"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

viernes, 31 de agosto de 2012

NUNCA UN CATÓLICO PUEDE JUSTIFICAR EL ABORTO

Profesar la fe y ser católico es un compromiso muy importante. Vivir en gracia es el estado más grande para dar gloria a Dios

1.- La Iglesia, con su enseñanza y con el servicio que tiene de ser portadora del mensaje de Jesucristo, indica y orienta al pueblo cristiano.

De ahí que hay normas y orientaciones claras tanto desde el punto doctrinal como moral. El Código de Derecho Canónico es el instrumento que la Iglesia tiene para indicar el camino de fe y costumbres en los miembros de la Iglesia. Señala el canon 1398 que “quien procura el aborto, si éste se produce, incurre en excomunión latae sententiae”. Es este un delito que se comete siempre que se realiza una acción dirigida directamente a matar el feto, bien en el vientre de la madre, o bien fuera de él; y se consigue su efecto.

Respecto al concepto penal de aborto, el Pontificio Consejo para la Interpretación de los textos legislativos, ha respondido que se ha de entender por tal la muerte provocada del feto, de cualquier modo que ésta se produzca desde el momento mismo de la concepción. Los que cooperan o colaboran de forma directa o apoyando incurren en el mismo delito. Los católicos sabemos que el Papa Beato Juan Pablo II declaró que la eliminación directa y voluntaria de un ser humano inocente es siempre gravemente inmoral (Enc. Evangelium Vitae, n. 58). El Concilio Vaticano II nos advierte que “la vida, desde su misma concepción, se ha de proteger con sumo cuidado; el aborto y el infanticidio son crímenes nefandos” (Gaudium et Spes, n. 51).

Queda excomulgado y no puede acercarse a recibir la Comunión sacramental quien haya incurrido en este pecado. Comulgar en pecado mortal es un sacrilegio como bien dice San Pablo: “Por tanto, quien coma el pan o beba la copa del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor” (I Cor 11,27). De ahí que se requiera la conversión en el que quiera acercarse al banquete de la Eucaristía. La misericordia del Señor no contradice la necesidad de conversión. Una vez arrepentidos y confesados se nos abren las puertas a la recepción de la Eucaristía.

A veces se suele decir: “Pero no debemos juzgar”. Es cierto que no se puede juzgar la conciencia de otro. Pero sí debemos saber claramente lo que significa ser católico y lo que se requiere para comulgar. El católico cree que Dios ha revelado la Verdad en materia de doctrina y moral y que esta es enseñada por le magisterio de la Iglesia. Por lo tanto la conciencia del católico se forma a la luz del magisterio de la Iglesia. La Iglesia no obliga a creer ya que la fe es un don de Dios. Pero enseña que debemos ser consecuentes como católicos. Quien no cree en las enseñanzas de la Iglesia no tiene autoridad para decir que es un bueno y fiel católico.


2.- ¿Qué decir sobre el derecho de los fieles a recibir la comunión?

El mismo Derecho Canónico en el canon 915 advierte que: “No deben ser admitidos a la sagrada comunión los excomulgados y los que están en entredicho después de la imposición o declaración de la pena, y los que obstinadamente persisten en un manifiesto pecado grave”. Se requiere una dignidad y estado de gracia para recibir la Sagrada Comunión. Hay unos principios generales como expresaba en una nota el Cardenal Ratzinger al Cardenal de Washington.
·  Presentarse para recibir la Sagrada Comunión debería ser una decisión consciente, basada en un juicio razonado respecto de la propia dignidad para hacerlo, según los criterios objetivos de la Iglesia, haciéndose preguntas como: “¿Estoy en plena comunión con la Iglesia Católica? ¿Soy culpable de algún pecado grave? ¿He incurrido en una pena (p. e. la excomunión, el entredicho) que prohíbe que reciba la Sagrada Comunión?” La práctica de presentarse indiscriminadamente a recibir la Sagrada Comunión, simplemente como consecuencia de estar presente en la Misa, es un abuso que debe ser corregido (cf. Instrucción Redemptionis Sacramentum, n. 81, 83).
·  La Iglesia enseña que el aborto o la eutanasia son pecado grave. La Carta Encíclica Evangelium vitae, respecto de decisiones judiciales o leyes civiles que autorizan o promueven el aborto o la eutanasia, declara que existe “una grave y clara obligación de oponerse por la objeción de conciencia. En el caso de una ley intrínsecamente injusta, como una ley que permite el aborto o la eutanasia, nunca es lícito por tanto obedecerla, o participar en una campaña de propaganda a favor de tal ley o votar por ella´” (n. 73). Los cristianos tienen “una grave obligación de conciencia de no cooperar formalmente en prácticas que, aún permitidas por la legislación civil, son contrarias a la ley de Dios. En efecto, desde el punto de vista moral, nunca es lícito cooperar formalmente con el mal. Tal cooperación nunca puede ser justificada invocando el respeto a la libertad de otros o apelando al hecho de que la ley civil lo permite o lo requiere” (n. 74).
·  Aparte del juicio de un individuo respecto de su propia dignidad para presentarse a recibir la Santa Eucaristía, el ministro de la Sagrada Comunión se puede encontrar en la situación en la que debe rechazar distribuir la Sagrada Comunión a alguien, como en el caso de un excomulgado declarado, un declarado en entredicho, o una persistencia obstinada en pecado grave manifiesto (cf. canon 915).
·  Respecto del grave pecado del aborto o la eutanasia, cuando la cooperación formal de una persona es manifiesta -entendida, en el caso de un político católico, como hacer campaña y votar sistemáticamente por leyes permisivas de aborto y eutanasia-, su párroco debería reunirse con él, instruirlo respecto de las enseñanzas de la Iglesia, informándole que no debe presentarse a la Sagrada Comunión hasta que termine con la situación objetiva de pecado, y advirtiéndole que de otra manera se le negará la Eucaristía.
·  Cuando “estas medidas preventivas no han tenido su efecto o cuando no han sido posibles”, y la persona en cuestión, con obstinada persistencia, aún se presenta a recibir la Sagrada Comunión, “el ministro de la Sagrada Comunión debe negarse a distribuirla” (cf. Declaración del Pontificio Consejo para los Textos Legislativos “Sagrada Comunión y Divorcio, Católicos vueltos a casar civilmente” [2002], n. 3-4). Esta decisión, propiamente hablando, no es una sanción o una pena. Tampoco es que el ministro de la Sagrada Comunión esté realizando un juicio sobre la culpa subjetiva de la persona, sino que está reaccionando ante la indignidad pública de la persona para recibir la Sagrada Comunión debido a una situación objetiva de pecado.

Profesar la fe y ser católico es un compromiso muy importante. Vivir en gracia es el estado más grande para dar gloria a Dios. En este caso por lo tanto nunca un católico puede justificar el pecado del aborto. El Amor de Dios no excluye la Justicia de Dios, puesto que amor y mentira nunca pueden ir juntos. El amor y la verdad son la armonía de lo auténticamente justo. A los santos siempre, desde los primeros tiempos, se les ha llamado JUSTOS.
Autor: Mons. Francisco Pérez González.

Acerca del autor

Mons. Francisco Pérez nació en Frandovínez (Burgos). Fue ordenado sacerdote en 1973. En 1995 fue nombrado obispo de Osma-Soria y en 2003 Arzobispo Castrense. Desde 2007 es Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela.

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EN UNIÓN CON LAS ALMAS DEL PURGATORIO

Rezar por ellas es un ida y vuelta, nosotros pedimos por ellas mientras que interceden por nosotros.

¡Cuantos misterios esconde la Voluntad de Dios!. Y muchos de ellos sólo se nos revelarán cuando ya sea tarde para corregir nuestro rumbo, y no nos quede otra opción más que someternos a la Justicia de Dios. ¡Si pudiéramos hablar con las almas purgantes, cuantos consejos nos darían!. Ellas nos enseñarían que la diferencia más grande entre el infierno y el Purgatorio radica en que mientras en el fuego eterno las almas blasfeman y rechazan a Dios (llevando al infinito el rechazo y odio que tuvieron en vida), en el Purgatorio las almas buscan y desean a Dios. Y es ese el mayor castigo: no tener a Dios. Pero también es el mayor consuelo el saber que lo tendrán, luego de purificarse y ser almas dignas de estar en el Reino, en Su Presencia por toda la eternidad.

Ellas nos dirían que no desperdiciemos la gracia de poder hacer que el sufrimiento sirva para evitar la purificación por la que ellas pasan, ya que mientras en vida las buenas obras, el amor y el dolor suman y preparan el alma, en el Purgatorio solo queda sufrir y esperar el momento de subir al Cielo. ¡Que desperdicio el nuestro!. Ellas nos ven malgastar nuestro día en banalidades que luego deberemos pagar, sometidos a la Justicia Perfecta de Dios. Y que nos dirían nuestros ángeles custodios, viendo que vamos camino al sufrimiento, como niños que irresponsablemente juegan al borde del precipicio, inconscientes del peligro que los acecha. Las almas purgantes y los ángeles son testigos de nuestros errores, y con enorme amor ruegan a Dios para que cambiemos nuestro rumbo y busquemos a Jesús, que lo deseemos con un corazón que reconoce que sólo Dios cuenta.

Imaginen que inútil aparece para estas almas todo nuestro superficial mundo, nuestras preocupaciones, mientras tenemos tiempo y la oportunidad de mostrarle a Dios que podemos entrar a Su Reino por el camino del Amor Perfecto, esto es, por medio de la fe, la esperanza y la caridad.

En el Purgatorio se ama, se ama sin limites, y se arrepiente el alma de tanta ceguera vivida en la vida terrenal. Ellas esperan el consuelo de María y de San Miguel, de los ángeles que acuden en su apoyo, recordándoles que después del sufrimiento tendrán la gloria de llegar al gozo infinito. Allí se pide oración: cuando ellos reciben el amor de los que aun estamos aquí hecho alabanza a Dios, no sólo se consuelan sino que acortan su sufrimiento. Y lo devuelven cuando llegan al Cielo, intercediendo por quienes los supieron ayudar a disminuir sus sufrimientos.

