"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

domingo, 29 de marzo de 2015

Pascua para Adolescentes

Ofrezco este material que está orientado tanto para los adolescentes como para los jóvenes.

Ofrezco este material que está orientado tanto para los adolescentes como para los jóvenes.

La Pascua de Adolescentes y Pascua Juvenil busca el que los muchachos tengan un profundo encuentro con Dios al tiempo que celebran con otros jóvenes los misterios centrales de nuestra fe. Los temas, catequesis, dinámicas y celebraciones tienden a ese fin.

Para ese encuentro con Dios, habrá qué ayudar a los muchachos a que le den espacio a Dios en su corazón. Para eso hay que crear un buen ambiente de apertura, de escucha, de disponibilidad. El protagonista es Dios y el primer responsable es el mismo joven.

En la dinámica de la Pascua Juvenil o de Adolescentes son los animadores, quienes están al frente de los muchachos, los que pueden crear el ambiente adecuado, quienes más pueden influir en los muchachos. Los materiales son sólo recursos que pueden favorecer. De ahí que es imprescindible conocer bien la situación de los muchachos para ver qué catequesis, temas, dinámicas, técnicas, símbolos y formas de oración y celebraciones más conviene hacer en determinado momento.

Los temas de fondo son dos, que he tratado de combinar en la medida de lo posible: por una parte los temas de las celebraciones de la Semana Santa y por otra el tema de La Familia, que está en la línea marcada por la Iglesia, particularmente, después del Encuentro Mundial de la Familia, acaecida en nuestro país en enero de este año.

El material es sólo un recurso del se puede echar mano, conscientes que se puede utilizar en parte, mejorarlo, modificarlo, o combinarlo con otros recursos que cada uno tiene a la mano. Estos recursos o materiales están divididos en 2 partes:





Les deseo que en esta Semana Santa muchos muchachos lleguen a vivir una profunda experiencia del amor de Dios al estilo juvenil y signifique un cambio en la orientación de su vida, marcada por la presencia viva de Cristo vivo.

Cordialmente

P. Javier Prieto M.




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sábado, 28 de marzo de 2015

Con María, en Domingo de Ramos

Después de cada Domingo de Ramos viene el Jueves Santo, y el gallo también cantará tres veces para ti. 

¿Sabes, María...? El lunes empezamos la Semana Santa, mañana es domingo de Ramos.. Por misericordia de Dios, este año he tomado mayor conciencia de del sentido de estos días en mi propia vida, por un exquisito detalle de amor de mi Señor he aprendido a ver, en mi propio dolor, no una ausencia de Dios, sino una presencia real de su amor, dándome, en cada momento difícil, la oportunidad de transitar con Él mi propio camino de Salvación….por eso quiero acercarme hoy a ti, maestra del alma, para que, como mi madre que eres, me tomes de la mano y me muestres el camino hacia tu Hijo.

- El camino hacia mi Hijo, el único camino que vale la pena transitar… Mi alma quisiera que todos anhelaran ese camino… pero. No importa, no hablaremos de eso ahora, ven vamos a Jerusalén, que la gente ya se está acercando a Jesús y nos costará trabajo abrirnos paso entre la multitud…

Y te sigo... ¿Qué otra cosa puedo hacer? Si seguirte termina siendo siempre luz para el corazón, paz para el alma.

Tal como lo dijiste, la gran multitud que había venido para la fiesta de la Pascua se enteró de que Jesús se dirigía a Jerusalén…llegamos justo cuando Jesús estaba montando un asno para entrar a la ciudad, la gente se apretujaba por acercársele, muchos habían visto la resurrección de Lázaro y daban testimonio… nos acercamos, vimos a las mujeres de Galilea, silenciosas, que le seguían a Él por donde fuera, tú, Madre querida, te acercaste para verlo sin que Él lo notara, tenias ganas de abrazarle, de cuidarle, de atenderle como cuando era pequeño. Le nombraste Jesús, amor de mi alma Fue apenas un susurro en el griterío de la gente, apenas si yo, que estaba pegadita a vos, lo oí con dificultad. Pero el alma de tu Hijo te oyó, giró la cabeza y sus ojos purísimos y mansos se encontraron con los tuyos, fue una mirada larga, llena de palabras que iban de corazón a corazón. Por un instante sé que estuvieron en ese lugar sólo ustedes dos, miles de ángeles inclinaron la cabeza con respeto, fue una mirada de amor profundo, de entrega sin límites a la Voluntad del Padre, una mirada de despedida.

Luego Él se volvió a las gentes, el tosco animal inició su marcha triunfal, mientras el pueblo extendía sus mantos como improvisada alfombra real… las ramas de olivos, arrancadas por cientos de manos, fueron verdes pañuelos que saludaban al Mesías, claro, que en ese momento nadie pensaba que los verdes pañuelos hoy serían ramas marchitas en pocos días, que se quemarían con el fuego de la indiferencia o el abandono. Al llegar a la pendiente del monte de los Olivos, comenzamos a escuchar de mil gargantas..." ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Paz en el Cielo y Gloria en las Alturas!"

