"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

jueves, 29 de noviembre de 2012

¡EL DOMINGO YA EMPIEZA EL ADVIENTO!


Cuatro domingos de Adviento tendrán que pasar para que ya, una vez más, estemos en Navidad...
Autor: Ma Esther De Ariño.
Cuatro domingos de Adviento tendrán que pasar para que ya, una vez más, estemos en Navidad..

Mañana es el primero y el advenimiento que vamos a celebrar es la conmemoración de la llegada del Hijo de Dios a la Tierra.

Es tiempo de preparación puesto que siempre que esperamos recibir a una persona importante, nos preparamos.

La Iglesia nos invita a que introduzcamos en nuestro espíritu y en nuestro cotidiano vivir un nuevo aspecto disciplinario para aumentar el deseo ferviente de la venida del Mesías y que su llegada purifique e ilumine este mundo, caótico y deshumanizado, procurando el recogimiento y que sean más abundantes y profundos los tiempos de oración y el ofrecimiento de sacrificios, aunque sean cosas pequeñas y simples, preparando así los Caminos del Señor.

Caminos que llevamos en nuestro interior y que tenemos que luchar para que no se llenen de tinieblas, de ambición, de lujuria, de envidia, de soberbia y de tantas otras debilidades propias de nuestro corazón humano, sino que sean caminos de luz, senderos que nos conduzcan a la cima de la montaña, a la conquista de nuestro propio yo.

Hace unos días celebrábamos el día de Cristo Rey. Cristo es un Rey que no es de este mundo. El reino que El nos vino a enseñar pertenece a los pobres, a los pequeños y también a los pecadores arrepentidos, es decir, a los que lo acogen con corazón humilde y los declara bienaventurados porque de "ellos es el Reino de los Cielos".... y a lo "pequeños" es a quienes el Padre se ha dignado revelar las cosas ocultas a los sabios y a los ricos.

Es preciso entrar en ese Reino y para eso hay que hacerse discípulo de Cristo.

A nosotros no toca ser portadores del mensaje que Jesús vino a traer a la Tierra.

Cristo no vivió su vida para sí mismo, sino para nosotros desde su Encarnación. por "nosotros los hombres y por nuestra salvación hasta su muerte, por nuestros pecados" (1Co 15,3) y en su Resurrección "para nuestra justificación (Rm4,1) "estando siempre vivo para interceder en nuestro favor" (Hb 7,25). Con todo lo que vivió y sufrió por nosotros, de una vez por todas, permanece presente para siempre "ante el acatamiento de Dios en favor nuestro" (Hb 9,24).

Cuatro domingos faltan para que celebremos su llegada. Días y semanas para meditar, menos carreras, menos cansancio del bullicio y ajetreo de compras y compromisos, de banalidades y gastos superfluos.... mejor preparar nuestro corazón y tratar de que los demás lo hagan también para el Gran Día del Nacimiento en la Tierra de Dios que se hace hombre.


ESTO ES EL ADVIENTO. PREPARÉMOSNOS CON ILUSIÓN Y CON FE.

miércoles, 28 de noviembre de 2012

CONFÍO EN TI, SEÑOR

Espero en Ti porque eres fiel a tus promesas. Tú cumples siempre. El hombre casi nunca. Por eso tengo la certeza de tus promesas.
Confío en Ti, porque eres completamente de fiar. Eres la misericordia sin orillas ni fronteras. Misericordia que ha perdonado, perdona y seguirá perdonando.

Cuanto necesito de esa misericordia y bondad, yo que soy tan pecador. Espero en Ti porque eres la misericordia infinita. Si yo supiera, si yo creyera que tu bondad y misericordia no tienen medida, me sentiría para siempre seguro y tranquilo. Si eres la misericordia infinita, haz que sea también infinita mi confianza.

Todo lo perdonas, aun los más horrendos pecados, si hay un poco de arrepentimiento y humildad. No cabe desesperanza en el corazón de los más grandes pecadores. El perdón de Dios siempre es mayor.

Espero en Ti porque eres fiel a tus promesas. Tú cumples siempre. El hombre casi nunca. Por eso tengo la certeza de tus promesas. Un día las disfrutaré de seguro. Mientras alimento mi esperanza.

La confianza tan necesaria... Las penas son grandes a veces y la esperanza no alcanza. Él nos ha dicho: Confiad totalmente en Mí. Nuestra mente nos dice: No saldrás del hoyo. Así piensan los que se suicidan.

Jesús dice: No os preocupéis... Nuestro refrigerador vacío, la tarjeta vencida, los pagos de la casa sin hacer, la falta de trabajo, no tienes remedio...

La mente y los ojos ven, constatan y deciden en consecuencia. No hay remedio. La fe no constata, se fía de un ser omnipotente e infinitamente misericordioso y elige confiar a pesar de todas las evidencias.

Realmente para Dios el resolver mis problemas es de risa. No le cuesta nada, nada. Y pensar que sólo depende de que yo haga un acto de fe y confianza. Jesús en Ti confío.

Todo lo obtendréis... Reto a cada uno de mis oyentes a que tengan esta clase de fe que mueve montañas. La fe mueve montañas, sí, pero solo las que uno se atreve a mover.

Les decía que para los que no tienen trabajo, y sí muchas deudas empiecen a dar algo de lo que todavía tienen, que pidan por los más necesitados que ellos. Y se llevarán la gran sorpresa, Pero esto sólo lo harán los que tienen confianza en Dios.

Problemas de un esposo, hijo o hija que está tercamente alejado de Dios...Oren con confianza inquebrantable de que Dios les concederá la gracia pedida. Pero deben superar la gran prueba: el no ver resultados durante un tiempo o incluso el ver que la situación empeora. Confiar significa continuar orando con la misma seguridad. Y el milagro llegará. Ha llegado ya para muchos y muchas que han orado con esa confianza.

En el evangelio no hay ni un caso de enfermedad o necesidad que no haya sido atendido cuando Cristo encontró una fe como ésa. La siro fenicia... El Centurión y su siervo... La hemorroísa... El leproso...

Problemas duros: Mi hijo está en la cárcel, estoy en quiebra económica, mi matrimonio anda naufragando... alguien de mi familia se fue a otra religión, o anda muy alejado de Dios...Esas personas tienen un reto magnífico, valiente: La confianza mayor que el problema.

La misma confianza que tienes en Dios, tenla en María Santísima. Si vosotros que sois malos dais buenas cosas a vuestros hijos... cuanto más vuestro padre celestial... Si vosotros que sois malos dais buenas cosas a vuestros hijos, cuanto más vuestra madre Celestial...

¿Crees que Ella no puede, crees que Ella no quiere...? El amor que Ella te tiene es como para darte todas las cosas del mundo, con más razón la pequeña cosa que le pides. Problema de confianza, siempre es problema de confianza.

¿Cómo se adquiere la confianza? Pidiéndosela a Dios y a María Santísima y ejercitándola en pequeños y repetidos actos de confianza. Confío en que me ayudarás a tener hoy qué comer, cómo pagar mis deudas, como conseguir trabajo, cómo lograr que mi hijo o hija regrese al buen camino...

Hay, además, una fórmula secreta para obtener cosas que uno necesita: y consiste en dar.

Parece contradictoria pues, si no tengo, qué voy a dar. Siempre el más pobre puede dar algo de lo que tiene. Al dar algo parece empobrecerse de momento, pero hay una ley que se cumple siempre: el que da, recibe. Claro, al que no está acostumbrado a ese modo de proceder o no lo ha experimentado, le cuesta creerlo. Pero yo le reto a que haga la prueba.

Muchos y muchas de Uds. han dado un ejemplo de esto: comprometerse con una ofrenda de amor mensual sin saber si van tener. Pueden estar seguros que se cumplirá lo del profeta Elías con la viuda de Sarepta: No faltará la harina ni el aceite en tu casa hasta que Dios mande la lluvia del cielo... Y así sucedió. Los que han hecho anteriormente la experiencia, lo saben.

Por eso las y los que se han decidido a colaborar en esta obra de evangelización no sólo ayudan económicamente, alargando la vida de Guadalupe radio, sino que han hecho un gran acto de valentía y de confianza en Dios.

Dejo en tus manos, Señor, mi vida entera: Mi pasado, mi presente y mi futuro. También el día de mi muerte. Yo no sé cuándo será ni cómo pero no importa. Me importa que lo sepan las dos personas que más me aman en este mundo, Tú y tu Madre santísima que es también mía. Por eso no tengo miedo a la muerte.
Autor: P Mariano de Blas LC.

EL MAÑANA SERÁ COMO LO VEO HOY.


La percepción que tenemos de nuestros hijos influye en su comportamiento...
Una historia antigua

La percepción que tenemos de nuestros hijos influye en su comportamiento, aunque no nos demos cuenta. Es lo que en psicología se llama el efecto Pigmalión.

Muchos de los mitos de la antigua Grecia han servido como fundamento para caracterizar diversos tipos de comportamiento. Así, por ejemplo, Sigmund Freud fundamentó una parte de su teoría en los mitos de Edipo y Electra.

Cuenta Ovidio en su Metamorfosis que Pigmalión, rey de Chipre, esculpió una estatua con la figura ideal de la mujer. Le gustó tanto su obra que quiso que se convirtiera en un ser real. EI deseo fue muy fuerte e hizo todo lo que pudo para conseguirlo. Pidió ayuda a Venus Afrodita, la diosa del amor, la cual realizó su sueño. Así nació Galatea, su mujer ideal.

En este mito griego se encierran significados complejos que se replican en la educación de los hijos, la enseñanza de los alumnos y, a veces, en el estilo para dirigir al personal de una organización.

¿Puedo predecir el futuro?

Cuando alguien anticipa un hecho, existen muchas probabilidades de que se cumpla. A este fenómeno en psicología social se le llama "realización automática de las predicciones" y también se le conoce como "el efecto Pigmalión" o "la profecía que se cumple a sí misma".

Podríamos decir que el efecto Pigmalión es el proceso por el cual las creencias y expectativas de una persona afectan de tal manera su conducta que ésta provoca en los demás una respuesta que confirma dichas expectativas. Es un modelo de relaciones interpersonales según el cual las expectativas, positivas o negativas, de una persona influyen realmente en aquella otra con la que se relaciona.

Mi hijo será como lo veo

Este fenómeno se da cuando existen relaciones de dependencia entre las personas: padres e hijos, profesores y alumnos, jefes y subordinados, etc. El porqué de que esto suceda estaría relacionado con una energía sutil que las personas somos capaces de enviar a otras.

Los padres, los maestros y los jefes tienen una fantasía respecto de cómo debe ser y funcionar un hijo, un alumno o un colaborador ideal, por lo que dichas expectativas terminan condicionando el desempeño de los dependientes.

Johann W. Goethe dijo que "si tomamos a los hombres tal y como son, los haremos peores de lo que son. Pero si los tratamos como si fueran lo que deberían ser, los llevaremos adonde tienen que ser llevados".

El efecto Pigmalión parte de tres supuestos:

1. Creer firmemente en un hecho.
2. Tener la expectativa de que se va a cumplir.
3. Acompañar con mensajes que animen su consecución.

Muchos psicólogos han hecho diversas pruebas para comprobar este efecto, y han demostrado que sólo la expectativa puede influir en la conducta de los otros.

En el campo de la educación, el efecto Pigmalión fue introducido por el psicólogo estadounidense Robert Rosenthal, quien realizó un experimento con alumnos y maestros para demostrar que los estudiantes obtenían mejores rendimientos y un mayor desarrollo personal en la medida en que las expectativas de sus educadores eran mayores.

Esto se comprobó mediante una serie de experimentos aplicados con tests de inteligencia a estudiantes con dificultades escolares. Posteriormente, a los maestros se les comunicaban los resultados falseados, en los cuales los muchachos aparecían como mucho más inteligentes de lo que en realidad obtenían en el test. La consecuencia fue que esos alumnos pasaron a ser los más destacados en clase y mostraron una inteligencia por encima del promedio. La razón de esa superación estribó en que los estudiantes se sintieron más capaces.

Lo anterior se debió, principalmente, a que los profesores esperaban siempre buenos rendimientos de estos alumnos a los que se les había presentado como especialmente inteligentes. Movidos por este preconcepto, los maestros aplaudían cualquier pequeño acierto y disimulaban los pequeños fallos.

