"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

lunes, 16 de septiembre de 2013

Juan Pablo II, el papa de los jóvenes

Autor: Carolina Crespo Fernández

El próximo año tendrá lugar la canonización de Juan Pablo II. Haciendo un balance de los veintiséis años de su pontificado se puede asegurar que los jóvenes tuvieron un papel protagonista en el mismo.

El día de su elección no solo se ganó la adhesión de los jóvenes que estaban en el recinto flanqueado por la columnata de Bernini, sino la de todos los jóvenes del mundo entero. A su entusiasmo, Juan Pablo II respondía con un cariñoso: "Vosotros sois el porvenir del mundo. Vosotros sois mi esperanza. El mañana depende de vosotros."


Esos entusiastas jóvenes, capaces de esperar horas y horas bajo el frío nórdico o el calor mediterráneo, demuestran la total sintonía entre ambos. Creían en él porque los escuchaba y los entendía. Confiaban en él y él disfrutaba con ellos y participaba de su vitalidad y alegría.


Pero lo que más valoraban los jóvenes es que él los tomaba en serio. Se los ganaba de un modo natural –sin falsedades– y espiritual, proponiéndoles grandes retos e ideales capaces de cambiar el rumbo de sus vidas y, por ende, el de la humanidad.
"No habrá un mundo mejor, nada se arreglará en la vida social mientras no se dé preferencia a los valores del espíritu humano". Estas palabras, pronunciadas en 1.979, siguen teniendo actualidad hoy más que ayer y urge llevarlas a la práctica para conseguir una sociedad mejor y más justa.


Aunque el ambiente en el que se reunía con ellos era distendido y festivo, él no les ofrecía diversión, ni concesiones, sino un programa de vida atractivo, pero exigente.


En esos encuentros multitudinarios con los jóvenes –entre ellos las Jornadas Mundiales de la Juventud que él creó– veíamos a jóvenes con su mochila y saco de dormir al hombro, alegres sin tomar alcohol, sin caprichos, que acudían a la llamada de un hombre mayor, de un anciano cada vez con más achaques físicos, pero con una capacidad de convocatoria jamás vista.


La fuerza de Juan Pablo II radicaba en su personalidad; no disfrazaba la verdad con su oratoria; ahí radicaba su secreto: en su honestidad y transparencia, a la vez que en su valentía para proclamar la verdad, fuera quien fuera el interlocutor.


 "La verdad os hará libres".


Él quería edificar una "civilización del amor", no del placer –que no es progreso, sino esclavitud–. "No grabéis un contenido deformado, empobrecido y falseado en el proyecto de vuestra vida: el amor se complace en la verdad. Buscadla donde se encuentre de veras. Si es necesario, sed decididos en ir contracorriente de las opiniones que circulan y de los eslóganes propagandísticos".

Hoy, nuestras calles, medios de comunicación, en definitiva, nuestra sociedad está llena de mensajes hedonistas y superficiales; el hombre solo será libre cuando descubra que la felicidad no está en el placer efímero sino en la vivencia de una vida auténtica, fundada sobre sólidos principios. "La raíz del mal está en el corazón del hombre.

El remedio también está en el corazón".

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