"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

jueves, 31 de agosto de 2017

Como superar errores a la hora de Evangelizar



Algunos consejos que nos pueden ayudar a la hora de evagelizar para no cometer errores

¿Te pasó que hablabas con alguien sobre algún tema de fe, pero esta persona pensaba exactamente lo contrario? ¡Muy bien! Ese es, justamente, el principio del apostolado: intentar a acercar a la Iglesia a las personas que quizás estén un poco alejadas de Dios.
¿Cómo? Como lo decía San Juan Pablo II: “La fe se propone, no se impone”. Sin embargo, a veces es muy fácil, por un mal entendido celo apostólico, caer en algunos errores a la hora de hacer apostolado, dejándonos llevar por respuestas violentas, muestras de enojo, gestos de impaciencia o frustración, falta de escucha, miedos y demás… Lamentablemente, al ofuscarnos, no podemos pensar bien en lo que decimos ni en cómo lo decimos, y podemos terminar alejando a las personas y no acercándolas a Dios.
Es por eso que en esta galería hemos querido hablar de los 5 errores más comunes a la hora de evangelizar y, a partir de ellos darles algunos consejos que los ayuden a superar estos obstáculos y confiar en la gracia de Dios que sale a nuestro encuentro.
1. Ser muy emocional
Si nuestras respuestas son muy emocionales y no nos resulta mucho esto de hablarle a otros de temas de fe: ¡No hay que desanimarse! Es algo muy común. Jacques Phillippe, en su libro: “La paz interior”, nos dice que frecuentemente, como deseamos algo bueno, incluso querido por Dios, nos creemos justificados para desearlo de tal modo que, si no se realiza, nos impacientamos y disgustamos: “Deseamos cosas buenas, en conformidad con la voluntad de Dios, pero todavía las queremos de un modo que no es ‘el modo de Dios’, es decir, el del Espíritu Santo, que es dulce, pacífico y paciente, sino a la manera humana: tenso, precipitado, y defraudado si no logra inmediatamente aquello hacia lo que tiende”. Muchas veces nos tocará corregir y enseñar, pero hay que hacerlo en un ambiente de comprensión, de cariño, de paz. Otra cosa que agrega este autor de espiritualidad cristiana es que: “Tenemos que razonar así: “Si el Señor no ha transformado todavía a esa persona, no ha eliminado de ella tal o cual imperfección, ¡es que la soporta como es! Espera con paciencia el momento oportuno (…) ¿Por qué ser más exigente y más precipitado que Dios?”.


