"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

sábado, 31 de agosto de 2013

OTRO GRAN COMENTARIO A PEDRO CASQUERO

Comentario Publicado por:
D. Juan Bautista López, en su muro de Facebook.


Hoy Pedro Casquero nos ha dejado para siempre. Después de casi 30 años de compañero y amigo hoy me ha dado el único disgusto de nuestra vida laboral y no ha sido otro que habernos dejados solos en la Gerencia del SES y me atrevo a afirmar que en toda su trayectoria laboral y privada no ha dejado nada más que amistad, cariño y una multitud de personas que estamos muy orgullosos de haber tenido la suerte de conocerle y disfrutarle. Mi más profundo pésame a su familia y amigos.

Comentario dejado en los Blog.





Gracias, Manuel, Miguel Ángel y muchos más.
Quedáis cortos con lo narrado anteriormente, Yo no pagaría jamás los favores desinteresados y humanos que me ha hecho, he conocido a muchas personas, os juro que jamás conocí a alguien tan desinteresado para él, tan humilde y sencillo, tan dado y multiplicado para los demás, soy incapaz de describir ni la sombra de lo que significo Pedro en mi vida, sus razonamientos, su calma, te aconsejaba y te transmitía paz

GRACIAS PEDRO por ser mi amigo

Jamás te olvidare
José Antonio Rodríguez

Carta a Pedro Casquero

Autor: Leonor Muñoz Santos.

Esta maravillosa carta fue leída en el funeral de nuestro amigo Pedro, por la Madre de la autora de la misma.

VIVIR NO ES SOLO EXISTIR, SINO EXISTIR Y CREAR, SABER GOZAR Y SUFRIR Y NO DORMIR SIN SOÑAR.

AMIGO, TU CONOCISTE BIEN ESTO.

EXISTISTE DESDE EL MOMENTO EN QUE EMPEZASTE A CREAR ESTA ENORME FAMILIA QUE HOY REZA POR TI, DESDE EL MOMENTO EN QUE, CON TU SIEMPRE EXCELENTE DISPOSICIÓN, ERAMOS PRIVILEGIADOS  DE PODER CONTAR CONTIGO, DESDE EL MOMENTO EN QUE TU PRESENCIA ERA CAPAZ DE CONTAGIARNOS LA PAZ Y LA SERENIDAD QUE TAN A MENUDO NOS FALTABA.

POR DESGRACIA, TAMBIÉN CONOCISTE A LA PERFECCIÓN EL VERBO SUFRIR, PERO SIN DUDA, GOZAR, FUE EL TÉRMINO QUE SIEMPRE DESEABAS PARA TODOS.

DORMÍAS POCO, PERO AÚN ASÍ, LOS SUEÑOS SIEMPRE INVADÍAN LOS MILES DE NÚMEROS Y TABLAS EXCEL DE TU DISCO DURO.
ERA ENTONCES, CUANDO DESAPARECÍA DON PEDRO CASQUERO Y APARECÍA EL AMIGO BONACHÓN,  HUMILDE Y SERVICIAL QUE HACÍA DE TODAS LAS REUNIONES LA MEJOR DE LAS FIESTAS.

HOY, JUNTOS AQUÍ  SOLO PODEMOS AGRADECERLE A DIOS TU VIDA, TU MARAVILLOSA EXISTENCIA, TUS PALABRAS AMABLES, TU PROFESIONALIDAD CON MAYÚSCULAS Y TU FIDELIDAD ETERNA EN LA AMISTAD, PORQUE MIENTRAS, PUDIMOS HACER DE FORMA MUY CÓMODA EL CAMINO DE NUESTRAS VIDAS. TU ASÍ LO PROCURABAS A CADA PASO.

COMO SIEMPRE DECÍAS, NO IMPORTA EL TIEMPO QUE HAYAMOS COMPARTIDO, SINO LA CALIDAD DE LOS MOMENTOS VIVIDOS JUNTOS.

CONTIGO ESTE TIEMPO FUE SIMPLEMENTE PERFECTO.

GRACIAS, AMIGO PEDRO, POR TODO LO QUE NOS DISTE Y POR TODO LO QUE CON TUS HECHOS NOS ENSEÑASTE.


María, indica el camino hacia la unión plena con Dios

Juan Pablo II profundizó en la fuerza que puede infundir en un corazón azorado la figura de la Virgen. 
Autor: SS Juan Pablo II.


En medio de las dificultades de la vida, el cristiano cuenta con una ayuda única: la figura de la Madre de Dios «que indica el camino, es decir, Cristo, único mediador que lleva en plenitud al Padre». 

Juan Pablo II profundizó en la fuerza que puede infundir en un corazón azorado la figura de la Virgen. 

Al levantar la mirada hacia su imagen, explicó el Santo Padre, «podemos afirmar que María, junto a su Hijo, es la imagen más perfecta de la libertad y de la liberación de la humanidad y del cosmos».


Queridos hermanos

Recordemos una de las páginas más conocidas del Apocalipsis de Juan. En la mujer encinta, que da a luz un hijo, ante un dragón rojo como la sangre enfurecido con ella y con el que ha engendrado, la tradición cristiana, litúrgica y artística, ha visto la imagen de María, la madre de Cristo. Sin embargo, según la intención original del autor sagrado, si el nacimiento del niño representa la venida del Mesías, la mujer personifica evidentemente al pueblo de Dios, es decir, el Israel bíblico, o sea, la Iglesia. La interpretación mariana no está en contraste con el sentido eclesial del texto, ya que María es «figura de la Iglesia» (Lumen Gentium, 63; cf. San Ambrosio, «Expos. Lc», II, 7). 

En lo profundo de la comunidad fiel aparece por tanto el perfil de la Madre del Mesías. Contra María y la Iglesia se levanta el dragón, que evoca a Satanás y el mal, como lo indica la simbología del Antiguo Testamento: el color rojo es signo de guerra, de masacre, de sangre derramada; las «siete cabezas» coronadas indican un poder inmenso; mientras que los «diez cuernos» evocan la fuerza impresionante de la bestia, descrita por el profeta Daniel (cf. 7,7), imagen también del poder prevaricador que amenaza a la historia. 

