"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)
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miércoles, 1 de julio de 2020

LA DIFERENCIA ENTRE UN ÁNGEL Y UN AMIGO



Un ángel no nos escoge, Dios nos lo asigna.
Un amigo nos toma de la mano y nos acerca a Dios.
Un ángel tiene la obligación de cuidarnos.
Un amigo, nos cuida por amor.
Un ángel, te ayuda evitando que tengas problemas,
Un amigo te ayuda a resolverlos.
Un ángel, te ve sufrir sin poderte abrazar.
Un amigo te abraza, porque no quiere verte sufrir.
Un ángel, te ve sonreír y observa tus alegrías.
Un amigo, te hace sonreír y te hace parte de sus alegrías.
Un ángel, sabe cuando necesitas que alguien te escuche.
Un amigo te escucha, sin decirle que lo necesitas.
Un ángel, en realidad, es parte de tus sueños.
Un amigo, comparte y lucha porque tus sueños, sean una realidad.
Un ángel, siempre esta contigo ahí, no sabe extrañarnos.
Un amigo, cuando no esta contigo, no solo te extraña sino que también, piensa en ti.
Un ángel, vela tu sueño.
Un amigo, sueña contigo.
Un ángel, aplaude tus triunfos.
Un amigo, te ayuda a que triunfes.
Un ángel, se preocupa cuando estás mal.
Un amigo, se desvive porque estés bien.
Un ángel, recibe una oración tuya.
Un amigo, hace una oración por tí.
Un ángel, te ayuda a sobrevivir.
Un amigo, vive por tí.
Para un ángel, eres una misión que cumplir.
Para un amigo, eres un tesoro que defender.
Un ángel, es algo celestial.
Un amigo, es la oportunidad de conocer lo más hermoso que hay en la vida
Un ángel, quisiera ser tu amigo.
Un amigo, sin proponérselo, ¡TAMBIÉN ES TU ÁNGEL!


martes, 30 de junio de 2020

LA IGNORANCIA CONTRA LA SABIDURIA



La ignorancia te hace creer que la vida funciona por casualidades.
La sabiduría te enseña que todo lo que ocurre en esta gran obra de teatro tiene un profundo significado.
Lo que ves hoy no es fruto de la casualidad, sino de las semillas plantadas en el pasado.
Siembra semillas de paz en el presente y crearás una vida de paz para el futuro.
La ignorancia es como un profundo sueño en el que uno sueña que todavía está despierto.
Es una enfermedad de la humanidad.
El alma humana se olvida de quien es y a quien pertenece.
Empieza a actuar por instintos y no por valores.
En la vida vendrán dificultades y obstáculos, no vienen para detenerte, pueden fortalecerte y ayudarte a avanzar con más experiencia.
No vivas según tu reloj, vive según tu brújula de valores, así te asegurarás que estás en el camino...



martes, 20 de febrero de 2018

¿Pero que nos está pasando? ¿Que estamos haciendo mal?