¿Quieres hacer un buen negocio, el mejor de todos?. Une tu alma a las de las almas purgantes, ora por ellas, siente que estás unido a su dolor y las consuelas, mientras ellas adquieren la luminosidad que les permita subir a la Gloria. Verás entonces que los dolores de aquí adquieren un significado distinto, son un trampolín para el crecimiento del alma, te hacen sentirte unido a Dios, trabajando para El. Pocas obras son tan agradables a Jesús y María como la oración de quienes se unen espiritualmente a las almas purgantes. Es un ida y vuelta, un fluir de alabanzas que sube y baja, y que ayuda tanto a unos como a otros.

Un día se escuchó, durante la segunda guerra mundial, una multitud aplaudiendo y aclamando en la iglesia de Santa María de la Gracia, en San Giovanni Rotondo. Pero a nadie se vio allí, por lo que los pocos que estaban presentes preguntaron a San Pío de Pietrelcina que había ocurrido. El les dijo: “he estado rezando durante muchos días por los soldados que mueren en el campo de batalla, y una multitud de ellos ha venido a agradecerme porque han salido del Purgatorio y han entrado al Cielo”. La oración de Pío, poderoso intercesor ante Dios, les había acortado el sufrimiento.

Oremos por las almas purgantes, porque serán ellas las que intercederán por nosotros cuando tengamos que purificar nuestra alma. Y serán entonces ellas las que nos darán la bienvenida al Cielo, cuando Dios en Su Infinita Misericordia nos conceda esa Gracia.

¡Trabajemos por ello, tenemos nuestra vida para lograrlo, ese es el sentido de nuestra presencia aquí!.
Autor: Oscar Schmidt.

jueves, 30 de agosto de 2012

UNA DIANA EQUIVOCADA

UNA  DIANA  EQUIVOCADA
Autor: Pablo Cabellos Llorente
            No sé si es una serpiente de verano, un error de táctica o, sencillamente, manía hacia el Opus Dei, pero llevamos un verano en el que varios miembros de la oposición política se han dedicado a convertir a esta Prelatura de la Iglesia Católica en  diana para sus flechas. Las serpientes de verano suelen crearlas más bien los gobiernos, por  lo que resulta extraño verlas fabricadas por la oposición. Puede ser una mala táctica porque piensan que atizando al Opus Dei pegarán al gobierno. Craso error. Puede ser una manía y son muy dueños de tener las que quieran, pero ya cansan.
            Comenzó Tomás Gómez pidiendo una ley que inhabilitase  a los miembros de la prelatura para ocupar cargos públicos, luego montaron el circo con la posibilidad de que Andrés Ollero redactara el dictamen sobre la ley del aborto en el Tribunal Constitucional, y ahora los colegios, con la manía de que segregan. Si el Tribunal Supremo falla así, pues muy bien, pero  habrá que ver es si es constitucional el artículo de la ley que ampara esa sentencia. De paso, alguno ha vuelto a lo del elitismo, cuando precisamente uno de los colegios afectados es Altair, situado en una barriada marginal de Sevilla, contra el que ya lucharon colocándole -eso sí que es despilfarro- un centro estatal enfrente. Y unas Escuelas Agrarias. Sabemos que un alumno cuesta el doble en un centro  público que en uno concertado.  Resulta que los que segregan son ellos, tratando de hacer ciudadanos de segunda a quienes tienen todos sus derechos plenos. En primer lugar, los padres de los alumnos. ¿Dónde está la ética?
            Además de la ristra de errores, juegan a maltratar  a una institución de la Iglesia que solamente intenta servir a los ciudadanos. Es triste juego el hacer de felón, con orquesta facilona; o una broma de mal gusto, pero ya va siendo hora de que los señores insultadores se dediquen a arreglar este país, que tiene problemas más importantes que éstos, porque el problema del Opus Dei no existe para la política. ¿Acaso no son libres y personalmente responsables de sus actos los miembros de esta institución? Achacar a la Prelatura cualquier cosa que realicen ellos es no entender la libertad y, lo que es peor, no saber vivirla, ignorar qué es un país democrático y libre. En el fondo es un sainete malo.

TE PROPONGO UNA VISITA AL SANTÍSIMO

Y encontrarás el amor de Jesús, que cura del mal y llena de fuerza la vida.
Le propongo un ejercicio sencillo:

1- Abra la Biblia en el Nuevo Testamento, y lea algo de lo que dice y hace Jesús entre los discípulos y la gente.

2- Después de leer algo de Jesús entre los discípulos y la gente, piense en el sagrario. El sagrario es el lugar más importante de las capillas y los templos católicos, porque ahí se reservaron las hostias consagradas en la santa misa, y por lo tanto, allí en el sagrario está Jesucristo, presente en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, en la Eucaristía. Es el misterio de nuestra fe...

3- Física o espiritualmente delante del sagrario piense: ´Ese Jesús que aparece en el Evangelio, que nació de María Virgen, que murió por el perdón de los pecados, resucitó al tercer día y subió al cielo a prepararnos un lugar; ese Jesús del evangelio es el mismo Jesús del sagrario que hoy me ofrece su Amor generoso, desmedido. Acepto el amor de Jesús, me cura del mal y me llena de la fuerza de la vida.

El Amor del Hijo de Dios me cambia el corazón, me dice lo que soy, me da la identidad más importante, me marca hondo por el Bautismo, con el signo imborrable de hijo adoptivo de Dios. El amor de Jesús, Hijo de Dios, me da la pertenencia a la familia la Iglesia y me misiona a vivir en el amor a Dios y al prójimo.

4- En la presencia de Jesús sacramentado, decido y me propongo amar. El amor es el camino y la exigencia de todo el que se hace discípulo de Jesús, y peregrina con Jesús y sus hermanos a la casa del Padre Dios.


Señor Jesús, quiero hacerme prójimo, quiero amar y servir al que hoy está a mi lado. Me propongo amar dando la vida por el otro, como hiciste tu y como tu nos pides que hagamos nosotros. Te ruego Jesús que vengas a mi corazón y habites en él como en un sagrario vivo.
Autor: Guillermo Ortiz, S.J.

miércoles, 29 de agosto de 2012

LIBERTAD ESCOLAR DE LAS FAMILIAS

LIBERTAD  ESCOLAR  DE  LAS  FAMILIAS
Autor: Pablo Cabellos Llorente.
            El Tribunal Supremo ha dictaminado recientemente que dos Comunidades Autónomas deben denegar el Concierto educativo a unos centros con educación diferenciada. Jurídicamente no debía ser fácil el tema cuando los dos Tribunales Superiores de Justicia de esas Comunidades habían fallado a favor de los colegios. A mí no me interesa entrar ahora en un galimatías legal, que no entiendo, aunque sí lo suficiente como para saber que la Constitución española establece -sin restricción alguna- el derecho de los padres a elegir el tipo de educación que deseen para sus hijos.
            Caben diversos tipos de enseñanza: estatal, de iniciativa social o de iniciativa social concertada, con idearios variadísimos pero, dentro de todas las posibilidades, no entra la educación diferenciada, que no será mejor ni peor, sino otra opción. No dudo de la justicia del Tribunal Supremo pero, si es acertada, habrá que cambiar una ley -posiblemente anticonstitucional- con la tan traída y llevada discriminación de sexos. Si lo legisladores fueran coherentes, tendrían que hablar de discriminación de género, con lo que el tipo de escuelas se multiplicarían por mucho. Además habría que ver si el progenitor A se ponía de acuerdo con el B...
            No nos engañemos, la falacia de la discriminación, se sencillamente una falacia, porque  nadie discrimina a nadie al separar niños y niñas en la enseñanza. Lo saben miles de familia en nuestro país. ¿Están traumatizados los que se educan de ese modo? ¿Ha sido motivo para acudir al psiquiatra? ¿No son más las mujeres sometidas al aborto quienes acuden a estos médicos? Además, con exclusión del padre de la criatura para intervenir, quedan discriminados ambos: uno por no participar en la decisión y la otra por pechar sola con ella. Pues resulta que esta legalidad hipócrita llama derecho al aborto y discriminación a la educación citada. Cualquier día se cargan las sociedades gastronómicas de hombres,  los baños separados de bares o aeropuertos o la asociación de mujeres periodistas. Unos ejemplos entre decenas.
            Si esa forma de educar fuera anticonstitucional, lo sería también para los colegios no concertados. Como no lo es, simplemente responde al capricho del legislador o una imposición ideológica aplicada con un sesudo argumento: sí, pero no con mi dinero. Eso provoca otra injusticia porque los padres que lleven a sus hijos a un colegio diferenciado, lo pagan dos veces, precisamente con su dinero: en el colegio y en los impuestos destinados a los privilegiados que sí tienen gratuita la educación deseada. Los sindicatos han empleado frecuentemente esta fórmula, también algunos partidos políticos y medios de comunicación situados en su ola. Pues, con más motivo, se les podría decir a ellos: sí, pero no con mi dinero. La escuela concertada ahorra dinero al erario público; ellos, no.
              Nuestra Constitución garantiza la gratuidad de ciertos niveles de enseñanza y la capacidad de los padres para elegir con libertad. Diré de pasada que las famosas zonificaciones ya han reducido notablemente la libertad. Traban a la libertad. Como la entorpece esta ley que da pie a la mentada sentencia que, por cierto, también contiene otra deriva terrible: el Estado por encima de los padres. Parece, más bien, que lo que se da de bofetadas con la Constitución es una ley de quita libertades protegidas por ésta.
            Hay que andar con tiento para que una moda,  una imposición del pensamiento dominante, no nos trajine como le venga en gana, seamos progresivamente encorsetados, y nos demos cuenta  cuando no tenga remedio. Por eso -y sin entrar yo en política, pero amando la libertad que nos sustraen-, me gusta que el titular de la Cartera de Educación haya afirmado enseguida que si esa ley no autoriza este tipo de respetable educación,  habrá que cambiarla. Cuanto antes, porque no hay derecho -esto sí que sería un fraude- a que centenares o miles de familias se queden de pronto sin colegio y sin dinero. Todo por capricho, por ideología, tal vez por maltrato a la religión, por tiranía, que así se llama ese modo de proceder.
            Por lo que va dicho -aunque estemos en pleno verano-, son los padres y madres de familia quienes deben reaccionar con inmediatez. No sé si ahora los jueces se dedican a fallar en verano pues, ni hecho aposta, les sale mejor. Entonces, a pesar del estío, es preciso que las familias se muevan para que se corrija la ley y salga otra cuanto antes más respetuosa con nuestra libertad, con la Constitución, con la Declaración Universal de Derechos del Hombre y con alguna Convención Internacional que tenemos firmada justamente para respetar el tipo de educación agredida.
            Todo gobernante debe saber que sin libertad escolar, no hay libertad y que manipulada la escuela, manipulado el hombre. Necesitamos pensadores y gobernantes valientes que busquen el bien común para todos, en lugar de dedicarse a la pesca del voto cautivo en los caladeros de lo políticamente correcto, ordinariamente falaces. En esos caladeros no arreglamos ni la crisis económica, ni su causa: la crisis del hombre.