El bien y el mal, por tanto, se enfrentan. María, su Hijo y la Iglesia representan la aparente debilidad y pequeñez del amor, de la verdad, de la justicia. Contra ellos se desencadena la monstruosa energía devastadora de la violencia, de la mentira, de la injusticia. Pero el canto que sella el pasaje nos recuerda que el veredicto definitivo es confiado a «la salvación, el poder y el reinado de nuestro Dios y la potestad de su Cristo» (Apocalipsis 12, 10). 

Ciertamente en el tiempo de la historia, la Iglesia puede verse obligada a refugiarse en el desierto, como el antiguo Israel en marcha hacia la tierra prometida. El desierto, entre otras cosas, es el refugio tradicional de los perseguidos, es el ámbito secreto y sereno donde se ofrece la protección divina (cf. Génesis 21, 14-19; 1Reyes 19,4-7). Ahora bien, en este refugio la mujer permanece sólo durante un período de tiempo limitado, como subraya el Apocalipsis (cf. 12,6.14). El tiempo de la angustia, de la persecución, de la prueba no es, por tanto, definitivo: al final, vendrá la liberación y será la hora de la gloria. 

Contemplando este misterio desde una perspectiva mariana, podemos afirmar que «María, junto a su Hijo, es la imagen más perfecta de la libertad y de la liberación de la humanidad y del cosmos. La Iglesia deber mirar hacia ella, que es su madre y modelo, para comprender el sentido de su propia misión en plenitud» (Congregación para la Doctrina de la Fe, «Libertatis conscientia», 22-3-1986, n. 97; cf. «Redemptoris Mater», 37). 

Fijemos, entonces, nuestra mirada en María, imagen de la Iglesia peregrina en el desierto de la historia, que se dirige a la meta gloriosa de la Jerusalén celeste, donde resplandecerá como Esposa del Cordero, Cristo Señor. La Iglesia de Oriente honra a la Madre de Dios como la «Odiguitria», la que «indica el camino», es decir, Cristo, único mediador que lleva en plenitud al Padre. Un poeta francés ve en ella «la criatura en su estado original y en su lozanía final, como surgió de Dios en la mañana de su esplendor original» (Paul Claudel, «La Vierge à midi», editorial Pléiade, página 540). 

En su inmaculada concepción, María es el modelo perfecto de la criatura humana, llena desde el inicio de esa gracia divina que sostiene y transfigura a la criatura (cf. Lucas 1, 28), que escoge siempre, en su libertad, el camino de Dios. De este modo, en su gloriosa asunción al cielo, María, es la imagen de la criatura llamada por Cristo resucitado a alcanzar, al final de la historia, la plenitud de la comunión con Dios en la resurrección a una eternidad bienaventurada. Para la Iglesia, que experimenta con frecuencia el peso de la historia y el asedio del mal, la Madre de Cristo es el emblema luminoso de la humanidad redimida y abrazada por la gracia que salva. 

La meta última de la vicisitud humana llegará cuando «Dios sea todo en todo» (1 Corintios 15, 28) y, como anuncia el Apocalipsis, cuando «el mar deje de existir» (21, 1), para explicar que el signo del caos destructor y del mal será finalmente eliminado. Entonces la Iglesia se presentará ante Cristo como «como una novia ataviada para su esposo» (Apocalipsis 21, 2). Esa será la hora de la intimidad y del amor sin fisuras. Pero ya desde ahora, al mirar a la Virgen elevada al cielo, la Iglesia comienza a experimentar la alegría que le será ofrecida en plenitud al final de los tiempos. 

En la peregrinación de fe a través de la historia, María acompaña a la Iglesia como «modelo de la comunión eclesial en la fe, en la caridad y en la unión con Cristo. Eternamente presente en el misterio de Cristo, ella está, en medio de los apóstoles, en el corazón mismo de la Iglesia naciente y de la Iglesia de todos los tiempos. Efectivamente, "la Iglesia fue congregada en el cenáculo con María, que era la Madre de Jesús, y con sus hermanos. No se puede, por tanto, hablar de Iglesia si no está presente María, la Madre del Señor, con sus hermanos» (Congregación para la Doctrina de la Fe, «Communionis notio», 28-5-1992, n. 19; cf. San Cromacio de Aquileya, «Sermo» 30, 1). 

Cantemos, entonces, nuestro himno de alabanza a María, imagen de la humanidad redimida, signo de la Iglesia que vive en la fe y en el amor, anticipando la plenitud de la Jerusalén celeste. «El genio poético de san Efrén el Sirio, llamado "la cítara del Espíritu Santo", ha cantado incansablemente a María, dejando una impronta todavía presente en toda la tradición de la Iglesia siríaca» («Redemptoris Mater», 31). Es él quien presenta a María como imagen de belleza: «Ella es santa en su cuerpo, bella en su espíritu, pura en sus pensamientos, sincera en su inteligencia, perfecta en sus sentimientos, casta, firme en sus propósitos, inmaculada en su corazón, eminente, llena de todas las virtudes» («Himnos a la Virgen María» 1,4; editorial Th. J. Lamy, «Hymni de B. Maria», Malines 1886, t. 2, col. 520). Que esta imagen resplandezca en el corazón de toda comunidad eclesial como reflejo perfecto de Cristo y que sea como un signo que se alza por encima de los pueblos, como «ciudad colocada en la cumbre de una montaña», y «lámpara sobre el candelero para que alumbre a todos» (cf. Mateo 5, 14-15).

viernes, 30 de agosto de 2013

PRECIOSO MENSAJE RECIBIDO

Buenos días, Manuel.

                Ocurre siempre, nunca estamos del todo preparado para recibir la noticia…, ha sido tan rápido que no hemos podido despedirnos, decirle tanta y tantas  cosas, darle las gracias por…, sobre todo por su amistad.

                Un abrazo fuerte, estoy convencido que Pedro está disfrutando de la presencia de Dios, y abrazado a su hijo Manuel mira con ternura a sus seres queridos.

                Isabel tiene un nuevo aliado en el cielo, dile que le pida a su amigo, compañero, esposo, padre de sus hijos, que le dé fuerza para seguir adelante y sobre todo para ayudar a los demás.


Juan Manuel González.