Tú y yo, María, caminábamos entre las gentes, nadie te reconocía, nadie veía en ti a la mujer por cuyo sí hoy tenían ellos a quien aclamar.

Mucha gente - dijiste con tristeza- mucha gente hoy, como en la multiplicación de los panes o en el sermón de la barca, todos le dejarán solo en pocos días…

- Señora - y sentí vergüenza por mi, ya que muchas veces yo le había saludado desde mi Monte de los Olivos y le había dejado solo después- cuanto nos ama tu Hijo, cuanto.

Mi corazón puede sentir la angustia del suyo, hija mía, al mirarle, hace un momento, note una mirada triste, aunque no arrepentida de su decisión, angustiada, mas no por Él sino por toda esta gente, solitaria, porque su alma sabía que este bullicio es pasajero, decidida, porque mi Hijo vino para hacer la Voluntad del Padre, valiente, porque sabia que aún faltaba la lucha final y estaba determinado a vencer pues su victoria es nuestra única esperanza. Una mirada en paz, con la tranquilidad profunda de la verdadera libertad que es hacer lo que debe hacerse, aquello para lo que cada ser fue concebido desde el principio de los tiempos.

- Señora ¿Iras a la casa donde se hospedará Él?, es que así le tendrás mas cerca.

- No, yo estaré cerca, Él sabe que estoy, mas debo dejarle en libertad, Él debe cumplir su misión hasta el final… y ambas sabemos la clase de final.

- ¿Qué siente tu corazón ahora, Madre querida? Perdona la torpeza de la pregunta, pero... Es admirable como estas de pié, en silencio, sin gritos, aun en medio del dolor te mantienes serena. ¿De donde sacas fuerza, Señora?

- Pues del mismo por quien sufro, amiga mía. Verás, cuando el ángel me anunció que sería la madre del Mesías, yo sentí que aceptar era como dar un gran salto al vacío, pero sabía que mas vacía quedaría si me negaba. Desde ese momento hasta hoy he pasado por muchísimas circunstancias que me han ido enseñando quien es en realidad este Hijo mío, que es mío pero no me pertenece, aprendí que ser su mamá era sólo ser un puente, que mi "sí" unía su decisión de salvar la humanidad con la humanidad misma, pero nada más, no me asistía el derecho de anteponer mis sentimientos a su misión salvadora, debía aprender el valor de la renuncia, debía aprender que, la única manera de estar junto a Él era estar desde lejos. 

- Señora ¿Qué debe aprender mi alma de este día?

- Debe aprender que es fácil reconocerle y amarle cuando todo marcha bien, que no es gran merito aclamar su nombre cuando todos lo hacen y "queda bien" debes recordar que, después de cada Domingo de Ramos viene el Jueves Santo, y el gallo también cantará tres veces para ti.

- ¿Qué hacer, entonces?

- Seguirlo siempre, aun en medio de tu propio dolor, ver que te espera detrás del sufrimiento, que no te deja sola, que está contigo, sobre todo cuando tu crees que está lejos. Recuerda siempre que Él te amó tanto que padeció todo esto por ti, para que tuvieses vida eterna. 

Seguimos a Jesús hasta que llegó a la ciudad, luego Él fue al Templo, Maria quedó contemplándole desde lejos. Antes de entrar al recinto Jesús la miró desde lo profundo del alma, su mirada era... indescriptible, una extraña mezcla de amor, tristeza, paciencia y soledad. En pocos días todo habría terminado y, al mismo tiempo, todo habría comenzado...

- Hija querida- dijiste mientras me abrazabas con ternura- espero que tu corazón haya aprendido, haya crecido, haya conocido de cuanto es capaz el amor de Dios... aunque, hija mía... la verdadera dimensión de ese amor no puede ser comprendida en este mundo...

- Gracias, Señora mía, por este tiempo que nos dedicas a tus hijos.... gracias....
Y te fuiste... te fuiste y te quedaste al mismo tiempo.... como dice la Escritura, nadie puede separarnos del amor de Cristo... y, por consiguiente, Señora mía, tampoco nadie puede separarnos de tu amor....

Amigo, amiga que lees estas líneas... ten un Domingo de Ramos acompañado de María

NOTA:

Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón y en mi imaginación por el amor que siento por ella, basados en lo que he leído. Pero no debe pensarse que estos relatos sean consecuencia de revelaciones o visiones o nada que se le parezca. El mismo relato habla de "Cerrar los ojos y verla" o expresiones parecidas que aluden exclusivamente a la imaginación de la autora, sin intervención sobrenatural alguna.


Por: María Susana Ratero


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viernes, 27 de marzo de 2015

La fe tiene que convertirse en vida para mí

Viernes quinta semana de Cuaresma. ¿Hasta qué punto dejamos que nuestra alma sea abrazada plenamente por Cristo? 