El efecto de esta predisposición positiva de los profesores era que aumentaba en estos alumnos la confianza en sí mismos y, en consecuencia, mejoraba su rendimiento.

"Para el profesor Fernández yo seré siempre un niño travieso porque él me trata siempre como a un niño travieso; pero yo sé que para ti puedo ser un gran hombre, porque tú siempre me has tratado y me seguirás tratando como un gran hombre".

¿Cómo vemos a nuestros hijos?
 Autor: P. Juan Antonio Torres, L.C

martes, 27 de noviembre de 2012

UN LIBRO ABIERTO

La fe es una aceptación con el que nuestra mente y nuestro corazón dicen su «sí» a Dios. Y este «sí» transforma la vida.

Creer es una palabra que podemos definir como la plena confianza en alguien, todos tenemos amigos con quienes fácilmente nos abrimos, confiamos en ellos y ponemos en ellos lo más escondido de nuestro corazón. Creer es en cierto sentido algo natural desde la perspectiva humana.

En la primera catequesis sobre la fe, el Papa ha hecho estas preguntas: ¿qué es creer hoy? ¿qué sentido tiene vivir? ¿Hay un futuro para el hombre, para nosotros y para las nuevas generaciones? ¿En qué dirección orientar las elecciones de nuestra libertad para un resultado bueno y feliz de la vida? ¿Qué nos espera tras el umbral de la muerte?

La fe no es aprenderse el catecismo de memoria, no es un trabajo intelectual de verdades sobre Dios, es un acto donde libremente pongo mi confianza en Dios. La fe es no desesperarse ante la maldad del hombre, sino es creer que Dios puede transformar toda esclavitud, empezando por la mía. En estás palabras del Papa, la fe es "confiarme a Dios con la actitud del niño, quien sabe que todas sus dificultades, todos sus problemas están asegurados".

Todos tenemos que meditar esto más seguido, todos en nuestra vida nos encontramos con problemas e incluso "situaciones a veces dramáticas", pero no hay que olvidar que "creer cristianamente significa este abandonarme con confianza en el sentido profundo que me sostiene a mí y al mundo, ese sentido que nosotros no tenemos capacidad de darnos, sino sólo de recibir como don, y que es el fundamento sobre el que podemos vivir sin miedo."

"La fe es don de Dios, pero es también acto profundamente libre y humano." Con razón tenemos que pedir con insistencia ¡Credo Domine, adauge nobis fidem! en esta peregrinación de la vida, en la oscuridad, en el desierto y con las llagas abiertas. La fe es una aceptación con el que nuestra mente y nuestro corazón dicen su «sí» a Dios. Y este «sí» transforma la vida, abre el camino hacia una plenitud de significado, la hace nueva, rica de alegría y de esperanza fiable.

En nosotros tiene que empezar la búsqueda de la fe, la confianza absoluta y la familiaridad con Dios en sus sacramentos, para poder convertirnos en un "libro abierto que narre la experiencia de la vida nueva".
Autor: Mariano Hernández.

lunes, 26 de noviembre de 2012

¿POR QUÉ LUCHO? POR LO QUE CREO

 Quien cree y ama poco, lucha poco. Porque nadie da la vida por aquello en lo que no cree.
Luchamos cada día por conquistar muchas metas. Uno lucha para sacar adelante a su familia. Otro lucha para defender el suelo y la gente de su Patria. Otro lucha por conseguir el pan de cada día.

¿Por qué lucho en mi vida? Por aquello que necesito, por aquello que amo, por aquello en lo que creo.

Quien cree y ama poco, lucha poco. Porque nadie da la vida por aquello en lo que no cree. En cambio, somos capaces de ponerlo todo, nuestra mente, nuestro corazón y nuestras fuerzas, por eso que consideramos justo, bueno, bello.

La pregunta "¿por qué lucho?" se convierte entonces en otra pregunta: "¿en qué creo?"
Si creo en algo miserable y pobre, lucharé por nubes de engaño. Si creo en algo noble y grande, lucharé por una causa buena.

En cambio, si creo en Cristo, en la Iglesia, en la gracia, lucharé para que el Evangelio se difunda, para que la verdad llegue a más corazones, para que la pureza sea acogida, para que la generosidad y la justicia permitan al pobre y al enfermo encontrar a su lado manos amigas.

¿Por qué voy a luchar hoy? Por aquello en lo que creo. Por eso necesito pedir a Dios, con la humildad de aquel padre de familia del Evangelio (cf. Mc 9,22-24), que ayude mi incredulidad, que me conceda una fe grande, fuerte y bella, para este día y para todas las luchas que me tocará afrontar durante mi existencia terrena.
Autor: P. Fernando Pascual LC.

domingo, 25 de noviembre de 2012

JESUCRISTO, REY DEL HOGAR

Hoy que celebramos la Solemnidad de Cristo Rey, que sea para nosotros la gran fiesta que nos ayude a que Cristo sea nuestro Rey.
Jesucristo es el Rey del hogar.

Y comenzamos con una anécdota de hace ya muchos años, pues se remonta a Septiembre de 1907, cuando un sacerdote peruano, el santo misionero Padre Mateo, se presentaba ante el Papa San Pío X, que estaba ante la mesa de su escritorio, entretenido en cortar las hojas de un libro nuevo que acababa de llegarle.

- ¿Qué te ha pasado, hijo mío? Me han dicho que vienes de Francia...

- Sí, Santo Padre. Vengo de la capilla de las apariciones del Sagrado Corazón a Santa Margarita María. Contraje la tuberculosis, y, desahuciado de los médicos, fui a la Capilla a pedir al Sagrado Corazón la gracia de una santa muerte. Nada más me arrodillé, sentí un estremecimiento en todo mi cuerpo. Me sentí curado de repente. Vi que el Sagrado Corazón quería algo de mí. Y he trazado mi plan.

El Papa San Pío X aparentaba escuchar distraído, sin prestar mucha atención a lo que le decía el joven sacerdote, que parecía un poco soñador.

- Santo Padre, vengo a pedir su autorización y su bendición para la empresa que quiero iniciar.

- ¿De qué se trata, pues?

- Quiero lanzarme por todo el mundo predicando una cruzada de amor. Quiero conquistar hogar por hogar para el Sagrado Corazón de Jesús.

Entronizar su imagen en todos los hogares, para que delante de ella se consagren a Él, para que ante ella le recen y le desagravien, para que Jesucristo sea el Rey de la familia. ¿Me lo permite, Santo Padre?

San Pío X era bastante bromista, y seguía cortando las hojas del libro, en aparente distracción. Ahora, sin decir palabra, mueve la cabeza con signo negativo. El Padre Mateo se extraña, y empieza a acongojarse:

- Santo Padre, pero si se trata de... ¿No me lo permite?

- ¡No, hijo mío, no!, sigue ahora el Papa, dirigiéndole una mirada escrutadora y cariñosa, y pronunciando lentamente cada palabra: ¡No te lo permito! Te lo mando, ¿entiendes?... Tienes mandato del Papa, no permiso. ¡Vete, con mi bendición!

A partir de este momento, empezaba la campaña de la Entronización del Corazón de Jesús en los hogares. Fue una llamarada que prendió en todo el mundo. Desde entonces, la imagen o el cuadro del Sagrado Corazón de Jesús ha presidido la vida de innumerables hogares cristianos. Jesucristo, el Rey de Amor, desde su imagen bendita ha acogido súplicas innumerables, ha enjugado torrentes de lágrimas y ha estimulado heroísmos sin cuento.

¿Habrá pasado a la historia esta práctica tan bella? Sobre todo, y aunque prescindamos de la imagen del Sagrado Corazón, ¿dejará de ser Jesucristo el Rey de cada familia?...

Hoy la familia constituye la preocupación mayor de la Iglesia y de toda la sociedad en general.

Porque vemos cómo el matrimonio se tambalea, muchas veces apenas contraído.

El divorcio está a las puertas de muchas parejas todavía jóvenes.

Los hijos no encuentran en la casa el ambiente en que desarrollarse sanamente, lo mismo en el orden físico que en el intelectual y el moral.

Partimos siempre del presupuesto de que la familia es la célula primera de la sociedad. Si esa célula se deteriora viene el temido cáncer, del que de dicen que no es otra cosa sino una célula del cuerpo mal desarrollada.

Esto que pasa en el orden físico, y de ahí tantas muertes producidas por el cáncer, pasa igual en el orden social. El día en que hayamos encontrado el remedio contra esa célula que ya nace mal o ha empezado a deformarse, ese día habremos acabado con la mayor plaga moral que está asolando al mundo.

Todos queremos poner remedio a las situaciones dolorosas de la familia.

Y todos nos empeñamos cada uno con nuestro esfuerzo y con nuestra mucha voluntad en hacer que cada casa llegue a ser un pedacito de cielo.

¿Podemos soñar, desde un principio, en algún medio para evitar los males que se han echado encima de las familias?
¿Podemos soñar en un medio para atraer sobre los hogares todos los bienes?..

¡Pues, claro que sí! Nosotros no nos cansaremos de repetirlo en nuestros mensajes sobre la familia. Este medio es Jesucristo.

Empecemos por meter a Jesucristo en el hogar.
Que Cristo se sienta invitado a él como en la boda de Caná.

Que se meta en la casa con la libertad con que entraba en la de los amigos de Betania.
Que viva en ella como en propia casa, igual que en la suya de Nazaret... Pronto en ese hogar se notará la presencia del divino Huésped y Rey de sus moradores. En el seno de esa familia habrá paz, habrá amor, habrá alegría, habrá honestidad, habrá trabajo, habrá ahorro, habrá esperanza, habrá resignación en la prueba, habrá prosperidad de toda clase.

Jesucristo, Rey universal, ¿no es Rey especialmente de la Familia?... Acogido amorosamente en el hogar, con Él entrarán en la casa todos los bienes....


Hoy que celebramos la Solemnidad de Cristo Rey, que sea para nosotros la gran fiesta que nos ayude a que Cristo sea nuestro Rey.
Autor: Pedro García, Misionero Claretiano.

sábado, 24 de noviembre de 2012

IMITAR A MARÍA, IMITAR A JESUCRISTO

María quiere que nos identifiquemos con los pensamientos y sentimientos de Jesús.
Jesucristo está con nosotros. No sólo se ha hecho nuestro modelo para enseñarnos el camino que lleva a la vida, sino que, además, se ha convertido en nuestro alimento, para comunicarnos su fuerza infinita a fin de que podamos caminar tras sus huellas. Además, está en nosotros por la fe, para orar y obrar con nosotros. Por otra parte, ha confiado especialmente a María, porque Ella es madre, la misión de dirigir nuestra educación cristiana, como le dirigió a Él durante su infancia, para elevarnos, así, a la altura de nuestra vocación.

María se esfuerza constantemente en revestirnos de la semejanza de Jesús, procurando que nos identifiquemos con sus pensamientos y sentimientos, para que sea una realidad en nosotros el nombre de cristiano, es decir, discípulo e imitador de Jesucristo. Para ello se sirve de dos medios.

El primer medio de que se sirve María es la voz dulce y poderosa de sus ejemplos. Su vida es una predicación sencilla, elocuente y al alcance de todos. Desde ese punto de vista, después de la santa humanidad del Salvador es el don más preciado que hemos recibido del cielo.

Todas las dificultades desaparecen en presencia de María. Retrato fiel de su hijo, ha reproducido exactamente todas sus virtudes y sentimientos. De esa manera vemos cómo alcanza la semejanza divina una simple criatura, hija de Adán como nosotros, exenta, eso sí, de la mancha original y de sus horribles consecuencias, pero que, aun siendo más privilegiada y perfecta, no es de naturaleza distinta de la nuestra. Así pues, si Ella, que es pura criatura, ha podido, en grado tan inefable y sublime, hacerse conforme a Jesucristo y modelo de todos los elegidos, también nosotros lo podremos, en una medida adecuada a nuestra debilidad, con tal de que queramos ser fieles.