JUAN BAUTISTA UN GRAN HOMBRE

Juan bautiza a quienes le hacen caso y quieren cambiar. Hoy te invita a que cambies tu.
La madre, Isabel, había escuchado no hace mucho la encantadora oración que salió espontáneamente de la boca de su prima María y que traía resonancias, como un eco lejano, del antiguo Israel. Zacarías, el padre de la criatura, permanece mudo, aunque por señas quiere hacerse entender.

Las concisas palabras del Evangelio, porque es así de escueta la narración del nacimiento después del milagroso hecho de su concepción en la mayor de las desesperanzas de sus padres, encubren la realidad que está más llena de colorido en la pequeña aldea de Zacarías e Isabel; con lógica humana y social comunes se tienen los acontecimientos de una familia como propios de todas; en la pequeña población las penas y las alegrías son de todos, los miedos y los triunfos se comparten por igual, tanto como los temores. Este nacimiento era esperado con angustiosa curiosidad. ¡Tantos años de espera! Y ahora en la ancianidad... El acontecimiento inusitado cambia la rutina gris de la gente. Por eso aquel día la noticia voló de boca en boca entre los paisanos, pasa de los corros a los tajos y hasta al campo se atrevieron a mandar recados ¡Ya ha nacido el niño y nació bien! ¡Madre e hijo se encuentran estupendamente, el acontecimiento ha sido todo un éxito!

Y a la casa llegan las felicitaciones y los parabienes. Primero, los vecinos que no se apartaron ni un minuto del portal; luego llegan otros y otros más. Por un rato, el tin-tin del herrero ha dejado de sonar. En la fuente, Betsabé rompió un cántaro, cuando resbaló emocionada por lo que contaban las comadres. Parece que hasta los perros ladran con más fuerza y los asnos rebuznan con más gracia. Todo es alegría en la pequeña aldea.

Llegó el día octavo para la circuncisión y se le debe poner el nombre por el que se le nombrará para toda la vida. Un imparcial observador descubre desde fuera que ha habido discusiones entre los parientes que han llegado desde otros pueblos para la ceremonia; tuvieron un forcejeo por la cuestión del nombre -el clan manda mucho- y parece que prevalece la elección del nombre de Zacarías que es el que lleva el padre. Pero el anciano Zacarías está inquieto y se diría que parece protestar. Cuando llega el momento decisivo, lo escribe con el punzón en una tablilla y decide que se llame Juan. No se sabe muy bien lo que ha pasado, pero lo cierto es que todo cambió. Ahora Zacarías habla, ha recuperado la facultad de expresarse del modo más natural y anda por ahí bendiciendo al Dios de Israel, a boca llena, porque se ha dignado visitar y redimir a su pueblo.

Ya no se habla más del niño hasta que llega la próxima manifestación del Reino en la que interviene. Unos dicen que tuvo que ser escondido en el desierto para librarlo de una matanza que Herodes provocó entre los bebés para salvar su reino; otros dijeron que en Qunram se hizo asceta con los esenios. El oscuro espacio intermedio no dice nada seguro hasta que «en el desierto vino la palabra de Dios sobre Juan». Se sabe que, a partir de ahora, comienza a predicar en el Jordán, ejemplarizando y gritando: ¡conversión! Bautiza a quienes le hacen caso y quieren cambiar. Todos dicen que su energía y fuerza es más que la de un profeta; hasta el mismísimo Herodes a quien no le importa demasiado Dios se ha dejado impresionar.

Y eso que él no es la Luz, sino sólo su testigo.

"Quien me reconocerá delante a los hombres, también yo lo reconoceré delante a mi Padre que está en los cielos".

La obra de la redención, el triunfo del Reino Amor sobre el de las tinieblas se realiza en medio de la pobreza y de la persecución. Así llevó a cabo su misión el mismo Cristo, así cumplió su misión también Juan el Bautista. A los ojos del mundo parece un derrotado: prisionero, aborrecido por los poderosos según el mundo, decapitado, sepultado.

Y sin embargo, es precisamente ahora, cuando la semilla que cae en tierra y muere, comienza a dar sus frutos. Esta derrota aparente es tan solo la antesala, el preludio de una victoria definitiva: la de la Resurrección. Entonces le veremos y ésa será nuestra gloria y nuestra corona.

Nuestra vida de cristianos, si es una auténtico seguimiento de Cristo, es una peregrinación "en medio de las persecuciones del mundo y de los consuelos de Dios". Sí, llegan los ataques, las calumnias, las persecuciones... pero ellos son sólo una señal de que vivimos el amor, animados por el Espíritu Santo.

Pero, si somos de Dios, si Dios nos ama y somos su pueblo... ¿Qué otra cosa importa? Él nos ama y nos quiere ver semejantes a su Hijo, como una hostia blanca dorándose bajo el sol. Sólo nos toca abandonarnos confiadamente entre sus manos, para que así pueda transformarnos en Cristo.
Autor: Archidiócesis de Madrid.

martes, 28 de agosto de 2012

UN "TE AMO" DICHO DE RODILLAS

¡Eso es justo lo que debe de ser mi oración: un diálogo con quien sé que me ama! Y, cosa más admirable, con Uno que desea ser amado por mí.

Gran cosa es el amor, con tal de que recurra a su principio y origen, con tal de que vuelva siempre a su fuente y sea una continua emanación de la misma. Entre todas las mociones, sentimientos y afectos del alma, el amor es lo único con que la criatura puede corresponder a su Creador, aunque en un grado muy inferior, lo único con que puede restituirle algo semejante a lo que él le da. En efecto, cuando Dios ama, lo único que quiere es ser amado: si él ama, es para que nosotros lo amemos a él, sabiendo que el amor mismo hace felices a los que se aman entre sí» (San Bernardo, Sermón sobre el Cantar de los Cantares).

***

Hablando con un joven hace poco, me comentaba con ánimo inquieto que veía la religión como una serie de imposiciones: los diez mandamientos que se deben cumplir, las negativas a una vida "feliz y cómoda", el “debes hacer esto para no ir al infierno”, etc. La religión, por ello, volvía a los humanos en seres apagados y fríos. Yo le respondí que estaba totalmente de acuerdo con él.

¿Por qué? Porque si ves la religión como una camisa de fuerza de principios morales, entonces yo no podría vivir algo así; ni yo ni ningún ser humano. Tarde o temprano, como mi joven interlocutor, acabaríamos cansados, hastiados y negando lo que podría haber sido un enriquecimiento para nuestra existencia.

Gracias a Dios, no es eso lo que nosotros vivimos como católicos. Lo decía muy bellamente el Papa Benedicto XVI en su encíclica Deus Caritas Est: «No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva» (número 1). Y es esto lo que, bellamente, nos traza el gran San Bernardo en su sermón sobre el libro del Cantar de los Cantares y que, análogamente, podemos aplicar a nuestra vida de oración.

Pongamos un ejemplo. Voy a visitar a un amigo y, con un refresco en la mano, comenzamos a platicar sobre diversas circunstancias. ¡Cómo se pasa el tiempo! ¿Por qué? Porque estoy con alguien a quien aprecio, con quien he compartido varios momentos de mi vida. Le muestro toda mi atención, no me distraigo con otras cosas, le dedico lo mejor de mí.

¡Eso es justo lo que debe de ser mi oración: un diálogo con quien sé que me ama! Y, cosa más admirable, con Uno que desea ser amado por mí. Alguien que me está esperando pacientemente para hablarle; Alguien que no se distrae; Alguien que no me romperá el corazón; Alguien que me conoce mejor que mí mismo.

Y así es como yo le respondí a mi querido amigo: la religión no es una serie de imposiciones, sino un continuo dar gracias y amar. Los mandamientos son oportunidades que tengo para decirle a Dios un "te amo" y que, paradójicamente, me recompensan con mi felicidad. Como dice San Bernardo: «el amor mismo hace felices a los que se aman entre sí». Y esa es la religión que yo vivo todos los días cuando, de rodillas, intento demostrarle a Dios cuánto le amo.
Autor: P. Juan Antonio Ruiz J., L.C.
Este artículo se puede reproducir sin fines comerciales y citando siempre la fuente www.la-oracion

lunes, 27 de agosto de 2012

ANTE TU MIRADA

Cuando me dejo traspasar por tu mirada y te permito entrar en mi alma, todo adquiere un color diferente.
La mirada de Dios me penetra y me envuelve, me rodea y me busca, me invita y me respeta.

Dios no es indiferente ante mi pecado: toma en serio lo que hago y lo que dejo de hacer. No olvida que soy de barro y que necesito ayuda. No ignora lo bueno que Él mismo sembró en mi alma. No deja sin recompensa ese vaso de agua que ofrezco a quien me lo pide.

