misericordia divina, porque ocho días después seguimos asombrados, seguimos anonadados, de ver el interés tan grande que tiene Dios en el hombre, porque la mente de Dios no es nuestra mente, y a veces nos pensamos que somos nosotros los que vamos buscando a Dios por la vida, y es todo lo contrario. Es Dios el que busca al hombre, es Dios el que sale a nuestro encuentro para vestirnos un traje de paz, un traje de belleza, de serenidad, y por eso, Jesucristo, ocho días después, se aparece a los discípulos y les dice: “No tengáis miedo, paz a vosotros, mirad mis llagas, mirad mis manos, meted la mano en el costado y no seáis incrédulos sino creyentes
A la mente de todos, viene esa poesía del siglo de oro español: “Qué tengo yo que mi amistad procuras, qué interés se te sigue Jesús mío, que a mi puerta cubierto de rocío, pasas las noches del invierno  oscuras”. Todos nos preguntamos por qué el Señor ha sido tan bueno, por qué tiene ese interés en decirme tantas cosas. Y frente al interés divino, el misterio de la fragilidad humana, ante el cual, en el fondo, tenemos que reconocer que no nos interesa Dios, que incluso podríamos decir que tanto Dios nos cansa, nos aburre,  porque no nos damos cuenta que Dios quiere nuestro beneficio, cómo un padre quiere el beneficio de sus hijos. Esa es la gloria de Dios: nuestra propia gloria, nuestro bienestar, que seamos sanados de nuestras heridas, que nos queramos de verdad, que seamos hombres completos.
Así, Cristo resucitado, pasados unos días de la Semana Santa y unos días de la Pascua, te vuelve a decir: “No seas incrédulo, sino creyente, no dudes de mí, que me he puesto a tus pies en el Jueves Santo y te he lavado, he promulgado para tí un mandamiento del amor que te va a llevar a la plenitud, me he dejado escupir por tí, me he dejado abofetear y clavar en la cruz, todo por tí, porque nadie te ama como yo”.
En un mundo en el que todo el mundo busca ser amado por alguien, el grito de Dios: “Tengo sed de tí, te necesito, te deseo, quiero solamente tu bien”, es un grito que todavía tiene que resonar en nuestro corazón. Pero no huyamos del Señor, que no nos resulte incómodo. No hagamos como el  apóstol Tomás: si no tenemos pruebas evidentes que se amolden a nuestros conceptos, a nuestros esquemas mentales, nos atrevemos a dudar del amor de Dios por nosotros. Así, Jesús dice: “Dichosos los que creen sin haber visto”. No tenemos por qué pedirle a Dios pruebas, no tenemos por qué pedirle evidencias, nos deben bastar las huellas que ha dejado en la historia de la humanidad y en nuestra propia historia, para comprender o intentar aceptar el amor tan grande que tiene por nosotros.