Por tanto, María se nos presenta como la copia del divino modelo, copia que debemos reproducir en nosotros mismos. De ahí se deduce que el mejor medio de imitar a Jesús es esforzarse por imitar a María, y que sólo se parecerá al hijo el que se parezca a la madre. Por consiguiente, sólo se salvará quien haya imitado a María en la medida de la perfección querida por la justicia divina. Así se comprende lo fácil que resulta para el hombre de buena voluntad la imitación de Jesucristo. Efectivamente, caminando tras las huellas de María, realiza en sí mismo la semejanza con el Salvador.

El segundo medio que emplea María para llevarnos a la vida de Jesucristo conforme a la voluntad del Padre eterno es su mediación. La Iglesia, los Santos Padres y toda la tradición nos presentan a la augusta Virgen como nuestra abogada y mediadora. Siempre se ha aplicado a Jesús el ejemplo del gran Salomón cuando, en el esplendor de su gloria y sabiduría, confió a su afortunada madre el ejercicio de la autoridad real (1 Re 2,19 ss.). Por ello los cristianos de todos los tiempos han coincidido en considerar a María su reina, su auxilio, su vida y su esperanza. Pero hay un detalle que a veces pasa inadvertido y que, sin embargo, se debe subrayar, y es que esta mediación es necesaria para la salvación; no en el mismo grado ni el mismo rango que la de Jesucristo, pero sí de un modo real, porque la Providencia así lo ha dispuesto.
Autor: Ágora marianista.

viernes, 23 de noviembre de 2012

QUÉ GRANDE ES NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO!


Durante su vida en la tierra, aunque era el Hijo de Dios, Cristo vivió en humildad, se hizo todo para todos a fin de salvarnos.

¡El próximo domingo celebramos la gran fiesta de Cristo Rey!

Jesucristo ha sido constituido el centro del universo. Todo fue creado por Él y para Él, todo se mantiene en Él, y Jesucristo será el único Soberano de todas las cosas en los siglos eternos. ¡Qué grande es Nuestro Señor Jesucristo, y qué orgullosos estamos nosotros de su gloria!

Durante su vida en la tierra, aunque era el Hijo de Dios, Jesucristo vivió en humildad, se hizo todo para todos a fin de salvarnos a todos, y sólo a partir de su resurrección aparece en todo el esplendor de su grandeza. Sin embargo, aún no se ha manifestado toda la gloria suya. Hemos de esperar al fin, cuando vuelva a dar la mano definitiva al mundo y a cerrar la historia de todas las cosas. Sólo entonces veremos sometidos a Jesucristo los seres todos del cielo y de la tierra, y celebraremos su Reino que no tendrá fin.

Todo esto es muy bonito. Todo esto, entusiasma. Pero, ¿nos damos cuenta de lo que nos exige?...

En la revolución mexicana, que cubrió de mártires nuestra América, un joven de veintitrés años abandona su magnífico puesto en el Banco Internacional de México y se enrola en las filas de los católicos que luchaban por defender la Religión perseguida. Una bala perdida le atraviesa las dos piernas, pierde el sentido, cae prisionero, y, recobrado el conocimiento, le pregunta el coronel:
- ¿De qué partido es usted?
- Soy un defensor de Cristo Rey.
- ¿Qué grado tiene?
- Capitán primero.
- ¿Se rinde?
- No, no me rindo.
- Deme su revolver.
- Tómelo, y máteme si quiere. Pero antes déjeme gritar: ¡Viva Cristo Rey!
El coronel disparó el arma, le destrozó al valiente muchacho la cabeza con las balas, y con aquellos disparos le abría las puertas del Cielo, el Reino glorioso de Jesucristo.

Como este joven mártir, nosotros, bien penetrados de la fe cristiana, miramos en Jesucristo al Soberano que dicta leyes, al Jefe que gobierna, al Juez que pedirá cuentas. Y nos rendimos ante Jesucristo.

Con la mentalidad democrática que rige nuestros pueblos, nos cuesta aceptar un jefe absoluto, al que llamamos dictador; no nos sometemos a nadie sino al pueblo soberano, como decimos; y jamás aceptaríamos una justicia que no se rigiera por las normas que nosotros mismos le hemos impuesto. Así es nuestra democracia, así pensamos, y esto es lo único que aceptamos.
Pero ante Jesucristo hemos de cambiar de parecer.

Jesucristo no es un dictador que oprima a nadie ni un hombre sin corazón. Es un Soberano lleno de amor que no busca sino nuestra salvación.

Pero el único legislador es Jesucristo, y no una asamblea constituyente, con diputados elegidos por nosotros.

El único que manda es Jesucristo, porque es el Señor.

El que tendrá la última palabra es Jesucristo, porque ha sido constituido Juez de vivos y muertos.

Ante este Jesucristo nos jugamos la vida.
Aceptar a Jesucristo es aceptar su Persona, su doctrina y sus mandatos.

Por desgracia, no todos aceptan a Jesucristo de manara incondicional. Son muchos los que lo rechazan. No admiten a nadie que esté sobre sus cabezas. No quieren a ninguno que les venga a fastidiar la vida de placer a que se entregan...

El orgullo y la sensualidad son los dos grandes enemigos de Cristo.

Sin embargo, Jesucristo se ofrece y actúa como Salvador antes que ejercer sus poderes de Juez.
Ha dejado su Iglesia en el mundo como signo del Reino y encargada de llevar adelante el Reino de Dios hasta que Jesucristo vuelva. Y aquí, en la Iglesia y su Vicario el Papa, es donde tropiezan también muchos. Al aceptar a Jesucristo en su Persona y no en sus representantes ni en su Iglesia, vienen a rechazar al mismo Jesucristo, que dijo:
- Id y enseñad... Con vosotros estoy... Quien os acoge a vosotros me acoge a mí, y quien a vosotros rechaza me rechaza a mi y al Padre que me envió.

Cuando nosotros hablamos así de Jesucristo y salimos con energía por sus derechos, podemos dar la sensación de que nosotros somos más rigurosos que el mismo Jesucristo. Pero esto es una equivocación completa. Jesucristo no es nada riguroso, porque es Rey de amor y Rey de paz.

Nuestra lengua puede subir un poco el tono, pero tampoco somos rigurosos. Lo que nos pasa es que nos duele, como le dolía a Pablo, el ver que hombres, hermanos nuestros, rehusan someterse a Jesucristo, porque con ello hasta pueden poner en peligro su salvación. Y este miedo nos hace cambiar un poquito la voz...

Nosotros, creyentes, no ponemos condiciones a Jesucristo. Que mande. Que pida. Que nos gobierne por su Iglesia. No nos pide que dejemos el puesto en el Banco ni que entreguemos la pistola al enemigo para que nos abra la cabeza. Pero nos pide el amor del corazón, y se lo damos entero. Nos pide la obediencia a su Iglesia, y no nos ponemos a discutir. Y así, tranquilos, esperamos su venida, y hasta le pedimos que la acelere, pues estamos impacientes de encontrarnos con Él: ¡Ven, Señor Jesús!... .
Autor: Pedro García, misionero claretiano.

jueves, 22 de noviembre de 2012

VENGA TU REINO SEÑOR ¡VIVA CRISTO REY!

Un Reino que los hombres no entendemos porque lo que tú viniste a enseñar no está en el exterior sino en lo más profundo de nuestro corazón.
Ante ti, Señor una vez más.

Ante ti, que siempre estás en el Sagrario para escucharme, para infundir calor a mi corazón muchas veces indiferente y frío. Más frío que estas tardes del ya cercano invierno. Pero hoy quiero que hablemos, no del cercano invierno, sino del cercano día en que vamos a festejar Tu día, Señor, el DÍA DE CRISTO REY.

El Padre Eterno, como tú nos enseñaste a llamarle a Dios, es el Rey del Universo porque todo lo hizo de la nada. Es el Creador de todo lo visible y de lo invisible, pero... ¿cómo podía este Dios decírselo a sus criaturas? ¿cómo podría hacer que esto fuese entendido?... pues simplemente mandando un emisario.

No fue un ángel, no fue un profeta, fuiste tú, su propio Hijo, tu, Jesús.

Como nos dice San Pablo: - "Fue la propia imagen de Dios, mediador entre Este y los hombres y la razón y meta de toda la Creación. Él existe antes que todas las cosas y todas tienen su consistencia en Él. Es también la cabeza del cuerpo, que es la Iglesia Católica. Es el principio, el primogénito, para que sea el primero en todo". Así se expresa San Pablo de ti, Jesús mío y en esa creencia maravillosa vivimos.

Cuando fuiste interpelado por Pilato diste tu respuesta clara y vertical: "Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos... PERO MI REINO NO ES DE AQUÍ". Entonces Pilato te dijo: "Luego... ¿tú eres rey?. Y respondiste: - "Tú lo dices que soy rey. Para esto he nacido yo y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la Verdad, escucha mi voz. (Juan 18,36-37).
Jesús... tú hablabas de un Reino donde no hay oro ni espadas, donde no hay ambiciones de riquezas y poder. Tu Reino es un reino de amor y de paz.

Un Reino que los hombres no entendieron y seguimos sin entender porque lo que tú viniste a enseñar no está en el exterior sino en lo más profundo de nuestro corazón.

Pertenecer a este Reino nos hace libres de la esclavitud del pecado y de las pasiones.

Pertenecer a este Reino nos hace súbditos de un Rey que no usa la ley del poder y del mando sino del amor y la misericordia.

Diariamente pedimos "venga a nosotros tu Reino".... y sabemos que en los hombres y mujeres de bien, ya está este Reino, pues el "Reino de Dios ya está con nosotros" (Lc.17, 20-21.

El domingo, la Iglesia celebra a "CRISTO REY". A ti, Jesús, que pasaste por la Tierra para decirnos que "REINAR ES PODER SERVIR Y NO SERVIRSE DEL PODER".

Que viniste para ayudar al hombre y bajar hasta él, morir con él y por él, mostrándonos el camino hacia Dios.

¡VENGA TU REINO, SEÑOR!

¡Viva Cristo Rey !
Autor: Ma Esther De Ariño.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

CON MARÍA, EL DÍA DE SU PRESENTACIÓN EN EL TEMPLO


Este día, la Santa Iglesia festeja el día en que, pequeñita, María fue presentada en el Templo.

Al meditar sobre tu vida, Madre querida, nos queda siempre en el alma alguna enseñanza, un prudente consejo, un camino...

Este 21 de noviembre la Santa Iglesia festeja el día en que, pequeñita, fuiste presentada en el Templo.

Por más que intento, Madrecita, no puede descubrir mi corazón una enseñanza en esta parte de tu vida. Me quedo en oración. Acabo de recibir a tu Hijo bajo la apariencia de pan. Así, mi corazón hecho pregunta se postra ante ti.

Enséñame, Madre...

Me abrazas el alma y siento que te acompaño en tan hermoso día.

Vas llegando al Templo de la mano de tus padres. La mano de Joaquín te llena de fuerza y confianza. La de Ana te sostiene un equipaje de amor, besos y abrazos para que te acompañe en el viaje trascendental que emprendes.

Con tu inocencia, jamás perdida, y tu ternura, exquisitamente multiplicada en años venideros, vas acercándote al lugar del que tanto te han hablado y vas aprendiendo a abrazarte al Dios eterno que conociste de la boca de tus amados padres.

Por estas cosas de la imaginación una María mamá, tal como me la recuerda la imagen de la Parroquia, me acompaña a descubrir a una María niña.

Vamos subiendo las escalinatas... Al llegar al último escalón distingo, a una prudente distancia un personaje conocido...

¡ Madre! ¿Acaso esa mujer que está allí, observando de lejos es... ?

-Si, hija, es Ana, la profetisa.

Claro, según dice la Escritura: "... casada en su juventud, había vivido siete años con su marido. Desde entonces había permanecido viuda y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones" (Lc 2, 36-37)

Ana... quien años más tarde hablaría "... acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén"...(Lc 2,38)

Ana... mira a esta niña de ojos dulces, belleza serena y sonrisa de cielo.

Ana... guarda ese rostro en su corazón, pues el rostro de María es inolvidable.

Me descubro nuevamente arrodillada en la Parroquia. Te miro con el alma, María, y descubro de tu mano la enseñanza. Simple y profunda. Simple como una mujer viuda mirando de lejos. Profunda, como el amor que nos tienes.

¡Nadie puede olvidarte, Madre!. Una vez que se te ha conocido, no es posible el olvido.