Dicen que San Francisco de Sales, el santo de la dulzura, de joven tenía muy mal genio y luchó toda su vida para mejorarlo. Para ello, él aconsejó y siguió el siguiente plan de vida: cada mañana hacía un “examen de previsión” (veía qué trabajos, con qué personas y qué actividades iba a realizar en ese día, planeando cómo iba a comportarse),  al mediodía hacía un “examen particular” (examinaba su defecto dominante, que durante 19 años fue su inclinación a encolerizarse, y si había actuado con la virtud contraria), todos los días hacía un rato de oración, durante todo el día buscaba tener presencia de Dios, entre otras prácticas. Otra cosa que nos puede ayudar, y mucho, es no contestar por impulso, sino pensar qué estamos diciendo y si lo estamos diciendo en el tono adecuado. Para esto, podemos respirar hondo y esperar unos segundos antes de hablar.
2. No tener suficientes argumentos
San Pablo dijo: “Toda Escritura está inspirada por Dios y es útil para enseñar, rebatir, corregir y guiar en el bien. Así el hombre de Dios se hace un experto y queda preparado para todo trabajo bueno” (2Tim 3:16-17). Es importante que investiguemos y nos esforcemos por tener suficientes conocimientos del catecismo católico, porque es lo que nos proporcionará los argumentos necesarios a la hora de evangelizar. Muchos católicos creen, pero no saben por qué creen. Tienen fe, pero no saben cómo expresarla. Por eso, después tampoco saben cómo defenderla con fundamentos sólidos o cómo responder a los cuestionamientos de quienes profesan otra religión. No es necesario aprenderse de memoria la Biblia, el Catecismo, la Doctrina Social de la Iglesia y todos los textos del Magisterio, pero sí contar con razones convincentes a la hora de transmitir y defender la fe. Al menos, hay que saber dónde buscar.
3. No escuchar
Otro error muy común es suponer cuál es la postura de la otra persona, sin antes escucharla. Esto hace que presumamos que esta sabe o entiende mucho menos de lo que en realidad sabe y cree – siendo que, en muchas oportunidades, personas que confiesan una fe distinta pueden coincidir con nosotros en algunos aspectos –. Si no aprendemos a escuchar, caemos en la equivocación de apurarnos a defender sin antes saber sobre qué puntos tenemos que hablar. En esos casos, la otra persona pierde el interés por mantener la conversación y atender a los fundamentos que podemos presentarle, ya que resultan desacertados y despegados de su realidad. Muchos creen que hay que buscar el argumento contrario más débil y atacarlo, ridiculizando al otro. Es un error en el que a menudo podríamos caer, consciente o inconscientemente. Por el contrario, Santo Tomás nos enseña que resulta mucho más efectivo buscar el mejor argumento del oponente, analizarlo, y convertirlo en nuestro mejor argumento. Pero, para eso, primero hay que conocer y entender la creencia ajena para después poder compartir la nuestra. Cuando nos cueste, podemos recordar que la otra persona también es hija de Dios, y tratar de imitar la paciencia con la que Él le escucharía. Para aprender a escuchar, debemos aprender a querer, con respeto, sencillez y humildad, porque muchas veces es nuestro orgullo oculto el que nos lleva a no escuchar, porque queremos “lucirnos”.
4. No saber qué hacer si no se conocen las respuestas
Lo que también podría ocurrirnos es que tengamos conocimientos suficientes, pero, aun así, llegue un momento en el que nos “bloqueemos”, nos quedemos en blanco y sin saber qué responder. Si llega a ocurrir eso, lo mejor que puede hacerse admitir, con mucha humildad, “eso no sé, pero voy a averiguar”. Es mucho mejor que desviar la conversación o divagar sin seguridad. Como dijimos antes, hay que tener ciertos conocimientos para la evangelización. Pero pretender saberlo todo sería una manifestación de soberbia: no lo sabemos todo y seguiremos formándonos hasta el último día de nuestras vidas.
5. Subestimar el poder de la narrativa
¿Alguna vez pensaste que los “cuentos” eran solo para explicar el catecismo a niños pequeños? Pues son válidos para todas las edades, ¡no solo para la catequesis de los chiquitos! Muchas veces, tenemos los conocimientos y fundamentos, y creemos que todo esto es lo que la gente necesita oír para convertirse, pero subestimamos la importancia de los relatos personales como un medio para hacerles llegar esta doctrina. Las personas no quieren escuchar cátedras, sino historias. ¡Pensemos en los evangelios! cuando vemos a Jesús enseñando con parábolas: verdades muy profundas Él las exponía de manera muy sencilla. ¡Claro que hay que tener justificación doctrinal! pero hay que tener también anécdotas y experiencias particulares que nos ayuden no solo a explicar nuestra postura de manera más simple, sino también a crear una conexión personal y un impacto muy fuerte con quien nos escucha.
Finalmente…
Descubrir que caemos en alguno de estos errores no debería desanimarnos, ¡es muy normal contar con ellos! Podrían aparecer numerosas veces a lo largo de nuestras vidas, incluso si ya llevamos años trabajando por mejorar en alguno de estos puntos.
Lo más importante es procurar hablar cuidando, ante todo, caridad. La Madre Teresa de Calcuta decía que: “Cada obra de amor, llevada a cabo con todo el corazón, siempre logrará acercar a la gente a Dios”; si los demás pueden percibir nuestro cariño, nuestra paciencia, humildad, se sentirán más conmovidos y predispuestos a reflexionar sobre lo que decimos.
Pero si a veces nos equivocamos – lo que es inevitable –, podemos seguir practicando, rezando, prepararnos mejor para la próxima… ¡nada se pierde! Contamos con la ayuda del Espíritu Santo, y como Dios es el más interesado en que hagamos un poderoso y eficaz apostolado, podemos contar con su ayuda si ponemos de nuestra parte.
Fuente: Catholic link