CAPITULO I
 Es suficiente leer algún diario, en cualquiera de las modalidades actuales, o escuchar las noticias en las distintas cadenas televisivas, o de radio, para quedarnos cada día más perplejos de lo que nos comunican. Las políticas, hoy no las tocaremos, ya que hay otras, que en mi forma de pensar, son de mayor calado y es lo que hoy me gustaría transmitiros.
No sé si por la cantidad de medios de información, o porque efectivamente la sociedad ha experimentado un cambio, por desgracia a peor, el caso es que nos quedan con el corazón encogido.
La mayoría, suicidios, e incluso de menores, crímenes, violaciones en grupos, acoso escolar, desapariciones de chicas al final asesinadas y presuntamente violadas o al menos habiendo abusados sexualmente de ellas, consumo de alcohol en menores, se dice que con catorce años ya se inicia dicho consumo, en general todo fruto de una violencia, con unas cotas que jamás hubiéramos ni desearíamos haber alcanzado.
Todas estas circunstancias, a las que desgraciadamente, esta sociedad se está acostumbrando, ni siquiera nos sobresaltan, cuando oímos o leemos alguna de estas noticias y las consideramos tristemente como un caso más. Para mí es un tema que creo necesita un análisis y estudio profundo, pero sobre todo, un compromiso por los que pensamos que esto no es correcto para actuar en unión.
Comencemos por la Familia, donde en principio, seria la fuente donde deberían de irse formando los pequeños, tomando los valores y virtudes que sus padres, que le deberían inculcar, para que la respuesta en su edad adulta fueran de lo más satisfactoria posible.
Desgraciadamente la Familia, al menos como la familia media que existía en España, ha desaparecido, por lo que las referencias de los pequeños, necesariamente son otras, a veces niños desorientados por la forma trato con sus progenitores.
De vivir, con tantos divorcios, separaciones en la que los protagonistas de esos divorcio o separaciones, están llenos de rencor, a veces de odio el uno hacia el otro y en medio esos niños, obligados a aguantar vivencias tan negativas para ellos, por fuerza deben de sentir un vacio emocional, revelándose en su interior contra ellos, pero que por su edad no manifiestan abiertamente,  esta situación les está generando en la mayoría de los casos, un rechazo que los hace poco comunicativos, su interior está lleno de frustraciones que solo genera una violencia interna, que cada día ira a mas.
Estos niños de los que estoy hablando y salvo muy contadas excepciones, la mayoría de ellos, pasan poco tiempo con sus padres, a veces por problemas de tipo laboral, horarios de trabajo y otros por comodidad de los padres y la falta de sacrificio de los mismos por sus hijos, pues no pueden cambiar el, salir a correr, jugar a pádel, etc. por chalar un poco con sus hijos, conocer sus problemas, guiarlos y aconsejarlo. Pero se conforman con decir “Mi hijo va a uno de los mejores Colegios, o al mejor” ¿Y qué? La educación corresponde a los Padres, los Colegios forman académicamente y ayudan y colaboran con la educación, pero sin los Padres, nada de nada.
Esta destrucción de la Familia, digamos que por un cambio Socio-Político, tiene muchísima pate de culpa la propia Iglesia Católica, que creo no ha sabido adaptarse a los tiempos.
Pasemos a otro punto.
El respeto a los demás:
         Fruto de esa violencia interna que en los niños, como decía antes se iba generando, esa violencia les lleva a ignorar el respeto, comenzando por pequeños detalles en la edad escolar, donde cada día el Profesor va perdiendo autoridad y el niño va haciendo cada día mas, lo que le viene en ganas, sin respetar lo mas mínimo a sus compañeros o compañeras, pero al Maestro le han quitadlo la mayor arma que tenia para combatir esto que era su Autoridad.
Si de niños el respeto comienza a faltar, en la adolescencia es difícil gobernar a estos, ya no tan niños, asusta decir y así lo demuestran todos los estudios que se han realizado sobre el tema, que el consumo de alcohol es casi generalizado a partir de los catorce años, bajo el efecto del mismo e incluso a veces mezclados con alguna que otra pastillita, estos pueden cometer las mayores locuras, agresiones físicas brutales, verdaderos combates animados por grupos de ambos contrincantes, que a veces termina en una batalla campal con heridos de consideración. En este estado y creyéndose unos hombrecitos toman a una chica y la violan en grupo, esto está proliferando desgraciadamente.
Del consumo clandestino de alcohol, de estos adolecentes, nos pasamos a lo que se ha llamado la movida o botellones, reunión de miles de jóvenes en los que la única diversión es beber alcohol sin límite alguno y en algunos casos con algún tipo de droga añadida, últimamente los controles que la Guardia Civil de tráfico monta para detectar el grado de alcoholemia, se da la circunstancia que hay más positivos en drogas que en Alcohol. Toda una verdadera pena, la de parte de esta juventud.
Y ojo, hay una minoría de gente joven fenomenal de grandes principio y muy involucrada a que todo vuelva al respeto mutuo, a las buenas costumbres, pero a ellos le es muy difícil tirar de la gran masa, necesitan de nuestra ayuda, no podemos dejarlos solos, hay que echar el resto, cada uno en la medida que pueda, pero no decir nunca, como esto no tiene solución… Pues no, claro que la tiene, hoy como ayer, hay que comenzar por educar desde pequeño, tratar de inculcarles unos verdaderos valores como personas , respeto, dignidad, amor a los demás, ser solidarios, tratar de levantar al que vemos caído etc.
Dejo para otro capítulo sobre este mismo tema todo lo relacionado con la Religión y con la Iglesia Católica.
Reitero no debíamos de seguir cruzado de brazos y seguir leyendo notáis como el suicidio del menor solo hace unos días, cuyo suicidio para mí es un fracaso de la sociedad actual.
Continuara.


sábado, 25 de noviembre de 2017

Dios no es Dios de muertos, sino de vivos



Hoy el Señor nos llama a un cuidado de la vida en todas sus expresiones.