Aunque pasen muchos años entre el encuentro y el abrazo... entre la mirada y la sonrisa.

Nadie, que te haya visto, aunque sea una vez, puede olvidarte. Verte... no con los ojos del cuerpo, sino con los del alma. El encuentro es interior. El abrazo, único.

Mi corazón está feliz pues me has enseñado, una vez más, que meditar en tus ejemplos no es en vano, ni "pérdida de tiempo". Meditar en ti calma las angustias del alma, encamina los pasos del corazón y nos acerca a tu Hijo.

Este 21 de noviembre quiero pedirte que subas conmigo las escalinatas de mi vida. Que me lleves de la mano y me proveas de un imprescindible equipaje interior. Que sepa mantener ese equipaje meditando siempre en tus virtudes y ejemplos.

Feliz recuerdo de tu Presentación, Madre.

Hermano que lees estas sencillas líneas. Acompaña a Maria recordando con ella este día. Acompáñala con una oración, con un pensamiento, con una obra de caridad... Suma tu sencilla ofrenda a la que hizo de su vida la más pura ofrenda de amor.

NOTA de la autora:

Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón y en mi imaginación por el amor que siento por ella, basados en lo que he leído. Pero no debe pensarse que estos relatos sean consecuencia de revelaciones o visiones o nada que se le parezca. El mismo relato habla de "Cerrar los ojos y verla" o expresiones parecidas que aluden exclusivamente a mi imaginación, sin intervención sobrenatural alguna.
Autor: María Susana Ratero-

martes, 20 de noviembre de 2012

TRES VÍAS PARA LLEGAR AL CONOCIMIENTO DE DIOS: EL MUNDO, EL HOMBRE Y LA FE

El peligro para la fe proviene del ateísmo práctico
Hace tiempo, el ateísmo era una elección intelectual fuerte, que había que sostener con convicción y con argumentos sólidos en un mundo (el occidental) en el que la fe cristiana «era el ambiente en el que todos se movían, la referencia y la adhesión a Dios eran, para la mayoría de la gente, parte de la vida cotidiana»; pero hoy se ha difundido un nuevo tipo de ateísmo «práctico», que no niega tanto las verdades de la fe, sino que simplemente las considera «irrelevantes» para la vida de todos los días.

Este nuevo tipo de ateísmo, según Benedicto XVI, representa hoy un fenómeno «particularmente peligroso para la fe». El Papa Ratzinger, durante la audiencia de los miércoles de esta semana, continuó con su ciclo de catequesis sobre el Año de la Fe. Después de haber reflexionado sobre el deseo de Dios que todos los hombres llevan en su interior, hoy describió tres vías para llegar al conocimiento de Dios, es decir, el mundo, el hombre y la fe.

El Pontífice comenzó hablando de las actuales difernecias con las que se encuentra la fe, «a menudo poco comprendida, contestada y rechazada». «En el pasado, en Occidente, una sociedad que se consideraba cristiana, la fe era el ambiente en el que todos se movían», recordó el Papa, pero a partir del «Iluminismo, la crítica contra la religión se ha intensificado; la historia se ha caracterizado también por la presencia de sistemas ateos, en los que se consideraba a Dios como una mera proyección del espíritu humano, una ilusión, y el producto de una sociedad distorsionada por tantas alienaciones». Y, a final de cuentas, «El siglo pasado ha sido testigo de un fuerte proceso de secularismo, en nombre de la autonomía absoluta del hombre, considerado como medida artífice de la realidad».

Se trata de un proceso que ha empobrecido al hombre, según Benedicto XVI, porque al oscurecer «la referencia a Dios, también se oscureció el horizonte ético, para dejar espacio al relativismo». Por lo que un hombre, «separado de Dios, se reduce a una sola dimensión», con un «reduccionismo» que, según el Papa, ha sido una de las causas «fundamentales de los totalitarismos, que han tenido consecuencias trágicas en el siglo pasado, así como de la crisis de valores que vemos en realidad actual».

La respuesta a esta evolución debe darse bajo el signo de la «dulzura» y del «respeto», y pasa necesariamente por tres vías: el mundo, que quiere decir recuperar la «capacidad de contemplar la creación, su belleza, su estructura. El mundo no es un magma informe, pero cuanto más lo conocemos, más descubrimos los mecanismos maravillosos, mejor vemos su diseño, vemos que hay una inteligencia creadora».

En segundo lugar se encuentra el hombre: «en el hombre interior habita la verdad" (True Religion, 39, 72). Este es otro aspecto que corremos el riesgo de perder en el mundo ruidoso y dispersivo en el que vivimos: la capacidad de pararnos y de mirar en lo profundo de nosotros mismos».

Por último, el Papa indicó la vía de la fe, que no es «un mero sistema de creencias y valores», sino «encuentro con Dios que habla y actúa en la historia y que convierte nuestra vida cotidiana, transformando en nosotros mentalidad, juicios de valor, decisiones y acciones. No es ilusión, fuga de la realidad, cómodo refugio, sentimentalismo -concluyó el Papa-, sino que es participación de toda la vida y es anuncio del Evangelio, la Buena Nueva capaz de liberar a todo el hombre».
Autor: Alessandro Speciale

CREO EN TI, SEÑOR



Creer es fiarse, es tomar la mano del amado y, sin soltarla, caminar juntos siempre, durante las horas de desierto y las horas de primavera.

Creo en Ti, Señor. Creo que existes, que vives, que eres amor. Creo que eres la misericordia infinita y que la manifiestas a raudales en tantos acontecimientos de nuestra vida.

Creo que eres el camino seguro que lleva al cielo, y que no

hay otro. No hay otro cielo ni otro camino que lleve al mismo.

Creo que eres la verdad de la vida y de las cosas. Eres también la vida de todos los seres, eres mi vida... Vida plena, vida eterna...

Creo que has formado los cielos y la tierra, con todo su ornato. Si en Ti no creyera, todo sería destrucción, desorden, caos. Creo en Ti, Señor.

Crecer en la fe es crecer en el amor. Por eso, porque creo en Ti con toda mi mente, te amo con todo mi corazón. Creer es fiarse, es tomar la mano del amado y, sin soltarla, caminar juntos siempre, durante las horas de desierto y las horas de primavera.

Te gusta, Señor, que tengamos fe en Ti: "Tu fe te ha salvado", y te apena mucho nuestra falta de fe: "Hombres de apoca fe, ¿porqué habéis dudado?"

Quiero ser un hombre o una mujer que se fía de Ti totalmente, que camina por la vida no con la seguridad de sus pies o de su mente sino con la seguridad de su Dios.

1. Jesucristo, creo que eres el Hijo eterno del Padre

Creo en la Santísima Trinidad. La celebramos en su fiesta. Eres un Dios único pero en tres personas que son amor. Y creo que las tres personas habitan en mi alma por la gracia.
Tú eres el Hijo del Padre desde toda la eternidad, el hijo en el cual tiene el Padre todas sus complacencias. El Hijo enviado al mundo no para juzgarlo, sino para salvarlo.
Eres tan parecido al Padre. Nosotros debemos ser tan parecidos a Ti. No fuiste enviado por el Padre para condenarme, sino para salvarme. A mí y a cada uno de los hombres.
Pagaste un precio tremendo. Pagaste todo Tú para comprarme a mí. Hasta sin sangre en las venas te quedaste, sin vestidos, sin vida. Para salvarme a mí. Pues, ¿quién soy yo? Te quedaste infinitamente pobre, Tú que eras infinitamente rico.
Soy el precio de tu sangre, de tu muerte, de tus infinitas humillaciones. ¿Qué clase de amor es éste? ¿Puede un mendigo sentirse más feliz que yo? ¿Puede un encarcelado, prisionero de por vida experimentar más alegría que yo? ¿Puede un condenado al infierno sentirse más afortunado que yo? Pues soy un pobre hambriento convertido en rico, un encarcelado a quien han dado el indulto, un condenado al infierno liberado del eterno dolor.

2.Jesucristo, creo que eres el salvador de los hombres

Lo que implicó la salvación: Belén, Nazaret -ocultamiento perfecto-. La pasión y la Cruz -amor sin límites-
Belén, Nazaret, Jerusalén son ciudades que me recordarán eternamente el amor de mi Dios. En Belén nació por amor a mí en la máxima pobreza. Una cueva, un pesebre de amor. En Nazaret vivió por amor a mí en el ocultamiento perfecto. En Jerusalén sufrió la pasión y la muerte de un esclavo y de un "maldito" por amor a mí.
En esas ciudades me amó hasta el extremo mi Creador, mi Redentor. Siempre que te mire, veré el rostro y los ojos de mi Salvador, unos ojos que me miran con amor, con compasión y con inmensa esperanza. Siempre que piense en Ti, sentiré renacer la esperanza, porque eres Luz, Resurrección, Buen Pastor, Camino, Vedad y Vida.
Contigo siempre hay remedio, hay salida. Por tanto camino por la vida con la frente alta, el corazón alegre y paso seguro. Voy con Jesús, con el que prometió: "Yo estaré con vosotros todos los días, también hoy."

3. Jesucristo, creo que te encarnaste en el seno de la Virgen María por obra del Espíritu Santo.

Se puede decir que actuaste como si no fueras Dios durante treinta y tres años. Humillación total. Por amor.
Somos hermanitos de carne y hueso con la diferencia de que Tú eres Dios. Pero, para que no sintiéramos complejo frente a Ti, quisiste divinizarnos, convertirnos en pequeños dioses en el cielo.
Como todos los niños, como yo, estuviste encerrado en el seno de tu madre, creciendo día a día hasta que estuviste maduro para nacer. Lo mismo que yo, lo mismo que todos los niños.
Recién nacido eras como todos los bebés. La cosa más débil del mundo, Tú el Dios de los ejércitos. Quisiste sentir lo que siente un niño creciendo en el seño de su madre. Y a María le hiciste sentir tu presencia y tus movimientos.
Oh divino bebé, maravilloso niño que sobreviste al aborto. Hoy millones de niños no tienen la suerte que tuviste tú de nacer. Ten compasión de todos ellos y de sus mamás porque no saben lo que hacen.

4. Jesucristo, creo que padeciste y morirse en la cruz para redimirnos de nuestros pecados.

Y tengo que decir como san Pablo: Líbreme Dios de gloriarme en nada si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo. Me amaste y te entregaste por mí en la cruz.
Amor escrito con sangre. Para que no me quedaran dudas de que me amas. "Si fuera necesario para salvarte, volvería a sufrir de buena gana por ti solo todo lo que sufrí por el mundo entero"...Palabras dichas por Ti a una santa. Cuanto amor, cuánto dolor. Cuánto dolor, cuanto amor. Por mí.
Pordiosero miserable, condenado al infierno, todo esto y más he sido. Pero de todo esto me ha librado Jesús. A costa de tormentos, salivazos, flagelos, espinas y humillaciones he sido arrancado del infierno que era mi lugar merecido.
La eternidad no será suficiente para agradecer, para amar, para bendecir y adorar a la persona que mizo tanto bien. Con Pablo digo y diré: "Líbreme Dios de gloriarme en nada si no es en la cruz de mi Salvador."
¿Será tan difícil amar entrañablemente a un ser que tanto amor me ha demostrado? ¿Podré negar yo, criatura miserable, algo a mi Dios Omnipotente, sobre todo en el amor?

5. Jesucristo, creo que resucitaste al tercer día.

Recuperaste tu divinidad. Te enterraron como hombre y resucitaste como Hombre-Dios glorificado. Y ya la muerte no podrá dominarte jamás. Vives eternamente en el cielo para interceder por nosotros ante el Padre.
Con san Pablo afirmamos: Cristo ha resucitado. Ahí se apoya nuestra fe y nuestra religión triunfadora. La religión de un Dios-Hombre que se dejó vencer y humillar hasta un grado inaudito para resucitar y vencer tan solo tres días después a todos sus enemigos de un solo golpe.
El fundador de nuestra religión es un gran triunfador. Seguimos a un Caudillo que nos lleva a la victoria segura. "Las puertas del infierno no prevalecerán contra ella". Un optimismo radical debe prevalecer en muestra vida en medio de las tormentas del mundo moderno.
De los fundadores de religiones -que son numerosos- sólo uno vive resucitado, habiendo vencido a la muerte. Los demás son un puñado más de polvo que hay dentro de la Tierra.
Al resucitar con tu cuerpo humano nos has confirmado que nosotros, de manera semejante y a su tiempo, resucitaremos contigo para vivir eternamente contigo felices en el cielo. Así como creo en tu resurrección, creo también en la mía.