Así es tu mirada. No sé por qué la rehúyo, como si tuviera miedo de mis faltas, cuando lo que deseas es curar mis heridas. No sé por qué prefiero otros ojos, que un día me miran con aprecio y otro con indiferencia. No sé por qué escucho músicas o veo imágenes cuando podría dejarme envolver por el calor de tus pupilas de Padre bueno.

Pero cuando me dejo traspasar por tu mirada y te permito entrar en mi alma, todo adquiere un color diferente. Porque el mundo tiene sentido si surge desde tu Bondad y si se dirige hacia ti. Porque la vida es maravillosa cuando se explica desde esa palabra grande y sencilla: Amor.

Ante tu mirada todo cambia. Mi pecado se derrite si me acerco a la gran fiesta de la misericordia que se celebra en cada confesión. Mi corazón recobra fuerzas cuando me alimento del Pan de la vida. Mi cuerpo adquiere una luminosidad diferente, si ha quedado purificado desde el agua y la sangre que brotan del Calvario.

También cambia el rostro de quienes me rodean, pues descubro que son hijos tuyos, hermanos necesitados, como yo, de cariño, de perdón y de esperanza.

Este día y toda mi existencia puede ser diferentes si me pongo ahora, simplemente, lleno de confianza, ante tu mirada...
Autor: P. Fernando Pascual LC.

domingo, 26 de agosto de 2012

¡SE PERDIERON MIS LLAVES!

Alguien confía en nosotros, como nosotros confiamos en otras personas ¿Qué uso le damos a esta llave de la amistad?

“Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde”. Verdad manifiesta cuando se extravían las llaves. No nos interesamos por esos pedazos de metal dorado o plateado, sino hasta que nos damos cuenta de que los hemos perdido. Cuando las tenemos abrimos mecánicamente puertas, coches, vitrinas, armarios, cajones, cajas fuertes y demás cosas que estimamos.

Nos duele perder las llaves porque sin ellas se obstaculiza nuestro acceso a algo que es “de nuestra propiedad”. La llave ha llegado a ser un signo de aquello que encierra. “La llave de mi casa, de mi coche, de mi oficina”.

En la antigüedad confiar las llaves era el símbolo de delegar una autoridad, un signo de compromiso, una muestra de confianza, un gesto de responsabilidad. El siervo que recibía las llaves del amo era el de máxima confianza, el de mayor virtud y fidelidad.

Luego surgió el término de “amo de llaves” (si bien su forma más empleada es la femenina), para designar al hombre que disponía de los bienes de la casa según su prudente juicio, algo así como nuestro actual “administrador”. Para conocer el rango o importancia de uno de estos sujetos bastaba echar una mirada a la cantidad de llaves que cargaban y la clase de puertas que abrían. Muchas llaves o llaves grandes: gran responsabilidad.

Qué duda cabe que en la amistad sucede algo parecido. Sin recurrir a formas poéticas muy elaboradas, podemos afirmar con sencillez que en un amigo (esa otra mitad de nuestra alma) hemos depositado la llave de nuestro corazón. Nadie nos conoce mejor que un amigo, en nadie se confía más que en un amigo. Nadie está más pronto a escucharnos y darnos consejo. “La pena que se comparte con un amigo es un descanso”, decían los persas.

Pero nosotros no sólo tenemos amigos: también somos amigos de otras personas, ¿qué uso le damos a esta llave? Alguien confía en nosotros, como nosotros confiamos en otras personas. Puede angustiarnos mucho haber extraviado una llave importante. Es una pena mayor llenar de herrumbre el corazón oxidando una amistad.
Autor: P. Vicente Yanes.

sábado, 25 de agosto de 2012

LA PRISA DE LA CARIDAD

La caridad de María es disponibilidad, pero para que pueda ser así es necesaria su presencia.
Probablemente a María le llevó tres días para ir de Nazaret al pueblo de su prima que está cerca de Belén, llamado Ain Karin.

Cuando una persona tiene un problema personal tiende a obsesionarse con él. Su mente es como una rueda que gira en torno al mismo centro. En estas ocasiones es más difícil pensar en los problemas de los demás y mucho más darles una prioridad.

María al aceptar la invitación de Dios de ser la madre de su Hijo, se complicó la vida. Ella estaba desposada legalmente con José el carpintero. El ser infiel a su compromiso matrimonial le podía acarrear la muerte. ¡Pensemos en el caso de la mujer adúltera que querían apedrear en el Evangelio de san Juan! De hecho José decidió repudiarla, pero en secreto, como consideraremos más adelante.

María no se hundió en su problema, sino pensó en el de su prima Isabel: iba a dar a luz a un niño siendo ella muy anciana. Hasta el día de hoy tal cosa causa bastante pavor a pesar de todos los adelantos médicos. Isabel corría riesgo de morir. María estaba más preocupada sobre la posibilidad de que su prima muriera a que ella misma sufriera la misma suerte.

Cuando entró en la casa de su pariente, ésta, bajo el influjo del Espíritu Santo, la felicitó por su fe: “Bienaventurada eres porque has creído en el mensaje que te fue dicho de parte del Señor”. No la felicitó por haber sido escogida por Dios para ganar la “lotería” mesiánica, sino por su fe en la palabra de Dios. ¡Qué impresión produciría una chica a sí que ya que hizo a los demás maravillarse de una cualidad interior de fe más que de la suerte de ser escogida para ser la madre del Mesías! Se puede apreciar que las cualidades espirituales de María fueron tan profundas que se transparentaban en su mismo rostro.

En esto podemos descubrir el sentido último de la misión de la mujer según el designio de Dios: ser como un “sacramento” o manifestación de Dios para los demás. ¡Qué diferencia entre María de Nazaret y muchas chicas de hoy en día que parecen vacías de toda riqueza humana y espiritual! Cuando la mujer se aparta de Dios y de su gracia, ella pierde incluso como mujer. La mujer debe tener a Dios “escrito” en su rostro, debe manifestar la ternura y la bondad con que Dios ama a la humanidad.

Si bien es cierto que debemos reconocer este esplendor espiritual de María, no debemos ir al extremo de considerarla como un ángel en la tierra. Su caridad hacia la prima fue muy práctica. Así como dijimos más arriba que para María creer fue decir “Aquí estoy”, para ella amar era también decir “Aquí estoy.” Con su actitud de ir a toda prisa a Ain Karín, ella estaba diciendo a Isabel “Tú puedes contar conmigo. Aquí estoy.”

La caridad en María es disponibilidad, pero para que fuese así era necesaria su presencia. No habría significado mucho que ella se hubiera quedado en Nazaret y sólo hubiera mandado una carta a su prima para felicitarla y decirle que esperaba que todo saliera bien.

Parece ser que esta caridad como presencia no brilla en el mundo como debería. Para mostrar solidaridad se mandan medicamentos y alimentos a zonas damnificadas, pero no es lo mismo que ir allí y estar entre la gente para ver que se les puede ofrecer.

El amor de una madre es en gran parte amor presencia. Lo que da seguridad a los niños es el pensamiento de que ella está ahí. También así es el amor de los esposos. Cuando el marido está tan ocupado en el trabajo que ya no tiene tiempo para estar en casa, trabajo que ya no tiene tiempo para estar en casa, comienza a amar por “control remoto”, pues piensa que si él se queda en la oficina hasta altas horas de la noche, es porque está ganando dinero para su familia. Sin embargo, está faltando el amor presencia.

La caridad de María es disponibilidad, pero para que pueda ser así es necesaria su presencia. ¡Cuánto daño hace la ausencia del amado en un matrimonio o en una familia!
Autor: P. Fintan Kelly.

viernes, 24 de agosto de 2012

BARTOLOMÉ, EL HOMBRE QUE SE ENTUSIASMÓ POR CRISTO

Si dejas a Dios de veras entrar en tu corazón, todo lo que anhelabas, esperabas, deseabas, se convertirá en realidad.
Vamos a contemplar en la figura del Apóstol Bartolomé el entusiasmo por Cristo de un hombre que poco antes, ante las palabras de Felipe, había dicho: ¿De Nazaret puede salir algo bueno?

San Juan nos trasmite una historia bellísima en el relato de la vocación de los primeros discípulos (Jn 1, 45-51). Felipe, a quien poco antes el Señor había llamado a su seguimiento, se encuentra con Natanael y le dice lleno de gozo: AAquel de quien, escribió Moisés en la ley, y también los profetas, lo hemos encontrado: Jesús, el hijo de José, el de Nazaret. El bueno de Natanael le responde con un cierto aire de desconfianza: ¿De Nazaret puede haber cosa buena?. Poco después tras el encuentro de Jesús y Natanael, éste último exclama con ilusión y fuera de sí: "Rabbi, tú eres el Hijo de Dios, Tú eres el Rey de Israel", y todo porque el Maestro le había dicho que lo había visto debajo de la higuera. Parece una escena surrealista, pero encierra una gran verdad, que vamos a comentar.


¿De Nazaret puede haber cosa buena? (Jn 1,46). Natanael, tal vez acostumbrado ya a tantos falsos mesías que habían salido como estrellas fugaces en la historia del pueblo de Israel, se extraña de aquellas palabras tan encendidas de Felipe en las que le comunica que un tal Jesús, de Nazaret, hijo de José, es el anunciado por Moisés y los profetas. No es rara esta experiencia para el hombre de hoy y de siempre, que lo ha esperado todo de todo y de todos y casi siempre se ha visto a sí mismo sorprendido por la inconsistencia de las cosas. Por eso, Natanael se sorprende y responde con esa pregunta: ¿De Nazaret puede haber cosa buena?.

Este tipo de repuestas se encuentran en los labios de muchos hombres de hoy a propósito de cualquier nueva proposición de dicha ofrecida por la sociedad o por un amigo. La desilusión y la desconfianza se han instalado en ese corazón ya un poco seco y pasota del hombre moderno.

