Un trato de corazón a corazón, fruto del
amor y no de la costumbre, creando un ambiente de fe y amor.
Una mujer comenzó a ir con sus padres a
Misa por costumbre. Después, al profundizar en la fe, vio que "empezaba a tener
otro sentido, un sentido de compromiso, me sentí más implicada... descubrí el
valor de la Eucaristía como un encuentro con Cristo..."
En nuestra sociedad actual, la asistencia a Misa depende de la costumbre del
entorno familiar, de la fe que se ha recibido desde pequeños… y cuando se
asiste a Misa por ejemplo en acontecimientos sociales o fiestas principales,
incluso los que no saben "qué pasa ahí" sienten alguna motivación, el
gusanillo de profundizar, pues no solo queremos vestirnos de fiesta sino que
queremos participar en la fiesta, celebrarla. Como en las familias, que tienen
un plato preferido para ciertas celebraciones. Queremos tener una relación viva
y personal, maravillosa, con Jesús. Qué lástima, escuchar palabras y cantos,
pero no gozar plenamente de las emociones estéticas en la música o en la
belleza de las celebraciones, al no vivir la esencia de la Misa y de la
comunión... Recuerdo un compañero de estudios que iba a la catedral de Córdoba
a escuchar la Misa del domingo fascinado por la belleza de la liturgia y la
música. Es difícil entender a Bach sin su fe, pues muchas composiciones están
unidas a un sentimiento.
Hemos de conocer lo esencial de la vida. Muchas veces vamos por la vida
buscando la felicidad, y no la encontramos... más tarde nos damos cuenta de que
estaba allí al lado, en las cosas pequeñas de cada día, en las cosas obvias,
que son las que olvidamos más fácilmente, y así nos va... Como el sentido
religioso, el sentido trascendente de las cosas. Olvidamos las cosas que no proporcionan
un inmediato beneficio práctico con la excusa de que "no sirven para
nada", cuando son las que más sirven. Cuando faltan estas cosas, nos damos
cuenta de que la vida no sirve para nada. Cuentan de una araña que se dejó caer
por uno de sus hilos desde un árbol, para anclar los soportes alrededor de una
rama y tejer su telaraña, esa malla que va engrandeciéndose con sucesivas
vueltas, hasta completar su obra. Entonces, paseándose por su territorio,
orgullosa de su realización, mira el hilo de arriba y dice: "éste es feo,
vamos a cortarlo", olvidando que era el hilo por donde empezó todo, el que
sustentaba todo. Al cortarlo, la araña desmemoriada cayó enredada en su red,
prisionera de su obra. Así nosotros, encerrados en la obra de nuestra inteligencia
o en el cuidado de tantas cosas... podemos olvidar la esencial, cuando cortamos
el hilo de soporte. ¡No prescindamos de Dios! Es el soporte de todo lo
invisible, los valores de amor y respeto a los demás, en definitiva, de la
felicidad. Esta dimensión invisible de la vida. Si no, nos enmarañamos en cosas
que nos hacen perder la libertad.
La necesidad de dar culto a Dios está en lo más profundo de nuestro interior (y
cuando no le hacemos caso, se proyecta en forma de supersticiones varias,
idolatrías de todo tipo, sectas variopintas pero peligrosas algunas de ellas, o
una apatía brutal por la que no se ve sentido a nada...) Estamos en una época
de "complejidad", en la que hay avances técnicos de todo tipo (en el
campo científico, en el genético, en la informática...) y en medio del estado
de bienestar, muchos de nuestros compañeros de viaje están prisioneros de la
angustia ante el futuro, tienen miedo, incluso miedo a vivir. ¿Por qué tanta
inseguridad? Porque quizá hoy se absolutiza el bienestar y éste no da respuesta
al sentido de la vida, impide volar hacia arriba, mirar el cielo, en ese
horizonte no hay Dios; es el gran ausente.
Todo ello causa el sentimiento de "insoportable ligereza del ser". En
medio del pensamiento moderno que tiene tantas cosas buenas tenemos al hombre
enfermo de frustración y un deseo de búsqueda de Dios, de ahí las profecías de
que el siglo XXI sería "místico", porque es la única forma de
recuperar el norte. Se intuye que la medicina es la misma: recuperar la idea de
Dios, que sirve para cultos e ignorantes, enfermos y sanos, pobres y ricos...
Pero para hallar a Dios hay que tratarle, darle culto. Y no externo, sino que
implique la conciencia, un trato de corazón a corazón, fruto del amor y no de
la costumbre, creando un "espacio interior" en nuestra conciencia,
solos ante el espejo ante el cual encontramos el sentido de la vida, la
seguridad que nos falta.
La religión pertenece a las cosas importantes de la vida. Cuentan de un
barquero que llevaba gente de un lado a otro de un gran río, y un día subió un
sabiondo que empezó a increparle diciéndole: "¿conoces las
matemáticas?" -"no", contestó el barquero. -"Has perdido
una cuarta parte de tu vida. ¿Y la astronomía?" -"¿Esto se come o
qué?", contestó el pobre. "-Has perdido dos cuartas partes de tu
vida". -"¿Y la astrología?" -"Tampoco", dijo el
barquero. "-¡Desgraciado, has perdido tres cuartas partes de tu
vida!". En aquel momento la barca se hundió, y viéndolo que se lo llevaba
la corriente, le dijo el barquero: -"¡Eh, sabio!, ¿sabes nadar?"
-"¡No!", contestó desesperado. -"Pues has perdido las cuatro
cuartas partes de tu vida, ¡toda tu vida!" Pues para quien va por un río,
lo importante no es saber tantas cosas sino saber nadar. Así las cosas
esenciales de la vida, muchas veces olvidadas, son saber quién soy, de dónde
vengo y adónde voy, y descubrir el sentido religioso y -como dice el viejo
refrán- al final de la vida el que se salva sabe y el que no, no sabe nada. Los
peces se ahogan sin agua y los hombres se asfixian sin aire, así nuestra alma
sufre asfixia si no tiene saciada esta sed de Dios, pues el corazón del hombre
está inquieto y sin paz hasta que reposa en Él.
La religión es una experiencia personal de la que no podemos prescindir, es una
necesidad. Y también es social, constituye una de las tradiciones no sólo
culturales sino también basilares de la misma familia: la familia que reza
unida permanece unida, dice el refrán. Ante una crisis familiar, para resistir
ante las dificultades, es importante ver el cielo, recordar el sentido divino
del contemplar el cielo.
Por: P Llucià Pou Sabaté
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