6. Jesucristo, creo que estás sentado a la derecha del Padre.

Es decir, tu Humanidad ha sido glorificada y está junto a Dios. Eres un Dios Hombre para siempre con una humanidad glorificada y, como eres hombre, nos has elevado hasta el trono de Dios, buscando hacernos semejantes a Ti.
Todo lo ha puesto Dios bajo tus pies. Eres el rey del universo no sólo como Dios sino también como hombre. Pero al mismo tiempo has elevado a la naturaleza humana hasta el trono de Dios, la has divinizado.
Tu amor va mucho más allá de lo que pidiéramos imaginar o anhelar. La frase "seréis como dioses" se realizará. San Juan lo confirma: "Seremos semejantes a Él porque lo verismos al cual es." ¿Qué mas podías hacer por nosotros, por mí?
Por eso, el no corresponder a tanto amor, el dar la espalda a semejante bondad representa una ingratitud tan grande como el universo. Aún desconozco la altura, la anchura y la profundidad de semejante amor. Si yo conociera, si yo creyera en semejante amor...

7. Jesucristo, creo que vendrás a juzgar a los vivos y a los muertos

En su día vendrás con gloria y majestad, rodeado de los ángeles. Tan distinta de la otra vez. Para juzgar a todos los hombres. Te temo como juez, confío en ti como Redentor. Entre temer o confiar, elijo confiar.
Pero el saberlo...me hace vivir de manera responsable. No puedo vivir a lo loco...No te temo a Ti, porque no me has dado nunca motivos para temerte, sino temo a mis pecados que hablarán en mi contra y me condenarán en el juicio. ¡Piedad, Juez mío, piedad!
¿Puedo pedirte que María Santísima esté en ese juicio para que interceda por mí, ante Ti, su Hijo divino? Ten compasión de tu Madre cuando Ella te pida con lágrimas que perdones, que tengas piedad, cuando Ella te suplique que tengas misericordia de mí.
Ten misericordia de mi Madre, cuando Ella interceda por mí, su hijo pecador ante el Hijo Divino y misericordioso. ¡Piedad, divino Juez, por amor a tu madre!

8. Jesucristo, creo que eres la piedra angular de la Iglesia

Los constructores te despreciaron y el edificio no se mantuvo en pie. De hecho el templo de Jerusalén no existe, queda sólo un muro de lamentaciones. Pero el templo de tu Iglesia sigue en pie, porque te ha elegido a ti como piedra angular.
Todas las vidas que se construyen sobre Ti, resisten el paso del tiempo. Las demás se destruyen. Hoy los hombres te han vuelto a arrancar del edificio de este mundo y el mundo se tambalea, hasta que se derrumbe del todo. Oh Jesús necesario e imprescindible, pero rechazado por los hombres insensatos y pésimos constructores, ten compasión de ellos.
Cuantas veces han hecho el experimento de prescindir de Ti y se han ido por el precipicio. ¿Necesitan más experiencias? Millones de hombres han jugado a ser ateos, a vivir sin Dios. Siempre les ha ido muy mal. Y siempre les irá mal. "Nos has hecho, Señor, para Ti y nuestro corazón estará inquieto hasta descansar en Ti". Lo interesante de esta frase es que la dijo un antiguo y terco ateo.
Eres la piedra angular en la vida de cada hombre. Felices los que edifican sobre Ti y pobres, miserables los que te arrojan fuera de sus vidas: se convierten en eternamente miserables. Yo no quiero ser uno de esos miserables.
Hombres y mujeres locos que, sin saber o sabiéndolo, van por el camino de su perdición, cambien a tiempo su ruta, antes de que sea demasiado tarde. Muchos que, como Uds. erraron el camino, tuvieron tiempo y sensatez para cambiar de ruta. Fueron ateos como tantos, pero ahora son cristianos como pocos. Jesús es la roca que puede y que quiere llevarnos a la salvación eterna. Hagámosle caso. Él perdona, Él comprende, Él espera.

9. Jesucristo, creo que te has quedado realmente con nosotros en la Eucaristía

Este acto de fe llena mi vida de fuerza, seguridad y alegría. Porque Tú, que eres el fuerte, estás con nosotros. Tú que eres el amor, estás aquí. Tú que eres nuestro Hermano mayor, quieres estar con nosotros.
Tú que eres el Pan de Vida saciarás nuestra hambre. Tú que eres el agua viva, saciarás para siempre nuestra sed. La Eucaristía es el cumplimiento formal de una promesa: "Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo". La Eucaristía es una promesa cumplida.
Se ha quedado para todos los hombres, y como yo soy uno de esos hombres, se ha quedado para mí. Si Él es mi Dos y se ha quedado para mí, yo su creatura debiera estar con Él frecuentemente. Mis misas y comuniones, visitas. adoraciones manifiestan mi gratitud y mi amor y la fe de que ahí está para mí. Yo tengo la llave del sagrario y te saco y te introduzco en él y te reparto a los fieles que vienen a buscarte.
Yo soy el pregonero de tu presencia amorosa, debo hablar, debo gritar que estás ahí; debo probar con mi fe y mi respeto que alguien muy importante está presente. Tengo que decirles: "Venid a Él todos los que andáis fatigados y agobiados por la carga y Él os aliviara". Tengo que gritar a los hambrientos y sedientos: Venid a Él, y se saciará vuestra hambre y vuestra sed.
Hombres que pasáis por el camino de la vida con el fardo de penas y trabajos a cuestas, deteneos un momento ante la fuente de aguas vivas.

10. Jesucristo, creo que eres el Señor de la vida y de la historia

El hombre se cree dueño de la vida y actúa como si lo fuera. Te está robando tu trabajo. Y se cree dueño de la historia. ¡Qué equivocado está! Una furia infernal lo está ensoberbeciendo y va derecho a la ruina.
Yo creo, en cambio, y con toda la fuerza de mi fe, que el único dueño de la Vida eres Tú, mi Dios. Y que el único señor de la historia eres Tú, mi Señor. Por ello te adoro y te alabo por todos los ladrones de tu honra.
Señor de la vida, vivifícame. Resucita todo lo que está muerto en mí y cura todas las partes enfermas de mi cuerpo y de mi alma, pues viniste para qua tuviéramos vida y vida en abundancia.
¿Vivir? Se puede decir que todos vivimos, pero hay vidas que se parecen mucho a la muerte. Vivir o semi-morir, vivir o semi-vivir. Yo quiero vivir, ayuda mi vida.
Y conviérteme en resucitador de muertos, sobre todo de almas muertas. Abundan, sufren, tienen boleto para el infierno. No permitas que tanto amor y tanto dolor tuyos y de tu madre no logren resucitar esos muertos.
Señor de la historia. Los hombres van haciendo historia de muerte y de perversión, pero Tú eres el protagonista de esa historia que, respetando libertades, la diriges siempre hacia donde Tú deseas.
Historia de guerras, de abortos, de eutanasia, de divorcio, de narcotráfico, y violencia ¡Qué triste historia están haciendo los hombres! Construyen la civilización de la muerte, y Tú quieres construir la civilización de la vida, de la justicia y del amor.

Nosotros estamos contigo, queremos colaborar en la civilización del amor que es la civilización cristiana.

11. Jesucristo, creo que eres el camino, la verdad y la vida.

Camino:
Una senda que lleva al cielo. Tiene piedras y es estrecha pero Tú nos acompañas, y tu compañía transforma lo duro y amargo en suave y dulce. Es la diferencia de seguir un camino en solitario o en tu compañía. El cielo es cielo porque estás Tú y el infierno es infierno porque Tú no estás.
Caminar sin tu compañía vuelve dura la vida. Muchos se hacen dura la existencia porque no quieren saber de Ti. Yo quiero caminar contigo porque Tú quieres acompañarme y porque Tú solo tienes palabras de vida eterna.
Verdad:
Creo en Ti, Dios mío, porque eres la verdad misma. En un mundo de mentira, Tú eres el refugio y la brújula. En la dictadura del relativismo que equivale a viajar por un mar inestable, Tú eres la roca que resiste el embravecido oleaje.
Necesito creer en algo, en Alguien que dé sentido y seguridad a mi existencia. Tú eres mi roca y rompeolas. Tú eres la verdad de mi vida, eres luz que ilumina mi senda, mi camino seguro.
Vida:
Yo soy la vida, la vida del cuerpo y la vida del alma. Por lo tanto, Él ha dado y sigue dando la existencia a todos los seres, a mí también. Tú eres mi vida y yo soy parte de tu ida.
Salí de Ti, en Ti existo y hacia Ti voy, Dios de mi vida. Mi Dios y mi todo: Mi Dios y mi vida. Sin Ti no existí y sin Ti no existiría ahora y sin Ti no existiré mañana.

Vida de las almas, mantén siempre viva mi alma y ayúdame con tu gracia a resucitar las almas muertas de mis hermanos. La confesión es un sacramento de resurrección; debo ejercerlo con frecuencia y con amor. Decir a un alma: Tus pecados no existen ya y que sea cierto. Camino, Verdad y Vida de las almas, bendito seas hoy y por siempre.

12. Jesucristo, creo que me has llamado a tu Iglesia para luchar incansablemente por la instauración de tu Reino entre los hombres.
He sido llamado, invitado. Pertenezco a tu maravilloso ejército de los hombres más felices del mundo y de los más humildes, de los que se esfuerzan por entrar por la puerta estrecha y de aceptar como santo y seña las bienaventuranzas: Pobres de espíritu, mansos, puros de corazón...
Cuentas realmente conmigo, a pesar de mis limitaciones y miserias, quieres verme luchar y obtener victorias, pescar almas en el mar del mundo, como en el caso de los apóstoles. También a mí me has dicho: No temas, haré de ti un pescador de hombres.
Quiero sentir, como Pedro, la nada de mis esfuerzos en el mar de las almas: "Toda la vida, días y noches tirando las redes y nada..." Y sobre todo sentir la seguridad y confianza en tu poder divino que llena las redes hasta reventar. Quiero echar mis pobres redes en tu nombre y en el nombre de tu Madre bendita. Y sé que se llenarán de almas.
Las echo a través de mis retiros, programas de radio y de mis materiales impresos que son una manera muy particular y moderna de tirar las redes. Tú quieres que hable, que escriba, que edite libros y CDS, quieres que dé conferencias y que siga tirando las redes en tu nombre. Me da tanta alegría y confianza el que te complaces en llenar mis viejas redes y que compartes conmigo la felicidad de la pesca.

13. JESUCRISTO, CREO QUE CONTIGO TODO LO PUEDO.

Porque creo en tus promesas. Si Tú has dicho: "Todo lo que orando pidiereis, lo obtendréis", es porque dices la verdad. Los que se atreven a creer son los hombres y mujeres que logran todo en el mundo. Quiero ser uno le ellos.
En realidad nos has dado la clave para obtener todo, la fe, pero no la usamos sino medianamente. En nuestra oración, en nuestro trato contigo, no nos fiamos plenamente de Ti. Por eso no somos más ricos, más santos, más apóstoles. Hombres y mujeres de poca fe. Ese reproche nos cae como un saco de piedras en la cabeza.
Tan cierto es que nada puedo sin Ti como que contigo lo puedo todo. Estar seguro de esta verdad es honrarte, pues te agrada mucho que confiemos en Ti y es al mismo tiempo disponer de la omnipotencia de Dios. Dios se complace en prestar su omnipotencia en los que confían en Él. Tú puedes ser uno de ellos.
Somos más peritos en usar la inteligencia que en utilizar la fe. La inteligencia ve, mide, pesa, cuenta y saca las conclusiones de su estudio. La fe no mide, no cuenta, simplemente se agarra de la mano de Dios omnipotente y realiza los milagros.

Autor: P Mariano de Blas



lunes, 19 de noviembre de 2012

SÍ, AHÍ ESTÁ DIOS!


