Reflexiones para el
cristiano de hoy
En esos momentos, hace falta una mirada
atenta y serena para ver qué se puede hacer para afrontar cada crisis.
¿Por qué surgen las tensiones? Porque dentro de uno hay tendencias que no
pueden armonizarse entre sí. Porque fuera hay peticiones e intereses que nos
dividen, nos inquietan, nos agobian.
Evitar las tensiones es un deseo difícil
de alcanzar, pues la vida está llena de encrucijadas: no podemos ir la misma
tarde y a la misma hora a una conferencia o a una fiesta de cumpleaños.
Pero eliminar algunas tensiones es posible
si acallamos deseos equivocados, si centramos el corazón en lo esencial, y si
ignoramos presiones que nos ahogan al pedirnos esfuerzos agotadores.
Eliminadas esas tensiones que podemos
dejar a un lado, ¿qué hacer con otras que mantienen su aguijón en nuestras
almas? Porque no se puede pedir a un padre o a una madre que olviden las
tensiones que provocan los comportamientos de ese hijo que vive en plena
adolescencia, o los problemas creados en la oficina por culpa de un compañero
que critica continuamente a los demás...
En esos momentos, hace falta una mirada atenta
y serena para ver qué se puede hacer, cómo afrontar el problema, cuáles serían
aquellos medios concretos que uno puede escoger para afrontar cada situación de
crisis.
A pesar de tantos esfuerzos, las tensiones
pueden durar mucho tiempo. El hijo que una y otra vez llega borracho a casa
genera una pena profunda en sus padres, como es dolorosa la tensión que surge
en un matrimonio cuando uno de los dos sucumbe a las adicciones electrónicas.
Ante ese tipo tensiones, siempre podemos
mirar al cielo y buscar la paz y la ayuda que vienen de Dios, y que permiten
encarar la situación con una energía insospechada: la que nace de la esperanza
y del amor sincero.
Entonces, ¿es posible vivir entre tensiones y con una dosis sanadora de
energía? Sí, cuando aprendemos esa gran lección del Evangelio: no preocuparnos
por el mañana, sino mirar a los lirios del campo y a las aves del cielo para
dejar que cada día tenga su afán. A nosotros sólo se nos pide una cosa: a pesar
de tantos problemas, dedicarnos a buscar con alegría el Reino de Dios y su
justicia... (cf. Mt 6,25-34).
Por: P. Fernando Pascual LC
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