Estoy escribiendo a la mujer más maravillosa del mundo. Y esto me hace
temblar de regocijo, amor y respeto
Querida y respetable señora, queridísima madre:
Sé que estoy escribiendo a la mujer más maravillosa del mundo. Y esto me hace
temblar de regocijo, de amor y de respeto. Cuántas mujeres en el mundo,
queriendo parecerse a ti, llevan con orgullo santo el dulce nombre de María.
Cuantas iglesias dedicadas a tu nombre.
Tú eres toda amor, amor total a Dios y amor misericordiosísimo a los hombres,
tus pobres hijos. Eres el lado misericordioso y tierno del amor de Dios a los
hombres, como si tu fueses la especie sacramental a través de la cual Dios se
revela y se da como ternura, amor y misericordia.
Estoy escribiendo una carta a la Madre de Dios: Esa es tu grandeza
incomparable.
Eres la gota de rocío que engendra a la nube de la que Tú procedes. Me
mereces un respeto total, al considerar que la sangre que tu hijo derramará
en el Calvario será la sangre de una mártir, será tu propia sangre; porque
Dios, tu hijo, lleva en sus venas tu sangre, María.
Pero el respeto que me mereces como Madre de Dios se transforma en ímpetu de
amor, al saber que eres mi madre desde Belén, desde el Calvario, y para
siempre, y por eso después de Dios me quieres como nadie. Yo sé que todos los
amores juntos de la tierra no igualan al que Tú tienes por mí. Si esto es
verdad, no puedo resistir la alegría tremenda que siento dentro de mi
corazón.
Pero ese amor es algo muy especial, porque soy otro Jesús en el mundo, alter
Christus.
Tú lo supiste esto antes que ningún teólogo, desde el principio de la
redención.
No puedo creer que me mires con mucho respeto. Para ti un sacerdote es algo
sagrado.
Agradezco a tu Hijo, al Niño aquél, maravilla del mundo, que todavía
contemplo reclinado en tus brazos, su sonrisa, su caricia y su abrazo que
quedaron impresos a fuego en mi corazón para siempre.
Oh bendito Niño que nos vino a salvar.
Oh bendita Madre que nos lo trajiste.
Contigo nos han venido todas las gracias,
por voluntad de ese Niño.
Todo lo bueno y hermoso que me ha hecho,
me hace y me hará feliz, tendrá que ver contigo.
Por eso te llamamos con uno de los nombres más entrañables: Causa de nuestra
alegría.
He sabido que tu Hijo dijo un día: "Alegraos más bien de que vuestros
nombres estén escritos en el cielo" Sí. Escritos en el cielo por tu
mano, Madre amorosísima. Cuando dijiste sí a Dios, escribiste nuestros
nombres en la lista de los redimidos. Y esta alegría nos acompaña siempre,
porque Tú también como Jesús estás y estarás con nosotros todos los días de
nuestra vida.
¡Qué hermosa es la vida contigo, junto a ti, escuchándote, contemplando tus
ojos dulcísimos y tu sonrisa infinita. También como a Dios, yo te quiero con
todo mi corazón, con toda mi alma y con todas mis fuerzas.
Sigo escribiendo mi carta a la que es puerta del cielo. ¡Cómo he soñado desde
aquel día,
en que experimenté el cielo en aquella cueva, en vivir eternamente en ese
paraíso! Junto a Dios y junto a ti, porque eso es el cielo. La puerta de la
felicidad eterna, sin fin, tiene una llave que se llama María. Cuanto anhelo
ese momento en que tu mano purísima me abra esa puerta del cielo eterno y
feliz.
Oh Madre amantísima, eres digna de todo mi amor, por lo buena que eres, por
lo santa, santísima que eres, la Inmaculada, la llena de gracia, por ser mi
Madre, por lo que te debo: una deuda infinita, porque, después de Dios, nadie
me quiere tanto, por tu encantadora sencillez.
Yo sé, Madre mía, que, después de ver a Dios, el éxtasis más sublime del
cielo será mirarte a los ojos y escuchar que me dices: Hijo mío, Y
sorprenderme a mí mismo diciendo: Madre bendita, te quiero por toda la
eternidad.
Oh Virgen clementísima, Madre del hijo pródigo. -Yo soy el hijo pródigo de la
parábola de tu hijo- que aprendiste de Jesús el inefable oficio de curar
heridas, consolar las penas, enjugar las lágrimas, suavizar todo, perdonar
todo. Perdóname todo y para siempre, oh Madre.
Bellísima reina, Madre del amor hermoso, toda hermosa eres, María. Eres la
delicia de Dios, eres la flor más bella que ha producido la tierra. Tu nombre
es dulzura, es miel de colmena. Dios te hizo en molde de diamantes y rubíes Y
después de crearte, rompió el molde. Le saliste hermosísima, adornada de
todas las virtudes, con sonrisa celestial... Y cuando Él moría en la cruz,
nos la regaló. Por eso, Tú eres toda de Jesús por derecho. y toda de nosotros
por regalo.
Todo tuyo y para siempre.
Autor: P. Mariano de Blas
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"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)
sábado, 30 de agosto de 2014
Respetable Señora....
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