Ante el testimonio que Jesucristo le ofrece, ante el testimonio por el cual Él dice de sí mismo: “Soy Hijo de Dios”, ante el testimonio que le marca como Redentor y Salvador, el cristiano debe tener fe. La fe se convierte para nosotros en una actitud de vida ante las diversas situaciones de nuestra existencia; pero sobre todo, la fe se convierte para nosotros en una luz interior que empieza a regir y a orientar todos nuestros comportamientos.

La fundamental actitud de la fe se presenta particularmente importante cuando se acercan la Semana Santa, los días en los cuales la Iglesia, en una forma más solemne, recuerda la pasión, la muerte y la resurrección de nuestro Señor. Tres elementos, tres eventos que no son simplemente «un ser consciente de cuánto ha hecho el Señor por mí», sino que son, por encima de todo, una llamada muy seria a nuestra actitud interior para ver si nuestra fe está puesta en Él, que ha muerto y resucitado por nosotros.

Solamente así nosotros vamos a estar, auténtica- mente, celebrando la Semana Santa; solamente así nosotros vamos a estar encontrándonos con un Cristo que nos redime, con un Cristo que nos libera. Si por el contrario, nuestra vida es una vida que no termina de aceptar a Cristo, es una vida que no termina en aceptar el modo concreto con el cual Jesucristo ha querido llegar a nosotros, la pregunta es: ¿Qué estoy viviendo como cristiano?

Jesús se me presenta con esa gran señal, que es su pasión y su resurrección, como el principal gesto de su entrega y donación a mí. Jesús se me presenta con esa señal para que yo diga: “creo en ti”. Quién sabe si nosotros tenemos esto profundamente arraigado, o si nosotros lo que hemos permitido es que en nuestra existencia se vayan poco a poco arraigando situaciones en las que no estamos dejando entrar la redención de Jesucristo. Que hayamos permitido situaciones en nuestra relación personal con Dios, situaciones en la relación personal con la familia o con la sociedad, que nos van llevando hacia una visión reducida, minusvalorada de nuestra fe cristiana, y entonces, nos puede parecer exagerado lo que Cristo nos ofrece, porque la imagen que nosotros tenemos de Cristo es muy reducida.

Solamente la fe profunda, la fe interior, la fe que se abraza y se deja abrazar por Jesucristo, la fe que por el mismo Cristo permite reorientar nuestros comportamientos, es la fe que llega a todos los rincones de nuestra vida y es la que hace que la redención, que es lo que estamos celebrando en la Pascua, se haga efectiva en nuestra existencia.

Sin embargo, a veces podemos constatar situaciones en nuestras vidas —como les pasaba a los judíos— en las cuales Jesucristo puede parecernos demasiado exigente. ¿Por qué hay que ser tan radical?, ¿por qué hay que ser tan perfeccionista?

Los judíos le dicen a Jesús: “No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino por una blasfemia y porque tú, siendo hombre, te haces a ti mismo Dios". Esta es una actitud que recorta a Cristo, y cuántas veces se presenta en nuestras vidas.

La fe tiene que convertirse en vida en mí. Creo que todos nosotros sí creemos que Jesucristo es el Hijo de Dios, Luz de Luz, pero la pregunta es: ¿lo vivimos? ¿Es mi fe capaz de tomar a Cristo en toda su dimensión? ¿O mi fe recorta a Cristo y se convierte en una especie de reductor de nuestro Señor, porque así la he acostumbrado, porque así la he vivido, porque así la he llevado? ¿O a la mejor es porque así me han educado y me da miedo abrirme a ese Cristo auténtico, pleno, al Cristo que se me ofrece como verdadero redentor de todas mis debilidades, de todas mis miserias?

Cuando tocamos nuestra alma y la vemos débil, la vemos con caídas, la vemos miserable ¿hasta qué punto dejamos que la abrace plenamente Jesucristo nuestro Señor? Cuando palpamos nuestras debilidades ¿hasta qué punto dejamos que las abrace Cristo nuestro Redentor? ¿Podemos nosotros decir con confianza la frase del profetas Jeremías: “El Señor guerrero, poderoso está a mi lado; por eso mis perseguidores caerán por tierra y no podrán conmigo; quedarán avergonzados de su fracaso, y su ignominia será eterna e inolvidable”?

¿Que somos débiles...?, lo somos. ¿Que tenemos enemigos exteriores...?, los tenemos. ¿Que tenemos enemigos interiores...?, es indudable.

Ese enemigo es fundamentalmente el demonio, pero también somos nosotros mismos, lo que siempre hemos llamado la carne, que no es otra cosa más que nuestra debilidad ante los problemas, ante las dificultades, y que se convierte en un grandísimo enemigo del alma.