"Rabbí, Tú eres el Hijo de Dios, Tú eres el Rey de Israel" (Jn 1,49). Después de que Felipe le invite a acercarse a Cristo y de que Cristo hable de su honradez y rectitud, son esas palabras de Cristo: "Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi", (Jn 1,48), las que mueven de una forma terrible el interior de Natanael y en un grito de admiración y de reconocimiento llama a Jesús "Hijo de Dios".

Para Natanael, tal vez un inquieto rabino o estudioso de las Escrituras, de repente la vida se ha iluminado con la presencia de aquel hombre que le ha presentado su amigo Felipe. En él ha encontrado de repente y de golpe a quien buscaba y lo que buscaba en una armoniosa síntesis. Es como si una vida ya al borde del desencanto se encontrara de repente con esa verdad que lo explica todo y llena de paz y felicidad el corazón. Todavía no sabe cómo, pero Natanael intuye que aquel hombre va a colmar todas sus expectativas.

"Has de ver cosas mayores" (Jn 1,50). Jesús le anuncia que aquella primera experiencia se va a multiplicar. Es como si le dijese: si dejas a Dios de veras entrar en tu corazón, todo lo que anhelabas, esperabas, deseabas, se convertirá en realidad. Y es que Dios es mucho más de lo que el hombre puede imaginarse. En realidad la felicidad que el hombre busca no es nada al lado de lo que Dios le ofrece. Dios siempre supera toda expectativa, todo deseo, toda esperanza. Natanael, el desconfiado, de repente ha quedado cogido por Cristo y un sentimiento de entusiasmo se apodera de él. En adelante será un don, una gracia, un privilegio servir a aquel Maestro que ya le había visto cuando estaba debajo de la higuera.

Si nosotros dejáramos a Dios entrar en nuestro corazón a fondo, si nosotros hiciéramos una experiencia auténtica de Dios, si nosotros nos liberáramos del miedo a abrir las puertas del corazón a Dios, también diríamos, llenos de entusiasmo y gozo, "Rabbí, Tú eres el Hijo de Dios".



Este Apóstol, con su admiración por Cristo, nos puede enseñar a nosotros, hombres de hoy, una serie de actitudes muy necesarias frente a las cosas de Dios, pues a lo mejor es posible que nuestra vida espiritual y religiosa esté impregnada de modos fríos, racionalistas, calculadores, lejanos todos ellos de ese talante alegre, cordial y humano que debe caracterizarnos como hijos de Dios. Hay que decir que a veces el debilitamiento en la fe de muchos hermanos nuestros ha sido culpa de no ver en la religión a una persona, sino sólo un conjunto de principios y normas. Si nuestra religión no es Cristo, si el porqué de nuestra fidelidad no es su Persona, si en cada mandamiento no vemos el rostro de Jesús, la religión terminará agobiándonos, porque se convertirá en un montón de deberes, sin relación a Aquél a quien nosotros queremos servir. Vamos, pues, a exponer algunas de las características que deben brillar en la vivencia de nuestra fe y de nuestros deberes religiosos.

Si Cristo, don de Dios al mundo, es lo mejor para el hombre, entonces es imposible no vivir con gozo y alegría profunda la fe, es decir, la relación personal del hombre con Dios. Muchas veces los cristianos con nuestro estilo de vivir la fe, marcado por la tristeza, la indiferencia, el cansancio, estamos demostrando a quienes buscan en nosotros un signo de vida una profunda contradicción. El cristianismo es la religión de la alegría y no puede producir hombres insatisfechos. Al revés, la religión vivida de veras, como fe en Jesucristo, confiere al hombre plenitud, gozo, ilusión. Frente a todas las propuestas de felicidad, que terminan con el hombre en la desesperación, Cristo es la respuesta verdadera que no sólo no engaña sino que colma mucho más de lo esperado. Esta certeza debe reflejarse en nuestro rostro, rostro de resucitados, rostro de hombres salvados.

Si Cristo está vivo y es Hijo de Dios, mi relación con él tiene que ser mucho más personal, cercana e íntima. Tal vez ha faltado en muchas educaciones religiosas ese acercamiento humano a la figura de Cristo, un acercamiento que nos permite establecer con él una relación más cordial y sincera, como la que se tiene con un amigo. Es fácil comprender por qué con frecuencia la vida de oración de muchos creyentes es árida, seca, distraída. No se entra en contacto con la Persona, sino sólo tal vez con una idea de Dios, aun dentro del respeto y de la veneración. De ahí el peligro para muchos hombres de racionalizar la misma oración, convirtiéndola en reflexión religiosa, pero no en experiencia de Dios. Lógicamente la fe se empobrece mucho así. Y no debe ser así. La fe ha de ser vivida como experiencia personal de Cristo, y por tanto en un clima de cordialidad y de cercanía.


Si Cristo es, en fin, la esperanza del mundo, de la que hablaron Moisés y los profetas, entonces hay que vivir en la práctica la fe con seguridad y convencimiento. Podemos dar la impresión los cristianos de que creemos en Cristo, pero no lo suficiente como para abandonar otros caminos de felicidad al margen de él, de su Evangelio, de su Persona. Y esto en la vida se convierte en una contradicción práctica. Aparentamos tener lo mejor, pero nos cuidamos las espaldas teniendo reemplazos. Es como si afirmáramos que tal vez la fe en Cristo no es del todo segura y cierta, que tal vez él nos puede fallar. El mundo necesita de nosotros hoy la certeza de nuestra fe, una certeza que nos lleve a quemar los barcos, porque ya no los necesitamos, seguros como estamos de que hemos elegido la mejor parte.


Conclusión. Cómo se necesita en estos momentos en nuestra vida de cristianos y creyentes estas características en nuestra relación con Dios: un estilo de fe lleno de gozo y de entusiasmo, una relación con Dios cercana y cordial, una certeza absoluta de Dios como lo mejor para el hombre de hoy. En esta sociedad en que por desgracia la fe se ha convertido en una carga, hacen falta testigos vivos de un Evangelio moderno y verdadero. En este mundo en que falta alegría en muchos cristianos que viven un poco a la fuerza su fe, hacen falta rostros alegres porque saben vivir su religión en la libertad. Y en este peregrinar hacia la eternidad en el que muchos creyentes miran hacia atrás acordándose de lo que dejan, hacen falta hombres que caminen con seguridad y certeza, sin volver los ojos atrás, hacia el futuro que Dios nos promete.
Autor: P. Juan P. Ferrer.

jueves, 23 de agosto de 2012

EL ABORTO ES UN MAL

EL  ABORTO  ES  UN  MAL
Autor: Pablo Cabellos Llorente
             Los lectores recordará aquellas películas de buenos y malos, en las que rápidamente se sabía quiénes eran unos y otros, lo que permitía al espectador posicionarse enseguida. Además, siempre ganaban los buenos. No es que el aborto sea una película de buenos y malos, porque no se puede juzgar a las personas sin conocerlas y -por el motivo que sea- sin asumir algún deber que lleve al ejercicio de esa tarea. No juzgo a nadie, ni deseo la cárcel para nadie, pero el aborto, en sí mismo, es malo. Incluso hemos perdido el guión de esta película.
            Cuando se tramitaba la primera ley del aborto, prácticamente todos coincidían en la afirmación de que el aborto es un drama, pero que había que dar un cauce a determinados supuestos. El aborto continuó siendo un crimen despenalizado pero realmente libre, sobre todo por el supuesto de enfermedad sicológica de la madre, causa de casi todos los abortos. Hubo médicos o clínicas que ni siquiera solicitaban el mínimo de documentación, asunto denunciado,   no sé con qué  conclusión.
            Luego vino la segunda ley, más ideológica que práctica, porque es posible que no haya aumentado el número de abortos, pero éste ha pasado de ser un crimen despenalizado, a constituir un derecho de la mujer. A esto se unió la facultad de ejercitar tal derecho a las menores de edad sin consentimiento de sus padres. Una ley machista -el hombre queda eximido de toda carga- e innecesaria, además de incumplir de la promesa electoral de que no iría en esa legislatura.
            Dije que también hemos perdido el guión, porque el nuestro es un aborto sin razones, sólo algunas sentimentales. Y ahora con opiniones sobre si es precisa una ecografía -todas las pruebas médicas deben ser conocidas por el paciente o familia-, o si es válido un Magistrado del Constitucional para  dictaminar si la supresión de los fetos con la ley actual se ajusta o no a nuestra Constitución. Pero no entramos al tema.
            El guión perdido es muy sencillo: ¿puede ser un derecho matar al ser más inocente en el que debía ser su lugar más seguro? ¿Alguien se ha molestado en hacer y publicar una encuesta sobre el estado de las madres que abortaron? Problemas psicológicos -depresiones, traumas, sentido de culpabilidad, etc.-, sentirse engañadas, haber considerado el aborto como un sistema anticonceptivo más, etc. La progresía parece amar siempre la ciencia experimental frente a la razón -o hay necesidad de oponerlas-, pero aquí no hay razones y la genética cada vez muestra más claramente la existencia de un ser vivo desde el momento de la fecundación, un ser que sólo puede ser humano, no una planta o un cangrejo. Éste es el guión.

¿QUÉ TENGO YO, QUE MI AMISTAD PROCURAS?

No te cansas, no abandonas, no te rindes. Porque quieres que te abramos y puedas entrar para entregarnos tu Corazón lleno de amor.

Una vez más estoy ante ti, Señor, Jesús Sacramentado. Ante el milagro y misterio de tu gran amor por todos los seres de este mundo sin distinción de clases sociales, de colores, razas y credos.

Tu amor abarca a todas las criaturas, santos y pecadores.... ¡Qué misterio tan profundo y qué poco pensamos en él!.

Con ese amor, con ese deseo de ser correspondido, llamas a nuestra puerta, a la puerta de nuestro corazón para que te abramos, y llamas siempre a lo largo de todo el día, en todos los instantes, en los momentos que menos podemos imaginar... siempre llamas, siempre estás. No te cansas, no abandonas, no te rindes. Porque lo único que persigues es que te abramos y puedas entrar para entregarnos tu Corazón lleno de amor.