TRAGEDIA Y SOLIDARIDAD

Autor: Carolina Crespo Fernández
  
El accidente ferroviario sucedido en Santiago que ensombreció la noche del 24 de julio y apagó la sonrisa de todos nosotros ha sido sin duda un suceso espeluznante .La capital gallega estaba engalanada como cada año para celebrar su Día Grande; sin duda, cada 25 de julio permanecerá en nuestra memoria como un día Grande, pero grande en calidad humana, pues una situación trágica descubrió al mundo entero la solidaridad de cientos de profesionales y de ciudadanos anónimos que nos han dado una gran lección de amor al prójimo.

Un tren con doscientas dieciocho personas, con doscientas dieciocho historias, con sus ilusiones, que de pronto, se vieron truncadas en una maldita curva. Y es que la tragedia y la muerte irrumpen sin avisar, de improviso, poniendo de manifiesto nuestra fragilidad.

Pero, en esta tragedia los verdaderos héroes fueron los cientos de ciudadanos, la marea ingente que acudió al lugar de los hechos para llevar enseres necesarios así como para trasladar a los centros hospitalarios en sus coches particulares a los heridos, colaborando con los bomberos y servicios de emergencia, y aún sin ser conscientes de la envergadura de lo que estaba sucediendo. La lista de los fallecidos iba aumentando en proporción con el dolor de todos.  Personal sanitario, bomberos, Protección Civil, Cruz Roja, Policía Nacional, psicólogos estuvieron a la altura de las circunstancias, aún sabiendo que hay hechos a los que no es fácil enfrentarse. Era sobrecogedor y conmovedor ver las iniciativas solidarias desde las redes sociales, los cientos de personas que hacían colas ante las puertas de los hospitales o del Centro de Transfusiones compostelano con el único ánimo de ayudar a salvar vidas; horas y horas de larga espera hasta que llegase su momento para donar sangre.


La vida está hecha de contrastes; al día siguiente del siniestro, las portadas de los medios de comunicación no mostraron imágenes del tradicional espectáculo lumínico sobre la fachada de la Catedral, sino las imágenes  y testimonios que nos dejó una catástrofe que desveló la sensibilidad y solidaridad de nuestro pueblo ante la tragedia y el sufrimiento ajeno; una tragedia que exigió de todos una fuerza de unión y solidaridad con las víctimas y sus familiares, evitando baldíos intereses políticos. Lo que procedía era, es y será acompañar a los que sufren.

A la familia de Pedro Casquero

Pedro tras una vida ejemplar, nos ha dejado, el mimo día de su muerte le escribí una carta dirigida a él, aun con lágrimas en los ojos y no quería que se nombrara nada más que a él y que ya creo todos la conocéis.

Pero me falta una parte importante,  que también hice desde el primer momento y es unirme al dolor y  al as oraciones de su familia, esa gran familia en valores integrada por Isabel, su gran Mujer, su Hija Conchi y ese Marido excepcional, que Dios le ha dado.

Quiero tener también un recuerdo para su hijo ya fallecido Manuel, Manu para ellos. 

Para Isabel, Conchi, su Marido y toda esa gran familia de Pedro y tantos y tantos amigos, que me consta han derramado alguna lágrima tras su repentina muerte.

Para todos ellos, no me queda más que unirme  al dolor de Isabel, de su hija Conchi, y de su Marido, de sus hermas y hermanos unirme también a sus oraciones, para que a todos y bajo la fe Cristiana,  les de fuerza para seguir adelante extendiendo así el gran ejemplo que Pedro nos ha dejado.

Descansa en Paz Amigo Pedro.

Manuel Murillo Garcia


A los necesitados de luz y consolación

Qué saludable es sentirnos vulnerables y que no nos dé vergüenza reconocerlo. Y luego, tener la humildad y el valor de pedirle a Dios consolación y fortaleza. 



Me ha llamado la atención la cantidad de personas que busca en internet "frases de consolación". De las personas que llegan a este blog a través de búsquedas en Google, que es el 40% de las visitas diarias, la búsqueda de mayor impacto es "frases de consolación". Está claro, en la vida hay sufrimiento y agradecemos aquello que contribuya a disminuir la intensidad de una pena.

Es saludable reconocernos vulnerables

Todos o casi todos conocemos el sufrimiento físico y moral, el peso profundo del propio pecado, la oscuridad del misterio de Dios, la incógnita del futuro, lo difícil que es encajar el sufrimiento en la familia, la soledad, la enfermedad, la traición, las humillaciones, la incomprensión de los seres queridos, etc. Así es la condición humana. Así es la vida... Por eso buscamos consolación. Esta vida es maravillosa pero tiene luces y sombras.

Qué saludable es sentirnos vulnerables y que no nos dé vergüenza reconocerlo. Y luego, tener la humildad y el valor de pedirle a Dios consolación y fortaleza.

El consolador tiene un nombre

Jesucristo, al volver al Padre, no quiso dejarnos solos; vio que necesitaríamos compañía y consuelo para nuestra peregrinación camino al cielo. ¿Qué fue lo último que hizo en su vida terrena? Expiró. Exhaló el Espíritu", refiere san Mateo. (Mt 27, 50) Nos dejó su Espíritu.

"Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de Verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce" (Jn 14,16) "Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuese, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré" (Jn 16,7).

Lo más común en la oración es dirigirse a Dios Padre y a Dios Hijo. Al Espíritu Santo se le llama "el Gran Desconocido". Pero Jesucristo le llamó: "Paráclito", que significa "Consolador". Esa consolación que tanto buscamos tiene un nombre: Espíritu Santo. La consolación, más que un estado anímico, es el fruto de una presencia, la presencia de una Persona: la tercera persona de la Trinidad.

Cuando el Espíritu Santo se derrama sobre nosotros y nosotros lo acogemos como el "dulce huésped del alma" y somos fieles a sus inspiraciones, Él va produciendo sus frutos. Su presencia se demuestra con frutos. El don de Consolación abarca toda la realidad que Pablo enumera cuando habla de los frutos del Espíritu: caridad, gozo, paz, paciencia, afabilidad, bondad, longanimidad, fidelidad, mansedumbre, fe, modestia, continencia, castidad. (cf Gál 5, 22-23) Por eso, si buscamos consolación, debemos acudir a la fuente y origen de todo consuelo.