Dios dice a través de la Escritura: “quedarán avergonzados de su fracaso y su ignominia será eterna e inolvidable”. ¿Cuando mi fe toca mi propia debilidad tiende a sentirse más hundida, más debilitada, con menos ganas? ¿O mi fe, cuando toca la propia debilidad, abraza a Jesucristo nuestro Señor? ¿Es así mi fe en Cristo? ¿Es así mi fe en Dios? Nos puede suceder a veces que, en el camino de nuestro crecimiento espiritual, Dios pone, una detrás de otra, una serie de caídas, a veces graves, a veces menos graves; una serie de debilidades, a veces superables, a veces no tanto, para que nos abracemos con más fe a Dios nuestro Señor, para que le podamos decir a Jesucristo que no le recortamos nada de su influjo en nosotros, para que le podamos decir a Jesucristo que lo aceptamos tal como es, porque solamente así vamos a ser capaces de superar, de eliminar y de llevar adelante nuestras debilidades.

Que la Pascua sea un auténtico encuentro con nuestro Señor. Que no sea simplemente unos ritos que celebramos por tradición, unas misas a las que vamos, unos actos litúrgicos que presenciamos. Que realmente la Pascua sea un encuentro con el Señor resucitado, glorioso, que a través de la Pasión, nos da la liberación, nos da la fe, nos da la entrega, nos da la totalidad y, sobre todo, nos da la salvación de nuestras debilidades.

Por: P. Cipriano Sánchez LC




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jueves, 26 de marzo de 2015

Una pausa de oración en el camino de catequesis sobre la familia

Catequesis del Papa Francisco: Oración por el Sínodo de la familia. 25 de marzo de 2015

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! Buenos días pero no una linda jornada ¿eh?

Hoy la audiencia se lleva a cabo en dos lugares diferentes, como hacemos cuando llueve: ustedes aquí en la plaza, y muchos enfermos en el Aula Pablo VI que siguen la audiencia a través de las pantallas gigantes. Ahora, como un gesto de fraternal cortesía, los saludamos con un aplauso. ¡Y no es fácil aplaudir con el paraguas en la mano! ¿Eh?
En nuestro camino de catequesis sobre la familia, hoy es una etapa un poco especial: será una pausa de oración.
El 25 de marzo, de hecho, en la Iglesia celebramos solemnemente la Anunciación, el inicio del misterio de la Encarnación. El Arcángel Gabriel visita la humilde muchacha de Nazaret y le anuncia que concebirá y dará a luz al Hijo de Dios. Con este anuncio, el Señor ilumina y fortalece la fe de María, como luego hará también con su esposo José, para que Jesús pueda nacer en una familia humana. Esto es muy bello: nos muestra que profundo es el misterio de la Encarnación, así como Dios lo ha querido, que comprende no solamente la concepción en el vientre de la madre, sino también la acogida en una verdadera familia. Hoy me gustaría contemplar con ustedes la belleza de este vínculo. La belleza de esta condescendencia de Dios; y podemos hacerlo recitando juntos el Ave María, que en la primera parte retoma precisamente las mismas palabras del Ángel, aquellas que le dirigió a la Virgen. Oremos juntos:
«Dios te salve María
llena eres de gracia
el Señor es contigo;
bendita tú eres
entre todas las mujeres,
y bendito es el fruto
de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la ahora
de nuestra muerte. Amén»
Y ahora un segundo aspecto: el 25 de marzo, solemnidad de la Anunciación, en muchos países se celebra la Jornada por la Vida. Por ello, veinte años atrás, San Juan Pablo II en esta fecha firmó la Encíclica Evangelium vitae. Para conmemorar este aniversario hoy están presentes en la Plaza muchos adherentes del Movimiento por la Vida. En la Evangelium Vitae la familia ocupa un lugar central, en cuanto es el seno de la vida humana. La palabra de mi venerado Predecesor nos recuerda que la pareja humana ha sido bendecida por Dios desde el principio para formar una comunidad de amor y de vida, a la que ha sido confiada la misión de la procreación. Los esposos cristianos, celebrando el sacramento del matrimonio, se vuelven disponibles para honrar esta bendición, con la gracia de Cristo, para toda la vida. La Iglesia, por su parte, se compromete solemnemente a cuidar a la familia que nace, como un don de Dios para su propia vida, en las buenas y en las malas: el vínculo entre la Iglesia y la familia es sagrado e inviolable. La Iglesia, como madre, nunca abandona la familia, aun cuando esta está abatida, herida y mortificada de tantas maneras. Ni siquiera cuando cae en el pecado, o se aleja de la Iglesia; siempre hará de todo para tratar de curarla y de sanarla, para invitarla a la conversión y para reconciliarla con el Señor.
Y bien, si esta es la tarea, es claro cuánta oración necesita la Iglesia para ser capaz, en todo tiempo, de cumplir esta misión. Una oración llena de amor por la familia y por la vida. Una oración que sabe regocijarse con los que gozan y sufrir con los que sufren.
He aquí entonces lo que junto con mis colaboradores, hemos pensado proponerles hoy: renovar la oración para el Sínodo de los Obispos sobre la familia. Relanzamos este compromiso hasta el próximo octubre, cuando tendrá lugar la Asamblea sinodal ordinaria dedicada a la familia. Quisiera que esta oración, al igual que todo el camino sinodal, esté animada por la compasión del Buen Pastor por su rebaño, especialmente por las personas y familias que por diversos motivos están «cansadas y abatidas, como ovejas que no tienen pastor» (Mt 9,36). Así, sostenida y animada por la gracia de Dios, la Iglesia podrá estar aún más comprometida y más unida, en el testimonio de la verdad del amor de Dios y de su misericordia por las familias del mundo, ninguna excluida, tanto dentro como fuera del redil.
Les pido que por favor no hagan faltar su oración. Todos - el Papa, Cardenales, Obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y fieles laicos - todos estamos llamados a rezar por el Sínodo. De esto hay necesidad, ¡no de habladurías! Invito a rezar también a cuantos se sienten alejados, o que ya no están acostumbrados a hacerlo. Esta oración por el Sínodo sobre la familia es por el bien de todos. Sé que esta mañana les entregaron una estampita, y que la tienen entre sus manos. Tal vez estará un poco mojada… Los invito a conservarla y llevarla con ustedes, para que en los próximos meses puedan recitarla a menudo, con santa insistencia, como Jesús nos ha pedido. Ahora la rezamos juntos:
Jesús, María y José,
en ustedes contemplamos
el esplendor del amor verdadero,
a ustedes nos dirigimos con fe.
Santa Familia de Nazaret
hagan nuestras familias
lugares de comunión y cenáculos de oración,
auténticas escuelas del Evangelio
y pequeñas Iglesias domésticas.
Santa Familia de Nazaret,
que nunca más en las familias haya
violencia, cerrazón y división:
quienquiera haya sido herido o escandalizado
conozca pronto el consuelo y la sanación.
Santa Familia de Nazaret,
que el próximo Sínodo de los Obispos
pueda volver a despertar en todos la conciencia
del carácter sagrado e inviolable de la familia
de su belleza en el proyecto de Dios.
Jesús, María y José,
escuchen, atiendan nuestra súplica. Amén.