¿Y qué nos pasa?. Tal vez tenemos miedo de que si te "dejamos entrar" nos vas a pedir que cambiemos nuestro modo de vivir, que nos apartemos de esa persona que...., que dejemos ese rencor que hasta nos parece que lo necesitamos para así, no perdonar..., que nos vas a "obligar" a cosas que... ¡nos cuestan tanto!

Somos cobardes, Jesús, cobardes y acomodaticios. Tal vez nos asusta ese amor tuyo tan inmenso, tan desbordado, tan auténtico, ¡tan loco, casi diría yo, porque entregaste tu vida y te quedaste encerrado en ese "trocito de pan y en ese vino" para ser nuestro alimento!. El Papa Juan Pablo II nos decía siempre: "¡No tengaís miedo, abirdle las puertas a Cristo!".

Y pensando en estas cosas, ahora que estoy frente a Ti, mi Señor, voy recordando las palabras del gran poeta Lope De Vega, en su verso que hace que el corazón duela porque habla de nuestra ingratitud para ese tu gran AMOR, por todos,...por mi.

Deja que te lo diga, Señor, de rodillas y con el corazón contrito porque esas palabras son mi verdad....

"Qué tengo yo, que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío
que a mi puerta, cubierto de rocío
pasas las noches del invierno oscuras?

¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras,
pues no te abrí!
¡Qué extraño desvarío si de mi ingratitud el hielo frío secó las llagas de tus plantas puras!

Cuántas veces el ángel me decía:
"Alma, asómate ahora a la ventana;
verás con cuánto amor llamar porfía"
Y cuántas, hermosura soberana,
"Mañana le abriremos", respondía
para lo mismo responder mañana!".


Si, Jesús, "mañana"... porque hoy estoy muy ocupada...
Porque hoy ... así como que "no me late".
Porque... no se lo que me vas a pedir...
Porque la verdad es que me asusta un poco ese TU AMOR POR MI y yo ...no se querer así...

Bueno...tal vez mañana... si, mañana si.
Autor: Ma. Esther De Ariño.

miércoles, 22 de agosto de 2012

CONCIENCIA Y CONSTITUCIONALIDAD

CONCIENCIA  Y  CONSTITUCIONALIDAD
Autor: Pablo Cabellos Llorente
            Un diario de los llamados nacionales ha mostrado reticencias a la posibilidad de  que el jurista Andrés Ollero sea ponente en los temas del aborto y del llamado matrimonio homosexual. Ese periódico anda preocupado porque el citado profesor ha expresado en alguna ocasión su antagonismo con tales leyes. Trataré de recordar después otras opiniones de miembros del Tribunal Constitucional que no parecen preocupar al diario de Madrid.
            Según el DRAE -para que no se me acuse de confesionalidad- la conciencia es todo esto:  Propiedad del espíritu humano de reconocerse en sus atributos esenciales y en todas las modificaciones que en sí mismo experimenta.  Conocimiento interior del bien y del mal.  Conocimiento reflexivo de las cosas. Por otro lado, lo constitucional se define: perteneciente o relativo a la Constitución de un Estado. Es obvio que el caso que nos ocupa se refiere a precisar si una ley pertenece y guarda relación adecuada con nuestra Ley de leyes. También del DRAE: constitucionalidad es cualidad de constitucional. Nada que ver con las tres acepciones de conciencia, que serían las aplicables al asunto.
            Ahora permítaseme afirmar que el citado rotativo yerra su disparo por confundir conciencia con constitucionalidad de una ley. Y mira que es simple: la conciencia puede y debe utilizarse al legislar, pero cuando se trata de juzgar si una ley es constitucional o no,  un buen jurista emitirá un dictamen que afirme o niegue llanamente eso. Yo no trato de defender al Magistrado de marras, sino de afirmar la libertad una vez más: a ver si va a resultar que los jueces cuya posición es conocida como favorable a la vida no pueden hacer un dictamen ajustado a derecho mientras que sí se reconoce esa facultad a los partidarios del aborto. Resultaría una libertad amplia para unos y reducida para otros.
            En cualquier caso, si se quiere tronar contra determinadas conciencias -a las que no se respeta- hágase contra el legislativo. Pero no inventemos, ni en un sitio ni en otro,   una libertad a dos velocidades: movimiento acelerado para los abortistas, divorcistas, investigadores con embriones vivos, partidarios de la ley de género, etc., y  marcha retardada para los partidarios de la vida, del respeto al embrión y a la fidelidad matrimonial, o de la correlación entre sexo y género. Éstos van servidos con el ralentí. La igualdad de los españoles ante la ley sólo vale cuando conviene a los que desean dominar.
            Un ejemplo de esa parcialidad: "La regulación del despido, que se presenta de manera rutinaria como una forma de crear empleo, obedece realmente a un diseño destinado a otorgar fáciles y baratos mecanismos de liquidación y ajuste de plantillas, tanto en el sector privado como en el sector público. Y de hacerlo, adicionalmente, al margen de todo control. (...). Como confiesa sin disimulo alguno el preámbulo de la norma, el propósito de la reforma es impedir el juicio de adecuación —con un evidente tono despectivo, el legislador excepcional lo denomina “juicio de oportunidad”— de los jueces sobre los despidos decididos por el empresario a partir de una definición justificativa que se mueve entre los dos extremos a descartar por cualquier legislador socialmente sensible: la mayor discrecionalidad y la más concreta identificación. La nueva regulación del despido no tiene más finalidad que reducir los costes del despido ilegal o improcedente, rebajando las indemnizaciones y suprimiendo los salarios de tramitación. (...) apartándose de manera burda de los propósitos confesados de lucha contra la dualidad de nuestro mercado de trabajo, la reforma ahonda la precariedad mediante dos criticables medidas: la implantación de un contrato especial (...) y el encadenamiento de contratos de formación para los jóvenes, que pueden estar formándose hasta los 32 años en una misma empresa para el ejercicio de los más dispares e inconexos oficios" (Fernando Valdés, Magistrado del Constitucional a  El País, 23.03.12). ¿Queda invalidado para un posible recurso de inconstitucionalidad sobre el tema?
            No es cuestión mía juzgar las palabras del Magistrado Valdés. Más bien, hago notar la diferencia de trato según quien sea el opinante. Tampoco se ha puesto objeción alguna a la Magistrada Roca por estas palabras:  su señoría recurre al ejemplo de que el Estado español quedó eximido de “pagar a los más de 450.000 afectados por la estafa de Afinsa y Fórum Filatélico…” según sentencia del Tribunal Supremo que consideró que el Estado no tenía responsabilidad alguna al respecto, su señoría comete una torpeza impropia de su magisterio (...). Siendo como es Magistrada de la Sala Primera de dicho Tribunal, sorprende la ligereza con que emplea el término «estafa» cuando sus compañeros magistrados evitan el empleo del mismo en su sentencia, porque la causa aún no ha sido juzgada. (Carta abierta de una cliente de Afinsa a Encarnación Roca).
            ¿Queda inhabilitada Roca? Yo sólo me apunto a la veracidad, a la libertad igual para todos, sin permitir que se pretenda arrinconar a nadie por su modo de pensar. Si el problema es la politización del Constitucional, soluciónese pero, "sic rebus stantibus", todos con los mismos derechos, porque todos somos iguales y hemos expresado opiniones diversas sobre variados asuntos.

LA EMPRESA DE LA VIDA, SALVAR EL ALMA

Tener esperanza, saber lo que se quiere, luchar por ello. ¿y tú, ya sabes lo que quieres?

La sociedad contemporánea nos ha intoxicado con la idea o la creencia de que las cosas se consiguen de forma rápida y cómoda. Todo está centrado alrededor del consumismo, de donde se desprende, que basta meter una moneda en la máquina, pulsar un botón y tener en mis manos una Coca Cola fresca...; quiere hacernos creer que la vida es tan fácil como el internet, aprieto un botón y ya me encuentro navegando por todos los museos o por las islas más exóticas del mundo... Todos sabemos que la vida es mucho más compleja que esto, aunque parece que nuestra sociedad nos facilita todo.

Se nos dan libros de instrucciones y manuales de procedimientos para casi todo, y así, antes de meter al microondas un paquete de palomitas, me leo las instrucciones y veo que tal parte de la bolsa tiene que ir hacia abajo, y por un tiempo de no más de 3 minutos..., todo son instrucciones; sin embargo, no existen instrucciones para salvar un alma, para llegar al cielo, para realizar la gran Misión que tienes la gran empresa que está en tus manos y que al final es la única que vale la pena, SALVAR TU ALMA.

Les comparto esta carta hermosísima de un joven de 21 años escrita a su novia un día antes de morir; esto es tener convicciones profundas y seguridades que dan valor de trascendencia a la vida.

Espero que la puedas compartir, especialmente con algún joven.

Nacido en Pozoblanco (Córdoba, España) en 1914, Bartolomé Banco fue arrestado como dirigente católico (era secretario de los Jóvenes de Acción Católica y delegado de los Sindicatos Católicos) el 18 de agosto de 1936. Fue fusilado el 2 de octubre de 1936 mientras gritaba «¡Viva Cristo Rey!».

Prisión Provincial. Jaén, 1 de octubre de 1936.

Maruja del alma:

Tu recuerdo me acompañará a la tumba,
y mientras haya un latido en mi corazón, éste palpitará en cariño hacia ti. Dios ha querido sublimar estos afectos terrenales, ennobleciéndolos cuando los amamos en Él.

Por eso, aunque en mis últimos días Dios es mi lumbrera y mi anhelo, no impide que el recuerdo de la persona más querida me acompañe hasta la hora de la muerte.

Estoy asistido por muchos sacerdotes que, cual bálsamo benéfico, van derramando los tesoros de la Gracia dentro de mi alma, fortificándola; miro la muerte de cara y en verdad te digo, que ni me asusta, ni la temo.

