La ciencia es limitada, pero creer en
Dios supera y resuelve muchas preguntas del hombre
¿Es Dios un invento del hombre, producto de su ignorancia, su miedo a las
fuerzas de la naturaleza y a lo desconocido? Esto y cosas semejantes dicen
ateos, no creyentes (a algunos gusta esta diferenciación) y los enemigos de la
religión.
Preguntemos de otra manera, ¿por qué la gente de las diversas culturas humanas
cree en la existencia de una o más deidades todopoderosas? ¿Por qué no se
conforma con ir descubriendo las leyes de la naturaleza? Si la gente
"inventa" o realmente descubre sistemáticamente un Dios, un ser
todopoderoso, omnipresente, no es por miedo, sino al revés. La gente deduce la
existencia de un ser semejante porque su conocimiento heredado y adquirido, no
le dan ninguna otra explicación del mundo y de su ser humano espiritual.
Reconocer la existencia de Dios es producto de la razón, resultado de un
proceso deductivo, es de estricta lógica y no de la imaginación, o de la
ignorancia científica o de debilidades y miedos humanos. Por muchas razones
también, el hombre descubre la trascendencia anímica sobre su muerte.
El hombre encuentra la respuesta a sus preguntas sobre el universo y la mente
humana en la religión, después de que su conocimiento general y del llamado
científico, no le dan respuesta a la existencia de ambas cosas. No la dan
porque no la tienen. Las ciencias llamadas exactas, naturales, nos dan
conocimiento de la realidad física y de las leyes que gobiernan al universo,
pero no explican su origen o su por qué; no pueden, en cambio creer en Dios sí
da esa respuesta.
La ciencia, así en general, -como usan el término quienes oponen el
conocimiento científico a creer en Dios-, no es solamente limitada, sino que a
través de los tiempos va cambiando sus enseñanzas, según se descubren tanto
nuevas cosas como los errores en que habían caído sus creadores.
Así, la ciencia griega enseñó que había cuatro elementos: agua, tierra, aire y
fuego; pero los científicos llegaron a descubrir muchos elementos de la
materia, que el científico ruso Mendelejeff encuadró en su "tabla
periódica de los elementos". Pero la misma ha sido enriquecida al
descubrirse nuevos elementos.
La ciencia enseñó que la tierra es plana, que el sol gira alrededor de ella;
hasta que nuevos científicos dedujeron que era al revés, como ahora sabemos
"a ciencia cierta". Los científicos del siglo XIX afirmaban que había
generación espontánea, pero Louis Pasteur, un científico creyente, demostró lo
contrario. La ciencia enseñó que el átomo es indivisible -significado exacto
del término. Ahora conocemos más y más elementos subatómicos.
La ciencia dice que la velocidad "terminal" es la de la luz, que nada
puede moverse más rápido, pero otros lo ponen en duda; quizá en algunos años
sepamos una nueva "verdad" científica al respecto. La duda es lo que
ha llevado al hombre a adquirir nuevos conocimientos, cuando los de su entorno
no responden a su raciocinio, y así descubre verdades antes ignoradas y/o
rechazadas.
También el conocimiento mágico es superado por la racionalidad. La magia
intenta explicar lo que no se entiende, pero sus intentos no son racionales,
sino emocionales, y son tentativas (muy fructíferas, por cierto) de controlar
voluntades ajenas, de crearse el mago, hechicero o brujo un halo de
superioridad que infunde temor, respeto, veneración y dominio.
Cuando la ciencia, la magia y otros intentos de conocer la verdad del universo
y de su origen, no responden a la sed de saber del hombre, de entender su
entorno y sobre todo su propia persona, su ser, entonces, por racionamiento,
deduce que debe haber alguien, un ser que tenga el poder de crear esa
naturaleza, esas leyes que la humanidad aprende. Es entonces cuando deduce que
Dios existe. Sí, creer en un Dios todopoderoso, omnipresente y creador, es
producto de la deducción, no del miedo o debilidad mental. La gente temerosa
prefiere no creer en nada, o saberse comprometida en responsabilidades con un
Dios juzgador y exigente.
El gran centro de la creencia en Dios está en dos cosas básicamente: el origen
del universo y el del espíritu humano, con toda su superioridad inmensa sobre
otros seres vivientes. La ciencia enseña la realidad, pero no su origen, no
puede, está fuera de sus fronteras; la teología sí, porque es su campo de
conocimiento: Dios.
La ciencia no explica el espíritu humano, su inteligencia, su conciencia que
distingue el bien del mal. Con la tecnología actual las ciencias: la anatomía,
la fisiología, y otras, nos informan qué sucede en el cerebro humano cuando
piensa, o tiene emociones, pero no nos dicen nada sobre la actividad inmaterial
de la mente, sólo la del cerebro, la del sistema nervioso, es decir de las
manifestaciones físicas de los procesos del sentir afectivo o del pensar, pero
no sobre éstos en sí.
El ingenio humano, su creatividad, hacer poesía o música, y el arte en general,
están fuera del ámbito científico; no son actos materiales, aunque para
llevarlos a cabo el hombre utilice su cuerpo, son mentales. La afectividad
humana no se comparte con los animales, cuyos "afectos" son
instintivos; pero el hombre sobrepasa con creces sus instintos, como los de
protección a la descendencia.
Las ciencias de la conducta intentan conocer las funciones de la mente humana,
pero no explican el por qué de su existencia, sólo investigan su realidad, es
todo. La mente humana, el espíritu del hombre, que están por encima del resto
de los seres vivos, solamente tienen explicación cuando se deduce que fueron
creados por "alguien", con ese poder y esa voluntad.
La ciencia es limitada, pero creer en Dios supera y resuelve muchas preguntas
del hombre. Así, creer en Él no es resultado ni del miedo, ni de debilidades,
sino de la razón. Ciencia y religión no se oponen, se complementan en el ser
humano, y por eso las gentes de diversos tiempos y culturas encuentran en la
existencia de la deidad todopoderosa la respuesta a sus preguntas; la
respuesta: Dios existe.
Por: Salvador I. Reding Vidaña
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