Para leer el Evangelio de hoy, comentado, por favor pulse  aquí

miércoles, 30 de agosto de 2017

Todos somos pecadores... pero no corruptos



Homilía del 11 noviembre 2013

Por: SS Francisco

Pecadores, sí. Corruptos, no
Pecadores, sí. Corruptos, no
El que no se arrepiente y simula ser cristiano hace tanto mal a la Iglesia. Es cuanto afirmó el Papa Francisco en la Misa del lunes (11 de noviembre de 2013) celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta. El Papa reafirmó que todos debemos decirnos "pecadores", pero debemos estar atentos a no convertirnos en "corruptos". Quien es benefactor de la Iglesia pero roba al Estado, añadió Francisco, es un injusto que conduce una doble vida.

Jesús no se cansa de perdonar y nos aconseja que hagamos lo mismo. El Papa se detuvo en su homilía sobre la exhortación del Señor a perdonar al hermano arrepentido, del que habla el Evangelio. Cuando Jesús pide que se perdone siete veces al día, observó el Obispo de Roma, "hace un retrato de sí mismo". Jesús, prosiguió, "perdona" pero en este pasaje evangélico también dice: "Atención a quien causa escándalos". No habla de pecado, sino de escándalo, que es otra cosa. Y añade que "es mejor para él que se le ponga una piedra de molino al cuello y se lo arroje al mar, antes de que escandalice a uno de estos pequeños". De ahí que el Papa se preguntara qué diferencia hay entre "pecar y escandalizar":


"La diferencia es que quien peca y se arrepiente, pide perdón, se siente débil, se siente hijo de Dios, se humilla, y pide precisamente la salvación de Jesús. Pero de aquel otro que escandaliza, ¿qué cosa escandaliza? Que no se arrepiente. Sigue pecando, pero finge ser cristiano: la doble vida. Y la doble vida de un cristiano hace tanto mal, tanto mal. ´¡Pero, yo soy un benefactor de la Iglesia! Meto la mano en el bolsillo y doy a la Iglesia´. Pero con la otra mano, roba: al Estado, a los pobres... roba. Es un injusto. Ésta es doble vida. Y esto merece – lo dice Jesús, no lo digo yo – que le pongan en el cuello una muela de molino y sea arrojado al mar. No habla de perdón, aquí".

Y esto, subrayó el Pontífice, porque "esta persona engaña", y "donde está el engaño, no está el Espíritu de Dios. Ésta es la diferencia entre pecador y corrupto". Quien "conduce una doble vida – dijo – es un corrupto". Diverso es quien "peca y quisiera no pecar, pero es débil" y "va a lo del Señor" y pide perdón: "¡a ese el Señor lo quiere! Lo acompaña, y está con él":


"Y nosotros debemos decirnos pecadores, sí, ¡todos, aquí, eh!, todos lo somos. Corruptos, no. El corrupto está fijo en un estado de suficiencia, no sabe qué cosa es la humildad. Jesús, a estos corruptos, les decía: La belleza de ser sepulcros blanqueados, que parecen bellos, por afuera, pero dentro están llenos de huesos muertos y de putrefacción. Y un cristiano que se vanagloria de ser cristiano, pero que no hace vida de cristiano, es uno de estos corruptos. [...] Todos conocemos a alguien que está en esta situación, ¡y cuánto mal hacen a la Iglesia! Porque no viven en el espíritu del Evangelio, sino en el espíritu de la mundanidad".

El Santo Padre recordó que San Pablo lo dice claramente en su Carta a los cristianos de Roma: "No se uniformen a este mundo". Es más, precisó, el "texto original es más fuerte" porque afirma que no hay que "entrar en los esquemas de este mundo, en los parámetros de este mundo". Esquemas, reafirmó, que "son esta mundanidad que te lleva a la doble vida":


"Una podredumbre barnizada: ésta es la vida del corrupto. Y Jesús no les decía sencillamente "pecadores" a estos, les decía: "hipócritas". Y qué bello, aquel otro, ¿no? Si cometiera una culpa siete veces al días contra ti y siete veces viniera a ti diciendo: "Estoy arrepentido, soy pecador", tu lo perdonarás. Es lo que Él hace con los pecadores. Él no se cansa de perdonar, sólo con la condición de no querer hacer esta doble vida, de ir a Él arrepentidos: "¡Perdóname, Señor, soy pecador!". ´Pero, vas adelante, vas adelante: yo lo sé´. Y así es el Señor. Pidamos hoy la gracia al Espíritu Santo que huye de todo engaño, pidamos la gracia de reconocernos pecadores: somos pecadores. Pecadores, sí. Corruptos, no".