Por: Papa Francisco | Fuente: es.radiovaticana.va



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miércoles, 25 de marzo de 2015

El sí de María, un gran día para la humanidad

El Misterio de amor y de misericordia, prometido al hombre miles de años atrás y anunciado por tantos profetas, se iba a hacer realidad. 

La noche se alejó y la suave luz del amanecer empezó a iluminar un nuevo día. Un nuevo día que parecía como uno más pero que sería el DÍA de todos los días. El gran día para la Humanidad.

Fresca la mañana, limpia la brisa en ese día de días. Día de primavera, 25 de marzo. No hubo trompetas, no hubo cañonazos, no hubo concentración de millares de personas como en los grandes eventos. Fue discretamente, sencilla y naturalmente como suelen ser todas las cosas grandes de Dios.

Una virgen en oración. Un lugar: Nazaret, ciudad de Palestina y el arcángel Gabriel como embajador de Dios. Un saludo: - ¡Dios te salve María, llena eres de gracia! Y con este saludo, una petición de colaboración.

El Misterio de amor y de misericordia, prometido al género humano miles de años atrás y anunciado por tantos profetas, se iba a hacer realidad.

Creo yo que todo quedó en suspenso. La naturaleza, el aire, el universo en pleno tuvieron que contener su aliento vital en la espera de oír la respuesta de María. Los labios de la virgen se movieron, primero para aclarar una duda, pero una vez que esta fue disipada, volvió a hablar para dar su consentimiento a esa misión celestial.

María, la llena de gracia, aceptaba humildemente el Gran Designio para el que se le pedía su cooperación, sin envanecimiento porque sabía que la realeza y la gloria de su gracia pertenecían a Dios, venía de Dios.

Y María dijo: "He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según Tu Palabra".

Necesariamente tuvo que haber habido un estremecimiento en todo el orbe. Los cielos y la tierra, la creación entera tuvo que conmoverse en ese grandioso momento. Y en ese instante, de allá del Seno del Padre, el Espíritu Santo descendió y cubrió a la siempre virgen, a la llena de gracia, con su sombra y el Verbo de Dios quedó para siempre unido a la raza humana.

El Hijo de Dios, el Hijo de María daba comienzo a su vida de hombre, sin dejar de ser Dios, en el seno de esta mujer escogida por el Altísimo para cooperar, para cocrear con Dios con su libre consentimiento y ser desde el instante de este ¡Fiat!, corredentora de la Humanidad.

Después ... después pasaron muchas cosas. Todas las que estaban escritas, pero los cristianos no podemos, no debemos olvidar ese día, ese momento y mucho menos a la siempre virgen, a la llena de gracia, a María la Madre de Dios y Madre nuestra.

Por eso San Juan Pablo II tenía una muy especial devoción al "Ángelus", esa oración que se dice al comenzar el día, al tiempo del mediodía y cuando el día está en el ocaso:

"El ángel del Señor anunció a María"- "Y concibió por gracia del Espíritu Santo"- Y se reza un Ave María.