A Dios lo encontramos en todas las circunstancias de nuestra vida, sólo tenemos que mirarlo.
Siempre que hablamos de Dios lo hacemos con un gran amor --no digamos ya con un gran respeto--, y siempre tratamos de crecer en la fe, en la confianza y en el amor de ese Dios que nos ama y que nos espera.

Cualquiera diría que esto es muy fácil, y, sin embargo, todos tenemos la experiencia --porque lo oímos mil veces-- de que muchos, cuando sufren algo que les parece injusto, tienen miedo a Dios y dudan de todo: dudan de que Dios exista, dudan de que les ame, y dudan de que Dios les reserve algún bien, y se preguntan:
- Si Dios existe, si Dios me ama, ¿por qué Dios no me escucha? ¿Por qué ha de mandarme este sufrimiento? ¿Por qué tiene que venirme este mal?
Esta queja la oímos muchas veces. Pero, ¿no es cierto que Dios nunca está más cerca de nosotros que cuando sufrimos, como el papá y la mamá sobre el niñito que se ha agravado?...

Se cuenta muchas veces lo que ocurrió en el más terrible campo de concentración y de exterminio de la Segunda Guerra Mundial. Estaban formados todos los prisioneros ante un espectáculo macabro, contemplando al compañero colgado en la horca. En medio del silencio aterrador, se levanta una voz estremecedora:
- ¿Y dónde está Dios?
Ante este grito de un descreído, se alza la voz de un creyente, mientras su dedo señala al que cuelga del patíbulo:
- ¡Dios está ahí!

Cierto. Allí estaba Dios, allí estaba Jesucristo, que extendía a aquel campo de la muerte su propia muerte en la cruz. Porque Dios estaba junto a la horca y las cámaras de gas para salvar a las víctimas inocentes, como estaba en el Calvario esperando que Jesús muriese y fuera sepultado, para resucitarlo después con gloria.

Dios no quiere nuestros males. Dios pedirá cuentas a los causantes del dolor ajeno. Dios nos librará definitivamente un día de todo lo que ahora nos atormenta.

Si tenemos estas convicciones, la prueba se convierte en resignación cristiana y en mérito ante Dios.

Ciertamente, que el dolor es un misterio. ¿Por qué Dios permite el mal? No lo sabremos nunca en este mundo. En este mundo estamos viendo el tapiz o el bordado al revés: todo son hilos que se entrecruzan en un desorden feo y sin ninguna dirección fija. Habrá que mirarlo por el otro lado para asombranos de la obra de arte que allí se esconde.

Únicamente en la vida futura entenderemos el dolor de este mundo, cuando veamos que esas pruebas han sido el camino --angustioso, pero seguro-- por el que Dios nos ha llevado a la salvación.

La gran respuesta a nuestra pregunta la tenemos en Jesucristo clavado en la cruz. Inocente como Jesús, ninguno. ¿Y por qué Jesús ha tenido que sufrir como nadie en este mundo?

Cuando parece que Dios se ha escondido en nuestra vida es precisamente cuando nos mira con más amor. Está detrás de las cortinas de la ventana mirando cómo caminamos por la calle del mundo; nosotros no lo vemos, pero a Él no se le escapa ninguno de nuestros movimientos.

No entendemos su Providencia, pero sabemos besar su mano amorosa cuando nos permite algún mal.
La palabra de Job es una de las más repetidas de toda la Biblia:
- Si recibimos los bienes de la mano de Dios, ¿por qué no vamos a recibir los males? Males que no nos vienen de la mano de Dios, pero que son permitidos por Dios para nuestro bien.

Le preguntaron un día a Teresita:
- ¿Has tenido que sufrir hoy también muchos dolores?
- Sí, pero porque los quiero. Yo quiero todo lo que me envía Dios.

En esta respuesta de la querida Santa está la clave que resuelve todo el problema. Para ella, nos se trataba solamente de resignación y de simple aceptación. Era más. Era querer lo que Dios quería, haciendo de las dos voluntades una sola. Esto es el colmo de la virtud cristiana. Esto es lo que hacen tantos hermanos nuestros, de quienes decimos que están en lo más alto de la santidad.

El mal, por otra parte, no puede triunfar. Dios le tiene puesto un límite del cual no pasará.
Dios no quiere que nuestra vida sea un fracaso. Si permite la tempestad es para dar después la bonanza. Si consiente que los ojos derramen lágrimas, es para convertirlas después en júbilo y alegría.

Dios siempre hace brotar una rosa en medio de las espinas. El dolor entonces, sostenido con valentía, se convierte en la elegancia de la vida.

Un sabio escritor nos lo dice bellamente:
- El dolor, para los que viven en el Espíritu, se convierte en el más recio hilo telefónico, por el cual transmitimos a Dios un himno de amor, como el más hermoso saludo que los hijos pueden dirigir a su Padre, inspirado por el Espíritu Santo.

Hay que repetirse constantemente ese eslogan tan conocido: ¡Dios me ama!
El día en que nos convencemos de ello, y sabemos vivir la realidad que entraña, ese día se ha encontrado la clave misteriosa de la felicidad verdadera... .
Autor: Pedro García, misionero claretiano.

domingo, 18 de noviembre de 2012

Y TU ESPEJO ¿QUÉ REFLEJA?

Quizás valga la pena entregar el espejo que tienes y cambiarlo por uno ...diferente.
Un día llegó un grupo de escaladores procedentes de alguna ciudad. Ciertamente fue un evento de lo más insólito. No estuvieron allí más de tres horas.

Mientras los montañeros reposaban un poco, una de las muchachas sacó de la mochila un espejito de mano. En unos instantes se vio rodeada de un ejército de niñas pequeñas que la miraban en silencio abriendo y cerrando los ojos con la solemnidad que da el asombro. Nunca habían visto un espejo.

- ¿Qué es eso que tienes en la mano? -le preguntó la más pequeña señalando el espejo con su dedo regordete.

- ¿Esto?... ¡Un espejo! -dijo la muchacha- ¿Nunca has visto uno?

El grupo de niñas negó al unísono moviendo la cabeza y sin separar la vista de aquel objeto maravilloso. Verlas era un espectáculo encantador e incluso la escaladora, acostumbrada a grupos de admiradores, quedó prendida de su sencillez.

- ¡Qué cosas! -dijo- Tú nunca has visto uno y yo no podría vivir sin él... toma, te lo regalo.

Y entregó el espejito a la más pequeña. La niña clavó los ojos en su mano, asombrada, después sonrió y mirando intensamente a la chica le dio un sonoro beso en la mejilla.

Pero después de unos momentos la niña volvió y entregó el espejo.

-¿Qué pasó? -dijo la escaladora- ¿No lo quieres?

-No, es que... ¡en éste sólo aparece mi cara! -respondió la niña- Verse a sí misma todo el tiempo es bien aburrido... ¿no tienes otro donde aparezcan mi papá, mi mamá y mis amigos?


¿Y tú? ¿Qué tipo de espejo te haría feliz?

Quizás valga la pena entregar el espejo que tienes y cambiarlo por uno como el de la pequeña...
 Autor: Miguel Segura..

VALORES.


La finalidad principal de los valores es que se constituyen en principios que guían nuestra conducta y decisiones.

¿QUÉ SON LOS VALORES?

Hemos estado hablando de valores y de cómo transmitirlos, pero ¿qué son los valores?

Muchos tenemos dificultad en definirlos. A veces los confundimos con algo que realmente no son. Conviene, pues, dar un breve repaso al tema.

LA FUNCIÓN DE LOS VALORES

Para comprender lo que son, primero es necesario conocer su función.

La finalidad principal de los valores es que se constituyen en principios que guían nuestra conducta y decisiones. Ejercen la función de un mapa.

Decía Aristóteles que la mente humana es como una hoja en blanco que se va llenando conforme vamos adquiriendo conocimientos; esa hoja es como una "copia" del mundo exterior. Esa copia constituye el mapa que guía nuestras acciones, es el modo en que vemos el mundo exterior.

Todos sabemos que el mapa no es el territorio. Un mapa es simplemente una explicación de ciertos aspectos de un territorio. Es una teoría, una explicación o un modelo de alguna otra cosa.

Supongamos que uno quiere llegar a un lugar específico del centro de Querétaro. Un plano de la ciudad puede ser de gran ayuda. Pero supongamos también que se nos ha entregado un mapa equivocado. En virtud de un error de imprenta, el plano que lleva la inscripción de «Querétaro» es en realidad un plano de Celaya. ¿Puede imaginarse la frustración y la inefectividad con las que tropezará al tratar de llegar a su destino?

Se puede entonces trabajar sobre la propia conducta: poner más empeño, ser más diligente, duplicar la velocidad. Pero nuestros esfuerzos sólo lograrán conducirnos más rápidamente al lugar erróneo.

Uno puede asimismo trabajar sobre su actitud: pensar más positivamente acerca de lo que intenta. De este modo tampoco se llegaría al lugar correcto, pero es posible que a uno no le importe. La actitud puede ser tan positiva que uno se sienta feliz en cualquier parte.

Pero la cuestión es que nos hemos perdido. El problema fundamental no tiene nada que ver con la actitud o la conducta. Está totalmente relacionado con el hecho de que nuestro mapa es un plano equivocado.

LOS VALORES SON EL MAPA DE NUESTRAS DECISIONES

Si tenemos el plano correcto de Querétaro, entonces el empeño y el esfuerzo que empleemos es importante, y cuando se encuentran obstáculos frustrantes en el camino, entonces la actitud puede determinar una diferencia real. Pero el primero y más importante requerimiento es la precisión del plano.

Hay dos categorías de mapas en nuestra cabeza:

- mapa del modo en que son las cosas (conocimientos).

- mapa del modo en que debemos actuar ante esas cosas (valores).

En base a esos dos mapas, tomamos nuestras decisiones.

A partir de estos dos mapas, se constituyen dos tipos de educación.

- Educación instructiva: la que transmite conocimientos (cómo son las cosas).

- Educación formativa: la que transmita valores (cómo comportarnos ante las cosas).

Con esos dos mapas mentales interpretamos todo lo que experimentamos.

Por ejemplo, cuando a un muchacho se le ofrece un vaso de tequila en una fiesta de amigos, sus conocimientos le dicen que ese tequila es de buena calidad, de tal marca, que es extraído del agave, que tiene cierto precio, que es embriagante, etc. Ese es su mapa de conocimientos.

Pero su mapa de valores le indica cuál es la actitud que debería tomar ante esa bebida embriagante. "¿Me conviene tomarla?"

El mapa de conocimientos se adquiere en la escuela, en los libros, en Internet, en la televisión, etc. Nuestra mente recibe conocimientos y los guarda en la memoria.

El mapa de valores se va grabando en el alma del niño mediante un proceso de transmisión que, como vimos anteriormente, se centra en el comportamiento.

La madre que dice a su hijo "no debes beber en exceso" está escribiendo en el mapa interior de ese niño una línea que en el futuro le ayudará a tomar decisiones. En la turbulencia de las situaciones complejas de la vida, esa pequeña línea, si está bien grabada, le dará luz para tomar la decisión correcta.

Incluso, si el joven u hombre adulto, en algún momento del camino llegara a perder la ruta, las líneas que la madre grabó en su mapa de niño, le ayudarán a retomar la vía.

GÉNESIS DE LOS VALORES

Todas las percepciones del ser humano van acompañadas de una valoración.

Cada vez que el hombre entra en contacto con algo, no sólo percibe sus características físicas exteriores, sino que realiza de modo espontáneo un juicio de valor. Por ejemplo, cuando vemos un coche por la calle, hacemos una valoración: "¡qué elegante!"

Esas percepciones generan también una demanda silenciosa: "quiero comprar un coche así". El objeto que percibimos nos hace un reclamo, nos llama, por así decirlo, para que tomemos una decisión en relación con él; como si ese coche nos estuviera diciendo "¡cómprame! ¡cómprame!".

Nuestra capacidad de percepción y valoración determina nuestra cultura. Por ello dice Romano Guardini que "la educación de una persona puede medirse por la capacidad de distinguir valores auténticos y falsos, y por la precisión, certeza y fuerza con que responde al grado de valor de cada cosa".

Así pues, el contacto del ser humano con las cosas que le rodean consta de tres pasos:

1. Percepción (capta los elementos físicos externos: color, dimensiones, sonido, etc.). Por ejemplo, un vestido de seda roja.