El inicio de la meditación diaria

La meditación diaria se inicia con la invocación al Espíritu Santo, para pedir luz y consuelo. Les comparto las dos invocaciones al Espíritu Santo que yo utilizo al comenzar mi meditación. Con mi comunidad canto el Veni Creator. Cuando estoy solo me gusta cantar interiormente el himno Veni Sancte Spiritus, que es un himno de consolación.

Si te sucede que al leer este himno del Espíritu Santo dices: "ya lo conozco" o "ya lo leí", y vas adelante con otra cosa, te sugiero hacer un alto y reflexionar. El hombre de oración o que quiere progresar en la oración, gusta y saborea estas cosas. Cada vez que entra en contacto con ellas se detiene y las disfruta. Si tu oración suele ser cerebral, tal vez pases adelante. Si tu oración es más contemplativa, podrás disfrutarlo más, saboreándolo interiormente. No se trata de saber o de conocer, sino de gustar interiormente las cosas del espíritu. ¡Que lo disfrutes

Ven, Espíritu Santo,
y envía desde el cielo
un rayo de tu luz.

Ven, Padre de los pobres;
ven, dador de las gracias;
ven, lumbre de los corazones.

Consolador óptimo,
dulce Huésped del alma,
dulce refrigerio.

Descanso en el trabajo,
en el ardor tranquilidad,
consuelo en el llanto.

O Luz santísima,
llena lo más íntimo
de los corazones de tus fieles.

Sin tu ayuda,
nada hay en el hombre,
nada que sea inocente.

Lava lo que está manchado,
riega lo que es árido,
cura lo que está enfermo.

Doblega lo que es rígido,
calienta lo que es frío,
dirige lo que está extraviado.

Concede a tus fieles
que en ti confían,
tus siete sagrados dones.

Dales el mérito de la virtud,
dales el puerto de la salvación
dales el eterno gozo.

Autor: P Evaristo Sada LC.

jueves, 29 de agosto de 2013

ABORTO: EXTERMINIO HUMANO

Autor: Carolina Crespo Fernández

El derecho a la vida no es una concesión que ha de hacer el Estado o la sociedad; es un derecho anterior al Estado  mismo y a la sociedad. El derecho a vivir del nasciturus no depende de opiniones humanas. El Estado no puede amparar legalmente la licitud de dar muerte a un ser humano que ni siquiera puede defenderse. Si bastasen las leyes o las mayorías para hacer moralmente aceptable cualquier cosa, estarían justificados los crímenes de Hitler que él amparó legalmente ¿En función de qué intereses el Estado o la sociedad va a sentenciar que un ser humano es digno de vivir y  otro, por el contrario,  de ser exterminado?

Aún no estando penalizado por la ley, el aborto no se convierte en un acto moral. Es tan ilógico hablar del derecho al aborto como del derecho al terrorismo, por lo tanto, un aborto podrá ser legal pero siempre carecerá de Justicia.

El aborto es habitualmente comercializado y vendido a la mujer en un momento de crisis en su vida. Ante esta mujer, el personal de la clínica abortista y los vendedores de abortos negarán la identidad individual y la dignidad del ser humano indefenso. El aborto es un negocio muy lucrativo basado sobre todo en la explotación del drama de una mujer. Una mujer embarazada que oiga el latido del corazón de su hijo, nunca será capaz de abortar sino es incitada a ello por asesinos que se esconden bajo la máscara del progreso y de la modernidad.


Les exijo a todos aquellos que dicen que el aborto es un derecho de la mujer, que no lo hagan en mi nombre; como mujer, a mí no me representan .NO, EN MI NOMBRE.

Tiempo para Dios


Desechemos la tibieza, el espíritu tacaño para todo lo concerniente a las cosas de Dios. 


En nuestra vida tenemos muy bien programadas nuestras horas, nuestras semanas. Tiempo para trabajar, tiempo para el ejercicio, tiempo para tomar alimentos, de preferencia los que más nos gustan, tiempo para descansar o divertirnos, pero... ¿y el tiempo para Dios?. 

No encontramos tiempo para Dios, para orar. Teniendo comunicación con Él que es quién precisamente nos da ese tiempo que repartimos en nuestro muy personal plan de vida.

Y llega el domingo... Si estamos en un lugar de descanso, de monte o de playa ¡qué difícil es programarnos para ir a misa! Si nos hemos quedado en la ciudad, ¡con qué mezquindad le damos a Dios la media hora de misa de los domingos! 

Para ir al cine , al teatro o a un evento deportivo nos ponemos diligentes y contentos. Queremos llegar y llegamos antes de que empiece la función, buscamos el mejor lugar para poder ver y oír lo mejor posible, ¡no nos queremos perder ni un solo detalle!. Pero la misa, y eso que la entrada es gratis, no importa llegar cuando ya está empezada la ceremonia y no nos interesa ver o no ver lo que el celebrante hace o dice en el altar y nos quedamos en la entrada para que en el momento de que nos den la bendición nos podamos ir rápidamente, como el que termina un cometido fastidioso y poco grato.

Sabemos que la misa es el sacrificio incruento en que bajo las especies de pan y vino convertidas en el Cuerpo y Sangre de Jesucristo ofrece el sacerdote al Eterno Padre. La misa es el acto esencial del culto católico por ser el milagro del misterio Pascual del Hijo de Dios. Como acto de culto a nuestro Creador es la adoración a la Divina Majestad, la acción de gracias por los beneficios recibidos, la reparación de nuestros pecados y de toda la humanidad, para oír su palabra y la petición de la mediación de Cristo 

Por todos nosotros. Es poder estar en la Cena del Señor la noche del Jueves Santo en el espacio y en el tiempo. Es poder llegar con nuestro corazón hasta Dios y si lo recibimos, es alimentarnos de El y pedir que nos acompañe en el camino que estamos recorriendo aquí hasta el final de nuestros días. 

Tarde o temprano ese día llegará y no queremos presentarnos a El con la frase tan conocida de "las manos vacías" sino con algo mucho peor: con el corazón vacío de amor.

No le hemos querido, no le hemos amado como El nos amó hasta dar la vida por nuestra salvación eterna. Vamos viviendo indiferentes a ese gran amor y no sabemos corresponder. Cuando estemos en su presencia ¡qué ansias de volver a empezar, qué ganas de tener todo el tiempo del mundo como ahora, otra vez, toda una vida para amarlo!.

