El mundo de hoy busca seguridades "tangibles", como si sólo
pudiésemos esperar la ayuda de este mundo.
Esperar da fuerzas para el camino. Mantiene la mirada fija en el bien y la
verdad. Estimula al amor. Ayuda a superar las mil dificultades de la vida.
¿De dónde surge la esperanza? A nivel humano, de constatar cómo en uno mismo y
en tantas personas cercanas hay fuerzas, hay medios, hay voluntades dispuestas
al trabajo y a la lucha.
A nivel cristiano, la esperanza se construye directamente sobre una certeza:
Dios actúa a favor de los hombres, Dios ofrece su salvación en Cristo.
Desde la esperanza, el bautizado confía en las promesas de Cristo y se apoya en
la gracia que tenemos por la acción del Espíritu Santo en nuestros corazones
(cf. "Catecismo de la Iglesia Católica" n. 1817).
Esa esperanza nos lanza a luchar contra el pecado, a resistir ante las tentaciones,
a soportar las injurias, incluso a sobrellevar en paz la muerte de un ser
querido, la pérdida del puesto de trabajo o una fuerte tensión en familia.
El mundo de hoy busca seguridades "tangibles", como si sólo
pudiésemos esperar la ayuda de aquí abajo. Sin renunciar a esas seguridades
bien usadas, el creyente sabe que existe una ayuda y una fuerza mucho más
grande y más hermosa: la que viene de Dios.
Si miramos a la Cruz y si creemos en la Resurrección, la esperanza surge
irresistible. Nos apoyamos en quien dio su Sangre para perdonarnos, en quien
venció a la muerte y ahora vive para siempre.
Entonces trabajamos llenos de alegría. Apoyados en Cristo, todo lo podemos (cf.
Flp 4,13). Incluso tenemos fuerzas para superar el pecado, pues acudimos al trono
de la misericordia, a un Dios que, para rescatar al esclavo quiso entregar a su
propio Hijo (cf. Pregón Pascual).
No hay comentarios:
Publicar un comentario