Si uno de veras cree en este amor
que le tiene María Santísima como madre ¿podrá sentirse desgraciado? ¿Podrá
sentirse desesperado?
Dios es amor.
María Santísima es también amor.
Podríamos decir que María es el lado misericordioso y tierno del amor de Dios.
"Tú sola, Virgen María, le curas a Dios de todas las heridas que le
hacemos los hombres. Por ti sola valió la pena la redención, aunque,
afortunadamente, hay otras y otros que se han tomado en serio la redención".
Este amor tuyo que, por un lado, sube hasta Dios y, por lo tanto, tiene toda la
gratitud de una creatura, toda la profundidad de una madre, toda la pureza de
una virgen; por otro lado, se dirige a nosotros, hacia la tierra, hacia tus
hijos.
Cómo me impresionó -y aparte al principio no lo creí- leer aquellas palabras de
San Alfonso María de Ligorio: "Si juntáramos el amor de todos los hijos a
sus madres, el de todas las madres a sus hijos, el de todas las mujeres a sus
maridos, el de los santos y los ángeles a sus protegidos: todo ese amor no
igualaría al amor que María tiene a una sola de nuestras almas". Primero,
no lo creí porque era demasiado grande para ser cierto. Hoy, lo creo, y
posiblemente estas palabras de San Alfonso se quedaron cortas.
Yo me pregunto: si uno de veras cree en este amor que le tiene María Santísima
como madre ¿podrá sentirse desgraciado? ¿Podrá sentirse desesperado? ¿Podrá
vivir una vida sin alegría, sin fuerza, sin motivación? ¿Podrá alguna vez, en
su apostolado, llegar a decir "no puedo, me doy"? ¿Podrá algún día
decir : "renuncio al sacerdocio y lo dejo"? Si Cristo, por nosotros,
dio su sangre, su vida, ¿qué no dará la Santísima Virgen por salvarnos? Ella ha
muerto crucificada, espiritualmente, por nosotros. A Cristo le atravesaron
manos y pies por nosotros; a ella una espada le atravesó el alma, por nosotros.
Si Él dijo: "He ahí a tus hijos" ¿cómo obedece la Santísima Virgen a
Dios? Entonces, cuánto nos tiene que amar. Y si somos los predilectos de su
hijo: "vosotros sois mis amigos", somos también los predilectos de
Ella.
El amor de María llena nuestro corazón, debe llenarlo. El amor de una esposa no
es el único que puede llenar el corazón de un hombre como yo. El amor de María
Santísima es muchísimo más fuerte, rico, tierno, confortante, que el de todas
las esposas de la tierra. El amor de mi madre celestial llena, totalmente, mi
corazón. Una mirada, una sonrisa de María Santísima, me ofrecen más que todo lo
que pueden darme todas la mujeres de la tierra juntas.
¿Cuál debe ser mi respuesta a tan grande y tierno amor?
Como San Juan Pablo II debemos decir cada uno de nosotros, también, "totus
tuus": todo tuyo y para siempre. Aquella expresión que el Papa nos decía:
"Luchando como María y muy juntos a María", que le repitan siempre:
"totus tuus".
¿Por qué no llevarme a todas partes a la Santísima Virgen? En el pensamiento,
en el corazón, y también, en una imagen, en un cuadro: su presencia es
benéfica. Yo tengo en mi despacho y en mi cuarto una imagen de la Santísima
Virgen. Con mucha frecuencia la miro, con mucha frecuencia le hablo y, también,
la escucho. Siento su presencia y su amor a través de esa imagen.
Por:
P Mariano de Blas LC
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