Para leer el Evangelio de hoy, comentado, por favor pulse  aquí

martes, 29 de agosto de 2017

Juan el Bautista, el precursor



Juan, aquel que señala a Jesús para que sea reconocido como el Mesías.

Juan envía a sus discípulos

Juan estaba preso en la fortaleza de Maqueronte. Sus discípulos que sufren, no son indiferentes a los sucesos que se están viviendo es Israel. Por eso "Informaron a Juan sus discípulos de todas estas cosas. Y Juan llamó a dos de ellos, y los envió al Señor a preguntarle: ¿Eres tú el que ha de venir o esperamos a otro? Presentándose aquellos hombres le dijeron: Juan el Bautista nos ha enviado a ti a preguntarte: ¿Eres tú el que ha de venir o esperamos a otro? En aquella misma hora curó a muchos de sus enfermedades, de dolencias y de malos espíritus, y dio la vista a muchos ciegos. les respondió diciendo: Id y contad a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y los pobres son evangelizados; y bienaventurado quien no se escandalice de mí"(Lc).

Juan aprovecha la ocasión para que sus discípulos reconozcan a Jesús como el Mesías. Él mismo ya se lo había mostrado como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, y algunos de los suyos siguieron a Jesús. Siempre había dejado claro que él no era el Mesías. Ahora anima a los suyos para que hagan a Cristo la pregunta decisiva: ¿Tú eres el Mesías?

Las obras hablan por sí mismas

Jesús contesta, poniendo delante de sus ojos los milagros -que ya habían sido profetizados- como característicos de los nuevos tiempos mesiánicos. Son libres de creer o no, de seguirle o no. Pero las obras hablan por sí mismas. El grupo de los preparados con el bautismo de penitencia se apresta para el gran paso de recibir al Mesías.

"Después de marcharse los enviados de Juan, comenzó a decir a las muchedumbres acerca de Juan: ¿Qué salisteis a ver en el desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? ¿Qué salisteis a ver? ¿Un hombre vestido con ropas delicadas? Mirad, los que visten con lujo y viven entre placeres están en palacios de reyes. ¿Qué habéis salido a ver? ¿Un profeta? Sí, os digo, y más que un profeta. Este es de quien está escrito: He aquí que yo envío delante de ti mi mensajero, que vaya preparándote el camino.

Os digo, pues, que entre los nacidos de mujer nadie hay mayor que Juan; aunque el más pequeño en el Reino de Dios es mayor que él. Y todo el pueblo y los publicanos, habiéndole escuchado, reconocieron la justicia de Dios, recibiendo el bautismo de Juan. Pero los fariseos y los doctores de la Ley rechazaron el plan de Dios sobre ellos, no habiendo sido bautizados por él"
(Lc).


La manifestación de Jesús como Mesías

Y es a partir de este momento cuando va a ser más explicita la manifestación de Jesús como Mesías. Es más, en esta segunda Pascua ya va a dar señales más claras aún de su divinidad. No se trata de un reformador religioso más o menos lúcido; Él es el mismo Mesías, el Hijo de Dios. Los espíritus deben estar atentos a lo que va a suceder, y Juan Bautista ha sido el mensajero anunciado por el profeta Malaquías para preparar el camino del Señor.

La embajada del Bautista también interesaba a sus discípulos, pues a pesar de vivir una vida penitente con rechazo del pecado, no eran inmunes a las pequeñas envidias: antes de que encarcelasen a Juan criticaban a los discípulos de Jesús. Así lo cuenta Juan evangelista, que había sido discípulo de los dos: "Después de esto fue Jesús con sus discípulos a la región de Judea, y allí convivía con ellos y bautizaba. También Juan estaba bautizando en Ainón junto a Salín, porque había allí mucha agua, y acudían a ser bautizados, pues aún no había sido encarcelado Juan.


