Miro tu rostro, María y tú sonrisa me inspira confianza, como siempre...
Durante estos días, en
los que debí guardar cama por mi salud, he pensado muchísimo, Señora, en el
tema del Santo Rosario..., tú siempre nos dices que debemos rezarlo, la Iglesia
misma nos aconseja y yo... amiga mía, trato de hacerlo, pero... me falta
constancia... es que entre el trabajo, la casa, la familia, rara vez hallo el tiempo
de rezarlo completo y... no te molestes pero... a veces me baja sueño, es...
tan monótono, decir siempre lo mismo, siento que termino no diciendo nada...
María, no te me enojes, por favor, es que no entiendo como ese simple cordón
lleno de cuentas iguales, sin nada en particular, puede ayudar a salvar mi
alma...
- No quiero ni levantar mi mirada hacia ti, Señora, pues supongo que estarás
muy desilusionada de mí... todo es silencio en la Parroquia de Lujan, en esta
tarde de domingo...
- Hija querida ¡Si supieras cuanto te amo! Sabrías que no puedo
entristecerme por tan poco...
Miro tu rostro y tu sonrisa mansa me inspira confianza, como siempre...
- Lo que sucede contigo, es que del Rosario sólo ves las cuentas...
- No entiendo, Señora...
- Claro, hija, dejas que el árbol te oculte el bosque, te quedas en las
cuentas... en la repetición monótona. Así... ¡hasta yo me dormiría!
- Y... ¿Qué debo ver, entonces?
- Debes ver las rosas...- dices con voz angelical, que, viniendo desde los
comienzos del tiempo, parece un eco de tu respuesta al ángel...
- Perdón María pero... ¿Qué rosas?
- Trataré de explicarte, el Rosario es... un río de rosas, un hermoso,
difícil, triste y glorioso río de rosas que, si puedes verlo en cada uno de sus
misterios, te aseguro te parecerán pocas las cuentas del cordón...
- Enséñame, Señora, a ver tan bello río.
- Bien, comenzaré por decirte que este río tiene una fuente inagotable, que
son los Misterios Gozosos, y tres poderosos afluentes que son los misterios
dolorosos, gloriosos y luminosos. El río nace pleno de rosas blancas allá en
Nazaret... aún recuerdo el perfume del Ángel Gabriel... piensa, hija, siente y
medita ese momento, acompáñame a la pequeña habitación, quédate conmigo
mientras repites los 10 Ave María... Escucha el saludo del ángel, escucha con
el alma como describe la Encarnación del Hijo de Dios en su más humilde
esclava...
- ¡Es cierto, Señora!... Reina mía, es cierto, pocos resultan los diez rezos
para acompañarte en semejante momento.
- Luego, hija mía, las rosas se van salpicando de arena, porque me acompañan
en la caravana a casa de Isabel, afrontan conmigo el viento y la soledad, y me
cubren con sus pétalos para que nadie sospeche el secreto. Mientras rezas este
misterio, escucha el sonido del viento, deja que me apoye en tu hombro, porque
el viaje es largo y estoy un poco cansada.
Ya estamos entrando al tercer misterio, las rosas se han tornado rosadas y con
una increíble suavidad, muchas decidieron dejar sus pétalos en el pesebre,
morir allí, para ser cuna de Cristo, decidieron entregar sus pétalos, para que
no lastimasen al niño las espinas ¿Comprendes, hija? Ya había espinas esperando
a Jesús... Oye, mientras rezas, como cantan los ángeles, percibe desde el alma
como el cielo, expectante, espera en Belén...
- Señora, ahora voy comprendiendo, como debe mi alma entrar en cada misterio,
conocerlo profundamente, aprender de cada gesto, de cada palabra del Maestro y
tuya... así, no soy yo quien reza, sino mi alma, extasiada de amor, hace brotar
de mis labios la oración hecha alabanza...
- Me alegras mucho, querida, me alegras al esforzarte por comprender... tú
sólo pon la voluntad de comprender, que mi Hijo te iluminará al alma, ni lo
dudes... Sigamos ahora, si miras las rosas con atención, veras que tienen
fulgores plateados... me esperan ansiosas a la puerta del Templo... Jesús es
reconocido por Simeón, pero el color de las rosas me habla de espadas que aún
no puedo ver.
En el último misterio las rosas están azuladas de angustia... mi Hijo no está
conmigo, son tres días de búsqueda desesperada, tres días que son prefacio de
los que llegarán después. Al tercer día las rosas se van dirigiendo al Templo,
las sigo, ya casi no razono pues un atroz dolor me desgarra el alma..., entro
al Templo, tras José ¡Allí está! Bendito Dios, no entiendo, no importa, le
abrazo, le pregunto, le miro, le beso... mi hijo, mi querido amor. Volvemos a
casa, las rosas nos siguen... por dieciocho años el río vivirá oculto en mi
corazón... serán largos y difíciles años, en los que la rutina contrastará con
la magnificencia del anuncio del ángel, pero será tiempo de aprendizaje para
mí... valiosos años, hija, muy valiosos. Dime ahora, querida mía ¿Te has
aburrido rezando los misterios gozosos?
- Para nada, hermosa Madre mía, mil horas te escucharía... me has regalado una
inmensa alegría al despertar en mí esta forma de rezar el Rosario.
- Pero aún nos queda un problema, hija..., tú me decías que no hallabas
tiempo entre las muchas tareas que realizas... piensa hijas, las tareas, son
eso, tareas, necesarias unas, superfluas otras, pero ¿Todas son beneficiosas
para la salvación de tu alma?... Trata de que nunca te falte tiempo para la
oración... este tiempo es más bien un estado interior..., verás como la oración
es el camino para hallar la paz, sentirás que tienes de donde aferrarte para
superar las tormentas del alma... sólo la oración te acerca al corazón amoroso
de Dios... no existe sitio más bello.
Te marchas ahora, María, me dejas tu mejor sonrisa, un beso en el alma, y una
profunda enseñanza... te vas y te quedas, siempre estarás cuando te necesite...
no, mejor decir, siempre estarás... no solo cuando te necesite, sino siempre,
siempre... querida madre mía... aún debes contarme como sigue este río de
rosas, como han llegado las rosas a ser cuentas y las cuentas oración... pero
eso será otro día... ahora... ahora sostengo el rosario entre mis manos... ya
no será más un cordón con cuentas... ahora, tú me has enseñado a ver en él un
Río de Rosas.
NOTA
"Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón y en mi
imaginación por el amor que siento por ella, basados en lo que he leído. Pero
no debe pensarse que estos relatos sean consecuencia de revelaciones o visiones
o nada que se le parezca. El mismo relato habla de "Cerrar los ojos y
verla" o expresiones parecidas que aluden exclusivamente a la imaginación
de la autora, sin intervención sobrenatural alguna."
Autor: Susana Ratero
¿Quiere conocer Extremadura? Pulse
aquí
No hay comentarios:
Publicar un comentario