Pensaremos, aunque ya demasiado tarde, en cómo desperdiciamos los minutos, las horas, los años en pequeñeces, en minucias que nos absorbieron, que nos quitaron todo nuestro tiempo para al pasar por una Iglesia entrar, dejando todos la preocupaciones afuera, y frente al Sagrario decirle a Cristo simplemente: -"Te amo y aquí estoy".

Pasamos la vida corriendo tras las cosas vanas y perecederas mientras que apenas tenemos unas migajas de oración para Dios y con la media hora escasa de los domingos en la Iglesia tenemos la conciencia tranquila porque ya cumplimos. ....

Cambiemos radicalmente la forma de vivir nuestra religión.

Seamos radicales en este cambio. Desechemos la tibieza, el espíritu tacaño para todo lo concerniente a las cosas de Dios y amémosle con generosidad, empezando por cumplir con el primer Mandamiento que es: Amar a Dios sobre todas las cosas.

¡Qué se nos note que lo amamos, para que en los ojos de Cristo encontremos, un día, el reconocimiento del encuentro con el amigo, al llegar a su presencia!

Autor: Ma Esther De Ariño.



miércoles, 28 de agosto de 2013

¿Dudar de la fe?

¿Cómo es posible que Dios exista, y Dios prometa, y Dios premie, cuando vemos y experimentamos todo lo contrario? 


El Catecismo de la Iglesia Católica nos propone un punto de meditación sobre la fe que, más que una lección, parece una arenga. Viene a decirnos: 
- ¡Vivan la fe, que es vivir ya la felicidad de la vida eterna! ¡No tengan miedo a las dudas de la fe, que se hace más fuerte cuanto es más probada! ¡Miren a la Virgen María, la más valiente porque fue la más probada en su fe!...

¿Es cierto eso de que en el Cielo no veremos más de lo que ahora creemos? Segurísimo. Y si ahora creemos y poseemos en fe lo que entonces veremos cara a cara cuando contemplemos a Dios tal como el Él, la diferencia entre esta vida y la venidera no es más que accidental: es cuestión solamente de detalle... 

Lo que ahora vemos en espejo, resulta que ya lo poseemos dentro de nosotros. Somos tan ricos como lo seremos en el Cielo, como nos sigue diciendo el gran Catecismo: 
- Por lo mismo, la fe es ya el comienzo de la vida eterna. Es como si poseyéramos ya las cosas maravillosas de que nuestra fe nos asegura que gozaremos un día. 

¿No hay para entusiasmarse? ¿No hay para defender la fe hasta con las uñas y los dientes, si fuera preciso?...

Pero el Catecismo de la Iglesia Católica nos advierte prudentemente: 
- La fe puede ser puesta a prueba. El mundo en que vivimos parece con frecuencia muy lejos de lo que la fe nos asegura; las experiencias del mal y del sufrimiento, de las injusticias y de la muerte parecen contradecir la buena nueva, pueden estremecer la fe y llegar a ser para ella una tentación. 

No necesitamos discurrir mucho para dar la razón a estas palabras del Catecismo. Lo vemos cada día en muchos hermanos que sufren, y nosotros mismos experimentamos a veces esta duda y esta tentación. Son muchos los que se dicen: 
- ¿Cómo es posible todo eso tan bonito de la vida futura, cuando vemos en el mundo tanto mal, y nosotros mismos somos víctimas de tantas dificultades? ¿Cómo es posible que Dios exista, y Dios prometa, y Dios premie, cuando vemos y experimentamos todo lo contrario? ¿No será todo una ilusión? ¿Cómo me puede amar Dios, si la realidad de cada día más parece una persecución que una providencia?... 

San Vicente de Paúl sentía esta tentación contra la fe. Cuando le asaltaba la duda, se decía enérgico: 
- ¡Creo! ¡Creo!... 
Y acompañó sus palabras con un gesto expresivo. Escribió en un papel el Credo. Lo plegó, lo cosió dentro del bolsillo, y cuando el asaltaban las dudas, echaba la mano al bolsillo, apretaba el papelito misterioso, y, como decimos con nuestro lenguaje vulgar, el demonio de la duda tenía que huir con el rabo entre las patas...

Mirando la Biblia, contemplamos en el Antiguo Testamento al padre de todos los creyentes, a Abraham, del que nos dice San Pablo que creyó contra toda esperanza.

Si del Antiguo pasamos al Nuevo Testamento, nos sigue diciendo el Catecismo de la Iglesia Católica, contemplamos a María. ¡Quien lo iba a decir! María, la bendita Madre del Señor, fue también quien sufrió la prueba más terrible. Las sombras en la noche de la fe llegaron en María a una densidad aterradora. 
- ¿El Hijo de mis entrañas, mi Jesús, del que me dijo el Angel que sería el Hijo del Altísimo, está ahora muerto y encerrado en un sepulcro, abandonado de sus discípulos, con sólo cuatros amigos y amigas impotentes a su alrededor?... Y, sin embargo, es Él, el Hijo de Dios, y yo espero verlo resucitado, aunque todas las apariencias estén en contra de su palabra... 

Esto se decía María, modelo nuestro inigualable en la peregrinación de la fe. 
Creyó ahora en el Calvario, igual que había creído que iba a ser madre permaneciendo virgen... 

Nunca vio nada, y mereció de Dios por Isabel el mayor elogio de la fe: 
- ¡Dichosa tú que has creído!...

Algunos desaprensivos dicen que Jesús puso al mismo nivel nuestro a María su Madre cuando elogió la fe de los creyentes, y cuando contestó a la mujer que bendecía los pechos que lo amamantaron. Muy al contrario, entonces Jesús tributó a María la máxima alabanza y la puso sobre todos los creyentes, pues nadie como María escuchó la Palabra y respondió tan fielmente como Ella. María fue doblemente Madre de Jesús: porque lo concibió en su seno y lo amamantó, y porque guardó la Palabra como nadie. 

Hoy el católico, al ver criticada y perseguida su Iglesia, y triunfantes a su alrededor facciones llenas de errores, se halla en esa situación de María. ¿Habrá Cristo abandonado su Iglesia?... ¡Calma! Jesús aparenta estar muerto, pero está más vivo que nunca... 

