La palabra autoridad ha adquirido para muchos un matiz
negativo.
La palabra autoridad ha adquirido para muchos un matiz
negativo. Su raíz la pone en contacto con el “autoritarismo”, que tanto daño ha
producido y produce en muchos lugares del planeta.
¿Por qué es mal vista
la palabra “autoridad”? Porque dos revoluciones, una teológica, con el
protestantismo, y otra filosófica, a partir de Descartes, han buscado minar la
importancia de la autoridad para luego promover perspectivas y pensamientos
basados en la autonomía y la libertad de las personas.
En ese contexto,
preguntar si existe autoridad en educación puede parecer paradójico. Porque si
educación es algo positivo y necesario, y si autoridad es vista como algo
negativo, parecería entonces que los dos términos se excluyen entre sí.
Además, durante
décadas han surgido propuestas antiautoritarias en el ámbito pedagógico. Se
habla de educar para la libertad, para la autonomía, para la espontaneidad, y
se critican modelos escolásticos del pasado, supuestamente basados en el
castigo, la imposición y la autoridad.
¿Es correcto plantear
así las cosas? Si nos colocamos en una perspectiva abierta, dispuesta a
observar serenamente el asunto, descubriremos un error de fondo en cierto
antiautoritarismo educativo, y posibles caminos para unir, sanamente, autoridad
y educación.
El error de fondo es
sencillo: en la vida de cualquier ser humano ha habido, hay y habrá
autoridades. Es decir, todo ser humano acoge, con mayor o menor espontaneidad,
con mayor o menor convicción, ideas y pautas de comportamiento que otros le
ofrecen.
Las relaciones humanas
se basan en estructuras dinámicas en las que unos ocupan un papel de autoridad,
y otros un papel de obediencia o acogida. La autoridad no se entiende sólo en
clave de un poder de coerción, sino simplemente como cualquier competencia que
permita ofrecer a otros aquello que necesitan, que les falta, que puede ser de
utilidad.
Pretender construir un
mundo sin autoridades es imposible. El esfuerzo de quienes buscan demoler toda
forma de autoridad se basa, paradójicamente, en la pretensión de pensar que es
mejor un mundo donde todos sean iguales; una pretensión que es destruye a sí
misma, porque es vista como “superior” (autorizada) respecto de la postura de
quienes piensen de otra manera...
Además, todo esfuerzo
por destruir las autoridades (en la familia, en la escuela, en el lugar de
trabajo, en un hospital, en un grupo religioso) lleva consigo una dosis extraña
de autoritarismo, precisamente porque condena a quienes piensan de otra manera
y busca imponerse sobre quienes sí aceptan la conveniencia de vivir con sanas
relaciones de autoridad y dependencia.
La experiencia enseña
que los seres humanos continuamente establecen relaciones desde un supuesto
sencillo: unos saben más y otros menos. Los primeros, si tienen un corazón
magnánimo y actitudes de servicio, se pondrán al servicio de los segundos, y
verán su “superioridad” como un medio para ayudar a otros. Los segundos,
buscarán continuamente a los primeros en las mil vicisitudes de la vida humana,
desde la medicina hasta el modo mejor para cocer bien la pasta...
Lo anterior explica y
funda la íntima conexión entre autoridad y educación. Porque un proceso
educativo inicia allí donde alguien que ha adquirido ciertos conocimientos se
pone al servicio de otro que carece de los mismos y necesita ayuda para avanzar
hacia su posesión. En otras palabras, hay educación cuando una “autoridad” (el
que sabe) ayuda a quien, como discente, desea aprender.
Por lo mismo, en
educación ha habido, hay y habrá siempre autoridades. Desde luego, el modo de
entenderlas resulta muy variado, y en no pocas ocasiones ha habido excesos y
abusos que merecen ser condenados.
Pero el abuso de una dimensión humana no
significa renunciar a tal dimensión. Frente a los abusos, hay que aplicar
medidas correctivas, desde “autoridades” sanas que promuevan un buen uso del
principio de autoridad en sus ámbitos naturales, especialmente en uno de los
más importantes: el de la educación.
Autor: Fernando Pascual, L.C. | Fuente:
Actualidad y Análisis
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