Mi sentencia en el tribunal de los hombres será mi mayor defensa ante el Tribunal de Dios; ellos, al querer denigrarme, me han ennoblecido; al querer sentenciarme, me han absuelto; y al intentar perderme, me han salvado. ¿Me entiendes? ¡Claro está! Puesto que al matarme, me dan la verdadera vida; y al condenarme por defender siempre los altos ideales de mi religión y mi familia, me abren de par en par las puertas de los cielos.

Mis restos serán inhumados en un nicho de este cementerio de Jaén; cuando me quedan pocas horas para el definitivo reposo, sólo quiero pedirte una cosa: que en recuerdo del amor que nos tuvimos, y que en este instante se acrecienta, atiendas como objetivo principal a la salvación de tu alma, porque de esa manera conseguiremos reunirnos en el cielo para toda la eternidad, donde nada nos separará.

¡Hasta entonces, pues, Maruja de mi alma!

No olvides que desde el cielo te miro, y procura ser modelo de mujer cristiana, pues al final de la partida, de nada sirven los bienes y goces terrenales, si no acertamos a salvar el alma.

Un pensamiento de reconocimiento para toda tu familia, y para ti, todo mi amor sublimado en las horas de la muerte. No me olvides, Maruja mía, y que mi recuerdo te sirva siempre para tener presente que existe otra vida mejor, y que el conseguirla debe ser la máxima aspiración.

Sé fuerte y rehace tu vida, eres joven y buena, y tendrás la ayuda de Dios que yo imploraré desde su Reino. Hasta la eternidad, pues, donde continuaremos amándonos por los siglos de los siglos.



El ejemplo de un joven que tenía clavada su mirada en lo más importante, llegar al cielo, salvar su alma y querer que el alma de su muy amada novia también se encontrase con Dios después de esta vida. Esto es tener esperanza, esto es saber lo que se quiere... ¿y tú, ya sabes lo que quieres?...
Autor: P. Dennis Doren L.C.

martes, 21 de agosto de 2012

ALÍATE CON MARÍA PARA ORAR MEJOR

Dios nos ha regalado en María una aliada para nuestro caminar, para nuestra oración. La presencia de María siempre ha sido un bálsamo.
Si se levantan los vientos de las tentaciones, si tropiezas en los escollos de las tribulaciones, mira a la estrella, llama a María. Si eres agitado de las ondas de la soberbia, si de la detracción, si de la ambición, si de la emulación, mira a la estrella, llama a María. Si la ira, o la avaricia, o el deleite carnal impele violentamente la navecilla de tu alma, mira a María. Si, turbado a la memoria de la enormidad de tus crímenes, confuso a vista de la fealdad de tu conciencia, aterrado a la idea del horror del juicio, comienzas a ser sumido en la sima sin suelo de la tristeza, en el abismo de la desesperación, piensa en María. En los peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en María, invoca a María. No se aparte María de tu boca, no se aparte de tu corazón; y para conseguir los sufragios de su intercesión, no te desvíes de los ejemplos de su virtud. No te descaminarás si la sigues, no desesperarás si la ruegas, no te perderás si en ella piensas. Si ella te tiene de su mano, no caerás; si te protege, nada tendrás que temer; no te fatigarás, si es tu guía; llegarás felizmente al puerto, si ella te ampara. (San Bernardo, Sobre la excelencias de la Virgen Madre, 2, 17).

La mayor parte de mi tiempo suelo pasarlo, por la misión que se me ha confiado, delante de una computadora. Horas y horas en las que el monitor me va mostrando diferentes mundos y a través de los cuales estoy intentando también transmitir a muchos el Evangelio. Prueba de ello son estas líneas que ahora mismo estás leyendo.

Pues bien, toda esta labor sería imposible sin la ayuda de mi buen amigo Renato, el informático de aquí del seminario. ¿Por qué? Su presencia es importantísima en los momentos en que algo le pasa a mi computadora, en los que internet no funciona, cuando parece que un virus amenaza con entrar... En cada una de estas circunstancias marco un número y el acento italiano de Renato me responde desde la otra línea para solucionar mis problemas: «¿Qué pasa ahora, padre?».


La última vez que le llamé para que viera por qué no podía ver unos videos que me habían mandado, se me vino a la mente que en la oración tendríamos que tener un "Renato", alguien que, cuando las cosas vayan mal, podamos llamarle por teléfono y decirle: «no siento nada, me aburro, qué tengo que hacer si..., etcétera». Y aquí es cuando San Bernardo viene en nuestra ayuda y nos deja el hermosísimo texto sobre María que he querido compartirles.

Dios nos ha regalado en María una aliada para nuestro caminar, para nuestra oración. Por ello, siempre es hermoso, además de ponerse en la presencia de Dios, pedirle a María que nos acompañe en cada oración que hacemos. Como si Ella pudiese tomar nuestras súplicas y decirle a Dios, con esos ojos de Madre, que nos escuche. Después de todo, San Maximilian María Kolbe tenía mucha razón cuando dijo que a María «ha confiado Dios toda la economía de su misericordia» porque «la voluntad de María, no hay duda alguna, es la voluntad del mismo Dios».

¿Nunca lo han experimentado ustedes? Personalmente, la presencia de María siempre ha sido un bálsamo en muchos momentos. Y en ocasiones no me doy cuenta sino hasta después de que Ella estuvo ahí. ¿Me permiten compartirles algo muy personal? Las fechas más importantes en mi vida en preparación al sacerdocio se dieron en fechas marianas: recibí el uniforme para el noviciado un 15 de septiembre, día de la Virgen de los Dolores; hice mi primera profesión de votos un 15 de agosto, día de la Asunción de María; mi profesión perpetua fue en el mes de octubre, mes del Rosario; mi ordenación sacerdotal fue el 12 de diciembre, día de la Virgen de Guadalupe. ¿Verdad que es descarado el amor de María?

Les invito a leer una vez más el texto de San Bernardo; lentamente, con calma. Mientras escuchan todo lo que María es capaz de hacer, denle las gracias y pídanle que nunca les deje solos. Que como a Cristo camino del Calvario (y Mel Gibson lo pintó bellísimamente en esa conmovedora escena de su película "La Pasión") Ella también les acompañe en los claroscuros de su vida: que ría con ustedes en los momentos alegres y llore con ustedes en los tristes. Aunque, créanmelo, incluso si no se lo pidiesen, Ella lo haría...

¿A que ahora la oración parece un poco más sencilla? Es lo mismo que le digo yo a Renato con el tema de las computadoras. Cuando viene él, todo parece muy sencillo... pues él es el especialista. Como María lo es en la oración.
Autor: P. Juan Antonio Ruiz J., L.C.

lunes, 20 de agosto de 2012

¿QUÉ QUIERE DIOS DE MÍ?

Es difícil descubrir la voluntad de Dios. Si tenemos un corazón atento sabremos leer sus mensajes.

La pregunta surge en momentos clave de la propia vida: ¿qué quiere Dios de mí?

En ocasiones, esa pregunta encierra un error de fondo, pues uno llega a imaginar a Dios como un rey arbitrario que ordena y dispone según sus caprichos y sin interesarle el bien de sus "súbditos".

Pero Dios no actúa así: lo que busca es nuestro bien, aquello que nos permita alcanzar una vida plena, sana, justa, bella.

Si nos situamos en una correcta manera de ver a Dios, podemos empezar el camino que nos permita descubrir lo que Dios quiere de cada uno.

El punto de partida correcto es siempre el mismo: reconocer que Dios me ama. En otras palabras, lo primero que Dios quiere es mi propio bien, mi propia felicidad, mi propia existencia. Empezar a vivir es ya una respuesta, la más radical y profunda, a la pregunta sobre lo que Dios desea de mí. Esa es la primera voluntad de Dios para mí: que exista, que viva.
Desde esa primera respuesta, podemos avanzar en la búsqueda de algo más concreto: ¿hacia dónde dirigir mis pasos para recorrer el camino que Dios ha pensado para mí?

Tengo una voluntad libre. Con ella escojo el rumbo de mi vida. La nave humana avanza según las decisiones que cada uno toma cada día.
Aquí se hace más intensa la búsqueda: ¿qué voy a decidir hoy? ¿Cómo reconocer aquellos actos que están de acuerdo con lo que Dios espera de mí? Para responder, contamos con muchas señales. Dos tienen un valor especial y una visibilidad muy concreta.

La primera señal arranca de la misma historia personal, del pasado y de lo que ocurre en el presente. La voluntad de Dios para mí se manifiesta en hechos, en encuentros, en lecturas, en consejos buenos. Identifico así estrellas que iluminan el camino por el que debo avanzar.

Esas señales a veces son difíciles de entender. ¿Qué quiere Dios cuando empieza una enfermedad que me incapacita de golpe o poco a poco? ¿Qué me pide si a mi lado sufre un familiar que necesita continuamente ayuda? ¿Qué me ofrece tras una llamada telefónica que abre un interesante horizonte profesional? ¿Qué me diría ante la propuesta deshonesta de un "amigo" que me invita a colaborar con él en un negocio sucio?

Lo que ocurre cada día da pistas, pero no siempre son suficientes. Por eso necesitamos abrirnos a la segunda gran señal de Dios: su Evangelio. Quien lo toma entre sus manos como un libro vivo, como la enseñanza y el ejemplo de Jesús, Hijo de Dios e Hijo de María, descubrirá todo un mundo de indicaciones, exigentes y hermosas, que nos permiten avanzar, poco a poco, hacia la vida verdadera.

¿Es difícil descubrir la voluntad de Dios? Si tenemos un corazón atento sabremos leer sus mensajes. Si los comprendemos de modo adecuado, estaremos listos para la siguiente etapa, la que rezamos en el Padrenuestro: "hágase tu voluntad". Es decir, estaremos dispuestos a aceptar todo lo que Dios nos pida.