Ante los dos ejemplos de Abraham y María, seguidos por tantos que han sufrido pruebas mucho más duras que las nuestras, acaba diciéndonos el Catecismo de la Iglesia Católica con palabras de la carta a los Hebreos: 
- Sacudamos todo lastre y el pecado que nos asedia, y corramos con fortaleza la prueba que se nos propone, fijos los ojos en Jesús, el que inicia y consuma nuestra fe.

Cuando hablamos de la tentación de la fe, no podemos menos de hablar así, valientemente, en plan de arenga, para entusiasmarnos. La conquista de la fe es a base de lucha, y sólo quien combate bien es condecorado..

CIC, 163-165. 1Cor. 13,12. 1Jn.3,2. 2Cor. 5,7. 1Cor. 13,12. Rom. 4,18. Mc. 3,31-35. Luc. 11,27-28. Hbr. 12,2.


Autor: Pedro García, misionero claretiano.

martes, 27 de agosto de 2013

ATISBAR LOS SIGNOS DE LOS TIEMPOS



Autor: Pablo Cabellos Llorente

            Con más o menos acierto, en todas las épocas de la historia, los pensadores han estado pendientes de los signos de los tiempos. Quien ha sido más capaz de descifrarlos, de entender bien el pasado y el presente para proyectarlos hacia el futuro, es quien mejor ha captado el origen de los cambios, se ha hecho presente en ellos y ha dirigido el futuro hacia la felicidad de los hombres. Por el contrario, los que han captado el futuro partiendo de una idea errada han sido hombres y mujeres capaces de convertir en catastrófica la existencia humana. Hitler y Stalin  equivocaron el fin y, por consiguiente, fallaron en los medios, produciendo la más sangrienta de las guerras y un caudal de muertos inocentes, cuyo sólo pensamiento aterra.

        No hace falta pensar en los caídos en Vietnam, Camboya o China. O los que son fruto de las guerras sin sentido en curso. En la antigüedad romana, griega, en Mesopotamia, también tiraban a dar, pero provocaban relativamente pocas bajas. Cuando Alejandro redondeó su imperio, tenía muchos menos muertos detrás que los producidos por los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki. Ahora, con una profunda mirada hacia atrás, si deseamos otear el futuro para prepararlo digno del hombre, hemos de tener en cuenta dónde estamos, aunque la tarea adquiera proporciones gigantescas.

        ¿Qué signos apreciamos en nuestro tiempo? Una respuesta apresurada podría conducir a la crisis económica, sus causas, efectos y soluciones. Aunque la economía no es mi fuerte -y de entrada, sería la respuesta-, pienso que los signos de los tiempos van por otro lado. Considero que lo más característico desde hace trescientos años -por redondear- es el progresivo alejamiento de Dios conducente a producir un hombre que no es sino una caricatura de lo que debe ser. La dificultad estriba en hacer consciente a una persona de que no es camino el dirigido a un horizonte cerrado en la simpleza de poder elegir lo le dé la gana sin ningún referente, sin finalidad. El gran error de nuestra época no está en las "preferentes", sino en el cumulo de mentiras que las han hecho posibles. Más, de algún modo, hemos querido esas mentiras, hemos elegido tener más a costa de ser menos. Y estamos acabando  en no poseer nada ni ser nadie.

        En el campo político habría que remontarse al siglo XVI, cuando "El Príncipe" de Maquiavelo traza un fuerte cambio al indicar que la política y el gobernante están exentos de toda norma. El príncipe ha de ser amado y temido. Esa falta de ética marca el inicio de un comportamiento que irá acentuándose progresivamente. La Ilustración  exalta el empirismo, que podrá las bases para el deslumbramiento ante los avances científicos, junto al papel omnímodo atribuido a la razón. En la economía, bastará decir que nos andamos lamentando de aquello que hemos querido, tanto el marxismo como el puro liberalismo. La Ilustración aporta también un ideal de felicidad que quizás ha conducido al hedonismo y consumismo actuales, así como la creencia en la bondad natural del hombre y el consiguiente optimismo irreal, no a la manera del que cree en Dios, sino con las fuerzas naturales de quien ha perdido la noción de su naturaleza.

        Son solamente unas pinceladas sobre la fragua del hombre de nuestro tiempo y las correlativas consecuencias. Sin Dios, se pierde todo punto de referencia y al hombre le resta un libre arbitrio que acaba no siendo propio, porque responde como un autómata a los eslóganes que le proporciona la sociedad de consumo, los medios de comunicación y un pensamiento débil. Paradójicamente, la exaltación de la razón ha concluido por empequeñecerla, incapaz de buscar verdades profundas que orienten una libertad constructiva de la persona. El relativismo ha encontrado su humus perfecto en un laicismo interesado en la extracción violenta de las raíces cristianas.

        La pérdida de prestigio de la política no tiene la corrupción como causa última, ni la falta de ejemplaridad de ciertos líderes. Su cepa debe buscarse en el origen de esos males que veo en ese proceso histórico que concluye por despreciar al hombre, puesto que una persona sin raíces ni referencias, acaba siendo un monigote, a lo más un votante, simple número de una estadística. El proceso iniciado en el Renacimiento -con avances óptimos- ha conseguido que los valores últimos más sublimes -como escribía M. Weber- han desaparecido de la vida pública, la economía se ha mercantilizado de modo que el individualismo crece a la par que la globalización. También, mientras se conquistaban libertades, ha ido creciendo el  Estado y lo público ha pasado a ser lo estatal, cuando lo público debe ser un espacio social común.


        No  concluiré  negativamente, porque es enormemente positivo pensar que ésta es la hora de volver a la pregunta sobre Dios para descubrir al hombre en toda su dignidad, para devolver su lugar a la ética: sin ella, la "polis" se convierte en un infierno. No impongo una fe, escribo de libertad porque sin una libertad cabal, no crece la fe, pero tampoco la persona. Y con el optimismo de que también se aceleran los procesos positivos.

Los ojos de la fe

Autor: Carolina Crespo Fernández - Vigo


"Con la fe cambia incluso el modo de contemplar el mundo. Consigues mirarlo con ojos nuevos. No es cierto que los cristianos no amemos la vida. La verdad es exactamente la contraria. La religión revelada por Jesús es la religión de la encarnación. Toda cosa buena se vuelve sagrada si se mira con los ojos de la fe, si se le envuelve en el amor de Dios." Con ojos nuevos. Un viaje a la fe, Alessandra Borghese.