2. Valoración: hace un juicio de valor positivo o negativo de esa cosa en función de las propias expectativas. Por ejemplo, "ese vestido me vendría muy bien".

3. Demanda: toma una decisión sobre lo que ha percibido y valorado. Por ejemplo, "voy a comprar ese vestido para la fiesta de graduación".

Ahora bien, el ser humano no sólo percibe cosas; también posee la capacidad de percibirse a sí mismo y reconocerse como autor de sus actos. Es capaz, por así decirlo, de objetivarse.

Por su naturaleza espiritual, el hombre es capaz de hacer lo que en filosofía se llama "la vuelta completa". Es decir, una reflexión sobre sus actos que le lleva a reconocerse a sí mismo como autor de los mismos.

Esta auto-percepción va acompañada, como las demás percepciones, de un juicio de valor que invariablemente es este: "¡soy muy valioso!". Todos, por naturaleza, hacemos esta percepción en cuanto tomamos contacto con nosotros mismos.

Esa percepción y valoración genera una demanda silenciosa pero profundamente poderosa, la más poderosa del ser humano: "necesito que me amen por lo que soy, que me respeten, que me tomen en cuenta, que me den mi espacio, que me dejen ser, que me permitan realizarme, ser yo mismo..."

Al igual que sucede con las cosas exteriores, también hace un reclamo silencioso para sí y para los que le rodean.

El contacto del ser humano consigo mismo tiene, pues, el mismo proceso que cuando entra en contacto con las cosas externas:

1. Percepción: "¡soy yo!"
2. Valoración: "¡soy muy valioso!"
3. Demanda: "¡merezco respeto!"

LOS VALORES FUNDAMENTALES.

A raíz de esta percepción nacen los tres valores que son el fundamento de todos los demás:

- Amor (se concreta en necesidad de atención).

- Dignidad (se concreta en igualdad ante los demás).

- Libertad (se concreta en capacidad de autorrealización).

Estas son las expectativas más profundas, exigentes y perdurables que se esconden en las entrañas de la estructura humana.

Todos los seres humanos tenemos estas expectativas. No están sujetas a los altibajos de la moda, del lugar, del tiempo. Se encuentran en un nivel profundo de la personalidad, tanto en la niñez como en la edad adulta.

Estos requerimientos silenciosos llevan consigo un veto: "no soy un instrumento". Ningún ser humano está hecho en función de otro. Todos poseen la misma dignidad, todos tienen un valor intrínseco y único.

De estos tres valores fundamentales, surgen todos los demás: honestidad, caballerosidad, respeto, atención, cuidado, humildad, sinceridad, justicia, honradez, puntualidad, responsabilidad, etc.

Dado que todos los valores tienen su fundamento en la dignidad de la persona, cada uno de ellos refleja un modo de guardar el respeto que merece esa dignidad. Por ejemplo, en una circunstancia concreta, el valor de la gratitud es el modo de expresar mi respeto a esa persona. En otro momento, será mi silencio la manera más adecuada de expresar mi respeto a una cierta persona, etc.

Por este mismo fundamento, todos los valores son intercomunicados, no hay contradicción entre ellos, no pueden oponerse el uno al otro. Donde hay aprecio por un valor específico, los demás también vendrán con él.
Autor: P. Juan Antonio Torres, L.C

MI HERMOSA NIÑA DE GALILEA

Dame las palabras para que pueda mostrar a mis hermanos lo buena y suave que eres conmigo.

María, así de simple. Es la forma de dirigirme y conversar con mi Madre del Cielo, llamándola simplemente María. Sé que mucha gente no la conoce, o tiene una imagen lejana de Ella, quizás demasiado formal, demasiado protocolar. ¿Cómo puede ser nuestra Mamá protocolar al presentarse a nosotros? No, Ella es sencilla, mi pequeña Niña de Galilea, así es para mí. Pero es también lógico que cada uno la vea del modo que su propio corazón indica, con la mirada del alma que todo lo convierte en la expresión del Espíritu Divino, si es que nosotros nos dejamos iluminar por dentro.

Por un instante, déjenme narrarles cómo es que mi corazón ve a la Madrecita del Verbo Divino. De un modo muy particular, la veo de unos quince o dieciséis años, que es la edad en la que Ella se convirtió en Madre Divina, dándonos a Aquel que todo lo puede por amor. A tan temprana edad, mi María se presenta ante mi corazón como una hermosa Mujer, delicada en su mirar, en su caminar. Destaca su delicado cuello, largo y estilizado para dar cabida al más hermoso rostro que Dios jamás cinceló en criatura alguna. Ella es perfecta, no existe ni existirá mujer más hermosa que María, porque Dios la modeló en un acto sublime de Su Potencia Creadora. Y su belleza sólo es superada por su pureza, su inocencia y su férrea voluntad de no desagradar al Padre que tanto ama.

Cuando veo las imágenes de las distintas presentaciones de María a lo largo de los siglos, me quedo con la convicción de que el hombre no ha podido ni podrá modelar jamás la belleza de María ni siquiera en un modo aproximado. Mi alma se esfuerza en descubrir la visión verdadera con que mi joven Reina se presentó como la Medalla Milagrosa, por ejemplo. Santa Catalina de Labouré sin dudas describió del modo más aproximado posible la celestial visión que se presentó ante ella, pero no pudo hacer que el artista cincele en la Medalla Milagrosa el verdadero rostro de la Reina de los ángeles. Esa sonrisa, esas manos siempre en posición de oración, esos ojos iluminados por la Fuente de todo el Amor.

María, joven y sonriente, fulgurante estrella de la mañana. Se presenta en mi corazón como una Rosa que se abre derramando su fragancia y frescura, haciendo de mi un ovillo de hilo que se recoge sobre sí mismo, se envuelve pliegue sobre pliegue hasta quedar extasiado mirándola sonreír, llamándome, invitándome a acompañarla en este viaje. Ella nunca se presenta en vano en nuestro corazón, como una madre nunca se acerca a sus hijos sin un profundo deseo de cuidarlos y amarlos.

María, hermosa Niña de Galilea, perfecto fruto de la Creación en cuerpo y alma. Sólo Ella pudo tener la Altísima Gracia de ser Madre del mismo Dios. El, ante el que el universo mismo se doblega, se hizo pequeñito y vivió nueve meses oculto dentro de ésta hermosa Joven Palestina. El, instante tras instante, fue tomando de su sangre todo aquello que necesitó para formar Su naturaleza humana, Su humanidad. Así, Ella es nuestra Niña de la Alta Gracia, porque ninguna Gracia puede ser tan elevada como la Maternidad Divina.

Enamorarse de María es enamorarse de su Divina Maternidad, de su Inmaculado Corazón, y de su infinita belleza humana también. La siento tan cercana, tan vivamente presente en mi vida, que no puedo más que dirigirme a Ella como María, mi María. Ella es compasiva y paciente ante mis demoras en acudir a su mirada, Madre de la Misericordia. Juntos conversamos, compartimos mis pequeñas aventuras humanas, mis decepciones y dolores, mis esperanzas y sueños. Y María, con esa hermosa sonrisa que se funde en mis pupilas, me mira y me invita a levantar los ojos al Cielo con las manos unidas sobre mi pecho. Madre de la oración, Bella Dama del clamor y la plegaria, Omnipotencia Suplicante, Ella nos enseña a ver a través de los Ojos de Aquel que todo lo puede.

Mi María, hermosa y joven Niña de Galilea, que enamoraste mi corazón porque sabías que era el modo de abrir la puerta al soplo del Amor Verdadero. Me siento tan feliz y orgulloso de ser tu hijo, y al mismo tiempo tan indigno de serlo, que no puedo más que pedirte me ayudes a seguirte en tus deseos, que no son otros que los deseos de Tu Hijo. Dame las palabras para que pueda mostrar a mis hermanos lo hermosa y pura que eres, y lo buena y suave que eres conmigo. Dales la luz que les permita enamorarse de ti como lo has hecho conmigo. Que puedan descubrirte como la más hermosa y pura Mujer que jamás existió, Inmaculada en cuerpo y alma, llena del Espíritu Santo, plena de humildad y fortaleza, escudo que protege y consejo que ilumina. Mi hermosa María, luz de mi vida.
Autor: Oscar Schmidt.

sábado, 17 de noviembre de 2012

¿INTERESA SOCIALMENTE LA FE?

Autor: Pablo Cabellos Llorente
            Dirigiéndose al Parlamento Inglés y a representantes de la sociedad británica, el Papa afirmaba que el papel de la religión en el debate político no es el de proporcionar normas para el justo gobierno, sino más bien el de ayudar a purificar e iluminar la aplicación de la razón al descubrimiento de principio morales objetivos, propios de todos.
            Destaco lo anterior por su interés, pero ahora  voy a referirme al papel de cada cristiano actuando libremente en la sociedad sin olvidar la fe que profesa y conociendo que, dentro de su doctrina, caben soluciones muy diversas. Celebramos un Año de la Fe y quizá sea oportuno recordar algunas ideas para creyentes y no creyentes.
            Me zarandean el laicismo, por un lado, y la falta de coherencia de algunos católicos, por otro. Digo lo del laicismo porque es posible que se entienda mal el papel de los creyentes, sus deberes y obligaciones. Éstos no tratarán de imponer nada, pero sí  ofertarán  un tenor de vida -como escribía Tertuliano- al decir de todos admirable. Este comportamiento beneficia a la sociedad. Es verdad que no siempre es así y que no faltan reticencias por los sectarismos y fundamentalismos procedentes de una y otra parte, sin darnos cuenta de que constituimos una sola parte: la humanidad.
            Por el lado católico, y ciñéndome más al presente, no escasean las conductas impropias, bien por ocultamiento de la fe cuando no es la  moda ambiental, o por conducirse con géneros de vida,  pensamiento, o trato con los demás, poco a nada acordes con esa fe. Las corrupciones que nos invaden, las mentiras, el desprecio de la dignidad humana, la avaricia por el poder o el tener, las guerras, el sexo concebido como mercancía u objeto banal, la despreocupación por los pobres o dolientes, la irresponsabilidad, etc. tendrían más remedio si los cristianos profesaran su fe verdaderamente, no sólo con la boca, sino con obras. Pero tampoco es justa la oposición laicista o relativista que no valora la posibilidad de construir el bien.
            Pero falta recordar el servicio fundamental que, olvidado, arriesga la pérdida del resto: hemos de ofertar a Dios. En la homilía del comienzo de su Pontificado, decía Benedicto XVI: Nosotros existimos para enseñar Dios a los hombres. Si hemos renunciado a esa tarea, seguramente necesitamos volver a los comienzos: a buscar a Cristo en la Eucaristía y, antes, en la Confesión sacramental.

CONSOLAR A QUIEN ME CONSUELA

Jesús quiere ser consolado. Precisamente por aquellos que tantas veces hemos recibido su consuelo.
Casi puedo acostumbrarme: tras el pecado, Dios se volcó nuevamente sobre mi alma. Me invitó a la confianza, me alentó al arrepentimiento, me acercó al sacramento de la confesión, me abrazó con su misericordia. ¡Es tanto lo que Dios ha hecho y hace tantas veces por mí!

Sí: puedo acostumbrarme, hasta el punto de ver casi como algo seguro el hecho de que mi Padre volverá mañana a buscarme para limpiar pecados, para encender la esperanza, para resucitar el amor que se apagaba. Pero si tan sólo recordase qué precio fue pagado por mi rescate, si tuviese ante mis ojos los esfuerzos tan grandes que pasó el Hijo para redimirme...

Necesito, por eso, tener un alma abierta, profunda, agradecida. El amor que recibo sólo puede pagarse con amor. Por eso, al que mucho se le perdona mucho ama (cf. Lc 7,47).

Pero no me basta simplemente con la gratitud. Hay momentos en los que siento que también Él necesita algún consuelo. Su grito en el Calvario, escuchado por la Madre Teresa de Calcuta y por miles y miles de católicos de todos los tiempos, llega a mi corazón: "Tengo sed" (cf. Jn 19,28).

Es cierto: mis heridas son mayores que las suyas, pues el pecado pone en peligro el sentido bueno de mi vida, mientras que los clavos del madero no enturbiaron el amor de Cristo hacia su Padre y hacia los hombres. Pero no por ello el Señor deja de anhelar consoladores para su sed de amor, para sus sueños de encender un fuego en el mundo, para que la oveja perdida vuelva pronto al hogar donde será amada.