En ocasiones cuesta. Pero si reconocemos que Dios es un Padre bueno, aquello que nos propone será visto como lo que es: un camino para avanzar en el amor, una invitación a vivir un poco aquí en la tierra como viviremos, si actuamos como auténticos discípulos e hijos, eternamente en el cielo.
Autor: P. Fernando Pascual LC.

domingo, 19 de agosto de 2012

¿POR QUÉ HOY NO?

Si ya lo has pensado, si ya lo tienes decidido, ¿a qué esperar? Hoy es el día, ahora mismo
Autor: P Mariano de Blas LC.
San Agustín retaba a los paganos que retrasaban su conversión con semejantes palabras: "Si ya lo has pensado, si ya lo tienes decidido, ¿a qué esperar? Hoy es el día, ahora mismo; no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy". Dejarlo para luego es exponerse a dar marcha atrás; no todos los días estás decidido, no a toda hora estás preparado para este paso´.

Pero no daban el paso, por temor a un cambio demasiado brusco; y, al verlos indecisos y afirmando que lo harían cualquier día, arremetía con una lógica de espada filosa: "Si ahora no te animas, ¿por qué dices y crees que lo harás algún día? No estés tan seguro, te costará más que hoy; quizás no tengas ya deseos del cambio; las fuerzas contrarias volverán a la carga". ¿Por qué dices que alguna vez lo harás?, ¿tendrás oportunidad?, ¿seguirás con vida mañana?, ¿te dará Dios la gracia de la conversión? Teme a Cristo que pasa y no vuelve.

Al demonio le encanta ilusionar a la gente y engañarla con la conversión de mañana; a Dios le gustan las cosas hoy y ahora: Hoy es el día de la conversión. "Hoy, si escucháis su voz, no endurezcáis el corazón".

sábado, 18 de agosto de 2012

¡Y ALLÍ NOS ESPERA!...

Necesitamos vivir más la esperanza y mirar allá arriba, donde tenemos la Patria verdadera. Cristo y María, glorificados, nos dicen: ¡Animo, que aquí los esperamos!...
¿Cuándo hablamos de la Resurrección de Jesucristo, sólo el día de Pascua?... No. La Resurrección es tema de cada día. En la Resurrección de Jesucristo se cimienta nuestra fe, y por Jesús resucitado recibimos el Espíritu Santo que nos santifica y completa nuestra salvación.

Esto nos debería pasar con la Asunción de la Virgen. Pasamos ya el 15 de Agosto para hacer conmemoración de ella, pero tenemos que recordarla siempre.

Porque María Asunta es la figura de la Iglesia en su esperanza de la glorificación final y un avance de lo que Dios quiere hacer con nosotros.

Aquel día en Jerusalén, donde residía la primera comunidad cristiana que había nacido en Pentecostés, había una alegría especial. Nadie se lo explicaba. Y nadie entablaba un diálogo como éste:
- ¿Sabes que ha muerto María?
- ¡Ay, qué pena! Con lo felices que nos sentíamos a su lado, cuando lográbamos arrancarle alguna noticia de Jesús.
- Sí, pues ya ves, se ha muerto...

La noticia corría de una manera muy diferente, y el diálogo se desarrollaba de otro modo:
- ¿No sabes? La Madre del Señor Jesús se ha dormido.
- ¡Qué feliz! Al fin se va a estar con Él para siempre. ¡Con lo que Ella suspiraba por este día!

Y María, la Madre del Señor Jesús, fue enterrada. Pero pronto comenzó a correr otra noticia que hacía aún más feliz el acontecimiento. Pedro, Juan, Santiago, a los que Pablo llamará columnas de la Iglesia, empezaron a propalar la noticia que a ellos les revelaba Dios:
- María, la Madre del Señor Jesús, ya no está en el sepulcro. El Señor se la ha llevado también en su cuerpo al Cielo, como antes se había llevado su alma bendita.

Y los cristianos que vinieron después, seguros de lo que sabían, porque se lo iban transmitiendo unos a otros en aquella Iglesia madre de Jerusalén, levantaron en honor de María un templo al que llamaron La Iglesia de la Dormición.

Porque todos estaban convencidos de que el sueño de María en el sepulcro había durado muy poco. No iba Jesús a esperar la resurrección final para despertar a su Madre de ese sueño que a todos nos espera.

Aunque no sea hoy el 15 de Agosto, fiesta de la Asunción, nosotros recordamos el misterio con toda razón. Porque debe ser éste un pensamiento perenne, propio de todos los días del año.

Necesitamos vivir un poco más la esperanza y hemos de mirar allá arriba, donde tenemos la Patria verdadera. Cristo y María, glorificados, nos van diciendo: -¡Animo, que aquí os esperamos!...

El cristiano, como nos dice San Pablo, tiene ya la cédula de identidad del Cielo, y allí está clavada su vida en Dios.

Entonces, nuestro paso por la tierra está lleno de la vida celestial.

Y la Asunción de María nos lo recuerda continuamente.

En Ella ha avanzado Jesucristo lo que quiere hacer con todos los miembros de la Iglesia.

Entonces, María en su Asunción se convierte para nosotros en un signo. Lo que Jesucristo ha hecho con su Madre, el miembro más insigne de la Iglesia y modelo nuestro, lo hará también con cada uno de nosotros.

Hoy necesitamos mucho la virtud de la esperanza en una felicidad del más allá. La técnica moderna ha puesto a nuestra disposición unos medios de disfrute de la vida muy grandes. Quienes los tienen, se apegan a ellos de modo que olvidan los bienes eternos. Quienes no los pueden tener, sienten el fracaso en sus vida. -¿Por qué los demás han de disfrutar de la vida y yo no?, se preguntan angustiados.

No podemos negar la razón a estos angustiados, así como no dejamos de ver el peligro que entraña para los satisfechos el abandonar a Dios porque ya tienen aquí todo lo que ansían.

Entonces, para los unos como para los otros, igual que para todos nosotros, la palabra de Jesús nos apunta nuestro destino final: -Cuando me vaya y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros.

¿Y no es éste un pensamiento que nos llena de paz y hasta de alegría verdadera? Es un pensamiento bello, aunque presintamos para nosotros el momento de la partida o bien el fin de un ser querido.

Puesto que somos aquí como María, al final correremos la misma suerte que María.

Ella fue llevada al Cielo porque había sido la morada viviente de Jesús. No podía corromperse en el sepulcro la carne que dio carne a Jesús, el Hijo de Dios, el Resucitado.

Así nosotros, cuando nos vamos, tenemos el mismo fin que María, porque hemos llevado por la Gracia a Cristo dentro de nosotros. Por la Comunión también, lo hemos metido miles de veces dentro de nosotros en la realidad de su misma carne, aunque haya sido de una manera misteriosa, bajo la apariencia de pan.

Si cada vez que nos deja un ser querido pensáramos de él como pensó de María la primera comunidad cristiana, nos daríamos cuenta de la mucha razón que tiene San Pablo cuando escribe que no debemos entristecernos como los que no tienen esperanza, sino mantenernos en una gran serenidad y hasta en la alegría. Porque la vida no se ha perdido. Al revés, se ha cambiado por otra mucho mejor....
Autor: Pedro García, Misionero Claretiano.

viernes, 17 de agosto de 2012

DAME UN POCO DE TU TIEMPO

Sufrir en soledad no es nada fácil. Sufrir con alguien nos permite sentir que en el dolor somos valiosos.

La enfermedad, el dolor, pueden ser aislantes. El que sufre siente la tentación de encerrarse en sí mismo, de guardar el dolor dentro de su alma, de no desvelar un secreto que le pertenece a él, que no puede ser comprendido del todo por los otros.

Pero otras veces la enfermedad nos impulsa a pedir ayuda. Sufrir en soledad no es nada fácil. Sufrir con alguien nos permite sentir que en el dolor somos valiosos, que nuestra incapacidad, nuestra pequeñez, nuestra nulidad, no resultan un obstáculo para que otros nos cuiden, nos amen, nos apoyen.

Las manos de muchos hombres y mujeres que sufren nos aprietan con firmeza. Nos piden una parte de nuestra vida. El enfermo necesita amor, cariño, cercanía, a veces tanto o más que una medicina, que una nueva dosis de calmante. El médico que sabe acariciar la frente de sus enfermos, que les conoce, que les da no sólo su ciencia y su técnica, sino su corazón, hace un bien incalculable. El enfermero o la enfermera que peina a una anciana, que le ayuda a refrescarse la boca, que le cuenta una historia del periódico o le pregunta por sus nietos, ofrece un bálsamo profundo, que llega al corazón. El familiar, el amigo, que pasa horas y horas junto al trabajador o al estudiante víctima de un accidente inesperado, hace un gesto de amor y de cariño que sólo los que han sufrido saben apreciar en toda su grandeza.

Es cierto que vivimos en un mundo de prisas. Es cierto que tenemos mil cosas por hacer. Es cierto que desde muy temprano hemos de luchar contra el tráfico, en medio de mil tensiones y problemas. Pero también es cierto que somos más hombres cuando podemos darnos al que sufre, para que su dolor no sea vacío, para que su pena no lo hunda en la soledad, para que su angustia no lo lleve a la desesperación.

Cuando algún enfermo nos apriete la mano y no nos deje ir, no tengamos miedo. Nos pide un poco de tiempo, pero sobre todo nos pide un poco de amor. Nos ofrece también, quizá sin saberlo, la oportunidad de ser un poco más buenos, de sentir lo hermoso que es ser hombre cuando el amor se convierte en lo más importante. Quizá incluso el enfermo sepa amarnos más de lo que nosotros le amemos. Entonces, de un modo misterioso, nuestro dar se convierte en recibir. Los dos somos así un reflejo de Dios, que supo amar sin buscar recompensa, que dio su sangre en una Cruz porque nos quiso, que ha iluminado cada lecho de hospital con un rayo de esperanza, con una lágrima de alegría. Lágrima de un enfermo y de un sano que supieron dejar algo de sí mismos para vivir, generosos, buenos, junto al que sigue allí, a nuestro lado.
Autor: P. Fernando Pascual LC.