La fe, don de Dios, es una virtud que se nos infunde en el Bautismo –puerta de la fe–, de forma gratuita. Dios le ha dado al ser humano otro don, el de la libertad, según el cual puede rehuir de ella o por lo contrario, fortalecerla y dar testimonio de cómo ésta da plenitud a la vida. Adivino la sonrisa de quienes se aferran al cansino autoproclamado "dogma" de que la fe es cuestión de personas débiles, "beatas" e incultas. Y es que la gente que no tiene la fortuna de tener fe, no solo no admite su propia limitación sino que suele acabar en una actitud desesperada ante la vida, sobre todo ante el misterio del dolor. Es más reconfortante enfrentarse a la adversidad, a la enfermedad o a la muerte de un ser querido desde la mirada de la fe. Hay gente que puede vivir sin fe, pero, nadie puede vivir sin esperanza. Todo resulta más aceptable a nuestra capacidad humana cuando la fe guía nuestros pasos. Resulta paradójico que pese a la omnipotente, omnisapiente y omnipresente tecnología, solo la fe hace más lógica, más razonable, nuestra vida.

Los cristianos debemos formarnos constantemente, debemos saber dar razón de nuestra fe –"No avanzar, es retroceder", San Agustín–, y sin duda, a quien Dios da más, también le exige más. Pero lo decisivo en la fe no es el contenido doctrinal sino el encuentro con Jesús. El Jesús de los Evangelios, que volvemos a conocer en el Catecismo –"verdadero instrumento de apoyo a la fe"–, es contemporáneo porque es accesible debido a su humanidad.

Los católicos debemos dar testimonio de profesar nuestra fe con alegría y sin complejos. Resulta apasionante asumir los retos de ser protagonistas en la edificación de una sociedad más habitable y de iluminar la noche del mundo. Domine ut videam!

Acoger el Amor de Dios

¿Empezamos a creer gracias a un camino personal o porque acogemos un don que viene de Dios? 
¿El cristianismo nace desde nosotros o desde Dios? En otras palabras, ¿empezamos a creer gracias a un camino personal o porque acogemos un don que viene de Dios?

Entender que Cristo es Dios, que tenemos un Padre en los cielos que nos ama, que el Espíritu Santo habita en nuestros corazones, sólo es posible desde una actitud de acogida.

Es cierto que nadie nos puede obligar a creer o amar. Como también es cierto que el camino más fácil, más directo, más decisivo para aceptar el Evangelio consiste en acoger el Amor de Dios al darnos cuenta de la gran verdad: Él me amó primero.

De modo más radical, sorprende descubrir que el amor llegó a nosotros precisamente cuando estábamos lejos, cuando el pecado nos había herido, cuando no lo merecíamos. Yo curaré sus extravíos, los amaré sin que lo merezcan... dice el Señor por medio del profeta Oseas (cf. Os 14,5).

San Pablo lo recordará con palabras bañadas en el fuego del Espíritu: En efecto, cuando todavía estábamos sin fuerzas, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos -en verdad, apenas habrá quien muera por un justo; por un hombre de bien tal vez se atrevería uno a morir-; mas la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros (Rm 5,6-8).

A partir de esa certeza, convertida en experiencia, arranca mi condición cristiana, en la que se unen el amor a Dios y el amor al prójimo: Nosotros amemos, porque Él nos amó primero (1Jn 4,19).

Sí, soy cristiano desde su Amor y para amar. Soy cristiano porque me abro, cada mañana, cada minuto, a la certeza de su cercanía y su misericordia. Soy cristiano cuando empiezo a acoger, con gozo y esperanza, a Jesús, Hijo de Dios e Hijo de María.


Autor: P. Fernando Pascual LC.

lunes, 26 de agosto de 2013

Se me ha ido un gran amigo:

Pedro Casquero Agundez conocido en el S.E.S. y en Badajoz como Pedro Casquero, nos ha dejado.


A mí me encantaría poderle trasmitir todo cuanto atesoraba esta gran Persona, pero el tremendo dolor me engarrota y aun secándome los ojos de vez en cuando, quiero seguir su ejemplo, de subirse en los momentos más difíciles, por lo que intentare expresar algo de lo que siento, y aun con el corazón desgarrado quiero expresarles, con el gran cariño que siempre ambos nos hemos procesado, estos grandes recuerdos que siempre perduraran en mí.

Pedro, era un hombre alegre, bondadoso, trabajador incansable, jamás escatimaba esfuerzo por ayudar, pero al que fuera, creo que todos les debemos algo, solamente el ser su amigo ya era un lujo.
Por mi trabajo en el Hospital Infanta Cristina, como Informático, hemos tenido siempre una gran relación, con independencia de nuestra gran amistad. 

Como digo trabajador nato, para el no existía el horario, cuantas y cuantas veces estando yo de guardia localizada, han sido requeridos mis servicios a las cinco o seis de la mañana y para ir a mi servicio, tenía que pasar por el suyo, hasta que realizaron la obra nueva, pues como les digo, era raro pasar a esa hora y no encontrarlo allí trabajando, lo ha dado todo por la Institución.

Tenía unos grandes valores humanos y profesionales, hombre muy muy querido por todos, jamás he oído un mal comentario sobre él, ha tratado siempre de intentar, que entre todos los compañeros hubiera una buena armonía, él pensaba que todos tenían su misma dosis de bondad y de paciencia.

Lucho por su hijo Manuel, con Síndrome de Down,  a quien perdió, siendo Manuel un joven cariñoso y muy pegado a sus padres, que lo dieron todo por el hasta su fallecimiento.

En el año 207 yo me jubile por una enfermedad cardíaca, cosa que no influyo para nada en nuestra amistad. que hemos mantenido hasta el momento de su muerte, tan es así, que el día antes de marchar a Marbella de vacaciones, donde ha fallecido, estuvimos desayunado los dos.

Ahora estaba muy feliz disfrutando de su nieta de casi un año y ese último día todo el desayuno giro en torno a ella.