Juan llama a Jesús, el Esposo

Se originó una discusión entre los discípulos de Juan y un judío acerca de la purificación. Y fueron a Juan y le dijeron: Rabbí, el que estaba contigo al otro lado del Jordán, de quien tu diste testimonio, está bautizando y todos van a él. Respondió Juan: No puede el hombre apropiarse de nada si no le es dado del cielo. Vosotros mismos me sois testigos de que dije: Yo no soy el Cristo, sino que he sido enviado delante de él. Esposo es el que tiene la esposa; el amigo del esposo, el que está presente y le oye, se alegra mucho con la voz del esposo. Por esto mi gozo se ha colmado. Es necesario que él crezca y que yo disminuya"
(Jn).

Juan había llamado Esposo a Jesús. Todos sabían que estas palabras, a la luz de la Escritura, son significativas porque Dios es el Esposo de Israel, en la Alianza de amor que les une. Veladamente, señala quién es Jesús, pero convenía un testimonio evidente, contundente. Con la embajada lo va a conseguir.


La humildad de Juan

Juan era valiente, y verdaderamente humilde. No busca la gloria propia, sino la gloria de Dios. No se siente humillado, porque muchos le abandonen como Maestro y sigan a Jesús. No le considera una competencia, sino que se sabe precusor, y su enseñanza revela bien el sentido profundo de que su penitencia era verdadera humildad: "conviene que él crezca y yo disminuya". El sentido del mensajero es ocultarse cuando llega el hijo del rey. Juan puede decir con verdad que "El que viene de arriba está sobre todos. El que es de la tierra, de la tierra es y de la tierra habla. El que viene del Cielo está sobre todos, y da testimonio de lo que ha visto y oído, pero nadie recibe su testimonio. El que recibe su testimonio confirma que Dios es veraz; pues aquél a quien Dios ha enviado habla las palabras de Dios, porque da el Espíritu sin medida. El Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en sus manos. El que cree en el Hijo tiene vida eterna, pero quien rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios pesa sobre él"(Jn). En sus palabras se trasluce la voz del Padre, escuchada en el momento del Bautismo de Jesús en el Jordán, hacia ahora año y medio.


Las profecías del nacimiento de Juan

Se estaban cumpliendo las profecías enunciadas en el nacimiento del Bautista por su padre, Zacarías. Recordemos su nacimiento extraordinario: "Hubo, en tiempos de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías, de la familia de Abías, cuya mujer, descendiente de Aarón, se llamaba Isabel. Ambos eran justos ante Dios, y caminaban intachables en todos los mandamientos y preceptos del Señor; no tenían hijos, porque Isabel era estéril y los dos de edad avanzada.

Y sucedió que, al ejercer su ministerio sacerdotal delante de Dios, cuando le tocaba el turno, le cayó en suerte, según la costumbre del Sacerdocio, entrar en el Templo del Señor para ofrecer el incienso; y toda la concurrencia del pueblo estaba fuera orando durante el ofrecimiento del incienso. Se le apareció un ángel del Señor, de pie a la derecha del altar del incienso. Y Zacarías se turbó al verlo y le invadió el temor. Pero el ángel le dijo: No temas, Zacarías, porque tu oración ha sido escuchada, así que tu mujer Isabel te dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Juan. Será para tí gozo y alegría; y muchos se alegrarán en su nacimiento, porque será grande ante el Señor; no beberá vino ni licor, será lleno del Espíritu Santo ya desde el vientre de su madre, y convertirá a muchos de los hijos de Israel al Señor su Dios; e irá delante de El con el espíritu y el poder de Elías para convertir los corazones de los padres hacia los hijos, y a los desobedientes a la prudencia de los justos, a fin de preparar al Señor un pueblo perfecto. Entonces Zacarías dijo al ángel: ¿Cómo podré yo estar cierto de esto? pues ya soy viejo y mi mujer de edad avanzada. Y el ángel le respondió: Yo soy Gabriel, que asisto ante el trono de Dios, y he sido enviado para hablarte y darte esta buena nueva. Desde ahora, pues, te quedarás mudo y no podrás hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, porque no has creído en mis palabras, que se cumplirán a su tiempo.