"He aquí la esclava del Señor"- "Hágase en mí según Tu Palabra"- Otra Ave María.

"Y el Verbo se hizo carne" - "Y habitó entre nosotros" y se termina con un Ave María.

Sencilla oración. Diario recuerdo amoroso a nuestra Madre la Virgen María.

Cuando esta bella oración del Ángelus se extienda por todo el mundo, cuando esto suceda... nuestro mundo será mejor.



Por: Ma Esther De Ariño





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martes, 24 de marzo de 2015

Las familias sostenibles


Criterios de sostenibilidad para la vida en familia y la relación de pareja en conciliación con el trabajo


La relación de pareja

Las familias sostenibles sólo pueden crecer en un medio ambiente adecuado que hay que propiciar. Su base social comienza creando un ambiente de aprecio y cuidado de la maternidad, en términos biológicos sólo una natalidad que supere 2,1 hijos por mujer garantiza la sostenibilidad de la raza humana. El recambio generacional afecta a la dimensión social de la familia sostenible y depende en gran medida de factores externos a las familias: políticas, imagen amable de la maternidad en los medios de comunicación, conciliación, etc…


La dimensión interna de la sostenibilidad es más accesible a las personas y comprende el cuidado del medio ambiente familiar que tanto depende de ellas, de padres y madres, de hijos y abuelos.



La mayor parte de la labor que las personas podemos hacer para que nuestra familia sea sostenible se centra en aspectos tan concretos como cuidar el ambiente de hogar, el cariño y respeto, los detalles personales de servicio, las costumbres y las fotografías e historias familiares que nos recuerdan que no somos fruto del azar.



Junto a ideas materiales, como dedicar tiempo a la familia y a cada miembro, deben ocupar un lugar preeminente otras como tener en la cabeza al cónyuge y los hijos a lo largo del día, fomentando los deseos de volver a casa, potenciar los buenos pensamientos, apartar los malos.



La base de todo esto es la relación de pareja que debe ser cuidada desde el principio del matrimonio y que un equivocado amor a los hijos nunca deben romper. Desde el "si quiero" hay que cuidar los detalles, la fidelidad en lo pequeño y la ilusión por cumplir los sueños y proyectos



Tarea de cada miembro

El matrimonio y la familia son una aventura apasionante, radical, creativa, muy confortadora; no son realidades estáticas sino que se hacen cada día. Darse a otros es, sin duda, una locura que algunos no entienden. Que una familia sea sostenible depende de cada unos de sus miembros.


Empezábamos con las conclusiones de la Comisión Brundtland: "satisfacer las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer las posibilidades de las del futuro para atender sus propias necesidades". Sólo la familia sostenible, es decir estable y estructurada; es capaz de cumplir los criterios de sostenibilidad, de generar ilusión y esperanza en el futuro. Una visión positiva y de responsabilidad compartida favorecerá entre otras cosas un incremento de la natalidad. Sin esa positiva y adecuada valoración del proyecto familiar difícilmente se apostará por nuevos hijos.



Ese es nuestro reto, el de quienes estamos convencidos de que no todo es igual, que existe lo mejor y que es posible. Nuestro desafío consiste en actuar en nuestras familias y en la sociedad desde la lógica del amor para que el siglo XXI sea el de las familias sostenibles.


Por: Aníbal Cuevas


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lunes, 23 de marzo de 2015

¿Cómo liberarse de la envidia?

Perdón, alabanza y bendición para resisitir a la envidia

Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana”.
Mateo 11,28-30
Ciertamente el Señor quiere que reposemos y descansemos en Él. Espera que pongamos en Él toda nuestra confianza y así Él podrá tomarnos en sus brazos. Podemos confiar al poder de Dios todo lo que nos preocupa, todo lo que no queremos que sea dañado por los envidiosos, nuestros planes, la salud, la familia, el trabajo. La envidia supone mirar mal el bien del otro.