Tobías: 3, 1-11. 16-17: “El Dios de la gloria escuchó las súplicas de Sara y Tobit”
Salmo 24:  “A ti, Señor, levanto mi alma”
San Marcos 12, 18-27: “Dios no es Dios de muertos, sino de vivos”
 ¿Nos gustaría a nosotros hacerle a Jesús la misma pregunta que le hacen los saduceos? Tenemos muchas dudas sobre lo que hay “más allá, después de la muerte”. Y por más que muchos ahora digan que le hablan a los muertos o que tienen comunicación con los espíritus, siempre quedamos en la ignorancia, sobre lo que hay más allá. Cristo mismo nos asegura que hay resurrección pero no tenemos claro qué podremos encontrar. Nuestras pobres inteligencias se niegan a concebir una vida nueva, diferente, y queremos encasillar la resurrección como en un continuo revivir, reencarnarse, que al final terminaría en una vida monótona, sin novedad. Cristo nos dice que tendremos vida en plenitud, no que viviremos como cadáveres. Habrá una comunicación con nuestro Dios y una participación de su amor que nos hará vivir a todos como hermanos.
Si ya desde el Antiguo Testamento se vislumbraba esta vida en el más allá, como nos lo muestra el pasaje de Tobías que busca respeto para los muertos, con la propuesta de Jesús aparece más claro. Esta enseñanza de ningún modo nos debe excusar de un trabajo serio y comprometido con la realidad, sino todo lo contrario: quien tiene fe en la Resurrección de Jesús, se une íntimamente a Él, y se compromete seriamente por la vida en todos sus sentidos. Es triste el ambiente de muerte que propiciamos al destruir la naturaleza; es increíble la dureza del corazón que debemos tener, cuando somos capaces de destruir la vida desde el vientre, o en la ancianidad, con el pretexto de que “estorban o no son productivos”. Hoy el Señor nos llama a un cuidado de la vida en todas sus expresiones.
 La vida en tu persona que no debes destruir con el alcohol, con las drogas, con los excesos; la vida de los demás que debes cuidar y preservar; la vida de la naturaleza que al final de cuentas da vida al hombre. ¿Somos cuidadores de la vida o somos pregoneros de muerte?
Por: Mons. Enrique Diaz, Obispo de la Diócesis de Irapuato




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viernes, 24 de noviembre de 2017

¿Un buen lugar para orar? El templo de tu corazón



Una buena lección de San Ignacio de Antioquía.

«Sois piedras de un templo, preparadas de antemano para un edificio de Dios el Padre, siendo elevadas hacia lo alto por medio del instrumento de Jesucristo, que es la Cruz, y usando como cuerda el Espíritu Santo; en tanto que la fe es vuestra polea, y el amor es el camino que lleva a Dios. Así pues, todos sois compañeros en el camino, llevando a vuestro Dios y vuestro santuario, vuestro Cristo y vuestras cosas santas, adornados de pies a cabeza en los mandamientos de Jesucristo. […] Y orad sin cesar por el resto de la humanidad (los que tienen en sí esperanza de arrepentimiento) para que puedan hallar a Dios» (San Ignacio de Antioquía, Carta a los Efesios, 9 y 10).
Acabo de tener la oportunidad de estar en un campamento con 55 niños españoles entre 9 y 11 años. Fue una experiencia maravillosa y refrescante. Además de disfrutar de cada una de las actividades con ellos durante esos días, pude volver a comprobar que los niños llegan a ser pequeños maestros de vida con sus comentarios y acciones cargados de inocencia. Y mientras preparaba este artículo me vino a la mente una respuesta que me dio Javier en uno de esos días.