El pueblo estaba esperando, y se extrañaba de que Zacarías se demorase tanto en el Templo. Cuando salió, no podía hablarles; y comprendieron que había tenido una visión en el Templo. El intentaba explicarse por señas, y permaneció mudo.

Y sucedió que cuando se cumplieron los días de su ministerios, se marchó a su casa. Después de estos días Isabel, su mujer, concibió y se ocultaba durante cinco meses, diciéndose: Así ha hecho conmigo el Señor, en estos días en los que se ha dignado borrar mi oprobio entre los hombres"
.


Isabel acoge a María

María Santísima se enteró de estos hechos seis meses después por boca del ángel Gabriel, y acudió a visitar a Isabel para ayudarla en el parto. Isabel la acogió con gran alegría; y convivieron tres meses hasta que nació el niño. Zacarías recuperó el habla porque tuvo fe en la intervención de Dios, y el Espíritu Santo habló por su boca anunciando qué tenía previsto Dios para aquel niño que de adulto será Juan Bautista.

Entre tanto llegó a Isabel el tiempo del parto, y dio a luz un hijo. Y oyeron sus vecinos y parientes la gran misericordia que el Señor le había mostrado, y se congratulaban con ella. El día octavo fueron a circuncidar al niño, y querían ponerle el nombre de su padre Zacarías. Pero su madre dijo: De ninguna manera, sino que se ha de llamar Juan. Y le dijeron: No hay nadie en tu familia que se llame con este nombre. Al mismo tiempo preguntaban por señas a su padre cómo quería que se le llamase. Y él, pidiendo una tablilla, escribió: Juan es su nombre. Lo cual llenó a todos de admiración. En aquel momento recobró el habla, se soltó su lengua, y hablaba bendiciendo a Dios. Y se apoderó de todos sus vecinos el temor y se comentaban estos acontecimientos por toda la montaña de Judea; y cuantos los oían los grababan en su corazón, diciendo: ¿Qué pensáis ha de ser este niño? Porque la mano del Señor estaba con él.

Y Zacarías, su padre, quedó lleno del Espíritu Santo y profetizó diciendo:

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
y ha suscitado para nosotros el poder salvador
en la casa de David su siervo,
como lo había anunciado desde antiguo
por boca de sus santos profetas;
para salvarnos de nuestros enemigos
y de la mano de cuantos nos odian:
ejerciendo su misericordia con nuestros padres,
y acordándose de su santa alianza,
y del juramento que hizo a Abraham, nuestro padre,
para concedernos
que, libres de la mano de los enemigos,
le sirvamos sin temor,
con santidad y justicia en su presencia
todos los días de nuestra vida.
Y tú, niño, serás llamado Profeta del Altísimo:
porque irás delante del Señor a preparar sus caminos,
enseñando a su pueblo la salvación
para el perdón de sus pecados;
por las entrañas de misericordia de nuestro Dios,
el Sol naciente nos visitará desde lo alto,
para iluminar a los que yacen en tinieblas y en sombra de muerte,
y guiar nuestros pasos por el camino de la paz.

Mientras tanto, el niño iba creciendo y se fortalecía en el espíritu, y habitaba en el desierto hasta el tiempo en que debía darse a conocer a Israel"
(Lc).

Juan correspondió libremente al querer de Dios, y fue profeta del Altísimo anunciando los caminos misericordiosos de Dios. Juan era la voz y Jesús era la Palabra que salva al mundo.
Por: P. Enrique Cases | Fuente: Catholic.net


Para leer el Evangelio de hoy, comentado, por favor pulse  aquí

lunes, 28 de agosto de 2017

Contra terrorismo, familia



La fuerza de la familia reside esencialmente en su capacidad de amar y enseñar a amar.