Nosotros queremos que en medio de esas acciones tremendas con las que el mal espíritu obra, le pedimos a Dios que ejerza el poder y nos sostenga. Cuando hemos sido humillados a causa de estas situaciones, el mejor refugio es la amistad de Dios, esa que nos ofrece Él. El quedarnos postrados delante de Él, saliendo de la lamentación. Él siempre nos levanta para que sigamos caminando en el amor, el servicio y el don maravilloso de la paz que nos regala para comunicarla a otros. “No te alegres de mi suerte, enemiga mía, porque si he caído, me levantaré; si habito en las tinieblas, el Señor es mi luz” Miqueas 7,8
A partir de esa actitud fuerte que nace de la confianza, siguiendo el evangelio de hoy, podemos superar todas las dificultades. Con la gracia que nos da el Señor de fortaleza y de poder estar en su presencia por encima de todo. Que Él nos regale gracia de confianza y de descanso en su presencia.
También sentimos cuánto se hace inestable el camino cuando la división que se da entre los nuestros, nos genera sobretodo en torno a la envidia que es mirar mal el bien que el otro posee, dejando de estar en comunión con él. A partir de esa mala mirada surgen las contiendas, las divisiones, las acusaciones desmedidas bajo la forma de difamación y calumnia. Por eso es tan importante pedirle al Señor que nos proteja la envidia. El peor daño que pueden hacernos los envidiosos es llenarnos de miedo y de rencor. Si no tuvieramos miedo y no estuviéramos pendientes de ellos nos sentiríamos fuertes y podríamos defendernos de esas circunstancias sin sufrir tanto. El temor que nos despierta nos debilita y perturba, hasta incluso llegar a enfermarnos. Cuando hay perturbación se desdibuja el camino y se desdibuja el ánimo.
Es bueno saber que en las tormentas de la vida aparecen nuestros amigos los santos que se hacen fuertes con nosotros para protegernos.
Cuando estamos muy pendientes de nuestra imagen y de lo que digan los demás nos llenamos de angustia por cualquier crítica y podemos caer en la soberbia. Necesitamos liberarnos de eso y animarnos a avanzar en la tormenta con las armas de la oración, del servicio, de la caridad, de la paciencia, del perdón, de la reconciliación… todo con lo que el Señor nos quiere que avancemos y quitemos de medio las insidias del mal.

Perdón, alabanza y bendición para resisitir a la envidia
En medio del gran crecimiento de nuestra obra también comienzan a sacudirse las fuerzas del mal. Es necesario para poder estar en Dios y descansar en Él, liberarnos de lo que nos quita la confianza. ¿Cómo defendernos de la envidia para que la confianza no sea dañada?. 3 pasos dice Victor Manuel Fernández: perdón, alabanza y bendecir
Perdón
Lo primero es perdonar, porque si alimentamos el rencor y deseamos el mal a los envidiosos complica las cosas y se produce un espiral de violencia y la Palabra de Dios nos pide que no alimentemos ese veneno. En lo posible y en lo que dependa de nosotros vivamos en paz con todos, “no se hagan justicia por su propia cuenta”. Si tratamos de comprender la debilidad del otro, si le pedimos cada día al Señor la gracia de perdonarlo, y le entregamos al Señor nuestro dolor, el perdón terminará por desatar los nudos de la convivencia.
Es importante, a la hora de perdonar a alguien, saber cuántas veces me ha perdonado Dios por tantos a los que hice daño y que también eran hijos suyos. También puedo recordar las faltas de perdón que producen en mí mucha angustia, porque me pueden enfermar. Descansar y reposar en Dios solo es posible cuando sacamos estos sentimientos por gracia de Dios. Es importante intentar comprender que el que me envidia vive cosas muy dolorosas y por eso hace de mí un chivo expiatorio. Le pedimos a Dios que nos de la posibilidad de ir un poco más alto, de perdón y de grandeza de alma.
Alabanza
La alabanza es una oración maravillosa, que levanta el corazón hacia Dios y lo saca de la angustia interior, de las tristezas, de las amenazas y los temores. Puedo alabar a Dios en medio de las peores tormentas. 146 “Alaba alma mía al Señor… ”    Pero también puedo hacer una alabanza, por algo bello que Dios haya hecho en esa persona que nos está haciendo daño. Es un intentar encontrarle un costado bueno al que me busca mi costado malo. Es un salir de la tormenta y volar por encima, desde la oración y la alabanza.
La alabanza produce en el corazón un gran efecto de liberación. Nos ayuda a debilitar nuestra angustia y temor, nos hace fuertes para que los demás no puedan debilitarnos con su actitud de malicia. Cuando alabamos a Dios estamos más protegidos que nunca de los celos y las envidias. La alabanza tiene un poder misterioso para desarmar a los malvados e impedir que cumplan con sus deseos. Por eso vale la pena alabar a Dios, hasta que se despierte el gozo de la alabanza en lo más hondo del corazón.

Benedición
Benedecir a una persona que nos trata mal, nos envidia o nos hace daño, deseearle el bien, pedirle al Señor que la bendiga, y si el Señor la bendice esa persona ya no necesitará más envidiarnos. Cuando odiamos alimentamos el fuego de la violencia y terminamos cada día más dañados. Cuando bendecimos a alguien estamos deseando que resuelva la dificultad de su corazón, que se curen sus tristezas…. si el Señor bendice a esa persona y le regala la alegría interior, la santidad, el verdadero amor, entonces se despertarán todas las gracias que el Señor tenía dispuesto y por acción del mal, el Envidioso llenó de envidia.
El gran testimonio del cristiano es el martirio, amar a los que no nos aman, bendecir a lo que nos maldicen, amar a todos como el Padre bueno que hace salir al sol sobre justos e injustos. Somos hijos del Padre y eso supone la invitación y el llamado a ser como Él. A veces no nos damos cuenta que estas situaciones de envidia giran en nuestro interior, y en otras oportunidades es manifiesta. Nosotros permanezcamos tranquilos en Dios alabando, perdonando y bendiciendo.