Jesús quiere ser consolado. Precisamente por aquellos que tantas veces hemos recibido su consuelo. Esa será la mejor manera de decirle, desde lo más íntimo de mi alma, ¡gracias! por tantas ocasiones en las que me ha susurrado, con la voz humilde de un sacerdote, "yo te absuelvo de tus pecados...".
Autor: P. Fernando Pascual LC.

viernes, 16 de noviembre de 2012

MARAVILLOSO DON DE LA FE, POR ÉL CREEMOS EN LA VIDA ETERNA

Sabemos que vamos a morir pero no queremos detenernos a pensar en ello.
No se que tiene este mes de noviembre que con su llegada nos envuelve en una especie de nostalgia, de recuerdos, de cosas y de seres que ya se fueron, que ya no están.

Cuando pase noviembre, en diciembre, será distinto. Diciembre es un mes con alegría de fiestas, de música navideña, de cascabeles, regalos y vacaciones, pero...noviembre siempre tuvo un aire solemne, un tinte gris, quizá porque es el mes en que se recuerda más profundamente a los que nos dejaron y se habla en voz baja de la muerte.

Sabemos que vamos a morir pero no queremos detenernos a pensar en ello. Es una idea latente en nuestro interior pero vivimos como si ese momento nunca nos fuera a alcanzar.

"Después de que se ha hecho lo posible para sostener en lo alto al antorcha de la vida, llegada la hora y cuando "ella" está ya a la puerta, es una locura oponerse al desenlace inevitable. En ese trance, la sabiduría aconseja colgar la espada, soltar los remos, dejarse llevar", esto nos lo dice el P Ignacio Larrañaga y añade:-" El hombre ha de hacerse amigo de la idea de tener que acabar. Serenamente, sabiamente, humildemente debe aceptar acabarse: soltar las adherencias, que como gruesas maromas lo amarraban a la orilla y... dejarse llevar mar adentro".

El pensamiento que después de que yo acabe otros comenzarán, así como muchos tuvieron que irse para que yo comenzara, nos va llenando el espíritu de una sublime paz con la certeza de que todo está bien.

Esta forma de ver las cosas nos ayuda para esforzarnos a vivir de tal manera que cuando nos llegue "la hora" podamos decir:"deber cumplido". Deber cumplido no quiere decir: todo lo hice bien, en todo sobresalí, en todo fui el primero...etcétera, etcétera. El deber cumplido es haber puesto todas las ganas en hacer lo que se nos pedía que hiciésemos según nuestro estado y forma de vida, el haber cumplido, jornada tras jornada, en la cadena de nuestros días con honestidad, con rectitud, con nobleza de corazón.

Morir dignamente, dejar este mundo serenamente, sin rebelión, aceptando. Esto en cuanto a la muerte física se refiere, porque si hay Fe, sabemos que morir es como un desdoblamiento de nuestro verdadero yo, como un renacer de nuevo, dejando nuestra envoltura corporal para que ya libre de ella, nuestro espíritu regrese a la vida eterna, al regazo del Padre sin perder su propia identidad.

Maravilloso DON el de la Fe, por él creemos en la vida eterna y en la resurrección de los muertos, porque Cristo nos dio las primicias con su propia Resurrección y nos espera en el Cielo.

Fue el mes de noviembre el que nos hizo tener esta pequeña reflexión sobre la muerte y al tenerla nos consuela el pensamiento de jamás dejaremos de existir , pues Dios nos otorgó el DON de un alma inmortal y esta es la victoria del hombre sobre la muerte.
Autor: Mª Esther De Ariño.

jueves, 15 de noviembre de 2012

CREO EN TI, SEÑOR

Creer es fiarse, es tomar la mano del amado y, sin soltarla, caminar juntos siempre, durante las horas de desierto y las horas de primavera.
Creo en Ti, Señor. Creo que existes, que vives, que eres amor. Creo que eres la misericordia infinita y que la manifiestas a raudales en tantos acontecimientos de nuestra vida.

Creo que eres el camino seguro que lleva al cielo, y que no hay otro. No hay otro cielo ni otro camino que lleve al mismo.

Creo que eres la verdad de la vida y de las cosas. Eres también la vida de todos los seres, eres mi vida... Vida plena, vida eterna...

Creo que has formado los cielos y la tierra, con todo su ornato. Si en Ti no creyera, todo sería destrucción, desorden, caos. Creo en Ti, Señor.

Crecer en la fe es crecer en el amor. Por eso, porque creo en Ti con toda mi mente, te amo con todo mi corazón. Creer es fiarse, es tomar la mano del amado y, sin soltarla, caminar juntos siempre, durante las horas de desierto y las horas de primavera.

Te gusta, Señor, que tengamos fe en Ti: "Tu fe te ha salvado", y te apena mucho nuestra falta de fe: "Hombres de apoca fe, ¿porqué habéis dudado?"

Quiero ser un hombre o una mujer que se fía de Ti totalmente, que camina por la vida no con la seguridad de sus pies o de su mente sino con la seguridad de su Dios.

1. Jesucristo, creo que eres el Hijo eterno del Padre

Creo en la Santísima Trinidad. La celebramos en su fiesta. Eres un Dios único pero en tres personas que son amor. Y creo que las tres personas habitan en mi alma por la gracia.
Tú eres el Hijo del Padre desde toda la eternidad, el hijo en el cual tiene el Padre todas sus complacencias. El Hijo enviado al mundo no para juzgarlo, sino para salvarlo.
Eres tan parecido al Padre. Nosotros debemos ser tan parecidos a Ti. No fuiste enviado por el Padre para condenarme, sino para salvarme. A mí y a cada uno de los hombres.
Pagaste un precio tremendo. Pagaste todo Tú para comprarme a mí. Hasta sin sangre en las venas te quedaste, sin vestidos, sin vida. Para salvarme a mí. Pues, ¿quién soy yo? Te quedaste infinitamente pobre, Tú que eras infinitamente rico.
Soy el precio de tu sangre, de tu muerte, de tus infinitas humillaciones. ¿Qué clase de amor es éste? ¿Puede un mendigo sentirse más feliz que yo? ¿Puede un encarcelado, prisionero de por vida experimentar más alegría que yo? ¿Puede un condenado al infierno sentirse más afortunado que yo? Pues soy un pobre hambriento convertido en rico, un encarcelado a quien han dado el indulto, un condenado al infierno liberado del eterno dolor.

2.Jesucristo, creo que eres el salvador de los hombres

Lo que implicó la salvación: Belén, Nazaret -ocultamiento perfecto-. La pasión y la Cruz -amor sin límites-
Belén, Nazaret, Jerusalén son ciudades que me recordarán eternamente el amor de mi Dios. En Belén nació por amor a mí en la máxima pobreza. Una cueva, un pesebre de amor. En Nazaret vivió por amor a mí en el ocultamiento perfecto. En Jerusalén sufrió la pasión y la muerte de un esclavo y de un "maldito" por amor a mí.
En esas ciudades me amó hasta el extremo mi Creador, mi Redentor. Siempre que te mire, veré el rostro y los ojos de mi Salvador, unos ojos que me miran con amor, con compasión y con inmensa esperanza. Siempre que piense en Ti, sentiré renacer la esperanza, porque eres Luz, Resurrección, Buen Pastor, Camino, Vedad y Vida.
Contigo siempre hay remedio, hay salida. Por tanto camino por la vida con la frente alta, el corazón alegre y paso seguro. Voy con Jesús, con el que prometió: "Yo estaré con vosotros todos los días, también hoy."

3. Jesucristo, creo que te encarnaste en el seno de la Virgen María por obra del Espíritu Santo.

Se puede decir que actuaste como si no fueras Dios durante treinta y tres años. Humillación total. Por amor.
Somos hermanitos de carne y hueso con la diferencia de que Tú eres Dios. Pero, para que no sintiéramos complejo frente a Ti, quisiste divinizarnos, convertirnos en pequeños dioses en el cielo.
Como todos los niños, como yo, estuviste encerrado en el seno de tu madre, creciendo día a día hasta que estuviste maduro para nacer. Lo mismo que yo, lo mismo que todos los niños.
Recién nacido eras como todos los bebés. La cosa más débil del mundo, Tú el Dios de los ejércitos. Quisiste sentir lo que siente un niño creciendo en el seño de su madre. Y a María le hiciste sentir tu presencia y tus movimientos.
Oh divino bebé, maravilloso niño que sobreviste al aborto. Hoy millones de niños no tienen la suerte que tuviste tú de nacer. Ten compasión de todos ellos y de sus mamás porque no saben lo que hacen.

4. Jesucristo, creo que padeciste y morirse en la cruz para redimirnos de nuestros pecados.

Y tengo que decir como san Pablo: Líbreme Dios de gloriarme en nada si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo. Me amaste y te entregaste por mí en la cruz.
Amor escrito con sangre. Para que no me quedaran dudas de que me amas. "Si fuera necesario para salvarte, volvería a sufrir de buena gana por ti solo todo lo que sufrí por el mundo entero"...Palabras dichas por Ti a una santa. Cuanto amor, cuánto dolor. Cuánto dolor, cuanto amor. Por mí.
Pordiosero miserable, condenado al infierno, todo esto y más he sido. Pero de todo esto me ha librado Jesús. A costa de tormentos, salivazos, flagelos, espinas y humillaciones he sido arrancado del infierno que era mi lugar merecido.
La eternidad no será suficiente para agradecer, para amar, para bendecir y adorar a la persona que mizo tanto bien. Con Pablo digo y diré: "Líbreme Dios de gloriarme en nada si no es en la cruz de mi Salvador."
¿Será tan difícil amar entrañablemente a un ser que tanto amor me ha demostrado? ¿Podré negar yo, criatura miserable, algo a mi Dios Omnipotente, sobre todo en el amor?

5. Jesucristo, creo que resucitaste al tercer día.

Recuperaste tu divinidad. Te enterraron como hombre y resucitaste como Hombre-Dios glorificado. Y ya la muerte no podrá dominarte jamás. Vives eternamente en el cielo para interceder por nosotros ante el Padre.
Con san Pablo afirmamos: Cristo ha resucitado. Ahí se apoya nuestra fe y nuestra religión triunfadora. La religión de un Dios-Hombre que se dejó vencer y humillar hasta un grado inaudito para resucitar y vencer tan solo tres días después a todos sus enemigos de un solo golpe.
El fundador de nuestra religión es un gran triunfador. Seguimos a un Caudillo que nos lleva a la victoria segura. "Las puertas del infierno no prevalecerán contra ella". Un optimismo radical debe prevalecer en muestra vida en medio de las tormentas del mundo moderno.
De los fundadores de religiones -que son numerosos- sólo uno vive resucitado, habiendo vencido a la muerte. Los demás son un puñado más de polvo que hay dentro de la Tierra.
Al resucitar con tu cuerpo humano nos has confirmado que nosotros, de manera semejante y a su tiempo, resucitaremos contigo para vivir eternamente contigo felices en el cielo. Así como creo en tu resurrección, creo también en la mía.

6. Jesucristo, creo que estás sentado a la derecha del Padre.

Es decir, tu Humanidad ha sido glorificada y está junto a Dios. Eres un Dios Hombre para siempre con una humanidad glorificada y, como eres hombre, nos has elevado hasta el trono de Dios, buscando hacernos semejantes a Ti.
Todo lo ha puesto Dios bajo tus pies. Eres el rey del universo no sólo como Dios sino también como hombre. Pero al mismo tiempo has elevado a la naturaleza humana hasta el trono de Dios, la has divinizado.
Tu amor va mucho más allá de lo que pidiéramos imaginar o anhelar. La frase "seréis como dioses" se realizará. San Juan lo confirma: "Seremos semejantes a Él porque lo verismos al cual es." ¿Qué mas podías hacer por nosotros, por mí?
Por eso, el no corresponder a tanto amor, el dar la espalda a semejante bondad representa una ingratitud tan grande como el universo. Aún desconozco la altura, la anchura y la profundidad de semejante amor. Si yo conociera, si yo creyera en semejante amor...
Autor: P Mariano de Blas LC.