VER
Desconcierto, desesperación, rabia, angustia, miedo, son algunas de las reacciones ante los actos de terrorismo, los recientes en Barcelona y los anteriores en otras partes del mundo, más los que pueden venir en otros lugares. No sería extraño que en la mira estén Italia, El Vaticano y otros países. Y la pregunta que todos nos hacemos: ¿Por qué sucede esto? ¿De quién es la culpa, de quién la responsabilidad?
Podemos culpar a la incapacidad de los gobiernos, de las policías, de los sistemas de seguridad, de los ejércitos. En cada país tendrán que analizar si pueden hacer mucho más para proteger a la sociedad. Sin embargo, por más tecnologías que se usen para detectar a los terroristas, siempre estamos expuestos a sus crímenes sanguinarios.
Yo sostengo que una de las raíces profundas de la desorientación ideológica y del apasionamiento desalmado y destructor de muchos jóvenes, que puede llevar al terrorismo, es la falta de una familia bien integrada y con una fe cimentada, que se expresa en el respeto a los demás.
El terrorismo, sin embargo, tiene muchos rostros. Son terroristas los narcotraficantes, que asesinan a quien no colabora con ellos; no les importa nada ni nadie. Son terroristas los secuestradores, que destruyen vidas sólo por obtener un dinero que no se han ganado con su trabajo honrado. Son terroristas los violadores de mujeres y de niños, porque matan la vida, la alegría, la paz y la esperanza. Son terroristas los jóvenes alcoholizados y drogados, porque son el espanto de la vecindad, el dolor y la incertidumbre de sus padres. Son terroristas los comunicadores que difunden noticias sin fundamento y erosionan la fama de alguien. Son terroristas los gobernantes que se imponen con amenazas de cárcel y de extinción a sus enemigos políticos.


Todos estos terroristas, y muchos otros, no han gozado de una bonita familia, de un padre justo, honesto, presente, trabajador, solidario con los demás; ni de una madre cercana, confiable, cariñosa, comprensiva. Cuando se tiene una familia integrada, normalmente los hijos crecen sanos de cuerpo y alma No hace falta ser ricos. Con el trabajo de cada día, se educan para trabajar y ganarse el sustento con responsabilidad.
PENSAR
Dice el Papa Francisco en Amoris laetitia: “La familia podría ser el lugar de la prevención y de la contención, pero la sociedad y la política no terminan de percatarse de que una familia en riesgo pierde la capacidad de reacción para ayudar a sus miembros. Notamos las graves consecuencias de esta ruptura en familias destrozadas, hijos desarraigados, ancianos abandonados, niños huérfanos de padres vivos, adolescentes y jóvenes desorientados y sin reglas” (51).
Nadie puede pensar que debilitar a la familia como sociedad natural fundada en el matrimonio es algo que favorece a la sociedad. Ocurre lo contrario: perjudica la maduración de las personas, el cultivo de los valores comunitarios y el desarrollo ético de las ciudades y de los pueblos” (52).
“En varios países, la legislación facilita el avance de una multiplicidad de alternativas, de manera que un matrimonio con notas de exclusividad, indisolubilidad y apertura a la vida termina apareciendo como una oferta anticuada entre muchas otras. Avanza en muchos países una deconstrucción jurídica de la familia que tiende a adoptar formas basadas casi exclusivamente en el paradigma de la autonomía de la voluntad. Si bien es legítimo y justo que se rechacen viejas formas de familia «tradicional», caracterizadas por el autoritarismo e incluso por la violencia, esto no debería llevar al desprecio del matrimonio sino al redescubrimiento de su verdadero sentido y a su renovación. La fuerza de la familia reside esencialmente en su capacidad de amar y enseñar a amar. Por muy herida que pueda estar una familia, esta puede crecer gracias al amor” (53).
ACTUAR
Demos a la familia un lugar prioritario. Cuando haya problemas entre los esposos, que no sea su primera alternativa la separación. Dialoguen, aclaren las cosas, sean humildes para reconocer sus errores, pedir perdón y perdonar. Eviten la violencia física, psíquica y verbal. Dediquen tiempo a sus hijos, escúchenlos, compréndanlos, oriéntenlos, no dejen de darles buenos consejos, aunque pareciera que de momento no hacen caso; a su tiempo, reconocerán lo justo de sus indicaciones. Acérquense a Dios, quien no es una carga, sino quien les ayuda a llevar las cargas de la vida. Acerquen a sus hijos a la Iglesia, para que les ayude en su tarea de educarlos en el buen camino. Dios no es enemigo, sino amigo y padre de la humanidad.
Por: Mons. Felipe Arizmendi Esquivel, Obispo de San Cristóbal de Las Casas. 




Para leer el Evangelio de hoy, comentado, por favor pulse  aquí