María, madre, hijo
Pequeña en su humildad como una simple y
buena mamá, y gigante por el lugar en el que está.
Seguimos en el mes de María y al ver a
la Virgen pensé: ¡Qué hermosa es mi Madre!. Nunca podrá existir otra como Ella,
tan hermosa y delicada, pero tan fuerte también. Ustedes saben, Ella no deja de
pensar en mi, nunca se aleja de mi. Sus sonrisas y sus lágrimas son un reflejo
de lo que me ocurre, porque Ella, Mi Madre, nunca deja de preocuparse por mi.
Por eso digo, ¡que hermosa es mi Madre!.
Qué pequeña y qué gigante es, a la vez. Pequeña en su humildad como una simple
y buena mamá, y gigante por el lugar en el que está, allá bien alto, en el
Cielo. ¡Y es mi Madre!. Cuando necesito su cercanía, su abrazo, la busco
pequeña, a mi Mamá amiga. Y cuando necesito su ayuda, su apoyo, la busco
grande, protectora. Pero Ella siempre es la misma, mi Mamá.
Y nunca está sola, nunca lo está. Ella siempre tiene a sus ángeles cerca,
también mi ángel gusta de estar con Ella. Ellos la llaman Reina, Reina de los
ángeles. Es que mi Madre necesita ayuda, y los ángeles son felices al estar a
su lado, socorriéndome cuando Ella quiere que su hijo esté a salvo. ¡Que
felices somos todos cuando las cosas alegran a Mamá!.
Pero mi Madre llora, si que llora. Y lo hace cuando yo no hago lo que se supone
que un hijo de semejante Madre debe hacer. ¡Y cómo me duele cuando me doy
vuelta, y la veo llorar!. No hay dolor más grande que el de hacer llorar a mi
Madre. Por eso trato, si trato, de no hacerla llorar. ¡Pero muchas veces no lo
logro!. Ustedes quizás no puedan comprender lo que se siente, porque es algo
que duele hondo, en el corazón.
¡Que Corazón, el de mi Madre!. No existe otro igual en ninguna otra mujer que
haya existido o existirá jamás. Es que Ella fue hecha única, para una misión
muy especial ¿saben?. Por eso mi Madre es incomparable, se los aseguro,
absolutamente irrepetible. Su Corazón es inmenso, más grande que el mundo, tan
grande que podríamos poner en él a toda la humanidad pasada, presente y futura.
Claro, si los hombres y mujeres, todos nosotros, quisiéramos entrar allí.
¡Qué hermoso refugio es el Corazón de mi Madre!. Cuando me siento perdido,
asustado ante lo difícil que es vivir aquí, me oculto como un niño pequeño en
Su Corazón y le digo: Mamá, protégeme, ayúdame, guía mi vida. Y si quiero
espiar lo que ocurre afuera, me oculto debajo de Su Manto, donde verdaderamente
si que no me puede ocurrir nada malo, siempre que no salga de allí.
Como verán, mi Madre es lo más maravilloso que hay, se los aseguro. No crean
que exagero, no hay modo de exagerar cuando se habla de las virtudes de Mi
Madre. ¿Y saben por qué?. Porque me lo asegura mi Hermano Mayor, el Mayor de
todos. El fue el primer Hijo de Mi Madre, y El si que sabe todo. El conoce el
mundo como realmente es, y siempre me dice que como Mamá, no hay ninguna.
¡Mi Hermano!. Ahora que se los nombro, yo no lo conocía mucho, pero Mamá,
además de todo lo demás que hizo por mi, me lo presentó, y me hizo también su
amigo. Y la verdad es que ahora mi Hermano se ha transformado en el centro de
mi vida. Dice mi Hermano que si no fuera por El, yo no tendría a mi Madre, y
debe tener razón, porque mi Hermano nunca, pero nunca, se equivoca.
¡Ah!, no les dije como se llama. Se llama María, si, María. Suena como música,
como campanadas, como agua que corre. María es el nombre de mi Madre. Ella me
espera, dice que un día vamos a estar juntos para siempre, porque Ella me
llevará a la casa de mi Hermano. ¿Saben algo?. Mi Madre dice que El es Rey, ¡el
Rey!, y que en Su Casa estaremos todos juntos un día, junto a todos los demás
hijos que Mamá tiene, que según me cuenta Ella, son muchísimos. Creo que desde
el primer día, mi Madre sólo quiso llevarme a El, al Rey.
Una pregunta, ¿no serás tú también otro de mis hermanos?.
Por: Oscar Schmidt | Fuente: www.reinadelcielo.org
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