Dios ha decidido llamarlo y parece, no se, a veces suceden cosas… Tras mi jubilación y en plan de entretenimiento, he escrito varios libros sobre temas de Informática y precisamente ayer tarde tuve en la mano el último libro que publique y que tuve el gran orgullo de dedicárselo a él, cuya dedicatoria está impresa en el citado libro y habiéndole dado un ejemplar del mismo, que se guardaba con gran estima.

Cuando nos deja una persona, siempre parece que se sacan nada más que las cosas buenas, es que Pedro no tenía malas, se ha distinguido siempre como una persona, honesta, trabajadora, muy amigo de sus amigos, sencillo, lleno de valores y virtudes, entre las que destaco su gran afán de ayudar a los demás.
Si pudiéramos hacer una escalera con todas las personas a las que has ayudado, llegaríamos al Cielo.


Pero a Dios no le hace falta la escalera y ya te tiene a su lado, desde aquí, donde tantísimas veces hemos estado juntos y mirando hacia arriba solo me resta enviarte un gran abrazo y decirte: ¡¡¡Pedro seguiremos siendo amigos!!! 

Totus tuus, María

Autor: Carolina Crespo Fernández

La vida de Juan Pablo II no se entiende -ni sería la misma- sin su gran amor a la Virgen; realmente era un místico enamorado de María, especialmente bajo su advocación de Fátima. El 13 de mayo de 1981 sufrió un atentado que él mismo concibió como una oportunidad para conseguir la conversión de la gente alejada de Dios. "Si la palabra no ha convertido, será la sangre quien lo haga". Hablando de este fatídico suceso dijo a un colaborador suyo: "Para un hombre no hay nada más hermoso y grande que Dios se sirva de él". Su grandeza le llevó a aceptar este atentado como un acontecimiento que desembocó en un gran sufrimiento. Si éste había sido una constante en su vida desde su más tierna infancia, a partir de este suceso la salud del Papa se resintió para siempre y su deterioro físico fue evidente. Realmente había aprendido la lección del sufrimiento físico -algo que nunca quiso ocultar-, pero esto no lo detuvo. María le pidió que siguiera hasta el final, y él así lo hizo, abriendo las puertas del Tercer Milenio, poniendo el mundo a sus pies y llevando su mensaje a los cinco continentes.

Al día siguiente del atentado, en el Hospital Gemelli, un colaborador le dijo: "La Virgen sostendrá a Su Santidad en el sufrimiento". El Papa respondió: "Ella ya me ha protegido". Una vez que le dieron el alta, pidió a sus colaboradores que le consiguieran todos los libros dedicados a la aparición mariana en Portugal. Consciente de las coincidencias de la fecha de la primera aparición de la Virgen a los tres pastorcitos y de su atentado, pidió ver el tercer "secreto"de Fátima que se hallaba en el Archivo de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Al leerlo, reconoció su propio destino y se convenció de que "la mano maternal de María le había salvado la vida". El mismo autor del disparo, Ali Agca, no se explicaba cómo aquella bala certera y mortal no había ocasionado la muerte del Pontífice. Posteriormente peregrinó a su Santuario para agradecerle su amorosa protección. Allí, un trece de mayo de 1991, un Cardenal le felicitó por su "cumpleaños" y él le contestó: "Tiene usted razón; la primera vida me la dieron, la segunda me la regalaron hace diez años".

Juan Pablo II siempre estuvo convencido de que la Virgen le había salvado la vida. "Una mano disparó y otra guió la trayectoria de la bala". Esta bala se encuentra hoy engarzada en la aureola de la corona de la imagen de A Nossa Senhora que preside el Santuario luso.
En definitiva, esta es la historia de un hombre, de un santo, enamorado de una mujer: Totus Tuus, María.


Nota de este Blog. Con el permiso de la autora y con el máximo respeto, quiero dedicar este articulo a uno de mis mejores amigos, Pedro Casquero Agundez, que acaba de fallecer hace horas, para quien pido una oración, nos despedimos el día catorce pues él marchaba de vacaciones a Marbella, donde ha fallecido víctima de un Infarto. Descansa en paz mi gran amigo.
Manuel Murillo

Al orar tenemos que escuchar

Cada vez que ores, no solo hables, escucha lo que Dios quiere decirte. 


Un aprendiz de oración caminaba por el desierto completamente confundido. Había frecuentado el contacto con diversos maestros y ya había pertenecido a un buen número de escuelas. Cada una defendía cosas distintas y el aprendiz ya no sabía qué era lo más importante en la oración. Decidió que lo único que le quedaba por hacer en su confusión era dirigirse a Dios.

- ¡Señor, ilumíname! -dijo suplicante- Unos me dijeron "No pienses en nada y repite letanías sin interrupción... verás que sentirás la liberación interior"...

-¿Y lo hiciste? -le dijo Dios.

- Sí, Señor, lo hice durante meses hasta que se me secó la boca y tuve que abandonar esa escuela. 

- ¿No encontraste ninguna otra? -preguntó Dios, interesándose.

- ¡Oh, sí, Señor, muchas más! Fui a otra donde me dijeron: "Tranquilízate, haz vacío en tu interior y encontrarás a Dios", pero en el vacío sólo estaba yo mismo y como te buscaba a ti y no a mí, comencé a dudar también de esa escuela... 

- Bueno, quizás haya otras...

- Sí, sí Señor, no creas que ésta fue la última. Visité muchas más; aprendí una gama enorme de posiciones para orar, y me hice experto en posiciones pero no en oración... y así recorrí otras tantas pero aún no sé qué hacer para orar. He llegado a convencerme de que no puedo orar y vengo a decirte que ya no me lo pidas más en mi interior.

- ¿No te di yo boca y oídos? -susurró Dios suavemente

- Sí, Señor... -dijo el principiante, que no esperaba este interrogante- pero dime de una vez, Señor mío; qué es más importante ¿escuchar o hablar? 

- ¿Cuántas bocas te di?

- Una.

- Y ¿oídos?

- Dos.

- Entonces, ya lo sabes...

¡Interesante dato! Orar es hablar con Dios, pero lo más importante en esa conversación es la escucha...
Si quieres unirte con Dios; escucha su Palabra, dialoga... y vuelve a escuchar.


Autor: P. Miguel Segura..