Habíamos tenido un día muy hermoso y le pregunté a Javi si había ido a agradecer a Jesús por el día en la capillita del campamento. Su respuesta fue un no, pero acompañado de una sonrisa. Me intrigó y por eso volví a la carga: «Pero, ¿de qué te ríes? No crees que a Jesús le gustaría que le agradecieras todo lo que te dio hoy?». Su respuesta fue una pequeña bofetada de guante blanco: «¡Claro que sí, padre! Pero no había tenido tiempo de ir a la capillita, por lo que ya le había agradecido en mi corazón a Jesús por todo. Pero ahora mismo voy a decírselo también en persona». Menos mal que se fue corriendo y no volvió la vista; hubiese visto un sonrojo de vergüenza pintado en mi cara…

Javi me enseñó en esa ocasión algo que San Ignacio de Antioquía reafirma en el texto que preside este artículo: que Dios está siempre en el corazón de quienes lo acogen. El Santo habla de ser «templos de Dios», «portadores» suyos. ¿Nos damos cuenta de la grandeza que eso supone? Dios siempre nos acompaña, nos ve, nos anima, nos abraza. En ningún momento se separa de nosotros… siempre y cuando nosotros no le cerremos las puertas con el pecado. E incluso si lo hacemos, Él está ahí, esperando a que le volvamos a encontrar con la confesión y dispuesto a perdonar cualquier cosa con tal de morar de nuevo en nuestro interior.

¿Y tiene esto importancia para nuestra oración? ¡Yo diría que es básico! Si esto es verdad –y lo es– significa que podemos orar en cualquier circunstancia, en cualquier momento, estemos donde estemos: en el trabajo, en la cocina, en el colegio, jugando, escribiendo, leyendo este artículo, etc. Siempre podemos elevar el corazón y hablar con Quien lo habita. De esta manera, aunque la Eucaristía sea efectivamente el lugar apropiado para hacer oración (y lo recomiendo muy vivamente) no será absolutamente indispensable o necesario tener que acudir a una iglesia para orar. Tú mismo eres templo de Dios, teóforos (para usar el término de San Ignacio). Ahí, en el santuario de tu corazón puedes adorarle, hablarle y tratar con Él.

Otra consecuencia de esta certeza es que también nos permite sabernos “compañeros de camino” unos con otros. Tú, que lees estas líneas, eres templo del mismo Dios que habita mi alma. Por eso mi oración te enriquece también a ti y la tuya nos enriquece a todos. Mi oración deja de ser sólo “mía” y se convierte en “nuestra”; deja de ser sólo un diálogo con “mi” Dios y se convierte en un diálogo de todos con “nuestro” Dios.
«No sabéis que vuestro cuerpo es santuario del Espíritu Santo, que está en vosotros y habéis recibido de Dios, y que no os pertenecéis?». Esta rotunda frase de San Pablo en la primera carta a los corintios (6, 19) es el leitmotiv de la oración del cristiano. San Ignacio lo sabía… y presiento que el buen Javi lo intuye. Después de todo, sólo el corazón inocente, como el de los niños, es capaz de percibir esa Presencia Amorosa en nuestro interior.
Por: P. Juan A. Ruiz | Fuente: www.la-oracion.com




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jueves, 23 de noviembre de 2017

¿Cómo alcanzar la paz interior?



Es una de las preguntas que escucho con más frecuencia

A veces nos sentimos insatisfechos con nosotros mismos. Tenemos la sensación de que no encajan las piezas del rompecabezas; que no están bien ensambladas mi identidad, mi vida íntima y mi comportamiento. La conciencia reclama y dice que algo anda mal.

Esto puede tener diversas causas. Entre otras, sucede cuando una persona se comporta de una manera que no corresponde a la propia verdad, sea por incoherencia, sea para dar una apariencia falsa de sí mismo.
Para tener armonía, el ser y el obrar deben encajar
Para ser una persona en armonía, de una sola pieza, es necesario que encajen el ser y el obrar. Una persona madura es aquella que se comporta conforme a lo que es. Y cuando hablo de ser y de identidad me refiero a lo básico, a lo más profundo de nosotros mismos: nuestra condición de creaturas, de hijos de Dios, de cristianos.

Conversando sobre este tema con un hermano sacerdote, el P. John Hopkins, L.C., me hizo un dibujo que me gustó y al que luego hice ciertas adaptaciones:

* La fachada es aquello que queremos que los demás vean y piensen de nosotros.

* La puses aquello que si bien es verdad, preferimos esconderlo, pues reconocemos que estamos mal.

* El corazón es nuestra identidad, nuestra verdad más profunda. Lo que somos a los ojos de Dios.