* Material elaborado en torno a la publicación de Mons. Victor Manuel Fernández “Para liberarte de los miedos”

Por: Padre Javier Soteras | Fuente: http://radiomaria.org.ar


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domingo, 22 de marzo de 2015

PRECIOSAS PALABRAS DEL SANTO PADRE









NUNCA MEJOR DICHO, “PARA CHUPARSE LOS DEDOS”
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sábado, 21 de marzo de 2015

La catequesis tiene que ser un camino hacia la santidad

         Requisitos imprescindibles para poder ser catequista: 

  •      Estar confirmado, asistir a la Santa Misa Dominical, Confesión frecuente, ir a la formación de catequistas y vida de intimidad con Dios y su Sagrada Escritura.

  •                             Nunca debemos olvidar que el/la catequista es una persona vocacionada, es decir, llamada por Dios para una misión concreta y muy importante dentro de la Iglesia, en la que ponemos mucha  carne en el asador. Nadie piense, que ser catequista es un hobbie, una distracción… La vocación es algo muy serio, donde está en juego nuestra felicidad y la de los demás. Y sobre todo el que las almas redescubran a Dios en su corazón.

·         Es muy importante que el/la catequista antes de comenzar la catequesis tenga un ratito de oración, donde en  la presencia de Dios le pida fuerzas al Espíritu Santo para que sea Él el que realmente actúe en nosotros.


·         Cuando se comienza la catequesis todos juntos nos ponemos en la presencia de Dios: En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Es recomendable que se recuerde que allí donde dos o más se reúnen en nombre de Dios allí está Él en medio de ellos. El tener un Crucifijo, una vela encendida  y la fotografía de Jesucristo y la Virgen María ayuda muchísimo a estar en la presencia de Dios.

·         La catequesis debe estar preparada por el/la catequista con antelación, no llegar a lo que surja. La catequesis hay que trabajarla y prepararla.

·         La catequesis no es solo tener un tema actual que debatir, ni tampoco es un gabinete psicológico de deshago, ni puede ser solo un  rato de juego con los niños. La tarea del/de la catequista es dar a conocer a Jesucristo, a la Iglesia y sus grupos e instituciones, la Sagrada Escritura, los sacramentos, los santos, la piedad… Todo esto si se prepara bien hace que las personas que  reciban la catequesis vayan amando a Dios con más intensidad, reconocen a la Iglesia como una madre…Una catequesis tiene que tener como centro a Jesucristo.

·         En las catequesis las personas deben ir amando cada vez más la Eucaristía, la confesión, la oración, la intimidad con Dios… Pero para poder dar a conocer esto, el/la catequista debe vivirlo. Nadie da de lo que no tiene. Si un/una catequista no tiene su corazón en Dios, en los sacramentos, en la Iglesia ¿Qué le está dando a los demás? Muchas cosas, pero no a Dios.

·         Toda catequesis debe comenzar o terminar en el Sagrario, allí donde está nuestro Señor Jesucristo. La presencia viva de Jesús va transformando a las almas que se acercan a El. Por eso, si pretendemos que Jesucristo sea amado por todos, tenemos que llevarlos a Él. Y allí en el Sagrario rezar alguna oración  vocal, hacer peticiones, hablar con en el Señor, un ratito de silencio..

·         En cada catequesis se debe leer el Evangelio del día correspondiente o el del Domingo siguiente al día de la catequesis. Leerlo con profundidad y extraer una palabra que nos ilumine, que nos de fuerza, que nos recuerde todo el Evangelio. ¿Señor que me pides, que necesitas de mi?

·         El/La catequista tiene que ser con su vida testimonio de Jesucristo, ya que es referente para las personas a las que regala su tiempo para dar a conocer a Jesucristo. La mejor catequesis, nunca lo olvidemos, es nuestra propia vida cuando transparenta a Cristo. Nuestra vida tiene que ser luz y sal para los demás, un nuevo sabor en medio de este mundo.

·         En las catequesis se deben aprender las oraciones que la tradición cristiana nos ha ido transmitiendo: Padre Nuestro, Ave María, Gloria, Yo Confieso, Credo… Así como inculcar una devoción fuerte al Ángel de la Guarda, el Santo Rosario, Via-Crucis… El fervor en el corazón es muy importante para vivir una verdadera vida cristiana.

·         Es muy importante que el/la catequista rece por los componentes de su grupo y sus familiares, para que el Señor los vaya iluminando en la búsqueda de Dios.

·         Siempre, siempre misericordia unos con otros, mucho respeto y dispuestos a acoger  los distintos dones que Dios ha puesto en cada uno. Se trata de aceptar esos dones, valorarlos, acogerlos… Confiar en las personas, porque en cada una hay una pequeña ventana por donde Dios entra y es capaz de transformarlo todo en Verdadero Amor.  
Por: Padre Francisco Javier Domínguez  




SIEMPRE SE HA DICHO: “A NADIE LE AMARGA UN DULCE”
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