Leí hace tiempo un cuento:

Un viejo indio Cherokee le habló a su nieto sobre una batalla que se libra en el interior de las personas. Le dijo: "Hijo mío, la batalla es entre dos lobos que llevamos dentro. Un lobo es el pecado: la rabia, la impaciencia, la decepción, el rencor, el resentimiento, el odio, el orgullo, el deseo de venganza, el ego, el orgullo. El otro lobo es el bien: es el perdón, la misericordia, la paz, el respeto, la esperanza, la bondad, la compasión, la confianza, la humildad, el amor..." El niño se quedó pensando y luego le preguntó a su abuelo: "Abuelo, ¿cuál lobo gana la batalla?" El anciano le respondió: "Aquél al que tú alimentas."

Si queremos vivir en armonía, ser personas de profunda paz interior y que irradien paz a su alrededor, debemos alimentar el corazón.
¿Con qué? Con los sacramentos y la oración. Cuidar la vida de gracia para que sea la presencia de Dios en nosotros la fuente de paz interior. Y cuidarla significa buscarla y dejarla actuar. Dejar actuar a Dios dentro del corazón, dar espacio a la labor silenciosa de la gracia divina, que vence nuestras resistencias y cura nuestras llagas.

"El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre, vuelve a esconderlo y, por la alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel". (Mt 13, 44)

Así es la gracia en nuestra vida. Un tesoro escondido por el que valdría la pena venderlo todo, porque todo nos lo da. La semana pasada celebramos la fiesta de la conversión de San Pablo. El recuerdo de Saulo de Tarso nos anima a confiar en el poder de la gracia acogida, consentida y correspondida por nuestra voluntad libre. En las vísperas celebradas por S.S. Benedicto XVI en la basílica de San Pablo Extramuros, el Santo Padre decía:

"Tras el evento extraordinario que sucedió en el camino de Damasco, Saulo, quien se distinguía por el celo con que perseguía a la Iglesia naciente, fue transformado en un apóstol incansable del evangelio de Jesucristo. En la historia de este extraordinario evangelizador, es claro que tal transformación no es el resultado de una larga reflexión interior y menos el resultado de un esfuerzo personal. Es, ante todo, obra de la gracia de Dios que ha actuado conforme a sus inescrutables caminos. Por esto Pablo, escribiendo a la comunidad de Corinto unos años después de su conversión, dice, como hemos escuchado en la primera lectura de estas Vísperas: "Mas, por la gracia de Dios, soy lo que soy; y la gracia de Dios no ha sido estéril en mí." (I Corintios 15:10). Por otra parte, examinando cuidadosamente la historia de san Pablo, se comprende cómo la transformación que ha experimentado en su vida no se limita al plano ético --como una conversión de la inmoralidad a la moralidad--, ni al nivel intelectual --como cambio del propio modo de entender la realidad--, sino más bien se trata de una renovación radical de su ser, similar en muchos aspectos a un renacimiento. Tal transformación tiene su base en la participación en el misterio de la muerte y resurrección de Jesucristo, y se presenta como un proceso gradual de configuración con Él. A la luz de esta conciencia, san Pablo, cuando luego sea llamado a defender la legitimidad de su vocación apostólica y del evangelio por él anunciado, dirá: "Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Esta vida en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí" (Gal 2,20)."

Por su parte, el Catecismo de la Iglesia Católica nos confirma que:

"Es una verdad inseparable de la fe en Dios Creador: Dios actúa en las obras de sus criaturas. Es la causa primera que opera en y por las causas segundas: "Dios es quien obra en vosotros el querer y el obrar, como bien le parece" (Flp 2,13). Esta verdad, lejos de disminuir la dignidad de la criatura, la realza. Sacada de la nada por el poder, la sabiduría y la bondad de Dios, no puede nada si está separada de su origen, porque "sin el Creador la criatura se diluye"; menos aún puede ella alcanzar su fin último sin la ayuda de la gracia". (CIC, 308)


Como escribía al inicio del artículo, las causas de nuestro desasosiego interior pueden ser muchas. Sabemos que existen asimismo elementos humanos que contribuyen a la paz interior y que si Dios quiere podremos tratar más adelante. Quedémonos hoy con el gusto de haber reflexionado en lo que Dios puede hacer con nosotros, por medio de su gracia, si sabemos alimentarnos de ella.
Por: P. Evaristo Sada LC | Fuente: la-oracion.com




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